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ACM-ICPC: El equipo que puso a Cuba en el mapa de las finales mundiales

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Canal USB-17Apenas faltan pocas jornadas para que Cuba reciba por novena ocasión en su historia una de las sedes regionales de la Final Caribeña 2017 del ACM-ICPC, uno de los torneos de programación más importantes del planeta. Inmersos en esa cuenta regresiva, genios de las matemáticas y la computación de las más prestigiosas universidades del país se alistan para vivir otra vez el reto de lo desconocido y llegar hasta el campus de la Universidad Central “Marta Abreu” de Las Villas (UCLV) en óptima forma.

Entre los tradicionales globos luego de cada respuesta correcta, las cinco horas de competencia y las tensiones en aumento, cada selección tratará de obtener el mejor rendimiento posible y convertirá su mesa de trabajo en un verdadero torbellino de ideas.

No obstante, desde antes del minuto inicial esta novena edición tiene elementos llamativos. Por primera vez desde que la Isla recibe finales regionales, concursantes, organizadores y jueces saldrán de su locación habitual en la Universidad de Ciencias Informáticas (UCI) y llegarán hasta el centro del país para efectuar una competencia seguida cada año por miles de personas. Para muchos de los participantes, sin embargo, quizás este cambio de escenario les inspire y les motive más de lo normal, porque desde ese mismo campus salió el equipo que hace 8 años abrió para Cuba las puertas de las Finales Mundiales.

La primera sede cubana y el desafío de romper el hielo

acm-santa-clara-1 Luego de participaciones aisladas de equipos cubanos en torneos de la región de Sudamérica, la Mayor de las Antillas logró organizar entre el 22 y el 25 de octubre de 2009 una de las sedes de la Final Regional correspondiente al área de México, Centroamérica y el Caribe, una posibilidad inigualable para que un gran número de selecciones del patio compitieran en un evento de este tipo. Así, 33 equipos de 13 instituciones nacionales y de República Dominicana se vieron las caras en la UCI y protagonizaron un evento capaz de dejarle al país organizador más de una sonrisa.

Entre esas alegrías, tal vez la mayor estuviera en los rostros de Julio César Triana Castillo, Omar Alejandro Mainegra Sarduy y Jorge Enrique Moreira Broche, los primeros ganadores de una sede cubana de ACM-ICPC y los únicos cubanos en llegar hasta aquel momento a una instancia final. Entrenados por el profesor Michel González Blázquez, los jóvenes estudiantes de Ciencias de la Computación en la UCLV sorprendieron a muchos y vivieron instantes que muchos de los participantes en esta novena edición de la sede de Cuba intentarán emular.

Para Julio César Triana Castillo, por ejemplo, aquella experiencia resultó el último gran reto de su etapa de estudiante, y aun hoy no deja de asombrarse sobre la manera como su equipo llegó al concurso. Según cuenta, casi de casualidad y con poco tiempo de preparación decidieron armar el trío e intentar el reto, animados por el espíritu de competencia y la amistad de tantos años. “Nos presentamos a nivel de universidad y nos llevamos el primer premio y el derecho —junto a otras dos selecciones— de representar a la UCLV en la Final Regional en la UCI. Allí nos apuntamos con el ingenuo nombre de UCLV1”, rememora.

Sin embargo, competir en un evento de este tipo, donde cada error, cada segundo perdido y cada respuesta lo más óptima posible bien valen un mejor puesto en el ordenamiento definitivo, implica un desafío constante a los nervios y un momento único para probar la concentración y aguzar la inteligencia. Según rememora Jorge Enrique Moreira Broche, la Final Regional de 2009 significó para ellos la segunda gran prueba de fuego, pues tuvo lugar solo dos semanas después del evento universitario.

acm-santa-clara-2“La estrategia a seguir durante la competencia la cambiamos muchísimas veces hasta que nos decidimos por una la noche antes, y probablemente la hubiéramos cambiado de haber tenido más tiempo. La falta de experiencia y los nervios nos acompañaban siempre. El problema inicial lo solucioné en 30 minutos, pero cuando le cedí el puesto a Omar para que resolviera el segundo ya Julio tenía una lista con los problemas restantes ordenados por dificultad y con la propuesta de solución de tres de ellos. Ese aporte resultó decisivo y nos permitió avanzar a mayor velocidad que los demás equipos e ir recuperando terreno en la tabla de posiciones”.

