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El eje Londres-París-Berlín: El sueño de una Europa unida

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El sueño de una Europa unida siempre ha inquietado a un sector de la élite pensante del viejo continente. Una nación acoplada, compuesta de diversas nacionalidades, etnias y culturas daría corporeidad a un  macizo y poderoso estado que tendría una voz decisiva en los asuntos mundiales. Carlomagno fue el primero que casi logra este sueño. Hitler lo alcanzó a medias y por breve tiempo con el uso de la fuerza y la ferocidad conquistadora.

Tras la Segunda Guerra Mundial el Plan Marshall fue una manera de volcar los capitales inversionistas  norteamericanos en Europa, apoderarse de sus industrias devastadas por la guerra y reconstruirlas para asimilarlas a las corporaciones del gran capital yanqui. Entre Adenauer y De Gaulle hubo una relación de amor-odio. La vieja rivalidad franco-germana no dejó germinar una auténtica unidad. Gran Bretaña, como siempre hizo en su historia, trató de mantener el equilibrio continental mientras usaba su prerrogativa isleña para mantenerse apartada de lo que no le convenía.

La Guerra Fría hizo ver a Estados Unidos que era necesaria cierta armonía para enfrentar lo que estimaban un peligro: la vecindad de la Unión Soviética. Esta se logró, al menos en lo militar, al fundarse la OTAN. La política del atlantismo fundamentaba la armonía dentro del concierto militar. Hubo contradicciones insalvables como la de Chirac y Schroeder sobre la conquista de Irak por la pandilla petrolera de la Casa Blanca.

Pero ahora una nueva coyuntura viene a modificar todo esto. El triunfo de Sarkozy en Francia pone en el poder a un decidido atlantista, a un partidario del acercamiento a Estados Unidos y de jugar todas las cartas basándose en lo que dicte la Casa Blanca. Una marioneta derechista en manos de los círculos pro fascistas norteamericanos no conducirán a nada bueno. Para colmo en Gran Bretaña cambiará el poder dentro de un mes cuando Tony Blair lo entregue a Gordon Brown, de quien se dice que es aún más sumiso a los yanquis de lo que fue Blair.

Blair se apresuró en viajar a París para coordinar futuras políticas con Sarkozy. Brown es partidario del aislacionismo británico de siempre, de mantener la libra fuera de la zona del euro, pero coincidirá con Sarkozy en la actuación unísona al compás de la melodía que toquen en Washington. Otra que parece usar el uniforme de la misma orquesta es Ángela Merkel.   

Brown ha tenido éxito como Ministro de Hacienda manteniendo bajo el índice de desempleo, la inflación bajo control y alto el crecimiento. Por eso no habrá un golpe de timón significativo en el nuevo gobierno en Londres. Habrá cambios de estilo porque Blair fue un comunicador extrovertido y Brown gusta de trabajar en lo oscuro.

Lo importante es que con estos cambios renace, fortalecido, el eje Londres-París-Berlín. En Europa ven a Bush como lo que es, un cowboy mal informado. Los europeos están resentidos con la negativa norteamericana a suscribir los Acuerdos de Kyoto que defienden el medio ambiente de la polución industrial. Tampoco la pandilla petrolera de la Casa Blanca ha aceptado  la prohibición global de las minas terrestres que todos los estados han admitido. Y tampoco han reconocido  la Convención de Armas Biológicas, ni las medidas de verificación que recomienda. Pero con esta tríada de conservadores en el poder Europa admitirá el escudo antimisil que Bush propone contra Rusia.

Durante los años de la ofensiva conservadora de Reagan y Thatcher los tradicionalistas  europeos hallaron elementos inspiradores en el desenfreno de los ultraderechistas. Pero el evidente cinismo de la política exterior de Bush no estimula el respeto de sus congéneres europeos porque encuentran anacrónica y arrogante la manera en que la actual Casa Blanca  enfoca la nueva diplomacia. La administración Clinton trató, al menos,  de propiciar una transición fluida entre el mundo bipolar y la inédita unipolaridad.

Europa está fraccionada entre la necesidad de ampliar el número de estados miembros y los reclamos de la globalización financiera. También tiene dificultades en redefinir su identidad en función de su renovada  geografía y sus flamantes instituciones. Cada nación, o grupo plurinacional, tiene sus propios problemas pero las líneas principales de su desarrollo en perspectiva apuntan a la convergencia y el acuerdo, a la unidad y el consenso.  El nuevo eje garantiza la ensambladura de la Unión Europea bajo líneas retrógradas.

gotli2002@yahoo.com

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Lisandro Otero

Lisandro Otero

Novelista, diplomático y periodista. Ha publicado novelas y ensayos, traducidos a catorce idiomas. Falleció en La Habana en 2008.