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Comisario a mi pesar

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Me parecía poco probable que, luego de que nuestra conversación con el periodista Ramón Lobo, mientras almorzábamos en Madrid en el Café de Oriente, el viernes 14 de mayo, le diera pocas oportunidades de corroborar sus prejuicios políticos y su incapacidad democrática, el diario que lo emplea, El País, publicase nada de lo que allí se habló. El austero costo del almuerzo podía incluso justificar la decisión. Fue una de las inmediatas impresiones con las que Rosa Míriam Elizalde y yo bromeamos, además de con la desesperación del periodista porque jamás apareció el fotógrafo. En principio, me resultó incómodo descubrir que ni conocía ni anotó mi nombre, aunque basta colocarlo en la barra de cualquier buscador para llevarse al menos una idea. Luego, al escucharlo equivocarse con otros personajes de mucha mayor repercusión mediática, se hizo evidente que estaba tan desinformado, que dependía apenas de clichés al uso, que ni siquiera entró en temas considerados "difíciles" para quienes, según la norma de la galopante contrarrevolución, trabajamos por guión. Y era evidente, como la propia Rosa Míriam lo anota, que el guión de rigor estaba previamente escrito para una publicación en la cual fines predeterminados justifican cualquier tipo de medio. Que tuviésemos diferente criterio, y que al mismo tiempo no repitiésemos la línea de consignas oficiales (o sea, que tuviésemos opinión propia, diferente a la que decía tener) parecía un poco más de lo que estaban dispuestos a admitir.

A pesar incluso de que se le dieron datos, elementos, impresiones, razonamientos que daban testimonio -testimonio, insisto- del ejercicio de la crítica y las transformaciones internas cubanas, el señor Lobo prefirió convertirlas en un acto de "marketing político" y dio por sentado, además, que repetíamos un discurso oficialmente planeado. Le hablé de la publicación que edito -Hacerse el cuerdo-, que se coloca en web, para que comprobara el tono de las críticas que, dentro, se llevaban a efecto. Se mostró, en los pocos cruces de opiniones que intentó sostener, incapaz de demostrar sus criterios, desde luego contrarios a los que sostuvimos. Me pareció uno de esos periodistas, que también tenemos por acá, firmes en su objetivo de no apartarse de los planes temáticos ni de la construcción sintáctica prevista. Cuando más, como cuando recurrió a los chistes, su actitud fue de inamovibles prejuicios y opiniones monolíticamente construidas. Acaso le molestara a Lobo que, por mi parte, entrara en valoraciones de tipo sociológico sobre la supeditación de oposición por democracia que lleva a cabo toda la campaña internacional de injerencia en el socialismo cubano, es decir, la guerra directa contra la soberanía nacional; y acaso además le molestara escucharme definir, someramente, para no apabullar con sobredimensionamientos teóricos al desarmado interlocutor, qué es una verdadera oposición, un grupo de presión y cómo se comportan los casos referidos, de los que poco conocía, en la sociedad civil cubana. Y estas cosas, mire usted, también las he estado publicando en web. Pero, es así y solo así, cuando las conclusiones están dadas antes del debate, no hay nada más seguro que ignorar.

El señor Lobo, de acuerdo con la habitual norma del diario que lo emplea, no circula ideas, sino constructos ideologizados, no ofrece a sus lectores verdades, sino mentiras insidiosas, amén de un aprovechamiento banal de la apariencia. Busca desacreditarme por la antigüedad de mi ropa, por su color, por la ubicación geográfica del lugar donde vivo (ya que la asociación cuyo comité de escritores presido no es "local", sino nacional: se trata de la UNEAC (Unión de escritores y artistas de Cuba, con sedes de rango similar en todas las provincias del país), cargo que se ocupa por elección de sus propios miembros y no por designación de nadie y por el cual no se recibe retribución económica alguna. Y prueba además a desacreditarme con una absurda paradoja: me considera un comisario listo para socorrer a Rosa Míriam, entrenado para que "no surjan los grises" en la charla. De no haber sido un ignorante extremo de nuestras circunstancias, el periodista se habría ahorrado el ridículo de fallar un penalti sin portero.

