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Habaneridad

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En la fachada de la calle L, del hotel Habana Libre, los inconfundibles colores de Amelia Peláez, una de las reputadas autoras clásicas de nuestra primera vanguardia.

Estaba a punto de cumplir ocho años cuando llegué a la Isla sin saber una palabra de español. Desde entonces, vivimos 12 años en una callejuela de tres cuadras, nombrada Peña Pobre. El nombre tenía prosapia. Venía del Amadís de Gaula, una de las novelas de caballería que alimentó la mente afiebrada del Quijote. Formaba parte del coto fundador de la ciudad, aunque sus modestas construcciones poco tenían que ver con el ambiente colonial, destruido por el tiempo, por los ataques piratas y por los frecuentes incendios.

Allí, en el barrio, me hice cubana y aprendí a descifrar algunos componentes de nuestra sociedad. Conocía a los vecinos uno por uno. El carpintero del frente, que sin pretensiones de ebanista, hizo una repisa que conserva, 80 años después, su brillo original; los vecinos inmediatos, dependientes de la sastrería J. Vallés y de la droguería Johnson. Las de abajo, una de ellas sargento política, con la que descubrí los secretos de la “paloma mensajera”, mediante la entrega de una boleta marcada y, al regreso, el pago de los diez pesos a cambio de una boleta virgen. Las otras, prostitutas por cuenta propia, protagonizaban escándalos cada vez que la paga era insatisfactoria.

La situación me obligaba a emigrar a la Biblioteca Nacional, en el Castillo de la Fuerza, para disponer de alguna tranquilidad. Tenía mi asiento reservado y desde la ventana contemplaba los barcos que entraban, salían y cargaban combustible. Mi madre consideraba a la prostituta de marras víctima de la sociedad, hasta que pude descubrir una maravillosa palabra: lumpen proletario. Así fue, en efecto. Por una denuncia de ella, colaboradora de los esbirros de Ventura, mi madre fue sometida a un interrogatorio en el BRAC. Acosados, tuvimos que abandonar el barrio.

Con la República neocolonial, La Habana Vieja se había convertido en el pequeño Wall Street cubano. Era el centro bancario, de los bufetes de las grandes empresas, de importantes ministerios, del trasiego de mercancías al puerto. Las calles estrechas la hacían intransitable.

La especulación sobre el valor del suelo es uno de los rasgos característicos del capitalismo. La Habana Vieja se contaminaba por la presencia de una población empobrecida y por el entorno prostibulario que, por lo demás, tendía redes en toda la ciudad. En un lugar que resultaba tentador con vistas a la expansión, en el entorno bien comunicado de anchas avenidas, existía una zona relativamente desatendida.

La construcción del actual cine Yara y de los estudios de radio y televisión contribuyó a la veloz subida del valor de los terrenos. La arquitectura cubana había alcanzado la plenitud del movimiento moderno que tendía a la integración de las artes desde los inicios de los proyectos de diseño. Más de un edificio de la época lleva esa marca.

Los clásicos de la vanguardia pictórica se vinculaban con un momento de particular madurez creativa en la arquitectura. Estaba naciendo La Rampa con la representación de agencias de automóviles, filiales de bancos, edificios concebidos para combinar boutiques y parqueos, un cine que se complementaba con una galería de arte y un estanquillo de venta de libros y revistas. Poco peso tenía en aquella atmósfera de refinada modernidad, la tonalidad fúnebre de la más lujosa funeraria habanera. Para cerrar el ciclo, cuando la década estaba terminando, se edificaba el hotel Habana Hilton, pronto convertido con el ya inminente triunfo de la Revolución en Habana Libre. El cambio de nombre era la representación simbólica del nuevo poder, caracterizado para siempre por las imágenes de los barbudos.

