Martí, de todas partes
Desde la tarde del 1ro de julio de 2019, a cuatro años del anuncio del restablecimiento de relaciones diplomáticas entre La Habana y Washington, una escultura del Apóstol se yergue en la capital estadounidense.
El constante desvelo de Martí por la independencia de la Isla y el continente quedó plasmado en el bronce: la mirada cansada, pero alerta; la postura serena; la huella del presidio y la búsqueda insaciable de conocimiento. Nada escapó de la mano del artista José Villa Soberón.
Su presencia en la embajada de Cuba en Estados Unidos evoca la voluntad de acercar a dos pueblos a los que separa, por estrecho margen, la geografía.
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Si me permite, Andy, agregar que esa fue la escultura que recibió, hace unos años, en mayo del 2020, parte de los disparos que un ?desquiciado? hizo contra nuestra embajada. Otro atentado terrorista contra nuestro país. Otra de las tantas balas del odio que recibe nuestro Martí de los enemigos de la Patria. En aquella ocasión escribí: "Ese ni estaba loco, ni desquiciado. A otro con ese cuento. Si acaso, tomo un poco de cloro, lavaplatos o se insoló con rayos ultravioletas, siguiendo las ideas de su presidente (Trump, en aquella época). En serio, es una más de las múltiples agresiones que hemos tenido que enfrentar de parte de esa recua de apátridas en estos 62 años. Me sumo a la idea de proponer que no se reparen las huellas de los proyectiles ni en las columnas, ni en el asta de nuestra Bandera, ni en la estatua de nuestro Apóstol. No son destrozos, son huellas que evidencian la impotencia de nuestros enemigos, testigos de la guerra que se nos hace, monumentos a nuestra resistencia. Coincidentemente, este cobarde acto se produce a la par de la mayor virulencia de la administración Trump hacia Cuba. Ni lo van a reconocer, ni mucho menos a condenar. Siguen sin aprender que aquí no se rinde nadie. !Viva Cuba Libre. !Patria o Muerte! !Venceremos!"