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Introducción

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El presente documento brinda la oportunidad de conocer los puntos de vista del Gobierno de la República de Cuba en relación con el ejercicio anticubano que, ejerciendo enormes presiones, impone cada año el gobierno de los Estados Unidos de América a la Comisión de Derechos Humanos.

Este informe es un complemento del que se distribuyera como documento oficial del 59 período de sesiones de la CDH bajo las siglas E/CN.4/2003/G/37, y que sirviera para presentar a la atención de este órgano las consideraciones del Gobierno cubano en relación con la resolución 2002/18, también promovida por Estados Unidos en el marco del 58 período de sesiones de la Comisión.

Cuba no reconoce, ni reconocerá jamás, el espurio mandato del llamado Representante Personal del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, engendro concebido e institucionalizado por los Estados Unidos, con el objetivo de escalar en sus campañas de falsedades y manipulación propagandística contra el pueblo cubano.

Para la adopción de sus resoluciones contra Cuba, la superpotencia ha recurrido durante años a la más brutal coerción contra los miembros de la Comisión, incluido el chantaje bilateral en sus relaciones políticas, comerciales, financieras y hasta migratorias.

Para poder manipular a su antojo a la Comisión, Estados Unidos ha contado con el apoyo cómplice y activo de otros países industrializados, en particular, de sus aliados más cercanos en la coalición de los dispuestos -deseosos de recibir las migajas del nuevo reparto de recursos que a escala planetaria llevan a cabo los círculos imperialistas estadounidenses-, y que se han subordinado y acompañan los designios de la política de hostilidad de Washington contra el pueblo cubano.

¡Y qué podría decirse acerca de los pocos gobiernos lacayos del Imperio en su traspatio, que a espaldas de la voluntad de sus pueblos y el más elemental de los principios de la justicia, la verdad y la moral, cumplen la indigna encomienda de Washington: asumir públicamente la supuesta autoría de un texto redactado y enmendado sucesivamente en Washington y en Miami! No existen adjetivos para calificar tanta ignominia, desvergüenza y genuflexión.

Las autoridades de esos países -repudiadas por sus pueblos en calles y plazas- pretenden por su servicio anticubano recibir el apoyo salvador del Gobierno estadounidense y, así, apuntalar su desgobierno, que acarrea el sufrimiento de sus pueblos y la pobreza, el hambre y la humillación de sus ciudadanos.

Cuba, como cualquier otro miembro responsable de la comunidad internacional, no puede hacerse cómplice de intenciones tan abyectas de manipular la cooperación internacional en materia de derechos humanos. Por tanto, Cuba no tiene la menor intención de facilitar, y mucho menos de ayudar, a la realización del proyecto de dominación hegemónica imperialista que lleva adelante la actual administración estadounidense, máxime, cuando para ello sería necesario sacrificar el disfrute del derecho a la libre determinación del pueblo cubano.

La nación cubana enfrenta en la actual coyuntura una de las más peligrosas y reales amenazas a su independencia y existencia soberana, a partir del recrudecimiento de la política de hostilidad, agresiones y bloqueo que lleva a cabo el Gobierno de los Estados Unidos.

El derecho mismo a la vida de millones de cubanos y cubanas, enfrenta desafíos sólo comparables a los vividos bajo la genocida política de exterminio y reconcentración que le impusieran las autoridades coloniales españolas a fines del siglo XIX, a los de la invasión mercenaria de Playa Girón (Bahía de Cochinos) en 1961, o a los días del bloqueo naval estadounidense y la amenaza de exterminio nuclear durante la crisis de octubre de 1962.

La proyección y aplicación de una política exterior imperialista, nítidamente fascista, por parte de la única superpotencia mundial, ha concomitado con un incremento inusitado del acceso a los mecanismos de toma de decisiones en los Estados Unidos de la mafia terrorista cubanoamericana y la ultraderecha norteamericana, históricamente comprometidas con la anexión de Cuba al gigante del Norte.

