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Nada dejado al azar en la Ciudad Prohibida

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Foto: Periódico 26.

A Marco Polo le tomó años ir desde Venecia hasta la Ciudad Prohibida. A este escribidor le tomó siete hacer el mismo recorrido; se siente como una vida, por la distancia, el tiempo y lo inesperado de la experiencia. Uno podría estarse días enteros y solo alcanzaría a "arañar" esta magnificencia.

Hoy se hace un recorrido principal entrando por la puerta de la Armonía Suprema, desde la cual se accede al palacio de la Pureza Celestial, luego a la sala de la Unión y al palacio de la Tranquilidad Terrenal. A ambos lados quedan los palacios del Este y el Oeste hasta llegar al salón del Cultivo Mental y terminar en el jardín imperial. Aunque, quizás, lo más relevante sean los detalles porque aquí nada, absolutamente nada, se hizo al azar.

Utilidad, seguridad y belleza de la mano

Asombra escuchar que estos edificios de base de piedra con ladrillos y paredes de madera fueron levantados en solo tres años y medio allá por el siglo XV. De hecho, la preparación de las obras fue mucho más larga, duró 10 años. Al construirlos, los artesanos se valieron de la técnica del machihembrado, pues unieron las vigas sin usar clavos. Los dotaron de un sistema de ventilación duradero que conserva la madera de la humedad y a los ladrillos de las temperaturas extremas. Eso, unido a los arcos de cubo y pilares flexibles, los han mantenido casi intactos a pesar de más de 200 terremotos.

Impresiona saber que la Ciudad Prohibida tiene un sistema de drenaje que consideró la diferencia de aproximadamente 1.7 metros entre su lado noroeste y el sureste. Así, cada palacio es más alto en su centro, haciendo que el agua de lluvia fluya por gravedad hacia las alcantarillas circundantes. Las 1 142 "chi-shous" o bocas de los drenajes en las tres salas de las dinastías antiguas no son solo meros agujeros, se labraron con forma de dragones que "escupen" agua en días de aguacero.

Colores y nombres específicos

 

Foto: Periódico 26.

Cada elemento arquitectónico o artístico en la Ciudad Prohibida es su propio símbolo enunciando rangos, estatus o jerarquías; y especialmente el yin y el yang, característico de la cosmovisión de esta civilización milenaria. Las escalas, formas, colores de los techos, su altura o tamaño de los edificios dicen algo en sí mismos.

En los nombres de sus seis puertas (Tiananmen, Di'anmen, Donganmen, Xi'an, Changan de la izquierda y Changan de la derecha) resaltan el sonido "an" que para los chinos significa seguridad, estabilidad, paz eterna y búsqueda del bienestar. Los edificios Taihe, Zhonghe, Baohe y los accesos a la plaza Taihe (Taihe, Xiehe y Xihe) llevan en sus respectivas denominaciones el carácter "he", otro concepto muy importante aquí: la "armonía" que tiene un sentido amplio, pues incluye la paz y la convivencia entre las personas.

Las tonalidades nos describen los cinco elementos. Las paredes rojas y las tejas amarillas de los techos, el fuego y la tierra, respectivamente; el amarillo, además fue el color exclusivo de la familia real desde la dinastía Tang y por ende su uso se asoció con la realeza. El agua se evoca en el negro del techo del pabellón Wenyuan o en las marcas en la puerta Shenwu. La madera "habla" desde el verde de la zona este; y el blanco de la zona oeste alude al oro.

La forma de la Puerta Meridiana asemeja a un ganso salvaje con las alas extendidas y el camino que la atraviesa se trazó con piedras diferentes del resto, marcando la senda reservada exclusivamente para el emperador. El arco de la puerta de Taihe representa los conceptos confucianos de humanidad, rectitud, decoro, sabiduría y confiabilidad.

El par de leones de bronce frente a la puerta Taihe no solo es el par más grande de la Ciudad Prohibida, al unísono sugieren prosperidad y fuerza. El que pisa la hortensia es el macho y el que juega con los cachorros es la hembra. Sus orejas erguidas enuncian el deseo de los emperadores de escuchar directamente a sus súbditos por encima de la burocracia de la corte. Ambos, por cierto, tienen enroscados el pelo de sus cabezas en exactamente 45 lazos, número resultante de multiplicar cinco y nueve, dígitos que, como el resto de los impares, representan para los chinos el yang; el nueve es singularmente relevante al mismo tiempo por ser el mayor entre todos los impares y el cinco por ser el que está en medio de los demás.

