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Inspírate y cuenta tu historia de amor

En este artículo: Amistad, Amor, Cuba, Día del amor, Redes Sociales
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Foto: Atlantic Fish.

Se acerca el día del amor y la amistad y queremos que nuestros lectores tengan la oportunidad de contar, a través de nuestro medio, la historia de su romance...el idílico, el frustrado, el duradero, el tóxico, el actual. Sus anécdotas tendrán cabida en nuestra página el próximo 14 de febrero.

Envíanos tu historia y ¿por qué no? tus fotos al correo comentacubadebate@gmail.com y las publicaremos el próximo martes en nuestro sitio web y redes sociales.

Se han publicado 41 comentarios



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  • Vacio Eterno dijo:

    La queria, le daba todo lo que tenía y a veces hasta lo que no, pero aún así se fue. Así no se devuelve el amor, así destruye, amarga, muere.

  • Giraldo Mazola dijo:

    Un amor platónico
    Nos reunimos de nuevo los ex alumnos del Instituto Edison, aquella escuela laica de La Habana que tanto influyó en mi formación. Busco y no encuentro a la doctora Alfa Rosa Lara, mi profesora de Ciencias Naturales en cuarto y quinto año del bachillerato. Está enferma me dicen y me acuerdo del incidente relacionado con ella que felizmente no tuvo consecuencias graves.
    Se lo cuento a mis compañeros de mesa y prometo que lo escribiré. Ya en aquella época, en 1954, yo había decidido que estudiaría medicina y pienso que en ello influyó mi atracción por esta asignatura y la de Biología.
    Alfa Rosa era una excelente profesora; explicaba los objetivos de su clase en forma muy amena, dominaba con profundidad cada tema, era precisa respondiendo aclaraciones y sobre todo lograba atraer a sus alumnos para que hicieran trabajos de investigación.
    Recuerdo que recogía muestras de agua en un arroyo que existía entonces en Luyanó para buscar luego con el microscopio Paramecios y Euglenas. Era de los últimos en salir del laboratorio los días de práctica ayudándola a cerrarlo.
    Alfa Rosa era una bella mujer de rostro ovalado y hermosos ojos verdes. Aunque era bajita, tenía una esbelta figura, muy bien proporcionada y vestía con sencilla pero llamativa elegancia.
    También en esa época, con 16 años, empezaba a interesarme por la situación política del país y aunque no estaba vinculado aún a ninguna organización revolucionaria, me atraían las protestas estudiantiles en la universidad. Amaba con pasión la historia de las guerras independentistas de mi patria y la prédica martiana, aunque entonces pensaba que era una epopeya pasada e irrepetible sin percatarme que pocos después me integraría en una gesta que daría continuidad y culminaría definitivamente aquel proceso.
    Un día en el laboratorio la doctora Lara nos habló a un grupo que quedamos hasta tarde allí, de su etapa de estudiante en la universidad donde fue dirigente en su facultad, participó en manifestaciones y luchó por cambiar la situación existente. En sus comentarios había un cierto remordimiento por no haber continuado relacionada activamente con la lucha política que justificaba con su matrimonio, sus hijos y tener que dedicarse a mantener un hogar. Pero en vez de desalentarnos, de justificar lo que había hecho, repetía que, si fuera más joven, sin las responsabilidades presentes, se enrolaría de nuevo, particularmente ahora en que un grupo de jóvenes había intentado asaltar el cielo.
    Dicen –y casi creo que es así- que la mayoría de los adolescentes durante su pubertad tiene un amor platónico con uno de sus profesoras o profesores. Al menos lo acuñé como cierto de haberlo oído muchas veces. Se argüía que, en esa etapa de formación de la personalidad, del paso de crisálida a mariposa, como decía el guajiro Arturo Espinosa, se empezaba a sentir atracción por una figura del sexo opuesto que nos impresionara por sus cualidades y el marco más idóneo para que esa persona surgiera, era el de los profesores que día a día lidiaban con nosotros.
    Así se produjo lo que supongo fue mi amor platónico con esa bella profesora, a la que nunca le manifesté nada desde luego. Me agradaba mucho verla, oír sus clases, sus comentarios. Era, en fin, para mí, una imagen de la perfección femenina. Tuve varias novias en esos años y una de ellas, Mercy, que vivía cerca de la loma del Burro, rubia, bajita, de un cuerpo cimbrado, ojos verdes tan claros como los de Alfa Rosa, que yo decía que me gustaba por lo bien que bailaba, pero un compañero mío de clases decía que era porque se parecía muchísimo a la profesora.
    La doctora Lara me trataba como un alumno más, aunque me distinguía por mi dedicación y atención a sus clases. En fin, como lo que era, un muchacho en formación al que había que orientar y guiar. Eso hizo y me estimuló a que persistiera en estudiar medicina vaticinándome que tenía en su criterio vocación para esa carrera y además en alguna medida, alentó el patriotismo que me latía dentro.
