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Siempre que llueve escampa

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Eusebio Leal Spengler, historiador de la ciudad de La Habana. Foto: Alejandro Azcuy Domínguez.

Más que ansioso, Eusebio Leal se mostraba impaciente. “Esto es ahora, con todos los hierros, o no será nunca”, se dijo, con esa secreta convicción de lograr cada empeño que se propuso, y que no lo abandonaría.

En esas cavilaciones andaba cuando se le apareció en el Museo el gran historiador José Luciano Franco Ferrán, de quien orgullosamente suelo decir que soy pariente, porque mi abuelo me lo aseguró poco antes de morir, aunque no me haya preocupado yo por esclarecer el grado exacto de nuestro parentesco.

A sus 83 años, el autor de ese clásico de la historiografía cubana que es Antonio Maceo. Apuntes para una historia de su vida, necesitaba el auxilio de Alfredo Zayas, hijo del expresidente homónimo, quien desde los tiempos de su amigo Emilio Roig de Leuchsenring se desempeñaba como referencista en la Oficina.
Pero los datos que requería el anciano infatigable para uno de sus libros quedaron relegados a un segundo plano cuando percibió la desazón en el rostro de Leal. Enseguida quiso saber, y este se confesó.

Poniéndose de pie, puso su mano en el hombro del joven, como si le hablara a un nieto: “¿Sabe por qué comprendo y aplaudo sus ansias? Porque una vez tuve su edad, y porque también fui obrero: estibador del puerto, mensajero, tabaquero… entre otros tantos oficios que me vi obligado a ejercer, a sabiendas de que mi verdadera pasión eran los estudios históricos”.

“Redactaré una carta para que se la entregue al rector, y le recomiendo solicitar avales de recomendación a otros intelectuales con los cuales haya tenido usted un contacto sostenido, como es el caso de Marinello o Núñez Jiménez. Ellos podrán emitir juicios de valor basados en la más pura verdad”, sentenció, antes de bajar las escaleras y desaparecer por el corredor de Obispo.

Enseguida se puso en marcha la operación, y en la primera quincena de marzo, además del prometido por José Luciano, contaba ya con cinco avales: Juan Marinello Vidaurreta, notable escritor y político, ex rector de la Universidad; Francisco Pividal Padrón, historiador y diplomático, a quien se le reconoce como uno de los mejores biógrafos de Bolívar en todo el planeta; Mariano Rodríguez Solveira, director del Departamento de Filosofía de la Academia de Ciencias; Manuel Rivero de la Calle, profesor y director del Museo Antropológico Montané, adscrito a la propia colina universitaria; y René Pacheco Silva, capitán del Ejército Rebelde y director de la Oficina de Asuntos Históricos de la secretaría de la Presidencia.

Antonio Núñez Jiménez, destacado científico y revolucionario, en ese momento embajador en el Perú, esperó a llegar a La Habana y entregó su misiva —la única manuscrita— el 14 de abril. Y el ministro de Relaciones Exteriores, doctor Raúl Roa García, no menos distinguido político, profesor universitario y ex decano de la Facultad de Ciencias Sociales, encontró sosiego para dictar y firmar la suya el 3 de mayo.

Cada uno en su ámbito, todos eran figuras influyentes. Para no caer pesado antes de tiempo, al sonar demasiado pretencioso, o incisivo, el objetivo principal de los testimonios era recomendar la convalidación de algunas materias que no resultaran imprescindibles para el óptimo aprovechamiento de la carrera.
Algunos remitentes lo hicieron de manera explícita y otros ni siquiera lo dejaron entrever. Con las ocho cartas bajo la manga, se apareció el Historiador de la Ciudad en el despacho del rector. Era el 5 de mayo de 1975. Lo que nadie le había comunicado era que desde el 27 de febrero este refrendó la Resolución 62/75, que daba luz verde a su ingreso en la Colina, en la modalidad de curso para trabajadores.

