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Las naciones, el cine y la pasión por el conocimiento: I-La riqueza de la diversidad

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Foto: Tomada de Al-Mayadeen.

Las naciones se pueden entender como grupos humanos que se identifican por ciertos rasgos comunes que también los conducen a intereses comunes. Esos rasgos pueden ser el espacio que habitan, la lengua que hablan, la apariencia física, las creencias que se profesan y otros aspectos que confluyen en tales intereses comunes. Muchas veces su formación ha estado asociada con liderazgos individuales, tanto espontáneos como impuestos. El sentimiento nacional puede verse como la pasión que se logre arraigar en las almas de las personas a partir de su educación y de sus vivencias emocionales.

Las naciones han sido y siguen siendo entes dinámicos, cambiantes a través de la historia de homo sapiens en la Tierra. Las de hace diez milenios, en cualquier parte del mundo, seguramente que eran diferentes a las actuales. Estaban limitadas, porque la capacidad de comunicación de los humanos también lo estaba. No se había inventado la escritura y la identificación nacional de la gente solo se asimilaba por trasmisión oral.

Sin embargo, ya en el siglo XII de nuestra era, algunas naciones como la árabe, que había sido originaria de la península de ese nombre, se había extendido hasta la mismísima Iberia de los celtas, visigodos y romanos. Fue portada por conquistas guerreras y las creencias asociadas con el libro de las revelaciones divinas al profeta Mahoma, llegando por el estrecho de Gibraltar. Las personas que habitaban esos lugares del norte de África y la península ibérica eran mayormente las mismas de siempre, muy lejanas y diferentes de la Arabia originaria. Habían tenido otras identificaciones nacionales anteriormente y de muchas formas las mantenían, pero adoptaron entonces a la nación árabe como común. Todavía los bereberes marroquíes se suelen considerar como árabes.

Los cubanos nos identificamos nacionalmente por vez primera cuando los que venían a esta tierra con poderes asignados allende los mares nos hicieron sentir diferentes por el simple hecho de haber nacido aquí. Somos una nación que no existía hace 300 años. Las islas que habitamos existen hace millones, pero las naciones se construyen por personas, no por los terrenos que habitan. Por otra parte, los primeros humanos que las habitaron, que no escribían, vinieron hace miles de años, pero se fueron identificando nacionalmente de forma tribal. Los que empezaron a venir después de Europa o de África se sentían nacionales de sus orígenes.

Nuestro lugar isleño de nacimiento, la forma en la que hablamos el idioma dominante en la metrópoli, las mezclas étnicas de nativos precolombinos con inmigrantes europeos y africanos y las creencias espirituales, también mezcladas entre ellas, fueron creando la nación cubana. A eso se sumó lo ya mencionado de que los gobernantes y terratenientes que venían de la Península se privilegiaban con respecto a sus propios hijos nativos.

Todos conocemos como evolucionó esto en el siglo XIX, conduciendo a las guerras de independencia y a consolidar nuestra identificación, al menos formalmente, como un estado nacional cubano desde principios del siglo XX. A eso lo llamamos independencia, aunque sabemos que el contubernio de ciertos sectores dominantes de aquí con los de otra nación muy poderosa que también se estaba forjando al norte de nuestra tierra no nos dejaba mucho margen de acción para nuestros propios intereses. La Revolución de 1959 reafirmó por vez primera nuestra condición nacional con un gobierno popular independiente y la implantación de acciones y normas muy evolucionadas de relaciones entre las personas, que reafirmaban la dignidad de cada individuo como valor primordial, independiente de la condición social o etnia predominante, a la que se le dejó de prestar demasiada atención.

Los problemas asociados con las identificaciones nacionales no están resueltos en este mundo. Ni siquiera la universalización del acceso a la información, que ha cambiado todo en este siglo XXI, ha favorecido que estas identidades fueran un factor de convivencia y felicidad, sino más bien todo lo contrario.

