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No podemos dejar de preguntar: ¿cómo ser feliz en un mundo infeliz? Más de la mitad de la población mundial está sufriendo, viviendo por debajo del nivel de la pobreza. Hay terremotos, tsunamis, huracanes, inundaciones y sequías.

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En un artículo anterior afirmábamos que la crisis actual más que económico-financiera es una crisis de humanidad. Se han visto afectados los cimientos que sustentan la sociabilidad humana -la confianza, la verdad y la cooperación-, destruidos por la voracidad del capital. Sin ellos es imposible la política y la economía. Irrumpe la barbarie.

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Frente al cataclismo económico-financiero mundial se dibujan dos escenarios: uno de crisis y otro de tragedia. Tragedia sería si toda la arquitectura económica mundial se desmoronase y nos empujase hacia un caos total con millones de víctimas, por violencia, hambre y guerra. No sería imposible, pues el capitalismo generalmente supera las situaciones caóticas mediante la guerra.

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El debate en la Corte Suprema estuvo mal concebido. La cuestión central no era la ecología ambiental sino la ecología social. No se trataba sólo de decidir si el megaproyecto del gobierno implicaba impactos ambientales dañinos, cosa que el Instituto Brasileño de Medio Ambiente y Recursos Naturales Renovables (IBAMA), en una decisión discutible, garantizó que no había. Lo que se trataba sobre todo era de una cuestión de ecología social: ¿a quien beneficia socialmente el faraónico proyecto gubernamental? »

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¿Qué es tener vergüenza? El diccionario Aurelio de la lengua portuguesa lo define así: «tener sentimiento de la propia dignidad; tener pundonor». Es lo que más nos falta en la política, en quienes ostentan poderes públicos, en diputados, senadores, ejecutivos, y tantos otros ladrones y corruptos de cuello blanco. Con el mayor descaro y sin avergonzarse niegan crímenes manifiestos, mienten sin escrúpulos en los interrogatorios y en las entrevistas a los medios de comunicación.

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Lo que voy publicar aqu í va a irritar o a escandalizar a aquellos a quienes no les gusta Cuba o Fidel Castro. Eso no me preocupa. Si no ves el brillo de la estrella en la noche oscura, la culpa no es de la estrella sino tuya.

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La violencia ocurrida a mediados de mayo en Sao Paulo nos obliga a pensar. ¿Por qué es tan recurrente? Para vislumbrar alguna luz tenemos que partir sin autoengaños de esta ambigüedad fundamental: por una parte, la realidad está cargada de conflictos, pero en otro sentido es un tejido de orden y paz. Ninguno de estos dos aspectos consigue erradicar al otro. Se mezclan y se mantienen en un equilibrio difícil y dinámico.

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Es de sobra conocido que la sociedad mundial vive en el ojo de una crisis incalculable de sentido y de falta de rumbo histórico. No sabemos a dónde vamos. Los sueños y las utopías murieron, dejando a las sociedades y a las personas sin fundamento. Se nos entrega al sistema económico dominante que hace de todo mercancía y se rige por la competencia feroz y no por lazos de cooperación.

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Davos y Porto Alegre muestran a la humanidad bajo la amenaza de una bifurcación: de un lado, el tercio con acceso a todos los medios de vida, soñando vivir hasta 130 años que es la edad de las células, y del otro, los dos tercios, que sobreviven como pueden, con los escasos recursos que aquellos sobran, alcanzando, con suerte, los sesenta años.

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El proceso de globalización produce crisis en las identidades culturales. Por una parte, buscan defenderse de una homogeneización excesiva generada por la globalización dominante de cuño occidental; por otra, se ven obligadas inevitablemente a confrontarse con otras desconocidas, y sufren por eso una sorpresa siempre dolorosa que produce miedos comprensibles.

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  Leonardo Boff   El proceso de globalización produce crisis en las identidades culturales. Por una parte, ellas buscan defenderse de una homogenización excesiva generada por la globalización dominante de cuño occidental; por otra, se ven obligadas inevitablemente a confrontarse con otras desconocidas, sufriendo por eso una sorpresa siempre dolorosa que produce miedos comprensibles. Frente a ese desafío se delinean dos estrategias: la del encapsulamiento y la del diálogo. Hay identidades que para afirmarse recurren a las tradiciones, a las religiones y las glorias de sus culturas, oponiéndose lo más posible a las consecuencias de la globalización. Ellas, generalmente, »

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¿El terror en Madrid a dónde nos llevará? Nos obliga a pensar. Nos remite casi espontáneamente a E. Gibbon y T. Mommsen, los dos mayores historiadores de la caída del Imperio romano, que dejaron claro que dicha caída se debió principalmente al desmantelamiento del orden jurídico-religioso-militar romano a lo largo de trescientos años. La consecuencia fue un terrorismo generalizado: en el mar la piratería, y en tierra los asaltos de bandoleros organizados que dificultaban el comercio y acabaron con la seguridad de las comunicaciones. Sólo los cristianos, por vía pacífica y a otro nivel, salvaron el Imperio. Nuestros piratas y »

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