    Terminé mi bachillerato y matriculé medicina. Ella supo que durante el quinto año me ausentaba de muchas clases porque ya estaba metido en la sala de ortopedia del hospital Calixto García en un pretendido afán de violentar etapas.
    Dejé de verla dos años. Ya en 1957 estaba sumergido en actividades conspirativas. Fui una noche a recoger en La Víbora dos litros de ácido sulfúrico que precisamente un compañero del bachillerato que trabajaba en una fábrica de acumuladores me había conseguido. Me aseguró que los había hermetizado muy bien, pero debía procurar no agitarlas. Caminaba por aquella zona colindante del Instituto Edison que conocía perfectamente, evitando las calles iluminadas y de mucho tráfico. Así, cuando dejé a un lado la avenida Acosta y subí por Poey, llegué justamente a la esquina donde tenía su apartamento la doctora Lara.
    El entrenamiento conspirativo que me había enseñado con suma insistencia Pepe Prieto se me olvidó en un instante y en vez de evitar que fuera más tarde y alejarme con mi carga hacia su destino, decidí pasar a saludarla.
    En realidad, lo que yo deseaba era que Alfa Rosa me viera no ya como su alumno, como el joven muchacho que todavía era, sino como un conspirador que jugaba con el peligro, como el hombre que quería ser.
    Toqué en la puerta y recuerdo que me saludó con efusión y afecto. Me hizo café y me preguntó muchas cosas sobre mí y sobre otros compañeros del Edison que matricularon medicina conmigo.
    Ella veía con frecuencia a Hortensia, estudiante de medicina también, por quien tenía información de sus ex alumnos y conocía de mi vinculación con el movimiento revolucionario.
    Pero no me bastó que me lo hiciera saber aconsejándome prudencia y que me cuidara y en cierta medida manifestando orgullo por haber sido mi profesora, con lo que ya reconocía que me veía como un hombre responsable y no como el imberbe joven que fuera su alumno. Alardeé e hice comentarios donde parecía que todos los días me jugaba la vida en mi pretensión de hacerlo más patente.
    Cuando me despedí salí orondo. Era como la culminación de aquel amor platónico mediante la cual eliminaba la obvia diferencia entre una mujer madura y el joven que soñaba con ella y la admiraba. Ya yo pasaba a un nivel diferente. Era algo tonto si se quiere, pura fantasía, pero era así, como si hubiera vencido lo que era un obstáculo. Y ello no conllevaba otras pretensiones, pues siempre estuvo claro para mí que ella y yo no teníamos nada en común salvo los ojos verdes y que siempre sería, como aún es hoy, mi profesora querida y respetada.
    La dejé preocupada pues más que la imagen del joven responsable en que me iba convirtiendo, allí salieron a flote mi inmadurez y mis defectos. Le enseñé la pistola que llevaba y cometí muchas otras indiscreciones innecesarias.
    Bajé embelesado hasta la calzada de 10 de octubre y allí tropecé con quien supongo era el guarda jurado que cuidaba la entrada a la platea del cine. Era un hombre fornido que me agarró firmemente por el brazo preguntando a gritos que llevaba en el paquete que portaba. Forcejeé tratando de librarme y espetándole que no iba para el cine, pero no me soltaba. Al fin me zafé y corrí hacia las columnas de los portales del cine. Miré hacia atrás justo cuando mi persecutor extraía un enorme revólver y brinqué como un felino a protegerme cuando sonó el primer fogonazo. Seguí corriendo y pasé al lado interno de las columnas, cuando me dispara de nuevo y el ruido pareció un cañonazo. Me protegí en la gruesa columna y es entonces que me acuerdo de mi pistola, me asomo, disparo dos veces y salgo corriendo como un bólido sin que me vuelvan a tirar. Hay un corre-corre tremendo que me ayuda pues soy uno más que huye de los disparos y no paro hasta la Plaza Roja del Instituto de la Víbora donde se me quiere salir el corazón.
    Cuando ya las sienes no me palpitan, compruebo que mi amigo hizo un cierre impecable a las dos botellas que no permitió que con todo el batuqueo se saliera una sola gota del ácido, verifico que el ardor en la cintura es de una quemada de la pistola que guardé aún caliente, prosigo mi camino hacia Santa Catalina maldiciendo mi irresponsabilidad e inmadurez que me llevó a esa exhibición alardosa que pudo ser desastrosa.
    Pienso en la doctora Lara otra vez y me molesta que seguramente esté preocupada si escuchó los disparos. La veo de nuevo como mi querida y respetada profesora, como siempre será, y la imagino aconsejándome ahora prudencia y que me cuide y ya no me acuerdo de mis fantasías platónicas y reinicio mi camino sintiéndome orgulloso de haber tenido una profesora así.

