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Las luces de la academia

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Imagen: Unocero.

Las miradas de género en las revistas Alma Máter y Muchacha; los avatares de las mujeres que practican la religión arará, la representación del feminismo en artistas de perfiles diversos o la propuesta inclusiva de una muy particular iglesia cubana. Esos temas conforman apenas una fracción de la carpeta de estudios sobre comunicación y género que la Facultad de Comunicación (FCOM), de la Universidad de La Habana, estará evaluando en este 2021, como parte de la culminación de estudios de un segundo año de tesis en pandemia.

Con el comienzo de las pre defensas, un hecho que se viene repitiendo hace ya varios cursos se confirma como tendencia. Si bien los medios de comunicación continúan siendo, en no pocas ocasiones, un espacio de legitimación de estereotipos sexistas, los estudios críticos que observan esa realidad van siendo cada vez más numerosos y abarcan espacios más diversos. Por suerte.

Ya en 2015, la profesora Isabel Moya aseveraba que las investigaciones vinculadas al género de la FCOM habían “dado un salto exponencial” en el quinquenio precedente. “Es particularmente interesante –decía- que ya no se limitan al ejercicio del Periodismo, sino que se han extendido a la Comunicación Social y, muy recientemente, a las Ciencias de la Información, los otros dos perfiles que integran la Facultad”.

Ella, fundadora a inicios del siglo XXI de la asignatura optativa que aún se imparte en esas aulas y tutora de muchos de esos ejercicios académicos, sabía muy bien de lo que hablaba. Si en los veinte años transcurridos de 1987 al 2007 apenas se realizaron una decena de tesis de licenciatura relacionadas con la Teoría de Género, esta realidad cambió drásticamente entre 2008 y 2013, quinquenio al que se refería la profesora. 

En esos cinco años se contabilizaron 19 investigaciones, incluida una doctoral y dos en opción al grado de Máster en Ciencias de la Comunicación. Luego, entre 2014 y 2020, un conteo “a vuelo de pájaro” en el repositorio de FCOM, realizado bajo los rigores de la COVID-19, habla de poco más de otra treintena de investigaciones de esa naturaleza.  

Justo uno de esos acercamientos, defendido en 2015 por la comunicadora Lisbetty Andrade, sistematizó 148 estudios de este corte en FCOM y otras siete instituciones académicas que incluían facultades universitarias y centros de investigación como el de Estudios de la Mujer, de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC), y el de Investigaciones Sociales, del Instituto Cubano de Radio y Televisión.

Y esos números apenas son de La Habana. La cuenta se engrosaría sustantivamente, sin dudas, si se le suma la producción científica de universidades como las de Camagüey, Villa Clara o Santiago de Cuba, por solo citar algunas que ya van sentando pauta en la realización de estudios similares, como se ha podido comprobar en las más recientes ediciones del Encuentro Iberoamericano de Género y Comunicación.

Felizmente, cada vez se avanza más rápido en la comprensión de la urgencia de estudiar las teorías de género, e incorporar este enfoque, como punto de partida –y de llegada- en el ejercicio de la comunicación y el periodismo.

Las razones para este crecimiento investigativo son varias y de signo diverso. En primer lugar, está el posicionamiento que estos asuntos han ido ganando en la agenda pública cubana, algo de lo que hemos hablado con amplitud en las Letras de Género.  Pero también se suma la voluntad institucional de la academia cubana de incluir la perspectiva de género, no solo como tema de investigación, sino desde la necesidad de posicionarse en ella para mirar los procesos de comunicación. 

Y, por supuesto, se evidencia el efecto acumulado de la asignatura optativa de Género y Comunicación -abierta ya a todos los perfiles de FCOM-, y de los posgrados que realiza anualmente, desde inicios de este siglo, el Instituto Internacional de Periodismo José Martí, lo que ha contribuido a la cada vez mayor presencia de profesores y profesionales del periodismo y la comunicación capacitados o sensibilizados en el tema.

