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Una historia de la Brigada Henry Reeve en Panamá

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Unos minutos en taxi cambiaron la vida de Ana Isabel Serrano, a quien los médicos cubanos trajeron de vuelta en medio de su lucha contra la muerte, tras 25 días en cuidados intensivos.

“Ellos me salvaron, por eso me siento una sobreviviente”, sentenció esta residente de La Chorrera, ciudad cabecera de la vecina provincia de Panamá Oeste, donde una brigada del Contingente Henry Reeve labora junto a colegas panameños en el enfrentamiento a la COVID-19.

La simpática madre supone que la fuente del contagio provino del transporte de alquiler, porque el uso por múltiples pasajeros, sin que medie desinfección entre uno y otro, le obliga a precisar en ese sitio el momento de su exposición al virus SARS-CoV-2, causante de la enfermedad.

En diálogo con Prensa Latina, esta mujer de 50 años relató las angustias que padeció desde que el pasado 11 de enero ingresó con muy baja saturación de oxígeno en el hospital Nicolás Solano, donde por varios días permaneció con respiración asistida y sedada.

“Pero cuando recobré la conciencia, yo vi a los médicos y antes de salir de alta supe que ellos eran cubanos. No sé el nombre del doctor con el que hablé, solo sé que era alto y guapo”, dijo entre risas.

Ana Isabel contó que cinco miembros de su familia se contagiaron y recuperaron en casa, pero ella estuvo grave en el hospital, y aunque ya está recuperada, todavía sufre de cansancio cuando camina mucho, no puede estar largo tiempo de pie porque le duelen las piernas y la tos seca persiste, pero asume que poco a poco todo desaparecerá.

“Los médicos fueron muy amables conmigo todo el tiempo que estuve en UCI (Unidad de Cuidados Intensivos), además, me dieron mucho aliento”, reconoció esta trabajadora, cuya familia considera un milagro que esté sana y viva.

“Yo les dije a ellos (parientes) que, aunque siempre estaban con sus trajes de bioseguridad, durante mi recuperación yo pude reconocer a los médicos por los ojos y la manera en que se vestían”, subrayó.

Relató que después de recobrar la conciencia y cuando ya estaba fuera de peligro, el galeno cubano se acercó a ella y le preguntó: ¿Cómo está?, y yo le respondí: muy bien doctor, contenta por haber salido, en referencia a la batalla que le ganó a la muerte.

Después de esta entrevista con Ana Isabel, Prensa Latina supo que “el médico alto y guapo” que siempre veía entre todos los que le salvaron la vida es Diego Suárez, jefe de la brigada que labora en el hospital Nicolás Solano, al cual ella regresó para agradecerle una vez más.

De una de sus conversaciones con él trascendió que el mayor temor durante la hospitalización fue la cosa negra que siempre estaba a su lado. “Yo pensaba que ese era mi destino final, pues en mis sueños veía de un lado a un ángel, y del otro, un halo negro”.

También le contó que tiene un hijo doctor, quien trabaja en la regional de David, capital de la occidental provincia de Chiriquí, y un amigo cubano, además que vio la llegada de los galenos de la isla al aeropuerto internacional de Tocumen, el pasado 24 de diciembre.

Suárez le comentó que la especialidad de terapia intensiva es muy fuerte porque los pacientes siempre están entre la vida y la muerte, lo cual “nos hace luchar por ellos y nunca rendirnos, incluso con personas como usted nos sentimos realizados”.

La sobreviviente, como se autotitula, reconoció que inicialmente no pensó en ir a un centro de salud, pero lo hizo porque ya no sentía su pecho ni podía caminar, historia que quisiera recoger en un libro y que a juicio del intensivista debe replicar, a partir de la necesidad de acudir a tiempo a un hospital.

“Hay que confiar en los médicos porque nadie estudia para hacerle daño a otra persona”, ese es el otro mensaje que sugirió el galeno, con el cual estuvo de acuerdo Ana Isabel, quien agregó que para ella es un orgullo que la atendiera un cubano.

Cuando se logra salvar la vida, algo muy sagrado para todos, hay muchos factores involucrados, desde la administración del hospital hasta las enfermeras, técnicos, transportistas, camilleros y personal de limpieza, entre otros, aseveró Suárez en referencia al trabajo colectivo.

Por lo pronto, Ana Isabel guarda como un grato recuerdo la alegría de Diego cuando regresó al hospital a verlo después de salir de alta el 4 de febrero último.

“Él se sorprendió, es como si hubiera visto como alguien resucita. No podía creer lo bien que estaba, incluso se tomó fotos conmigo”, concluyó llena de felicidad, porque como asintió, ese día ella volvió a nacer.

(Tomado de Prensa Latina)

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