  • Giraldo Mazola dijo:

    Carta imaginaria de un real remordimiento
    Sabana, Maisí, marzo 31 1989,
    Estimado Pablo:
    Sé que te va a sorprender recibir esta carta. Después de iniciarla me doy cuenta que nunca te he escrito, pero tengo que decirle a alguien lo que me ha ocurrido. Estoy donde menos te imaginarías, en las montañas de Maisí, en su parte más oriental, desde donde en una noche clara como esta se divisan las pocas luces de Haití.
    Vine a ver a mi hijo que cumple aquí su servicio social. Buscaba en el dial de la radio el noticiero un poco estridente pero ameno que ayer escuché de una emisora dominicana cuando nada menos que por Radio Guantánamo dijeron que ganaste una mención en el concurso de poesía de la UNEAC. Figúrate oír tu nombre en estos parajes y con tal anuncio.
    Me alegró mucho y además al surgir así tu nombre te ganaste conocer la segunda parte de esta historia pues la primera la conociste; me dije que aunque demores algunos días en recibir estas líneas te escribiría para felicitarte y hacerte este relato y eso hago aprovechando que mi hijo salió en su mula a ver una paciente.
    Realmente es impresionante este paraje tan nuestro y a la vez tan diferente porque su contorno intrincado no ha permitido aún que todos los cambios que caracterizan al resto del país se palpen aquí; la presencia de mi hijo como médico de la familia es un fenómeno de una riqueza fabulosa que disfruto cada día pues no te puedes imaginar las expresiones en los rostros de los campesinos que vienen a consultarse con su médico, repito su médico, porque saben que está en este sitio para atenderlos a ellos.
    Hasta consultas sobre sus relaciones conyugales le hacen personas que pueden ser su padre o su madre. Te das cuenta, no es sólo el reconocimiento a sus conocimientos lo que provoca esa confianza, es algo más, es la seguridad que inspiran estas primeras ventajas tangibles que les da la Revolución.
    Pero no te escribo para catequizarte, ya tú te consagraste hace tiempo. Eres un poeta, al menos eso reconoce la UNEAC, con dos balazos dentro, un raro espécimen de intelectual y combatiente.
    Por eso cuando supe que tu veta poética era reconocida públicamente y ya no sería sólo yo uno de los que tenía que escuchar (o soportar) tus poemas y decirte además que estaban muy buenos, me sentí muy contento y además se me ocurrió que eras la persona ideal para hacerle este relato.
    Es como montarse en el trompo del tiempo de Brick Bradford y viajar en el éter del espacio hacia delante y hacia atrás.
    No me ha gustado nunca hablar de las mujeres con las que he tenido relaciones, ni siquiera para decir elogios de ellas. Contigo, que conoces mi vida como yo, que las has conocido, que me has aconsejado muchas veces, es distinto.
    Te quiero hablar de Mercy Ferguson, la enfermera pelirroja y pecosa del Calixto García, de la época en que estudiaba medicina. Te acuerdas que aquél fue un romance trascendental en mi juventud, que me tenía loco y atolondrado y que tú te reías de mis sueños y ansiedades pues a pesar de ser poeta siempre fuiste más pragmático y menos romántico que yo, que nunca he escrito una estrofa con rima o sin ella.
    Pues he vuelto a vivir aquel romance con Mercy, no con ella que es una respetable abuela en Vertientes y con quien mantengo por cierto muy buenas relaciones de amistad y camaradería. Ha sido otra persona quien me ha hecho revivir los recuerdos y me dio la impresión de volver atrás, como sacándome de la memoria las cosas que no hice bien o no supe decidir, en fin, mis imperfecciones y mis mierdas.
    No te burles. Ahora con Mercy, o mejor dicho con su copia, ha sido distinto. Su imagen no se opacó, vino como siempre, agradable, pero acompañada del remordimiento, de mi remordimiento.
    Por aquel entonces para ser enfermera había que ir a la capital y ni siquiera los más optimistas podían soñar con una facultad de medicina como la que existe hoy en Camagüey.