A ocho años de aquel día, Jorge Enrique todavía recuerda cómo seguían en tiempo real la actualización del ranking del evento y veían la evolución del resto de las selecciones. Igualmente, habla de la última hora del concurso —cuando la tabla se congela y nadie puede conocer los cambios en su ubicación—, o de los 15 minutos finales, un cuarto de hora donde “puedes seguir enviando soluciones a los jueces, pero ya no sabes si son correctas o no”.

“Cuando entramos al tiempo congelado estábamos en primer lugar con seis problemas resueltos, pero ningún otro equipo lo sabía porque el último lo enviamos justo cuando el ranking dejó de actualizarse. En la tabla de posiciones aparecíamos con cinco soluciones válidas y 20 minutos más que el equipo Bankai de la UCI, y calculamos que ellos deberían resolver otro problema en menos de 20 minutos o no podrían sobrepasarnos... ¡y lo hicieron!”, evoca aun asombrado.

Aunque en la última hora las posiciones en la pantalla ya no cambiaban, los integrantes del conjunto de la UCLV sabían cuándo Bankai —a todas luces el equipo a derrotar— acertaba una solución. “Los teníamos justo al lado y a cada respuesta válida ellos se felicitaban y abrazaban como en un juego de voleibol. Nuestro séptimo problema lo enviamos 14 minutos antes del final, y ya sin tiempo y sin saber si estaba bien o no, solo nos restaba esperar”, continúa Jorge Enrique Moreira, desde el año 2016 miembro del equipo de Google encargado de desarrollar el sistema operativo Android.

De acuerdo a los jóvenes programadores, el momento de conocer los resultados definitivos en cada Final Regional siempre tiene matices diferentes: cansancio, alivio, satisfacción, orgullo, y pocas veces los participantes pueden describirlo en su totalidad. Según dicen, para los ganadores casi siempre significa uno de los mejores instantes de sus vidas, y para ellos no fue diferente.

“Terminó el tiempo y había un silencio sepulcral. No se sabía nada y la tensión era inmensa. Recuerdo solo el momento donde se revelaban los lugares, siempre en orden inverso. Pasaron todos hasta los tres primeros. Nombran a otro equipo y solo quedábamos nosotros y los chicos de la UCI. En un instante eterno, el juez principal anuncia: «y en segundo lugar: ¡Bankai!». Luego no escuché nada más. Comenzamos a saltar, a gritar de alegría, a chillar como niños pequeños. Era como si hubiésemos aguantado la respiración por mucho tiempo y al fin pudiéramos tomar esa bocanada de aire salvador”, cuenta Julio César quizás en la mejor descripción posible.

Un mes después, cuando ya habían pasado el asombro y la celebración, los integrantes del UCLV1 confirmaron que su tercer puesto —con siete problemas resueltos en 1061 minutos— les aseguraba uno de los cupos otorgados por la Competencia Regional correspondiente a México, Centroamérica y el Caribe hacia la Final Mundial de 2010. Entre más de 160 elencos, los criollos del centro del país le dieron a Cuba un pase inédito hasta ese momento.

Harbin y el primer paso de una ruta en ascenso

Conocida como la “Ciudad de Hielo”, Harbin acogió en la primera semana de febrero la Final Mundial de ACM-ICPC y hasta esa urbe asiática llegó el equipo de la UCLV. Según cuenta Julio César Triana, con una gran responsabilidad y orgullo, “porque no eres solo tú o una universidad. Eres el país, esa banderita en la enorme pantalla de participantes. Llevas el sentimiento y esperanza de tu familia, de tus amigos, de tus contrincantes que no pudieron estar ahí y de todos aquellos que trabajaron para hacer ese instante posible”.

Con una preparación que incluyó topes entre los miembros del equipo, la estancia en un campo de entrenamiento en la UCI y la resolución diaria de ejercicios de competencias anteriores, los cubanos llegaron a una plaza capaz de reunir a las mejores universidades del planeta. Allí el UCLV1 logró responder un problema y terminó en el puesto 92 entre 102 selecciones. En aquel momento, de Centroamérica y el Caribe solo México había clasificado antes a una instancia similar, y para naciones altamente desarrolladas como Francia la participación en Harbin significaba también un estreno en esas lides.

