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Cambio de política en la Casa Blanca: La catástrofe electoral de Bush

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La estulticia de Bush finalmente tuvo su capitulación en las elecciones de 2006. Fue un desenlace catastrófico, un desastre de magnitud insospechada. Ni los más optimistas Demócratas pensaron que la aplanadora comicial iba a ser de tal dimensión: capturaron la mayoría de los gobiernos  de los estados,  el control de la Cámara de Representantes y la mayoría en el Senado.  En los dos años que le quedan de su desastroso período presidencial Bush tendrá que gobernar con la anuencia de sus opositores, no podrá eludir la responsabilidad bipartidista. 
Durante la campaña Bush insistió en afirmar que una victoria de los Demócratas significaría una victoria del terrorismo. El canalla de Dick Cheney sostuvo que los "terroristas" iraquíes, (léase combatientes de la liberación nacional), estaban interviniendo en las elecciones estadounidenses intensificando sus ataques. 
Esos desatinos no impidieron que el control mantenido por los republicanos durante doce años se haya venido abajo con el estrépito de un carcomido baluarte que se derrumba. Durante años, ante la debilidad de los Demócratas,  la verdadera oposición se  desplazó a las calles, a los artistas e intelectuales, a la prensa de minorías, a las personalidades de Hollywood, al profesorado de las universidades, a los afroamericanos, a los pacifistas, a los inmigrantes hispanos, (exceptuando la minoría fascista de la Florida).
El pueblo estadounidense envió su mensaje claro y altisonante: basta ya de guerra y de menosprecio de la voluntad popular. Los halcones petroleros de la Casa Blanca diseñaron esa guerra para apoderarse los recursos energéticos del Oriente Medio. Inventaron pretextos como el de las inexistentes armas de destrucción masiva y el de la amenaza terrorista para gobernar incitando el miedo. Eso se acabó. La gente ya no cree en fantasmas.
Estas elecciones implican un rechazo a los recortes en la seguridad social, a la disminución de impuestos para los opulentos, al incremento monumental del presupuesto federal en gastos bélicos, a las limitaciones a los inmigrantes, a las torpes negociaciones que condujeron al logro de una Norcorea atómica, al alto costo de la gasolina (disminuido en los últimos tiempos con propósitos comiciales); el setenta por ciento del voto latino se volcó contra Bush. Según el Washington Post cuatro de cada diez votos en contra de los Republicanos fueron de castigo y rechazo contra Bush y los restantes fueron en parte de hispanos y de inmigrantes. Ahora Bush está atado de manos y no podrá ejercer su voluntad en favor de los acaudalados ni podrá continuar su voluntad omnímoda de mantener a Estados Unidos como el súper gendarme universal. 
La primera cabeza que rodó fue la de Donald Rumsfeld,  un carrerista sin escrúpulos, un ambicioso escalador que se ha valido de sus cargos públicos para enriquecerse  y  ha usado el tráfico de influencias en su beneficio, favoreciendo en sus maniobras a la cúpula empresarial del gran capital estadounidense. Rumsfeld había entrado en contradicciones con los estrategas del Pentágono  por su empecinamiento en mantener un ejército altamente tecnificado contra las tácticas guerrilleras de los insurgentes iraquíes.
El primer reclamo de los Demócratas fue una salida escalonada e inmediata de las tropas estacionadas en Irak. Bush creó un panel de expertos independientes para discutir las opciones estratégicas pero se opone tozudamente a esa retirada que debía efectuarse en los próximos seis meses.  Pero Bush sabe muy bien que ellos necesitan esa política de rapiña y exterminio porque Estados Unidos ya no puede vivir con  recursos energéticos propios. 
Dentro de dos decenios  los yacimientos de los países árabes estarán casi agotados, solamente persistirá el suministro de los pozos entre Azerbaiján y Kazajstan. Será necesario tender  más oleoductos  al Mediterráneo y al Golfo Pérsico  para llevar el hidrocarburo a Occidente, por ello esa región es de interés estratégico para Estados Unidos. Sin la energía que proporciona el petróleo árabe los medios industriales básicos estadounidenses sufrirían una parálisis. Esto daría paso a una catastrófica recesión económica. La posesión del Medio Oriente es, por tanto, fundamental para los intereses americanos.
Bush hizo que Estados Unidos desempeñara, una vez más,  el papel de villano en el acontecer internacional pero lo llevo a extremos de impiedad y salvajismo (Abu Grahib, Guantánamo, legalización de la tortura), como ningún otro de sus antecesores. El Presidente Woodrow Wilson fue el primero que decidió que su país debía actuar en el escenario mundial armado de razones morales y de las supuestas virtudes de un estado  bienhechor. Franklin Delano Roosevelt impulsó la imagen de un país abierto y democrático en su lucha contra el nazi fascismo. Pero al concluir la II Guerra Mundial, la Guerra Fría arruinó esa máscara y el poder brutal, crudo, imperial y sanguinario se mostró en toda su repugnante realidad. Bush ha llevado a Estados Unidos a ser el país más execrado y  maldecido del planeta. Ahora los Demócratas tienen la oportunidad de maquillar ese rostro feroz y tratar de reingresar en  el concierto de la sensatez.
gotli2002@yahoo.com  

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Lisandro Otero

Lisandro Otero

Novelista, diplomático y periodista. Ha publicado novelas y ensayos, traducidos a catorce idiomas. Falleció en La Habana en 2008.