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Testigos de la nube negra

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Foto: Canal Oficial del Gobierno Provincial del Poder Popular en Matanzas/ Telegram.

¿Quién no sintió la angustia bajo la nube negra? Hasta yo, que nunca rezo, tuve en estos días una plegaria en la punta de la lengua. Casi no reconocí a mi natal Matanzas a pesar de encontrarla mil veces repetida, y distorsionada, en los informativos de todo el mundo. También a mí me tocó el turno de contar la historia, y para hacerlo tuve que postergar mis miedos.

Me dolió cada muerto porque lo sentí mío, porque pude ser yo o algún
hermano/hermana. Supe de una madre de rescatistas que prometió a su santo
cortarse la larga trenza si volvían vivos. Ella tiene hoy la sonrisa más amplia y el pelo más corto. Vi a un hombre quitarse su casco de la Cruz Roja en homenaje al chofer que no dejó a nadie atrás ni siquiera cuando se puso más brava la candela.

Una muchacha me contó que su padre nació de nuevo en la tristemente célebre base de supertanqueros, y casi desnudo como vino al mundo se arrastró por el suelo huyendo de la muerte, agarrándose de la hierba quemada para avanzar poco a poco. Le miré los ojos hermosos a una niña que primero me describió las explosiones de los tanques de combustible que la aterrorizaron en medio de la noche, y luego me habló de los paisajes que al día siguiente dibujó en el centro de evacuación.

Un profesor me confesó que regañó a un evacuado por entrar al comedor con la camisa abierta. Me dijo que el tipo bajó la cabeza y lo dejó sin palabras cuando respondió bajito "es que no tengo botones" y trató en vano de cerrarse aquel trozo de tela que llevaba como una ventana de par en par, mostrando el pecho desnudo. Mientras una anciana me apretaba la mano preguntándome si yo, por casualidad, sabía qué había quedado de su casita luego de tanto fuego, el dueño de unos carneros no hacía más que temer por la vida del rebaño, abandonado a su suerte.

Vi los dedos temblorosos de un tipo duro, que no atinaba a darle play al video
acabado de filmar en su celular a pocos metros de un tanque de 50 mil metros
cúbicos de petróleo que ardía como si llevara haciéndolo desde el principio del tiempo, como si no fuera a dejar de hacerlo nunca. Sentí la culpa de estar vivo cuando mis ojos se encontraron con los ojos de la hermana y la madre de un joven bombero desaparecido, aquella horrible madrugada de agosto, la más triste de todas.

Tuve que acostumbrarme al descorazonador reclamo de las sirenas y obligarme a no apartar la mirada ante las ojeras y las quemaduras, los ojos vacíos de esperanza o llenos de pánico. Me topé con gente rota por la pena que lo entendía todo o no entendía nada. El colosal penacho de humo oscuro era una amenaza que me seguía a todas partes, colándose en cada cuartilla en blanco y cada sueño.

Me fijé en el vientre abultadísimo de la mujer de un socorrista preguntándome si habría allí dentro, en el primer y más noble refugio de los males del mundo, otro héroe en camino. Evité acercarme, por respeto, a aquellos bomberos con la rodilla en tierra frente al altar de la Virgen de los Desamparados, entre velas encendidas y flores recién cortadas para sus hermanos muertos. Y de nuevo los encontré en una plaza, con el amanecer poniendo un toque de dorado en cada rostro, lastimados por dentro y por fuera, sosteniéndose los unos a los otros, firmes.

Estreché muchas manos sin acordarme de desinfectar luego las mías por miedo al coronavirus. Un horror había sustituido a otro. Hablé con muchos y escuché a otros tantos. Agradecí la ayuda que llegaba de todas partes con la potencia de un río crecido, indetenible. Todo el mundo llegó hasta Matanzas, bajo la nube negra, para compartir lo que tenía y hasta lo que no.

Crucé junto a mis compañeros un yermo de cenizas entre árboles torturados por el fuego hasta dejar de parecerse a si mismos, bajo la mirada de las auras y con un extraño picor en la garganta por los vapores que subían desde la tierra. Para sentirlo no me hacía falta leer "PELIGRO" repetido mil veces en negro sobre rojo a lo largo de la cinta que vetaba el acceso a los edificios mordidos por las llamas en la zona industrial.