Sin embargo, antes de comenzar el curso, los avales surtieron efecto. De acuerdo con el aviso emitido el 22 de agosto por el doctor Oscar García, sustituto del rector, a Esteban Morales, decano de la Facultad de Humanidades, el ministro de Educación Superior (José Ramón Fernández) había orientado que se le diseñara a Eusebio un plan de estudios especial:

“El Co. Leal deberá probar sus conocimientos en todas las asignaturas del Plan de Estudios vigente, pero las mismas podrán ser examinadas en base a lo que determine la dirección de la escuela, teniendo en cuenta las posibilidades del Co. Leal. En razón de lo señalado, el Co. Leal asistirá a clases en aquellas disciplinas o prácticas que aconsejen el mejor aprovechamiento de sus estudios…”

Cuando la tarde del 29 de agosto estampó su firma en la planilla de nuevo ingreso, tras comprobar que su foto aparecía presillada en el canto superior derecho, respiró hondo y dejó escapar un “¡hasta que al fin!”, que le arrancó una sonrisa cómplice a la secretaria.

Refiriéndose a aquella aula heterogénea, donde lo mismo se hallaba el elegante cineasta Rogelio París que un guajirito tímido y bonachón oriundo de Güira de Melena llamado Francisco Pérez Guzmán, a quien todos conocían como Panchito, Eusebio me confesó que él no fue el más inteligente, pero sí el más original.

Más que compañera de estudios, su hermana Raida Mara Suárez Portal, me ha contado cómo muchas veces el sueño lo vencía en el pupitre. Entonces ella le daba discretos codazos de cariño, antes de que los profesores se escandalizaran.

Raida Mara, quien a partir de entonces no se le separaría, lo apoyó copiándole las clases y conformándole resúmenes, pues aparte del ingente trabajo intelectual él tenía sobre sus espaldas el desgaste físico que suponían largas horas apaleando escombros, cargando piedras y añejos maderos en el edificio de Tacón número 1.

Lo cierto es que, sin llegar a ser gris, como el quinquenio que poco antes ensombreció nuestra cultura, aquel salto tuvo sus pértigas.

En el primer semestre, el choque con la Filosofía marxista fue como el del Titanic contra el iceberg. El suspenso no se lo quitó nadie de encima, y tuvo que afanarse para aprobar en la revalorización. ¡Cuán difícil resultaba para un hombre que jamás renegó de su fe en Cristo razonar categorías propias del materialismo histórico! ¡Nunca se había creído sujeto-objeto, sino sujeto, a secas!
Por otra parte, las normas de la academia eran inflexibles en cuanto a los porcientos de asistencia necesarios para tener derecho a examen. Y en funciones propias de su cargo, el 15 de septiembre de 1977 Eusebio debió viajar al extranjero, para no regresar hasta el 1ro. de octubre.

Después de varios cabildeos, el nuevo rector, doctor Eustaquio Remedios de los Cuetos, recibió autorización del ministro y el 26 de diciembre emitió la Resolución 809, en cuyo resuelvo único se le autoriza, con carácter excepcional, para que concurra a la convocatoria ordinaria de los exámenes finales de ese primer semestre de 3er. Año.

Sin embargo, ya sabemos que las “excepcionalidades” pueden llegar a repetirse más pronto de lo que quisiéramos: entre enero y marzo de 1979, en calidad de becario del gobierno italiano, Eusebio Leal despliega un intenso programa académico donde tiene contactos con personalidades de la cultura de los consejos provinciales y comunales de buena parte de la península.

Además, por invitación de la Cátedra de Literatura Iberoamericana dicta una conferencia en el Instituto Universitario Oriental de Nápoles sobre la “Lectura histórica de la Ciudad de La Habana” (15 de febrero), y otra en el Instituto Ítalo-Latino Americano de Roma con el tema “La Ciudad de La Habana y la importancia de su restauración monumental” (28 de marzo).

Todo fue una maravilla por allá, pero la borrasca lo esperaba de este lado del Atlántico, cuando no le permitieron examinar las asignaturas Historia de Cuba, Historia de América, Historia de Europa contemporánea y Metodología de la investigación.