Foto: Periódico 26.

En la actualidad, esculturas similares reposan a la entrada de inmuebles oficiales o grandes comercios a lo largo de toda China, pero en tiempos de la dinastía Qing solo podían colocarse frente a la casa de la familia real, nobles o altos funcionarios, con normas estrictas de la cantidad de rizos en la cabeza indicativos del rango que estaba permitido usar.

Sin embargo, otros dos felinos de bronce, pero ubicados más allá de la Puerta de Qianqingmen (de la Pureza Celestial) tienen sus ojos entrecerrados y sus orejas caídas, pues custodiaban la residencia de la emperatriz, las concubinas y los hijos pequeños de los emperadores, quienes desde el punto de vista de esa época no debían prestar atención a los asuntos de la dinastía y mucho menos interferir en la política.

Los escalones de mármol blanco de las tres salas de las primeras dinastías que habitaron la Ciudad enuncian a la tierra con un caracter con dimensiones en una relación de nueve y cinco… y ya sabemos cuán significativo es para los chinos esa combinación de números; una preeminencia expresada en las puertas adornadas exactamente con 81 clavos de herrajes, o sea nueve veces nueve.

El reloj de sol frente al salón de la Armonía Suprema encarna la unificación del cielo con la tierra, la inmortalidad del país; así como el poder imperial, el cual, afirmaban, se extendía hasta el tiempo. A su frente, la tortuga y la grulla de bronce simbolizan longevidad y la larga historia del país; mientras que los 18 quemadores de incienso fundidos también en bronce representan la cantidad de provincias que componían el imperio durante la dinastía Qing.

En el palacio de Qianqing sus escalones personifican el propósito unificador del emperador y el reloj de sol pretende mantener los pensamientos del observador hacia el poderío imperial. La tortuga y la grulla de bronce colocadas allí persisten en el mensaje de longevidad de las existentes ante el salón de la Armonía Suprema, pero su menor tamaño con respecto a las primeras recuerda que están enclavadas en la zona ying de la Ciudad, concebida para encarnar lo pequeño.

Mientas la feminidad se alude en el relativo pequeño tamaño del palacio Kunning (de la Tranquilidad Terrenal) con respecto a otros inmuebles de la ciudad; en el jardín imperial las sendas de pequeñas piedras de sus pasillos cuentan historias de amor, humor o pasajes de la vida pasada. La división en cuatro pabellones (Wanchun, Fubi, Qianqiu y Chengrui) de esta área tampoco es casual: refleja las cuatro estaciones: primavera, verano, otoño e invierno.

A lo lejos suenan los cuervos sobre un cielo absolutamente despejado en este Beijing otoñal mientras salimos por la puerta de la Destreza Divina, la misma donde fue ahorcado Chongzhen, el último soberano de la dinastía Ming y por donde en 1924 salió para no regresar jamás Puyi, el último emperador chino; y este cronista queda postrado ante la suntuosidad de muros, plazas y palacios.

La Ciudad Prohibida es expresión suprema de la cultura china y también, si se mira bien, de su actualidad, con las mascarillas en los rostros de todos los visitantes, el servicio de audio guía, los teléfonos celulares y los rascacielos en el horizonte.

Foto: Periódico 26.

Foto: Periódico 26.

(Tomado de Periódico 26)

Se han publicado 3 comentarios



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  • Dra Madelin dijo:

    QUÉ BELLO !!!!
    SIN PALABRAS...

  • Lidi dijo:

    Hermoso lugar, impresionante!!

  • Juan dijo:

    Lo conocí personalmente, es totalmente impresionante ver esa cultura milenaria, tan bien preservada.

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István Ojeda Bello

István Ojeda Bello

Graduado de Periodismo. Labora en el Periódico 26 de Las Tunas. Ganador del Premio Nacional Juan Gualberto Gómez de Periodismo Digital en 2018 y 2019.

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