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El nocaut de Lopetey

Por: Dairon Martínez Tejeda
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Carlos Lopetey Nuevo. Foto: Dairon Martínez Tejeda/ Venceremos.

Carlos Lopetey Nuevo pudo ser boxeador, porque no hay como nacer en la casa del trompo para saber cómo se baila, y Carlos es de San Vicente, tierra natal de Félix y Erislandy Savón, multipremiados peleadores de Cuba.

Sin embargo, prefirió ser médico, bueno, más bien estudiante de Medicina, así que por el momento los únicos guantes que usa no son precisamente para golpear y sí para sanar, para protegerse en el nuevo ring que le ha deparado la vida.

Lopetey labora en el centro de aislamiento de la Universidad de Ciencias Médicas en Guantánamo, allí la lucha es dura y se ha extendido más de seis meses esquivando y defendiéndose del nuevo coronavirus, mientras recibe el aliento de la familia, desde el municipio de Manuel Tames.

La pelea comenzó el 6 de febrero, me dice Carlos. “Un amigo y yo que pesquisábamos en Jamaica, decidimos que era tiempo de hacer algo más por la salud del pueblo. Preparamos valijas y salimos rumbo a la ciudad del Guaso; desde entonces estamos aquí, y hace casi dos meses no voy a casa, el nuevo rebrote me retuvo cuando pensaba que todo estaba controlado”, explica y afirma:

“Vine por convicción, por el deseo de asistir a las personas en esta situación extrema en la que hasta mi familia puede alguna vez enfermarse y necesitar cuidados, los mismos que yo ahora doy a otros, aunque apenas estoy en tercer año de la carrera y la pandemia no nos ha dejado avanzar en el curso”.

La Universidad de Ciencias Médicas ha sido, desde que inició el azote de la COVID-19, un centro clave para la atención a los enfermos: sospechosos, contactos de positivos, confirmados con el virus, viajeros... han pasado por esta institución, que en el actual y crítico escenario que vive la provincia, alberga, además, una sala de terapia intensiva, anexa al Hospital General Docente Dr. Agostinho Neto para casos graves y críticos.

Lopetey ha vivido buena parte de los cambios en ese centro, haciendo de todo y por todos, como pantrista, pesquisador, fumigador, ropero, mensajero y cualquier tarea que sirva al personal médico o a los enfermos.

“Y nunca he cogido el virus, estando ahí cerca de la zona roja, porque uno pone el mayor esfuerzo en cuidarse y prevenir el contagio. He tenido compañeros enfermos, he visto gente agravarse y morir pese a que se hace lo imposible por salvarlos, pero de todo se aprende. Aquí dentro y allá afuera los errores cuestan vidas”, apunta el joven mientras confiesa que estando en estas lides su familia se mantuvo en cuarentena, porque dos de sus primos se infectaron.

Carlos sabe que ya todos están bien, la madre sana, los demás atentos, pero las cifras le preocupan, el pueblo es una zona de riesgo, ¡de guerra!, por la dispersión de positivos. Su corazón está allá, pero el deber le atrapa en este lado, “donde también se requiere tanta atención y esmero como en Manuel Tames”.

“He visto ingresar a personas residentes en una misma casa, contagiados incluso de nuestro barrio, familiares de compañeros de estudio, y de aquí, del trabajo. A todos se les trata igual, se les cuida y brinda esperanza, para que confíen en los médicos, quienes pese a las carencias y dificultades, dan los mejor de sí para salvar a los pacientes.

“Trabajar en un centro de aislamiento es vivir en tensión, poner tus nervios a prueba, al límite, pero hay que estar aquí para comprender la grandeza de lo que los cubanos hacemos para superarnos y sobrevivir juntos”.

La voz de Lopetey se hace más fuerte cuando habla de los colegas doctores, quienes apenas duermen, y por cuyo esfuerzo siguen siendo más los recuperados que los fallecidos, esa es la meta: sanar, siempre sanar al otro.

“Uno se encariña con tanta gente, con el que llega y sale; el que agradece y el que no; el que te hace sentir como hermano y te da el móvil para mantener el contacto; el niño y el anciano que ves en cama y quieres donar parte de ti para ellos. Solo espero que quienes pasen por aquí, cuando salgan sean los primeros en exigir a los demás, para que nadie vuelva a caer en esta situación”.

Cuando empezó el azote del nuevo coronavirus, y cerraron las escuelas, Carlos Lopetey colaboraba con su área de salud para enfrentar la pandemia. Nadie en casa le detuvo. Para él este era el momento de demostrar su vocación, y en Ciencias Médicas lo está haciendo en la faena diaria, polifuncional, junto a su amigo y compañero de batalla Eugenio Sayú Duvergel, los “muchachitos” de Manuel Tames que vinieron a Guantánamo a darle duro al SARS-CoV-2 y que con cada acción y vida preservada, acercan a Cuba al nocaut sobre la COVID-19.

(Tomado de Venceremos)

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  • Sandra dijo:

    Muchas felicidades para ellos, digna labor. Cuídense mucho, mucho.

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