    Y te voy a hablar de ella como si no la conocieras para que revivas las descargas que me aguantaste de aquellos amoríos.
    Ella obtuvo la plaza y se albergó en la Escuela de Enfermeras del Calixto, para lo que había que tener talento, suerte y alguien que te empujara. Lo logró con sus calificaciones y matriculó.
    Yo la vi por primera vez en la Sala Gálvez; empecé a decirle algo sobre el pelo y se puso tan colorada que me sorprendí y con toda mi supuesta experiencia citadina también me corté y si no me puse colorado fue porque esta piel tan renegrida no coge ese color. Esto no te lo dije antes.
    Con otras estudiantes de enfermera averigüé las salas y horarios por los que rotaba y cada vez que podía daba una vuelta por donde estaba. Me daba unos encontronazos tremendos, como para que no volviera y mucho después me confesó las advertencias que le hicieron de los estudiantes de medicina habaneros.
    Pero persistí y al menos logré que aunque no era muy conversadora entonces, poco a poco me relatara su breve vida y muchos detalles de su pueblo, tan objetivos que cuando años después estuve allí por primera vez, me pareció un sitio conocido.
    Se me fue convirtiendo en un vínculo muy agradable y necesario; ya no tuve que indagar a hurtadillas su rotación pues me la dio e incluso más de una vez en que yo estaba enredado con yesos y fracturas ella pasó por Gálvez para recordarme que existía.
    Fue ella misma la que un día me dijo tranquilamente, con la serenidad que la caracterizaba, que si no le iba a pedir que fuera su novia pues sus compañeras pensaban que lo éramos. Y nos hicimos novios pero fue un noviazgo muy peculiar pues me agradaba de ella tanto su forma de conversar pausada, su madurez increíble, su ternura, que otras cosas más carnales y fugaces. No puedo afirmar que era bella, como las artistas de cine que todos admirábamos, pero su belleza era de otro tipo; era atractiva pues con el pelo rojo suelto y el contraste de su piel blanca con los miles o millones de pecas que tenía era muy llamativa. Ese fue el día que te inyectó y tú a pesar de la fiebre nos dijiste que estábamos embelesados. ¿Te acuerdas?
    Cuando hablo de su madurez realmente estoy haciendo una reflexión que no hice entonces; es mi percepción actual de su comportamiento, de cómo interpreto hoy sus comentarios, sus valoraciones, sus consejos. En aquella época empecé a tomarlos en cuenta cuando en varias ocasiones me hizo apreciaciones de hechos y personas que fueron más lógicos que los míos. De ti no se equivocó: siempre me dijo que eras un sinvergüenza pero con buenos sentimientos.
    Eso se hizo más evidente cuando en el transcurso de aquellos meses tan turbulentos al final de 1956 y principios del 57, comenzaba a convertirme en hombre y tenía que enfrentar retos que sobrepasaban mi experiencia pues era entonces, -me dispensas la cita tan vulgar poeta,- como un plátano madurado con carburo al que le quedan algunas partes verdes. Ella se volvió primero mi confidente y luego mi más próximo compañero de lucha; me guardaba cualquier cosa desde un arma hasta una bomba o panfletos en no sé que recovecos de la escuela. Con las demás estudiantes había logrado tener una información de todo lo que ocurría en el hospital, en sus alrededores y en muchos otros sitios mejor que cualquier servicio moderno de inteligencia y eso me fue muy útil, al menos mientras permanecí allí.
    Fue algo que hilvanó un amor juvenil con exigencias de la convulsión de aquellos momentos. Era un amor entre tres, ella, yo y lo que nos apasionaba a ambos, la lucha enardecida de la juventud heroica que nos rodeaba.
    Me acuerdo de la bomba del puente Alcoy en la Virgen del Camino que no acababa de poner porque el miedo me hacía exagerar las precauciones y que fue por ella que lo hice pues me la quitó de la mano y bajó por el trillo muy decidida dándome el valor que me faltaba e hice mi papelito mientras tú cubrías el otro acceso del puente. Eso te lo conté a ti nada más, porque del miedo que uno ha tenido no se puede hablar con todo el mundo pues te ponen el cartelito de pendejo pero la realidad es que ella no tuvo miedo.