Claro, que todo puede resolverse publicando el contenido de la conversación. Si tanto defendemos la verdad, pongamos la verdad en blanco y negro, sin los grises de la adaptación del periodista, empleado de El País. Pudiera verse entonces el tono de intercambio, el argumento en su expansión posible. Si el bloqueo, no embargo, como escribe, es pretexto, que lo quiten y ¡ya!, ¡a la porra el sistema caduco!, ¿No es verdad? Y, por si no fuera suficiente, pudiera comprobarse que fueron tres los chistes que cruzamos. Primero, el que él evoca una vez que se le han contestado la mayoría de sus inquietudes; consistía en el clásico panorama de varios jefes de estado que llaman al diablo, al infierno, y reciben altos costos por el concepto de larga distancia, en tanto la llamada de Fidel (Castro) resulta ser local. Contado, sí de su parte, con excesivo alargue de la situación y poca gracia. Un chiste de antiguo repertorio, como con facilidad se aprecia, cuya autoría adjudicó a su colega Mauricio Vicent. El segundo chiste se lo ofrecí de inmediato, lo he publicado incluso, y se resume a partir de que, luego de hibernar por siglo y medio, Gorbachov vuelve a la existencia a mediados del siglo XXII y, tras numerosas preocupaciones, pregunta qué ha sido de esa isla del Caribe que insistió en seguir hacia el comunismo. La respuesta es: -No se preocupe, Mijaíl, que eso está al caerse. El tercero de los chistes lo cuenta él mismo en su amañada reseña y lo hizo al final, cuando estábamos a punto de levantarnos y él seguía insistiendo en marcar el teléfono de su fotógrafo.

El trabajo de Lobo, contrario a lo que le adjudica a Rosa Míriam Elizalde, no es difícil: puede mentir arteramente y seguirá siendo considerado un portador de serias opiniones; puede desconocer la libertad de opinión y seguirá siendo aceptado como un exponente de la diversidad; puede discriminar al otro por la elección de su ropa y seguirá siendo aceptado como un controlador del juicio; puede ser un analfabeto político y seguirá siendo instructor de concepciones altruistas (nos confesó que era de izquierdas); puede comportarse como un perfecto ignorante y seguirá sintiéndose un ente superior. Este señor periodista no sólo ignora mi nombre, sino mi obra literaria, publicada en Cuba y no muy complaciente que digamos. Allí debía ir, para que se entere de cosas que tal vez rompan su esquema. Pero leerse algo, de repente, acentuaría no sólo su cuota de ignorancia, si no la certeza de que lo que estoy diciendo responde a un ejercicio vivo, latente en la bloqueada Cuba que vivimos. Y hay mitos que no se pueden arriesgar, a menos que se esté dispuesto a enfrentar el peligro de despido.

Si, por mi parte, dudaba de que El País publicase nuestra conversación, seguro estoy de que no se tomará el trabajo de incluir en sus páginas ningún comentario de respuesta. Es algo a tal grado opresivo, violador de la libertad de opinión y el derecho al ejercicio democrático del criterio, que por sí mismo se impone. Por paradoja básica, es la expresión del temor de quien se sabe con suficiente poder como para hundirse en el caos si lo pierde. Un monopolio sólo admite lo que a su monopolio beneficia. Un alienado, neopanglosiano feliz con su soldada, no admite más que lo que el monopolio del cual es propiedad está dispuesto a admitir. Son, en efecto, conductas muy antiguas, oscuras, comisariadas por la norma del lobo que de periodista se disfraza.