Sentí frío en agosto al notar a los vestidos de blanco que buscaban respuestas en medio del horror, concentrándose en cumplir al pie de la letra las rutinas para no dejarse llevar por los tirones del alma, atentos a las señales de sus perros de orejas tristes y narices afiladas.

Pero después del final llegó el principio. Allí entre la ceniza y el metal desfigurado por el calor cercano a dos mil grados, a escasos metros de las ruinas de los tanques destruidos, se alzan en busca del sol unos brotes de verde diminutos. De no ser por la magnitud de la devastación que los rodea, por el suceso terrible, probablemente nadie se fijaría en ellos. Quienes caminan entre los escombros, hombres y mujeres que llegan para apoyar en la recuperación, hacen todo lo posible por que sus botas pisen lejos de las plantas empeñadas en vivir.

Aunque la nube negra ya no está para afear el cielo sobre Matanzas, somos
muchos los que todavía levantamos la vista hacia el azul con temor, como si
pudiera volver a aparecer. El fuego y el humo son parte del recuerdo, pero el
dolor...

Hoy dejo a un lado mis deberes, mi falta de fe, mi irreverencia innata, para dejar salir esta plegaria silenciosa. Soy uno más de los que vienen a decir adiós, o mejor hasta siempre, a cada alma que perdimos en el fuego. No pudieron salvarse; tan ocupados estaban salvándonos.

Foto: Roberto Jesús Hernández

Foto: Roberto Jesús Hernández

Foto: Roberto Jesús Hernández

Foto: Roberto Jesús Hernández

Foto: Roberto Jesús Hernández

Foto: Roberto Jesús Hernández

Se han publicado 27 comentarios



Este sitio se reserva el derecho de la publicación de los comentarios. No se harán visibles aquellos que sean denigrantes, ofensivos, difamatorios, que estén fuera de contexto o atenten contra la dignidad de una persona o grupo social. Recomendamos brevedad en sus planteamientos.

  • Osmani el de la loma dijo:

    Así es Roberto, Matanzas - Cuba, mostró la estirpe de los hijos de esta isla.

  • marlene Gtmo dijo:

    Roberto Jesús Hernández. Darte las gracia por un articulo tan hermoso, pero hubiera querido que no los escribiera por que hoy volviste a ponerme más triste y a que corriera una vez más una lagrimas. Por eso que hoy sufren los familiares y el pueblos por lo que ya no estan y por lo que se encuentran hospitalizado. Mucho en eso jovenes y no tan jovenes que dieron su vida por el deber.
    Mi compañeros de trajo me comentaron que en eso días pensaron muchos en mi porque tengo un sobrino que es más que eso es mi niño querido pasando el SMG en un cuerpo de bombero de mi prov. porque yo estaba de vacaciones tambien no me perdía una noticia.
    Te doy las gracia miles

  • Paloma dijo:

    Que hermoso artículo, recoge el sentimiento de muchos, hoy es un día triste, muy triste.
    Cada madre, cada padre, cada hijo, cada esposa, cada familiar o amigos de los que no lograron salvarse tienen una prueba difícil por delante, sobreponerse a esto les va a costar.

  • rebeca dijo:

    gracias por ese conmovedor escrito...gracias, gracias, gracias...Matanzas ha tenido preocupados a todos... esos valientes han sido sencillamente, gigantes valerosos, gigantes a la enésima potencia...gracias por salvar a Matanzas, gracias por salvar a Cuba, gracias por salvarnos....

  • vivi dijo:

    Llore mucho esos dias, ...aun...gracias por su bello escrito

  • Gabana dijo:

    Conmovedoras palabras, gracias por compartirlas. Cuba entera llora la pérdida de esas vidas. Fuerza Matanzaa, Fuerza Cuba.

  • Milagros dijo:

    Hermoso artículo, lloré!

  • Yisel dijo:

    Hermoso y muy triste, gracias por tu artículo.

  • Juanita Perdomo dijo:

    Robert, a tu altura. Soltaste el alma en cada palabra.

  • Olga suatez arocha dijo:

    Muy sentido homenaje. Palabras bellas y profundas.

  • Teresita Hernández Alba dijo:

    No he podido evitar las lágrimas honor a todos los que perdieron la vida por salvar vida ,un abrazo y condolencias a sus familiares .