El hotel ostentaba obras de indiscutible valor patrimonial. Lamentablemente perdido, un mural de Cundo Bermúdez aparecía en el costado de la calle 23. En el interior, existe una obra de René Portocarrero. Definitivamente integrado al perfil de la ciudad, en la fachada de la calle L, se desplegaban los inconfundibles colores de Amelia Peláez, una de las reputadas autoras clásicas de nuestra primera vanguardia. La pintora había descubierto el valor artístico de la cerámica en el modestísimo taller de Rodríguez de la Cruz, en Santiago de las Vegas, un verdadero chinchal donde se producían porrones y ceniceros con carácter comercial. Ese sitio olvidado forma parte de la historia de las artes visuales. Sobre el tema existen dos trabajos importantes de María Elena Jubrías. Uno de ellos recoge la historia del taller, donde también se iniciaron artistas de primera línea de la vanguardia, y otro de la propia autora sobre la cerámica de Amelia Peláez. La pintora trabajaba sobre objetos artesanales. Decoraba la pieza que, una vez sometida a la cocción, quedaba definitivamente integrada al barro.

Un accidente lamentable exigió hace algunos años una primera restauración. Dirigía entonces el Consejo de Patrimonio Marta Arjona, destacadísima ceramista que estudió en París las técnicas más modernas. Renunció al arte en favor del servicio público. Se rescataron cuidadosamente las piezas originales del mural de Amelia. El problema radicaba en la diferencia de calentamiento entre el concreto y la cerámica. Colocar una malla protectora que atemperara ese contraste fue la solución más eficaz encontrada para salvar un símbolo asociado a la imagen de la ciudad, de valor patrimonial incontrovertible.

Se comenta que no ha sobrevivido ninguna pieza original. Se dice también que se tratará de recuperar el colorido de la artista sobre material de granito y que, posiblemente, no se vuelva a cubrir la totalidad de la fachada. Aunque mutilada, la Victoria de Samotracia sigue emprendiendo vuelo desde lo alto de la escalera del Museo del Louvre.

En el barrio, me hice cubana. Con el triunfo de la Revolución, La Rampa se hizo de todos nosotros. La presencia de los barbudos simbolizaba una nueva era. Las losas de granito con reproducciones de obras de artistas cubanos entregaban al pueblo lo que había estado confinado en los museos. Los valores patrimoniales no se reducen a lo heredado de tiempos remotos. La Revolución también ha fundado patrimonio. Hay que identificarlo, reconocerlo y defenderlo.

Sobre la historia de la capital hay una extensa bibliografía. Hay investigadores modestos, entregados al trabajo, como Carlos Venegas, que van dejando obras fundamentales. Sobre la arquitectura y el urbanismo, Joaquín Weiss dejó una obra precursora, todavía válida. Lilian Yánez ha abordado el tema de los maestros de obra y de la formación de los arquitectos. El Presidente Díaz-Canel insiste en el vínculo con las universidades. A ellas podríamos añadir los centros de investigación y todas las fuentes de saber útiles para pensar integralmente.

(Tomado de Juventud Rebelde)

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Se han publicado 8 comentarios



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  • Lagardere dijo:

    Dra. Buenos días mis saludos y mis respetos. Cuando hablo de la Rampa sentí que un dolor me inundaba. En 1973 cursaba mis estudios en la UH. Bajabamos por L hasta 23, para de ahí ir a disfrutar del aire marino en el Malecón. Como bien dice Ud. Íbamos disfrutando en las aceras de las obras de Lam; de Portocarrero; de Amelia y otros tanto que sin darnos cuentas nos iban enriqueciendo el espiritu y el amor por el arte. Considero que acoger las nuevas tecnologías luminarias es bueno y hasta contribuye con el ahorro de energía, pero no se podía haber diseñado un plan de construcción inteligente que permitiera conservar lo bello de las aceras de la Rampa y no destruir , como ha sucedido, las reproducciones de las obras que eran la admiración de los paseantes. Qué faltó? Sentido de pertenencia o falta de control y exigencia sobre la calidad estética en lo que se estaba ejecutando, o desconocimiento de lo que se estaba afeando y destruyendo?