Recientes decisiones, acciones y declaraciones de importantes personeros de la Administración Bush permiten describir un claro patrón de crecientes y mayores amenazas y provocaciones contra el pueblo cubano. La eventualidad de una agresión militar contra el país es hoy una posibilidad muy cierta y real. En los capítulos que componen el informe, se brinda una amplia información al respecto.

Por otra parte, mediante la presentación de profusa información, se desarticulan los mensajes de la intensa y falsa campaña de propaganda anticubana, desatada tras la justa decisión de las autoridades cubanas de sancionar severamente a un grupo de mercenarios reclutados y pagados por el Gobierno de los Estados Unidos con el objetivo de destruir el orden constitucional que soberanamente se diera el pueblo cubano y aplicar las disposiciones anexionistas de la Ley Helms-Burton.

En el documento, se abunda sobre las realizaciones y el respeto a los derechos humanos en Cuba, tanto en lo que respecta a los económicos, sociales y culturales, como a los civiles y políticos, con el objetivo de desenmascarar las mentiras que sobre el país divulgan las grandes transnacionales que monopolizan la circulación de la información en el mundo.

Son develadas las numerosas y continuadas acciones terroristas contra Cuba llevadas a cabo por grupos que actúan con impunidad desde el territorio de los Estados Unidos, los que no pocas veces han contado con el entrenamiento, apoyo y financiamiento del Gobierno de ese país. Se denuncia la detención arbitraria y el injusto y cruel tratamiento que reciben en Estados Unidos cinco jóvenes cubanos luchadores antiterroristas y defensores de los derechos humanos de su pueblo, y se exige justicia para ellos.

Igualmente, se demuestra que la confrontación y manipulación impuesta contra el pueblo cubano en los trabajos de la Comisión de Derechos Humanos por Estados Unidos, ha tenido y seguirá teniendo una respuesta de principios del Gobierno cubano: el rechazo y la condena a la selectividad, unidas a la más amplia cooperación con todos los mecanismos universales y no discriminatorios de la maquinaria de las Naciones Unidas en la esfera.

No existe en el planeta gobierno con motivaciones o razones legítimas para imponer la singularización y condena a Cuba en los trabajos de la Comisión de Derechos Humanos. Pocos gobiernos han logrado tanto a favor de los derechos humanos de su pueblo, como el cubano en los últimos 45 años. Para ello se hizo la Revolución Cubana. Lo saben perfectamente todas las personas honestas en este mundo.

Muchos son los pueblos que se han beneficiado del desinteresado y permanente compromiso de los cubanos con el avance de todos los derechos humanos para todos en todo el mundo. En el África, se derramó la sangre de cientos de cubanos, que cayeron luchando junto a sus hermanos africanos contra el colonialismo y el apartheid. A las más remotas aldeas, montañas e intrincados parajes de América Latina y el Caribe, África y Asia, llegan 14 732 colaboradores cubanos en el sector de la salud y otros tantos maestros cubanos, entrenadores deportivos y otros especialistas hasta una cifra total de 17 787 para compartir con esos pueblos los logros alcanzados por Cuba en el área de la salud, la educación y la cultura, a pesar de los modestos recursos de que dispone.

Cuba sabe que el Gobierno de los Estados Unidos seguirá recurriendo a la mentira y a las presiones con el objetivo de mantener vivo su ejercicio anticubano en la Comisión de Derechos Humanos; no puede prescindir de esa infame fabricación, necesita un pretexto para recrudecer su política de hostilidad y bloqueo contra el proceso social libremente emprendido por el pueblo cubano y para destruir el valor del ejemplo que impone su resistencia y su voluntad de soberanía e independencia.

El pueblo cubano reafirma su decisión de seguir luchando por la verdad hasta la victoria y reclama la solidaridad y el apoyo de todas las personas, pueblos y gobiernos en el mundo que consideren la dignidad y el apego a la justicia, las virtudes, y la ética como principios a defender a cualquier precio.

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