Debió pronunciarse una vez más el doctor Eustaquio Remedios, esta vez en virtud de la Resolución Ministerial 264/78, la cual confería a los rectores de los centros de educación superior la potestad de justificar las inasistencias de los alumnos, siempre y cuando existieran fundadas razones que las amparasen. De hecho, en el expediente consta la certificación del gobierno italiano, así como la copia traducida y legalizada en la Embajada de Italia en Cuba de los estudios realizados allá por él.

Contra todo obstáculo, el 4 de febrero de 1980 fue expedido el título de Licenciado en Historia a favor de Eusebio Leal Spengler, anotándose en el folio 200 y el número 5391 del Registro General de la que será, desde entonces y para la eternidad, su Alma Máter.

Llámesele perseverancia. Yo prefiero nombrarlo voluntad de prevalecer.

Se han publicado 10 comentarios



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  • Roxana Badosa Rodríguez dijo:

    Bello pasaje este del "Maestro" un poco que me recordó mi paso por mi carrera, la que luego llamé "Carrera con Obstáculos" también por trabajo y otras razones... pero Eusebio tenía muchas mas razones para llegar y sobrepasar esa meta. Pienso que también se lo debía a su madre querida.
    Gracias Mario Cremata con tanto amor al "Maestro"

  • ARIGUANABO dijo:

    Mario Cremata Ferrán : Lo felicito realmente sus trabajos constituyen verdaderas crónicas de un valor extraordinario: .
    Esta titulada " Siempre que llueve escampa " , es muestra de lo anteriormente expuesto, muchas gracias por dejar un sólido testimonio de la personalidad y entrega de Eusebio Leal .

  • Tranquilino dijo:

    Muy interesante. Eusebio un gran batallador por lo que consideraba alcanzable aunque fuera al límite. Tremendo ejemplo. Pero también un ejemplo de como los que ostentanos aunque sea un ápice de poder en determinado momento estamos dispuestos a ejercerlo aunque sea para injusticias. Siempre amparados en normas escritas que le dan vida. Lo digo porque fui profesor universitario y siempre estuve en contra de que a ese nivel la asistencia a clases fuera una condicionante para tener derecho a examen. Muchas veces el alumno sabe más que el profesor.

  • Pedro Antonio dijo:

    Sin palabras; grande Eusebio Leal, los jovenes deben leer estos avatares y triunfo de la perseverancia humana.

  • Www dijo:

    Muy buen artículo

  • Eva dijo:

    Magnífico relato de nuestro querido Eusebio Leal, ojalá muchos lo lean y conozcan aún más de perseverancia y empeño, cuanto esfuerzo personal y lucha contra todos los demonios

  • Antonio Carriles dijo:

    Un hombre digno histórico y historiador incansable querido y respetado por todo nuestro pueblo. Ejemplo de lucha y estoico en sus empeños revolucionarios resistente a los desafíos y victorioso hasta el final de su vida siempre será recordado por nuestra historia y otros paises que lo conocieron

  • xxx dijo:

    Gracias por el valor de esta informacion gracias Cremata deseo tener libros aunque sean digitales sobre Eusebio Leal quizas ustede me pueda ayudar con eso Gracias

  • yuny dijo:

    empecé a leer su artículo y no pude parar,reafirme mi profunda admiración por mi "profe",extrañaré sus conferencias,su oratoria y he de valorar aun mas cada día en la universidad q le tuve cerca,gracias.siga usted y regalenos un libro que de seguro será muy extenso de nuestro Eusebio,a secas como él preferia.me encantó su artículo

  • Amparo dijo:

    De la vida de Eusebio Leal se pudieran conocer muchas cosas hermosas de su desempeño como historiador y combatiente de una Revolución que desde su nacimiento en 1868 fue haciéndose (y sigue habiéndose) a si misma. Porque no se cruzó de brazos en momentos trascendentales para la Patria, junto a otro miles sufrió heridas, que supo cicatrizar dada su generosidad y disposición a estar siempre por encima de rencores, vanidades y halagos innecesarios. La brújula de Fidel, que señalaba hacia la unidad, guió sus pasos en tiempos de tormentas, que, por cierto, no amainan.

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Mario Cremata Ferrán

Mario Cremata Ferrán

Periodista, investigador y profesor adjunto de la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana y director de la Editorial Boloña.

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