  • JASAR dijo:

    Que es la vida sino un breve destello de tiempo en medio de la eternidad del Universo.
    Que es la vida cuando transcurre sin penas ni glorias en el umbral del espacio tiempo.
    Cuan inmensa es la vida cuando se dejan huellas heroicas que estremecen nuestros corazones.
    Cuan inmortales los hombres que perduran por siempre en la inmensidad de generaciones.

  • Juana Marlenis Fonseca Corrales dijo:

    Muy triste el articulo llore mucho

  • elieser dijo:

    Gracias po r esta cruda verdad es poetica y dolorosa a la vez

  • mercedes dijo:

    Nuestros periodistas se han crecido hasta la altura del momento histórico que vive Cuba, los profesionales de la prensa dejan su corazón en cada crónica, en cada reportaje sobre el incendio de los supertanqueros en Matanzas. Gracias por tanta entrega, por enfrentar el peligro para que conozcamos la valentía y heroicidad de quienes entregaron hasta sus vidas por salvar las de muchos. !Gloria a los caídos!

  • Grisel Aragón Rivero dijo:

    Cuánto dolor, gloria eterna a nuestros héroes,mis condolencias a familiares y amigos, siempre serán recordados,con esa valentía,ese coraje,ese amor a su profesión muy bonito artículo, hecho con todo el corazón adolorido,como lo tenemos todos en estos momentos

  • Elisa hg dijo:

    Gracias por poner el sentir de Cuba, es imposible no sentir que falta el aire que duele el pecho, que las lágrimas brotan indetenibles. Y aunque nunca será igual que el de ésas familias, el dolor es inmenso. Por eso Cuba los honra y no olvida. Gracias

  • eva dijo:

    Yo estaba en Matanzas en esos tristes días. Vi el incendio de lejos casi desde el inicio, sentí las explosiones, seguí atenta la columna de humo negro hacia el cielo. Aún se me oprime el pecho. Duele por Matanzas, duele por los lesionados, duele por los desaparecidos, por sus familiares. Duele por Cuba

  • Mayelin dijo:

    Simplemente espectacular, como fue la actuación de los héroes de esa hazaña épica. GLORIA ETERNA, LA PATRIA OS CONTEMPLA ORGULLOSA

  • Mara Fernández Valdespino dijo:

    Muy bonita cronica, triste, dolorosa, pero bonita y ojalá no exista otra desgracia mas, la sufrimos todos

  • RG dijo:

    Roberto, muy hermoso, sobre todo porque usted se acordó del chofer, que salvó a muchos sin pensar en sí mismo, sin pensar en el reconocimiento ni en el machete de Maceo, ahora queda a las autoridades concederle el reconocimiento, aunque posiblemente ese chofer, tan humilde, ni quiera un reconocimiento, solo quiera a sus compañeros de regreso, aún sabiendo que no será

  • yo dijo:

    Muy bonito artículo, nos das detalles a los que no estuvimos del horror y la desesperación visto y todo lo que allí ocurrio en defensa de la vida

  • Dory dijo:

    Es un artículo sencillamente hermoso, lleno de amor y humanismo; lo remueve todo muy adentro y hace aflorar los sentimientos. Felicidades y muchas gracias.

  • Oneida dijo:

    Duele mucho, no se si dejará de conmovernos estos recuerdos tan duros y emotivos, llenos de heroismo tras la entrega sin mirar el peligro. Cubanas y cubanos somos una familia y si nuestros mejores hijos perecen en la contienda, no queda de otra, se llora y se recordará por siempre.

  • GALA dijo:

    Excelente artículo. Lo mejor que he leido sobre el accidente y mira que se ha escrito bien y desde el sentimiento.

  • chachy dijo:

    bello articulo a pesar del dolor q sentimos por las vidas perdidas me apreto mucho el pecho gracias por tan bellas palabras

  • Milagros dijo:

    No había visto el artículo, cuatro meses después me estremece!! Gracias Roberto, has sido el cronista de nuestras almas en esos dias y en los posteriores. Felicidades...

Se han publicado 27 comentarios



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Roberto Jesús Hernández

Roberto Jesús Hernández

Lic. en Periodismo. Corresponsal de la Agencia Cubana de Noticias (ACN). Graduado de la Universidad de Matanzas.

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