La noche en que se tomó la Tángana
Recuerdo, hace un año ya, el olor del café colando mientras discutía en Telegram por qué era necesario hacerla mañana mismo, por qué no podía esperar un mes. Recuerdo, después de que decidimos la urgencia, tomarme el café de un buche, porque la prontitud pedía no regodearse en sabores.
Recuerdo la reunión en aquella casa, mi doble nasobuco, mi distancia, a pesar de la necesidad de un abrazo, los discursos, el orden, la llegada de aquel, anunciando que uno tenía que ir a la televisión, el pantalón que tuvo que ponerse porque en shorts no se podía, el aplauso porque “la echó”, porque “¿viste lo que dijo?”, la convocatoria.
Recuerdo que hablaran del nacimiento de un grupo paramilitar, del raspe que le dieron al que lo dijo. Recuerdo del silencio que no me dejaba dormir, pensando en los socios que me habían abandonado, socios que decidieron apartarme, porque no supe amar como ellos o amar lo de ellos, o porque quise plantarme frente a ellos a explicarles por qué no quería amar así.
Alguien dijo: este muchacho perderá muchos amigos por esto, otro le respondió: si los pierde no eran de verdad. Así nos sentimos varios, menos mal que hay compañeros dignos en cada centímetro del espectro, menos mal que nunca estaré solo.
Recuerdo la mañana aquella desde el sol hasta el piso, recuerdo la sonrisa de mi compañera en la madrugada, los cientos de abrazos a Abril, era primavera en noviembre. Recuerdo llegar, una mujer parada encima de mí, enganchando un cartel que uno de nosotros había resuelto y que amenazaba lo que creyeran de nuestra espontaneidad.
Recuerdo el nervio del momento de empezar, la decisión de la música, el micrófono temblando en las manos de Josué: “Aquí no hay anticastristas, nos los comemos vivos”, aquello que dijo Damiani de que las instituciones son también las personas que las hacen, aquella necesidad de profundización en la democracia socialista, el saber que solo se podía construir la igualdad desde el socialismo, la justicia social, la poesía, el salto unánime en las canciones, el discurso profundo, el beso más bello.
Recuerdo correr entre dos puntos todo el tiempo porque la niña no podía estar en el bulto y yo debía ayudar en el bulto, recuerdo que no me molestó partirme en dos, que cada canción fuera una mitad.
Recuerdo que decidimos regalarle flores a los que no pensaran como nosotros y vinieran a plantearlo, recuerdo que se quedaron amontonadas, que solo usamos una. Las palabras del presidente, la mano en el hombro de los que estábamos allí.
La noche tomó la Tángana, Quintín Banderas nos sonreía en el Trillo. Recuerdo el abrazo final, un año después entiendo que no era ni el comienzo. Recuerdo que nos miramos todos y cantamos una última canción, recuerdo que empezaba así: “Al combate corred bayameses...”
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Realmente fue hermoso, muy hermoso, ver a tanta juventud comprometida con su Patria, pero comprometida de verdad, y no debajo de las faldas de Goliat, si no como el verdadero David.
Gracias, muchas gracias, tenemos una dura tarea por delante pero con mucha confianza en los jóvenes y en todos los que amamos esta Revolución
Los jovenes en el momento de la verdad responden a su identidad , su cultura su cubania...menos mal...