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Noventa Octubres

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Testimonio de la vigencia universal de la Revolución Rusa de Octubre de 1917 -a noventa años de la toma del poder por el Partido Bolchevique encabezado por Vladimir Ilich Lenin y Leon Trotski- es la orientación actual de las luchas que libran los pueblos de nuestra América por su independencia y desarrollo.

Tras la desaparición de la Unión Soviética -el Estado de obreros y campesinos nacido de aquel acontecimiento histórico-, por bochornosa entrega de sus dirigentes, Estados Unidos, en calidad de única superpotencia remanente, proclamó, arrogante, haber dado muerte también a sus ideas, y el fin de la historia.

Nada más lejos de la realidad. Octubre desbrozó caminos para la liberación humana que el marxismo había identificado, y descubrió otros nuevos. Condujo a la nación a la obtención de grandes éxitos en los terrenos de la economía , la política, la cultura, la justicia social y lo militar, para convertir en breve tiempo a la atrasada y pobre Rusia en una potencia mundial.

Cierto que estuvo plagada de errores, omisiones, excesos y pobreza de matices solo justificables por el contexto defensivo a que fue obligada por los desplazados explotadores de antaño en su empeño por devolverla al redil y por la acción imperialista encubierta y pública, lo que no resta responsabilidad a los factores endógenos que determinaron la debacle.

Octubre hizo que los esfuerzos y sacrificios de los pueblos de la Unión Soviética alcanzaran el nivel de desarrollo económico, militar y científico que propició una bipolaridad del mundo en la que pudieron asentar esperanzas de progreso las naciones pobres del planeta.

La revolución cubana no habría sido posible si antes no hubiera tenido lugar la revolución bolchevique, de la misma manera que el actual proceso de cambios en Latinoamérica y el Caribe no estaría teniendo lugar sin una revolución cubana afianzada en el poder.

Sin la solidaridad y apoyo de la Unión Soviética, la revolución cubana habría tenido necesariamente que recortar sus objetivos para no ser una acción suicida luego de haber logrado el derrocamiento de la tiranía de Fulgencio Batista patrocinada por Washington.   

Apenas proclamada la decisión verdaderamente independentista de la revolución triunfante, Washington dispuso contra ella sus poderosos recursos militares, económicos y mediáticos.

Para responder a las primeras agresiones armadas de los Estados Unidos, que utilizaba como mercenarios a efectivos militares y civiles fieles a la derrotada dictadura, entrenados y avituallados por Washington, la revolución cubana recibió las primeras armas de guerra adquiridas en la Unión Soviética.

Horas antes del desembarco de Bahía de Cochinos, por Playa Girón, el Comandante en Jefe Fidel Castro proclamó el carácter socialista de la Revolución y fue por la patria y -por primera vez- por la ideología socialista, que decenas de cubanos entregaron sus vidas en cruenta lucha contra los invasores.

A partir de entonces el espíritu de Octubre presidió el curso de las relaciones cubano-soviéticas que se extendieron a todas las esferas imaginables, con vínculos solidarios y de respeto recíproco entre las dos naciones soberanas, unidas por nexos ideológicos firmes y una amistad a toda prueba.

Con la desaparición de la Unión Soviética en diciembre de 1991, Cuba no renunció al legado político y cultural de la Revolución de Octubre -ni por motivo alguno lo haría -, no solo por rechazo a la traición y la cobardía, sino porque éste forma parte de la cultura política y el pensamiento revolucionario antiimperialista cubano.

La impronta de la Revolución de Octubre está presente también en las corrientes socialistas y antiimperialistas que cada vez con más fuerza se desarrollan en América Latina y el Caribe.

La construcción del Socialismo del Siglo XXI como objetivo declarado de varios gobernantes y no pocos movimientos políticos y sociales de la nueva América que se levanta, ha de verse como confirmación de esta influencia de Octubre.

Esencialmente, son los principios fundamentales del marxismo y del leninismo los que definen la orientación del Socialismo del Siglo XXI, con la exclusión de aquellos métodos y elementos que a la luz de la experiencia histórica deban cambiarse en evitación de peligros tales como el dogmatismo, el burocratismo, el inmovilismo, los abusos del poder y otras desviaciones que atentan contra el espíritu humanista que ha de ser consustancial al socialismo en cualquier circunstancia.

La Gran Revolución Socialista de Octubre abrió para la Humanidad una nueva era: la del paso de la teoría del socialismo científico a la práctica humana del socialismo como parte de un proceso que forzosamente tendrá altas y bajas, errores y enmiendas, porque solo sabemos con certeza que al final de la ruta estará la felicidad de toda nuestra especie.

Noviembre de 2007

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Manuel E. Yepe

Manuel E. Yepe

Periodista cubano, especializado en temas de política internacional.