El caso de la península ibérica es muy interesante. Punto de contacto inevitable y cercano a África, fue puente de intercambios humanos entre las riberas norte y sur del Mediterráneo durante muchos milenios por occidente, al igual que ocurría a través de Palestina por el extremo oriental de ese mar. Se trata de un espacio continental europeo que funcionó durante mucho tiempo como una especie de isla con respecto al resto del continente principal. La razón era parecida a la de las Islas Británicas, pero debido a la formidable cadena montañosa de los montes Pirineos como obstáculo natural para migraciones masivas. Estos solo facilitaban el fácil intercambio de personas por mar o por una estrecha llanura costera, tanto en el Mediterráneo como en el mar Cantábrico.

Hoy se pueden identificar bastante bien al menos cinco grupos lingüísticos en esa península: el castellano, el catalán, el gallego, el portugués y el euskera. Esta clasificación es discutible y no hay demasiado acuerdo en ella y en dónde están sus fronteras. Dentro de cada grupo hay tendencias y formas diferentes: el asturleonés, el aragonés, el valenciano, el occitano, también otros. No es igual el hablar de Girona que el valenciano, ni el balear, aunque se parezcan. Ni el gallego de Ourense y el portugués de Porto, aunque puedan ser similares para algunos. El castellano que se habla en Madrid y el que se habla en Valladolid se identifican, pero no son iguales, ni tampoco iguales al que se habla en Andalucía, dentro de la cual hay también diferencias. A estas diversidades se suman las culturas, los hábitos, y hasta éticas locales forjadas históricamente en diferentes entornos geográficos y sociopolíticos.

Las cosas se complican cuando aparecen poderes que pretenden establecer diferenciaciones nacionales para definir superioridades e inferioridades y privilegios que trascienden a la lengua, la religión y a la cultura, aunque se basen en ellas. Un vasco o un andaluz no es mejor ni peor que un castellano, o un leonés, o un catalán. De hecho, conveniencias familiares históricas de monarquías locales a veces aprovechaban alguna diferencia para definir su propia nación y supremacías nacionales. Y así se quedaron más o menos establecidas por los sistemas comunicacionales del idioma materno predominante, las creencias y la educación.

Lamentablemente, pocas veces se establecen conceptos tan simples y evidentes en el momento de enfocar los problemas que surgen en la vida política y social originados por las diferencias nacionales de nuestros días. Y menos se usan para ver lo hermoso de la diversidad en cualquier entorno nacional. Es esa diversidad un factor importantísimo para mejorar la vida de las personas en cualquier nación, que de otra forma se sumiría únicamente en evoluciones endógenas que ignoran los progresos externos a ellas, para su perjuicio.

Donostia, 10 de octubre de 2023.

Se han publicado 1 comentarios



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  • Raulito dijo:

    Muy buenas, Profesor Doctor de profesores Montero: Llevo leyéndole la vida entera y parte del bidón, también escuchándole. A fuer de ser sincero, como órgano que se usa no se atrofia, cada vez la tiras más dura y con más calibre. Dele recuerdos a super Mario Píris en habanero o ruso y en euskera a Don Jesús Ugalde y como no a Xavi y resto del team. Ahora, ando interesado en las lenguas que se hablan en lo que se denomina "la raya", por ejemplo en Miranda do Douro, Portugal se habla "se fala" " la fala" el mirandés y en Extremadura "el castuo" . En Angola, cuando llegamos en 1981 a Benguela, sur caliente de balas: MPLA vs UNITA, hablábamos y dábamos nuestras clases en PORTIÑOL: un poquito de portugués y bastante español. Lo que importa es entenderse mutuamente. Y claro en Angola, habían más de diez dialectos. Y el cine?, el mejor el cine mudo: GRACIAS CHARLOT, GRACIAS PAPA MONTERO y AGUR. Cuidate de las dos Españas, ahora son mucho más que dos, esto esta revuelto, y el mundo paranoico, se acabo la vida estoica y que viva la perestroika, decái un loco cuerdo de la fotografía pinareña, cubana y mundial, E.P.D, DON ESTEBAN DIAZ MONTESINO. POSDATA: Voy tumbando de la biblio pa el gao, esta lloviendo pa las cabezá, dicen en Viñales, aquí me piro vampiro.

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Luis A. Montero Cabrera

Luis A. Montero Cabrera

Doctor en Ciencias. Presidió el Consejo Científico de la Universidad de La Habana más de tres lustros. Miembro de mérito y coordinador de ciencias naturales y exactas de la Academia de Ciencias de Cuba.

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