Aunque para muchos el escaño 92 puede decir poco, Jorge Enrique Moreira prefiere verlo como un objetivo distante para otros miles de conjuntos que estuvieron en las distintas etapas de clasificación y quedaron en el camino. “El hecho de participar es un resultado muy meritorio en sí mismo. Aún así, nunca me sentí bien con ese resultado. Solo pudimos resolver un problema, a pesar de que al menos otros dos estaban a nuestro alcance, pero la presión de la competencia y la inexperiencia nos afectó”, reflexiona.

No obstante, para ambos la presencia en un torneo como ese forma parte de sus mejores experiencias vitales. “Fuimos miembros de algo que sabes no se va a repetir e intentas vivirlo al máximo. Además del orgullo de representar a tu país, te encuentras entre leyendas vivas de la computación. Genios, estudiantes de universidades como Stanford, Harvard, San Petersburgo, Tokio o Beijing, que habitualmente escuchas como si se tratara de Hogwarts. Descubres por primera vez personas con culturas y costumbres totalmente diferentes. Y finalmente el evento en sí. Allí intentas darlo todo para estar a la altura del reto”, cuenta Julio César.

“Luego volvimos a nuestras vidas normales de estudiantes universitarios y eventualmente nos convertimos en los profesionales que somos. Nunca te desvinculas del todo. Lees una noticia aquí, miras el resultado de Cuba en la última final y te sientes orgulloso con sus éxitos, de ver cuánto más han avanzado. A mí simplemente me da nostalgia y me trae una sonrisa a los labios cuando recuerdo esos momentos”, agrega el joven programador, actualmente miembro de una empresa de desarrollo de software en Madrid.

Para la Dra. Yanet Rodríguez Sarabria, desde entonces Decana de la Facultad de Matemática, Física y Computación de la UCLV, el solo hecho de la participación representó un excelente resultado para la educación superior en el país. “Cuando supimos realmente el mérito de asistir a la Final Mundial de uno de los eventos más antiguos en el área de la computación, comprendimos también que habíamos entrado a la historia del ACM-ICPC en Cuba. El hecho de que por primera vez la sede cubana salga de su tradicional espacio en la UCI y llegué hasta aquí es en parte gracias a ese reconocimiento”.

Antes de la presencia cubana en Harbin, los mejores resultados de un equipo de la Mayor de Las Antillas en torneos de ACM-ICPC se resumían a dos presentaciones en la Final Regional de Sudamérica, con un puesto 15 en 2001 y un onceno en 2007, alejados de una clasificación a cualquier Final Mundial. Sin embargo, en aquel 2009 los muchachos del UCLV1 abrieron una senda nunca más cerrada para las universidades de la Isla, empeñadas en demostrar año tras año cuánto de meritorio tiene el trabajo de estos jóvenes capaces de camuflar la adrenalina propia de cualquier competencia en algoritmos de programación y fórmulas matemáticas.

Se han publicado 5 comentarios



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  • O dijo:

    ulteriormente titulados existe soberano lugar donde explotar este talento...

  • Osnel dijo:

    Orgulloso de pertenecer al claustro de la UCLV, institución que merece el título de Universidad de excelencia. Lo demuestran eventos y estudiantes como estos.

  • Informático dijo:

    Un verdadero privilegio haber participado en aquella edición de 2009 y un orgullo ver el desarrollo de Cuba dentro de las competencias ACM-ICPC. Una bonita página de la historia del país en esos concursos. Gracias

  • Elecvcl dijo:

    Compartimos 5 años de carrera en la grandiosa UCLV, como amigos exelentes personas,... More, Julio, Omarito, ... exitos y suerte hermanos. Fueron dias de gloria ...

  • @Cristian dijo:

    xq nadie habla de los equipos de la uh q tienen gran talento

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Yunier Javier Sifonte Díaz

Yunier Javier Sifonte Díaz

Graduado de Periodismo en la Universidad Central "Marta Abreu" de Las Villas en el año 2016. Periodista de Telecubanacán. Colaborador de Cubadebate. En Twitter: @yunier_sifonte

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