    Se me entregó un día de esos, sin pedirlo y sin yo tener la experiencia que quería aparentar. Creo que ella se percató de que casi los dos éramos novicios pero nunca lo dijo y aquello completó de forma muy natural nuestra convivencia.
    Una vez cuando estaba en la cárcel me dijo que estaba embarazada y que quería tener la criatura. Para mi eso fue algo inesperado, que no sabía cómo enfrentar; me decía que sería como una semilla que dejaría en esta vida si me mataban.
    Tenía que dejar sus estudios y regresar a su pueblo pues sus dos hermanos y su padre se habían alzado en el Escambray y la madre estaba sola y enferma. Con esos mismos argumentos comencé a persuadirla en las otras dos visitas que me hizo y regresó a su pueblo luego de interrumpirlo. No vino ella a decírmelo y María, antes de alzarse contigo, me trajo el recado como quien da un pésame.
    Después la vida para los dos nos trazó sendas diferentes que no pudimos conciliar. Varias veces, ya casada y con dos fabulosos hijos, me mencionó mi vacilación pero para mi era algo que pertenecía al pasado y no tenía ya tanta importancia o yo trataba de no dársela.
    Los primeros meses después del triunfo fueron vertiginosos; nos vimos, pero uno de los tres eslabones de nuestro cariño se quebró. Sus hermanos se volvieron a alzar contra la revolución siguiendo a Eloy Gutiérrez Menoyo y ella quedó en una confusión que no le permitía discernir. Aquel vendaval pasó y ella fue recuperando su camino que hoy mantiene junto a sus hijos, pero la atadura del vínculo se desvaneció.
    Resulta que aquí conocí a una ingeniera que está trabajando en plan de reforestación y cuando la vi me pareció ver una reproducción de Mercy, quizá un poco más alta. Habla del mismo modo, con un dejo pausado que parece argentino, con las uñas largas siempre arregladas a pesar de su trabajo y con el donaire soñador y mesurado de ella, el pelo más corto pero con una cantidad de pecas similar.
    Conversamos bastante y cada día me parecía que se me repetían hechos, circunstancias, momentos, de treinta años atrás. Me atraía pero lo que más me compulsaba era la asociación de recuerdos en dos tiempos tan diferentes y distantes. Tuve que incluso tener cuidado porque una vez por poco la llamo Mercy. Y fue algo que no puedo explicarte bien, pero me parecía que estaba viviendo otra vez aquellos días y encuentros tan lejanos.
    Ella tenía un compromiso que patentizó desde las primeras conversaciones pero yo persistía en asociar las dos figuras, las dos vivencias y pretendía repetir la historia para decir ahora lo que no dije entonces: “pare al niño.” O para haberla rescatado oportunamente de su confusión.
    Era mi remordimiento. Creí que podía repetir un trayecto y rehacerlo, darle otro curso a lo que sucedió antes y hacer lo quizá debí haber hecho.
    No fue así pues la realidad con su vigorosa fuerza rompió el encanto. No obstante, viví durante una semana traspolado a otra época llena de recuerdos agradables de mi vida y combinándolos con otras nuevas vivencias.
    El día que salió para La Habana a asistir a una reunión y porque su hija cumplía dieciocho años y la esperaba, le conté atropelladamente mis recuerdos y después me arrepentí pues cuando ya no podía detener el relato se iba poniendo seria y pensé que estos sueños íntimos no se debían confesar.
    Pero al final sonrió con la misma risa enigmática de Mercy y me dio un beso breve en la boca diciéndome que se sentía feliz de retoñar un cariño tan lindo. Me dijo también, y eso lo recuerdo bien: la quisiste y fue algo bello, aunque no haya sido feliz el final. Conserva el recuerdo como fue, no lo alteres y conserva el mío.
    Ya ves amigo, no hace falta ser poeta para soñar ni para amar, aunque en cada sueño y en cada amor hay poesía.
    Cuídate poeta y nos vemos pronto,
    Aldo