  • Sara Santacruz V. dijo:

    Queridos amigos o compañeros cubanos/as- lo que ustedes deseen- qué pena saber que ya no veré las hermosas aceras de la Rampa habanera, de las que disfruté las veces que pasé por la bella Cuba. Como en varias partes de el mundo se van perdiendo los testimonios de la memoria de lo bello. Aquí en Ecuador tendré la nostalgia. Ojalá a nombre de la eficiencia, eficacia y efectividad para el ahorro del dinero escaso no se pierdan más cosas

  • Víctor dijo:

    Dra en el hotel hilton también había en cada hall de salida de los ascensores unas mesitas de cerámica que le encargó a marta Arjona el sindicato gastronómico que era el propietario de este hotel
    Estaba dado por contrato de management a la cadena norteamericana hilton
    Marta hizo 25 mesitas pero como en el piso 25 no había halla sobró una que vino a parar a mi casa por la entrañable amistad que teníanus padres con ella
    Ni se que habrá sido de esas 24 obras de arte
    Yo por fortuna conservo la mía
    La Habana tiene historias fabulosas que habrá que recuperar
    Era en 1959 una gran ciudad y lo sigue siendo
    Lástima que por falta de habaneros o por otras causas se haya perdido un poco el sentido de pertenencia
    Muchas gracias por su artículo

  • Pablo dijo:

    La Rampa, corazón de esta ciudad, recibirá el 500 aniversario en un estado lamentable, una pena... Por cierto doctora, sus artículos sobre La Habana son siempre un estímulo, pero temas ya tocados como el rascacielos que se pretendía (pretende?) construir frente al Coppelia han caído en un sospechoso silencio (allí no hay como en otra obras vallas con imágenes de lo que pretende construir, que ya sabemos que viola las regulaciones urbanas... preocupante)...

  • Sergio dijo:

    DOnde están los responsables de estas cosas?,,,,, si lo de las aceras de la RAMPA es horrible, lo del Mosaico de Amelia Pelaez es para,,,,, mejor no lo digo,,,,

  • gustavo dijo:

    Se habla de la rampa en el 500 aniversario y la destrucción de las obras de artes en las aceras en dicha arteria capitalina. También en coopelia se hizo un gran esfuerzo por devolverle el esplendor a la emblemática heladería pero ni modo. Con el objetivo de no se que te obligan a consumir unas ensaladas mixtas en sabores. Hay muchas personas que no le gusta esta mezcolanza, además como ayer el helado estaba semiderretido y el revoltijo de sabores se hacía más acentuado aparte de que me sirvieron algunos sabores distintos a los que había solicitado y las consabidas 4 bolas abajo afectadas en su norma y la quinta que es la de arriba que es la única que es más visiblemente redonda. La leyenda continúa.

  • Francisco Rivero dijo:

    Si de Habaneridad hablamos...

    Tengo a bien de recomendar la lectura del capitulo "Espacios criticos en los cincuenta" que forma parte de un libro " Espacios críticos habaneros del arte cubano: la década de 1950. Tomo I. de Luz Merino Acosta ( selección y prólogo). Editorial Universidad de la Habana y Ediciones UNIÓN de la UNEAC.

    Que bien seria volver apreciar para disfrute del alma los bellos murales legados por los artistas plasticos cubanos Cundo Bermúdez y Amelia Peláez en las paredes exteriores del Hotel Habana Libre.

    Un saludo fraterno

  • GALA dijo:

    La acera de La Rampa es de terrazo igual que el Prado habanero y realmente es un patrimonio de la ciudad y la nación que se debe conservar. Es uno de los exponentes de del movimiento artístico de los primeros años de la revolución que constituyó también una revolución en sí mismo. Alguien debe atender el problema de su deterioro se debe normar cualquier intervención en la misma y planificar su mantenimiento y restauración. Se rompe una tubería, hay que hacer una remodelación eléctrica, solucionar una avería o cualquier otra intervención que implique romper la acera se debe reconstruir para devolverle su forma original. Otra observación por ejemplo en la bajada de L hacia M la acera está muy pulida por el paso de la gente y cuando llueve es un peligro para los transeúntes, no son pocos los que han caído en ese tramo y no solamente personas mayores también jóvenes apurados, por lo que también debe llevar su reparación la acera para resolver estos problemas.

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Graziella Pogolotti

Graziella Pogolotti

Crítica de arte, ensayista e intelectual cubana. Premio Nacional de Literatura (2005). Presidenta del Consejo Asesor del Ministro de Cultura, vicepresidenta de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, miembro de la Academia Cubana de la Lengua y presidenta de la Fundación Alejo Carpentier.

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