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El despedidor de duelos; suspiros y lágrimas

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Iconografías religiosas de la necrópolis de Cristóbal Colón, en La Habana. Foto: Abel Padrón Padilla/ Cubadebate.

A la puerta de un cementerio que se respetara aguardaban siempre dos o tres despedidores de duelo. En cuanto entraba a la necrópolis un cortejo fúnebre, uno de esos personajes se dirigía con paso seguro al grupo de los dolientes y, ya entre ellos, descubría a golpe de ojo al que podía decidir por los demás.

Entonces, luego de trasmitirle su pésame, le pedía muy respetuosamente un aparte y casi en un susurro le preguntaba si tenía quién despidiese el suelo. Si ya lo tenía, no pasaba nada; nuestro personaje pedía perdón al doliente por haber molestado su atención en momentos tan amargos y volvía a la puerta para discutir el siguiente entierro.

Si le decían que no, que la familia no había encontrado a nadie a quien confiarle la tarea de despedir al difunto al pie de su sepultura, ofrecía discretamente sus servicios. Un precio módico por un discursito en que se enaltecían o se fabricaban las virtudes del muerto. Bastaban al orador unos pocos datos para conformar sus palabras que, de un entierro a otro, eran siempre las mismas que daban la vuelta.

En ellas, de manera invariable, el difunto era padre y esposo amantísimo, ciudadano ejemplar, trabajador incansable, amigo a carta cabal, y la suya, una familia que quedaba desolada por la pérdida, sumida en la desesperación y el llanto…

Cierto que eran palabras que, con los cambios imprescindibles, se repetían casi de memoria. ¡Pero qué gestos los de aquel despedidor de oficio! ¡Qué énfasis el suyo! ¡Qué cara de dolor al hacer equilibrio al borde de la tumba abierta con el sombrero colocado a la altura del pecho!  Palabras pagadas y no sentidas que conmovían, sin embargo, al pinto de la paloma.

Si en la Cuba de antaño la calidad de un traje de dril se calibraba por el número de arrugas que fuese capaz de soportar, la calidad de estos oradores de a tanto la palabra se medía por las lágrimas y suspiros que arrancaban.

Se han publicado 14 comentarios



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  • Manuel dijo:

    En mi pueblo natal, en Villa Clara, cerca del cementerio había un pequeño puente sobre una siempre seca escorrentía dónde se hacía la despedidas de duelo, muchas veces también pagadas y le dió nombre al puentecillo: Puente de los Buenos

  • Uno de por ahí dijo:

    Mi papá es el que despide los duelos en la familia. Nunca vi a los profesionales de la materia para hacer una comparación. Lo que si puedo asegurar que mi papá es bueno: engola la voz, gesticula, mira al suelo y a cada uno de los presentes, comienza suave y cierra a todo tren dando las gracias a los que compartieron el dolor con la familia. Se prepara desde el día antes, o quizás desde que enferma el difunto. Que voy hacer, me dice, si me lo pidieron. A veces lo han llamado desde otro país: te toca y asume con responsabilidad.

  • Ernesto Cabrera dijo:

    Voy a nombrar a Ciro en mi testamento para que despida mi duelo....

  • Isa-pinar dijo:

    Gracias profesor por hacernos saber la historia que marca nuestra idiosincrasia. Ovaciones para usted.

  • Kiko dijo:

    Palabras pagadas, cierto....pero al menos en esa epoca se respetaban a los difuntos y a sus familiares.....hoy si no pagas el carro, la funeraria, hasta a los enterradores no consigues un funeral de respeto como debe ser en esos momentos de dolor...y no me refiero al pago oficial del servicio sino a soborno porque hasta las cajas de muerto te dicen que no hay con tal de que pagues de mas..... y a ni eso se respeta aqui por la perdida tan grande de valores humanos y el maltrato generalizado en una sociedad cada vez mas vulgar donde el descaro ya casi viene siendo un modelo a seguir.......ojala y hoy al menos tuvieramos la educacion y respeto de antaño que jamas fueron rasgos burgueses sino parte de la cultura de la sociedad que el tiempo ha matado, y no por problemas economicos porque en esa epoca hasta los pobres que solo tenian una muda de ropa trataban siempre de andar impecables y mostraban respeto y cortesia en su vida social...pobres pero decentes, asi dicen nuestros bisabuelos.....me quedo con el despedidor de duelos sobreactuado, lo prefiero a la chusmeria y maltratos que hoy reciben las familias en las instalaciones donde se dan estos servicios tan sensibles para la sociedad.

