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Sigue la lucha contra el neoliberalismo

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FORO SOCIAL EN NAIROBI

Por primera vez se ha abierto un foro social en África. Nairobi es el escenario en el cual  se reúnen los opositores al neoliberalismo.   Se trata de demostrar solidaridad con el continente más afligido, el más rico potencialmente, el más abatido por el sida, el más esquilmado por el neocolonialismo. En la agenda de discusión se inscriben como temas la deuda exterior, la autonomía alimenticia, el sida, los acuerdos comerciales justos, la creación de empleos, las vías alternativas para los jóvenes. Diversas personalidades mundiales, Premios Nobel, luchadores por la liberación nacional, líderes opuestos al neocolonialismo asisten al evento.
    El neoliberalismo ha pasado a ser la etiqueta con la que se encubre la moderna economía de mercado. Sus procedimientos incluyen la austeridad,  la devaluación de la moneda nacional, el ataque a la inflación, las privatizaciones, la desregulación, la reducción del aparato administrativo del Estado y el estímulo  al desarrollo de la iniciativa privada.  El neoliberalismo  tuvo un arraigo propicio al inicio de la década del ochenta con la crisis de la deuda externa que sufrió América Latina.
Pero el neoliberalismo trajo como consecuencia una reducción del nivel de vida. El neoliberalismo  ha pasado a ser el responsable del traspaso masivo de la propiedad de la nación a manos privadas, el descenso de la capacidad adquisitiva del salario, la congelación del pacto entre patronos y obreros,  la polarización de la riqueza, la distribución desigual del producto social, el debilitamiento de los frentes sindicales. 
El trampolín principal de esta refundación del capitalismo fue el fracaso del modelo soviético de socialismo, ocurrido debido a la centralización económica, el autoritarismo gubernamental, la monopolización de la iniciativa y  el  empobrecimiento  del patrimonio intelectual.  Algunos tratan de devolver al liberalismo su sentido inicial, que no era ni revolucionario ni reaccionario, pero es una misión imposible porque el neoliberalismo se ha convertido en un objetivo de combate de las fuerzas del progreso social al tornarse en el modelo de explotación principal del capitalismo moderno.   
Adam Smith escribió hace un par de siglos que la fuerza del interés individual trae como resultado la competencia y esta actúa como motor del progreso. Los precios suben y bajan según la demanda y la multiplicación de  riquezas y bienes es empujada por el mecanismo del mercado. Para Smith la acumulación de capital era portadora de un inmenso beneficio social. La conclusión era que había que dejar solo al mercado para que pudiera conducir a la sociedad hacia la prosperidad.
Entonces vino Carlos Marx y nos dijo que el capitalismo caminaba hacia su destrucción, que el trabajo era la fuente de todo valor y que el obrero recibía por su tarea un pago inferior al valor del producto que creaba.  El Estado debía asumir la conducción de la economía y para ello debían estatizarse los medios masivos de producción. Después llegó Stalin y convirtió al Estado en el temido Leviatán que quería evitar Hobbes, el centro absoluto que se imponía a todas las actividades humanas.
Nadie ha logrado un neoliberalismo que lleve a la microeconomía los avances de la macroeconomía, que introduzca en el bolsillo de los pobres  los avances especulativos del gran capital. Ello es imposible con los incrementos de la población mundial.  Ahora somos seis mil millones de personas. La cifra se duplicó desde 1960.  La India tiene mil millones de habitantes y al acercarse a la mitad de este siglo sobrepasará a China. Los habitantes de nuestro planeta apenas llegaban a los 500 millones en 1650. La población mundial se ha cuadruplicado  desde inicios del  siglo XX.  Cada vez son más los migrantes que escapan de las zonas subdesarrolladas de la tierra para buscar oportunidades y sustento en los países más prósperos. 
En sus discursos, en debates, en pronunciamientos públicos, Bush no cesa de repetir un estereotipo  agotado: su gobierno difunde la democracia y la libertad. Muchos ingenuos, dentro de Estados Unidos creen efectivamente que la pandilla de la Casa Blanca está expandiendo un sistema  emancipador y participativo. En realidad se trata de una rapiña organizada con lábaros ficticios que pregonan la independencia  para someter y la democracia para imperar.
Desde hace muchos decenios sucesivos gobiernos de Estados Unidos han utilizado la razón moral para agredir y enarbolan excusas éticas para despojar. En realidad la democracia, la libertad y demás símbolos que Bush propone son carapachos deshabitados que disfrazan el neoliberalismo y su modelo empobrecedor y usurero. En Nairobi, una vez más se levantarán las banderas de Seattle, de Sao Paulo, se enarbolará la protesta contra un sistema injusto, explotador, desequilibrado y  promotor de la aflicción y el descontento. 
gotli2002@yahoo.com 

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Lisandro Otero

Lisandro Otero

Novelista, diplomático y periodista. Ha publicado novelas y ensayos, traducidos a catorce idiomas. Falleció en La Habana en 2008.