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El precio de la infamia

En este artículo: Cuba, España, Mesa Redonda
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DESCARGAR el video de los programas televisivos Mesa Redonda Informativa, transmitidos el 20 y 21 de diciembre de 2005

Quienes tuvieron la oportunidad de ver las dos Mesas Redondas del martes y el miércoles, especialmente la última, se habrán dado cuenta de la catadura moral de los que, en Cuba, traicionan los más puros ideales de su pueblo, en aras de un poco de dinero que, si bien los hace vivir mejor que los demás cubanos, tiene un precio impagable para cualquiera que se respete a si mismo, no tan solo como cubano, sino como ser humano. Trabajar para una potencia extranjera, enemiga del país, que aspira a dominar y controlar su territorio, a cambio de dinero, es traición pura, sin ninguna atenuante.

Ni siquiera los anexionistas del siglo XIX, los que aspiraban a que Cuba fuera una estrella más en la bandera norteamericana, cayeron tan bajo. Eran otros tiempos, y, para muchos de ellos, era más fácil desprenderse de España y pasar a ser parte de Estados Unidos que luchar por la independencia. Al margen de haber nacido en el lugar indebido, de no tener una noción exacta de lo que era y es la nacionalidad cubana, vivieron en una época de grandes contradicciones. Recordemos que las guerras de independencia, desde 1868 hasta 1898, fueron el crisol en el que se forjó nuestra nacionalidad. Y aunque antes y después de la intervención norteamericana en 1898 hubo anexionistas, algunos famosos, ninguno llegó a los niveles de bajeza moral que caracteriza a los actuales.

No puede decirse lo mismo de los anexionistas de nuestros días, de esta nueva hornada de servidores condicionales de las aspiraciones de la elite de poder norteamericana de apoderarse de Cuba. En realidad, ni siquiera son anexionistas. Algunos de ellos han llegado a los niveles más bajos de indignidad, de falta de escrúpulos, al apoyar el bloqueo o desear una invasión de Estados Unidos contra nuestra patria. Una de esas personas lo dijo con toda claridad en sus declaraciones, oídas en la mesa Redonda del miércoles. Esa señora dijo que le importaba poco que tuviera lugar una invasión. ¿Se ha puesto a pensar esa señora en la cantidad de muertos que habría, en el enorme sufrimiento que provocaría, en la destrucción del país en el que por error nació? ¿Oes que ha caído tan bajo en su proceso de deshumanización que esas cosas ya no le importan?

Cada ser humano es como es y hay quienes, desgraciadamente, nacen con el estigma de la traición o lo adquieren a lo largo de su vida. Es parte de la degradación moral que sufren algunos, afortunadamente los menos. Me pregunto si podrán dormir con tranquilidad, digerir con tranquilidad los manjares que adquieren con su traición a la patria, sirviendo a una potencia enemiga. Me pregunto cómo pueden calumniar y mentir sin avergonzarse, sin sentir remordimiento. ¿Es que en ellos el estómago puede más que los sentimientos humanos, puede más que la conciencia?

Si algo hemos adquirido los cubanos, en estos 46 años de revolución es dignidad. La dignidad de haber nacido en una Isla que todo el planeta empezó a respetar a partir del primero de enero de 1959. Antes de ese año, Cuba tenía en los mapas el mismo color que Estados Unidos. Fue la dignidad lo primero que nos devolvió la Revolución, junto con la justicia social, laindependencia y la soberanía. Y esa dignidad, sin la cual no debe vivir ningún ser humano, está por encima de cualquier otra consideración, por encima de cualquier riqueza. Vivir con dignidad merece cualquier sacrificio, por duro que sea.

Yo no sé hasta dónde serán capaces de llegar estos elementos. No les auguro ningún éxito y sí el desprecio de la mayor parte de nuestro pueblo, incluso de aquellos que no son capaces de resistir las penurias y el sacrificio que conlleva ser independientes y soberanos -en una isla pobre y pequeña, víctima de un bloqueo atroz--, y ven en la emigración el mejor remedio, en vez de tratar de mejorar con su trabajo las condiciones de vida de su pueblo y la suya propia. Mientras tanto, nos corresponde a nosotros, los que tenemos dignidad, los que aspiramos a que nuestra patria sea siempre independiente y soberana, impedir que estos elementos y sus jefes imperiales puedan llevar a cabo el plan que han concebido para Cuba. Un plan que solo pueden cumplir por medio de una invasión militar, en la que morirían tal vez millones de personas. Pero, también, luchando contra lo mal hecho, contra la corrupción y la delincuencia. Y les recuerdo que, a veces, entre lo mal hecho, la corrupción, la delincuencia y la contrarrevolución hay un hilo muy tenue y sutil, que no permite saber donde comienza una y termina la otra. Hoy, más que nunca, los invito a que mediten.

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Eduardo Dimas

Eduardo Dimas

Periodista cubano, especializado en temas de política internacional. Falleció en La Habana en 2008.

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