    • Alberto dijo:

      Mi ovación es para usted, que palabras tan precisas y necesarias, y claro que me quedo con aquel respeto, respeto al dolor de los familiares, respeto a la mismísima muerte, gracias por la aclaración bien merecida.

    • Luciano dijo:

      Y las cajas de muerto cuidado, que son de una calidad tan mala y chambonas que si no la cargan entre varias personas sueltan el fondo y el muerto va para el piso. Ah y el cristal para verle el rostro al difunto es prestado, va de velorio en velorio.

  • Aroldo dijo:

    Conozco personalmente a uno acá donde vivo, y somos buenos amigos.

  • Peter dijo:

    Hola a todos, estimado Ciro en el cementerio de Santa Clara los despedidores de duelo todavía existían hasta finales de los años 90 q viví en esa ciudad. Ciertamente no sé hasta cuándo habrán durado. Y además de lo q nos cuenta a veces hasta la propia familia los buscaba, muchas veces porq eran cortos de palabras y no tenían la labia de esos personajes. Tremendos actores

  • Casandra dijo:

    Don Ciro Bianchi
    Como me gustaría leer una crónica suya reivindicando eEl Solar Cubano, que no es el de la película, ni el de la rumba continua, ni el toque de santo diario, la chancleta y la chusmeria, sino el de los baños y la cocina común, con horarios para lavar y botar el orinal de gente trabajadora de los cuales a pulmón y trabajo salieron algunos personajes, o profesionales ilustres, donde había respeto y orden porque si había problemas el dueño te sacaba, no sé cómo ni cuándo ni por qué razón hoy se presenta y existe un solar de rumba constante, gritos y escándalo, gracia de antemano por que sé que en algún momento lo hará

  • Luison dijo:

    Buen artículo, nos ha llevado hasta a aquellos entierros que desde niño miraba cuando despedían el dueño y las lágrimas brotaban aún más en los familiares. Momentos tristes y de respeto en el último adiós del difunto. Gracias profesor Ciro por sus artículos.

  • Elena dijo:

    El pueblo necesita que se tome una decisión con respecto a los cementerios . Es doloroso ver en el estado en que se encuentran algunos de ellos por la falta de cuidados propia de un sistema socialista . Estoy seguro que si el cementerio fuera de dueños privados , la historia fuera totalmente diferente .

  • Elena dijo:

    Bonito escrito

  • Luciano dijo:

    Tuve un maestro el Dr. Villalonga que tenía su escuela nombrada con su mismo apellido en el Vedado en 24 entre 25 y 27. Era “despedidor” de duelos cotizado y sabíamos cuando iba para el cementerio a sus funciones porque la esposa Esther cuidaba el aula durante su ausencia mientras hacíamos una tarea.
    Cuando murió su vecino Enrique, la viuda que se llamaba Salomé, le pidió a Villalonga que despidiera el duelo. Enrique al regreso del trabajo en la tarde siempre entraba a la bodega de mi madre en 25 y 24 a darse tragos de ron y beber cerveza y se marchaba cuando caminaba zigzagueando de una orilla a otra de la acera.
    La despedida de duelo de Enrique nadie la olvidó nunca: Villalonga emocionado parado sobre la tapa de la bóveda exclamó más o menos: “es muy cierto que Enrique todos los días se pasaba de tragos en la bodega La Guajira pero nunca se bebió el dinero de su casa, de sus hijos y su esposa”.

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Ciro Bianchi Ross

Ciro Bianchi Ross

Destacado intelectual cubano. Consagrado periodista, su ejecutoria profesional por más de cuarenta años le permite aparecer entre principales artífices del periodismo literario en el país. Cronista y sagaz entrevistador, ha investigado y escrito como pocos sobre la historia de Cuba republicana (1902-1958). Ha publicado, entre otros medios, en la revista Cuba Internacional y el diario Juventud Rebelde, de los cuales es columnista habitual.

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