  • SUSY dijo:

    mi historia ya acabo (o no, no se, la vida da muchas vueltas).nos conocimos por una amiga en comun y la conexion fue instantanea y aun se mantiene. tenemos mucha quimica, hablamos de todo, entre nosotros no hay temas tabu, siempre nos apoyamos en todo. nos enamoramos con pequeños detallitos como pulseritas,flores,salidas solos y cosas asi, pero nos influyeron mas las cosas externas y las personas que no querian nuestra relacion que el amor que nos teniamos

  • Nadie dijo:

    Intentaré resumir mi última relación. Nos conociamos de años compañeros de espacio y sin la menor oportunidad de nada. Venga que aun viendonos los que comparten el espacio con nosotros no se lo creerían. Hubo algún acercamiento prepandemia, diría casual y con poco interés de algo más. Par de años alejados para reencontrarnos cuasi-casados y con menos posibilidad que nunca. De pronto un huevo de Pascua decidió que nos juntaramos. Basto un viaje para saber que había mucho que escribir. La noche conspiró con la luna más hermosa que recuerdo y antes de saberlo nos besabamos sin saber que habría mañana. Así comenzaba el plan Vegas: lo que pasa en las Vegas se queda ... , ingenuos. La vuelta a la realidad conllevó a intentar hacer como si no hubiera sucedido nada. En verdad nada dejo de suceder. Parecía incluso que el mundo conspiraba para estar juntos. Bailamos con Bad Bunny riendo como tontos mientras el mundo seguía su ritmo. Habíamos mudado nuestra piel. Pensamos que nuestro mundo se derrumbaba varias veces para verlo emerger más fuerte y consolidado. Nos fuimos involucrarnos más: dejamos a nuestras antiguas parejas (sin plan, por cierto) y seguimos haciendo lo que mejor sabiamos: estar juntos. De pronto de un día a otro sencillamente se acabo. La razón sigue sonando ilógica y viendose peor. Quizás amé demasiado para pensar que quien me juraba amor eterno de repente desaparecia. Quizas aun me siguen resonando sus palabras: "hagamos como si no hubiera pasado nada" "ojalá volverte a conocer". Creo que aún quedan cosas por escribir, pero el afán de ser buenas personas para la sociedad acaba con más de una relación; sumado a la necesidad de crecer profesionalmente. Sirva mi texto de homenaje a la más bonita y loca historia de amor que he vivido. Ojalá llegue a su contraparte y pueda recordar mientras sonrie: "Necesitas ser feliz"

  • TAS dijo:

    Ella puede pensar que no es nada, que no la quiero; pero no hay nada en este mundo destruido que me dé tantas fuerzas para seguir; algún día lo sabrás Yadira, algún día. TAS.

  • Anna y Liu dijo:

    Que es el amor? Amor es una palabra muy corta,pero con un significado muy extenso y curioso,ya que algunas personas opinan que el famoso “amor” es lo peor que les ocurrió en sus vidas,otros sujetos afirman que el dicho sentimiento tan interesante te lleva al mismísimo éxtasis. Y queridos lectores les seré franca,mi experiencia en el amor ha sido como una bomba atómica lanzada en plena ciudad a media noche,(algo totalmente inesperado y catastrófico)…Pero,después de todo desastre las ciudades pueden restaurarse,hasta incluso crear una nueva y mejor en todos los ámbitos. Entonces mi pregunta es…que opina usted sobre el amor?

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