Sin embargo, un análisis con lupa de toda esa producción científica también revela brechas y desafíos. Si bien se observan temas recurrentes como la violencia de género, el feminismo, los derechos sexuales y reproductivos, la diversidad sexual o la homofobia, se verifican otros muy poco visitados como el cuidado –tan urgente en los últimos tiempos-, el cuestionamiento a la distribución patriarcal de los roles domésticos, las problemáticas de género en el espacio rural o el análisis de las masculinidades, entre otros.

Además, se estudian mucho los medios de prensa escrita o digital, las agencias de noticias, la producción documental y hasta la blogosfera cubana, pero apreciablemente menos la televisión o el medio periodístico radial, algo que puede estar directamente relacionado con las dificultades para rastrear las muestras en estos dos soportes.

Y, salvo excepciones muy puntuales, casi todas las investigadoras son mujeres, lo cual sigue confirmando que pocos hombres conocen estos asuntos, están sensibilizados con ellos o les interesa abordarlos.

Ni dicotómico, ni excluyente

Una polémica permanece en el aire: ¿transversar la perspectiva de género en el currículo académico o apostar por la existencia de una asignatura específica en la malla curricular permanente?

Propuesta por la periodista Karina Escalona entre las conclusiones de su investigación para la Maestría de Género, “la inclusión de la perspectiva de género en la construcción del discurso mediático constituye una de las vías para establecer nuevas propuestas comunicativas más incluyentes y desligadas de la tradicionales prácticas comunicativas verticales y discriminatorias”.

Pero, en el caso concreto de FCOM, esta opción tropieza con escollos concretos. En primer lugar, el rediseño metodológico para la contracción a cuatro años de las tres carreras, realizado bajo presiones múltiples, dejó poco espacio para la incorporación transversal de estos contenidos, a lo que se añade que muchos de los profesores de la Facultad son jóvenes que no estudiaron género en la carrera, por tanto, difícilmente cuenten con la preparación para incorporar sus postulados de manera transversal en los planes de clases.

Por otro lado, esta mirada que atraviese la formación tendría que abarcar la selección de lecturas, de bibliografía, el abordaje de los diferentes problemas asociados a la ciencia y a la profesión, pero también la inclusión de la perspectiva de género en el lenguaje, algo que resulta bien complejo. Y en este justo momento, el panorama se agrava con las tensiones múltiples que ha representado la COVID-19 para toda la educación superior cubana, un impacto que, según especialistas, tomará mucho tiempo revertir, cuando finalmente la pandemia pase. 

En contraste con la propuesta de Escalona, otros profesores consideran más aterrizado incluir una asignatura sobre género en los planes de estudio, no solo como optativa, por los efectos rápidamente multiplicadores que pudiera tener.

Isabel Moya, en tanto, recomendaba no posicionar el debate en variantes “dicotómicas o excluyentes”. Entrevistada en 2015 justo para uno de estos ejercicios académicos, aseguraba que, por una parte, era muy importante “avanzar en lo posible en que todas las disciplinas incluyan la perspectiva de género”. Para ella, significaba “visibilizar a las grandes periodistas mujeres de este país, o que en Historia de la Prensa, por ejemplo, no se estudien solo los medios periodísticos convencionales, sino también un periódico como La Cebolla, hecho por prostitutas a inicios del siglo XX, o Minerva, cuyas autoras eran mujeres negras”.

Sin embargo, creía también que una asignatura propiamente dicha permitiría recorrer las Teorías de Género, “aún está en construcción”, y enriquecer el ejercicio académico, deteniéndose en particularidades a las que no se llega desde otras disciplinas.

Pero, ante todo, Moya, desde su sabiduría fundacional, defendía la necesidad de introducir en los estudios periodísticos y de la comunicación “temas que hoy son fundamentales para abordar la realidad social desde la perspectiva de los derechos”.

“Se trata de promover desde las aulas una concepción más emancipadora, de generar espacios académicos que permitan pensar la Cuba de hoy también desde sus contradicciones y, por tanto, desde el espacio que deben tener los medios de comunicación para problematizarlas y atenderlas”, insistía la profe. Y podría haberlo dicho justo ayer.

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Dixie Edith

Dixie Edith

Periodista cubana y profesora del Centro de Estudios Demográficos (CEDEM), de la Universidad de La Habana.
En Twitter @Dixiedith

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