Se han publicado 5 comentarios



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  • Juan Bautista Serrano dijo:

    Muy bien Jorge Angel. ¿Qué esperabas del País, o de ese pobre periodista que va al dictado de una empresa empeñada en difamar a la Isla, dirigido en su contenido por el capital yanki? Ser de izquierdas en España seguramente que era para él no ser de extrema derecha. Sí que hay izquierda en España, pero no en ese periódico. ¿Se olvida que el patriarca Polanco montó todo su emporio en tiempos de Franco, y sin ningún problema? Pobres gentes, qué falta de dignidad.

  • Lemuel dijo:

    Pascual Serrano primero, y luego Rosa, Patricio y ahora tú habéis dicho todo lo necesario sobre este rutinariamente sucio episodio prisaico o polanquero, pero callais acerca de lo peor. Y lo peor que habría que denunciar, y que todos silenciais en cambio fervorosamente, es la total falta de autocrítica mostrada por vosotros mismos ante este "atentado terrorista mediático".

    "Critican al enemigo, no se critican ellos mismos": este es, a mi juicio, uno de los más graves errores e insuficiencias de la crítica marxista. Cierto es que no hay organización más o menos comunista que se olvide de subrayar solemnemente en sus estatutos la necesidad y la importancia inexcusables tanto de la crítica como de la autocrítica revolucionarias. En la práctica, sin embargo, presenciar la menor autocrítica de un izquierdista es tan raro como verle comulgar con hostias hexagonales.

    Parece claro que Rosa Miriam Elizalde cometió un error de mucho bulto al prestarse tan amablemente a los paisanos para que hiciesen el más grosero anticastrismo a sus costillas. A mí me resultó del todo incomprensible el comportamiento de esta curtida periodista cubana, y sigo sin saber a qué carta quedarme: ¿es que no supo prever lo que deseaba hacer e hizo con ella el polanquismo?, ¿imaginó que el tipo ese, Lobo, era un buen muchacho que, circunstancialmente obnubilado quizá por la reacción, acabaría al fin pasando por las horcas caudinas de la decencia política y el respeto a la verdad?

    En todo caso: ¿dónde está la imprescindible autocrítica de la, en este caso concreto, muy ingenua Rosa?

    ¿Y dónde la de Pascual, Patricio y tuya personal?...

  • danDDv77 dijo:

    Pues es de lo más normal que alguien no sepa el nombre y que se sorprenda de alguien que no estaba invitado a la entrevista. ¿O no es así?. Que es lo que no queda claro.

    Enlazo a la nota criticada:
    http://www.elpais.com/articulo/ultima/Cuba/tardo/horas/subir/video/YouTube/elpepiult/20100521elpepiult_2/Tes

  • Raul Felipe Sosa dijo:

    Estoy de acuerdo en todo lo que dice el periodista Jorge Angel y no dudo nada, absolutamente nada, de lo que son capacez de hacer los agentes de la desinformación del País, con tal de denigrar y pisotear la integridad moral, no solo de la Revolucion sino de cualquiera que sea partidario de esta. Por lo tanto siguiendo las enseñanzas del Che: "...al enemigo ni un tantico así...". Lo cierto es, que todos sabíamos de antemano que esto iba suceder, que esta entrevista se iba a manipular, llegando como siempre a la mayor bajeza moral. Por lo tanto estos periodistas cubanos no debíeron en ningun momento tener una conversación con un inviduo como este. Se dialoga con un rival si este merece la pena, si creemos que el dialogo va hacer un dialogo constructivo, sobre la base del respeto a la profesión y a la integridad de la personas.

  • Agustin Dimas López Guevara dijo:

    ¿La entrevista? ¿Almuerzo...? Bueno por lo que he podido escarbar de eso que llaman
    Entrevista con almuerzo … del Lobo Ramón; es para echarse a reír. Llamarle entrevista a una conversación incoherente, a la espera de un fotógrafo que nunca llegó para que dejara constancia grafica del menú, del traje de Jorge,- fuera de época y de temporada- no como los debe tener el mencionado del corte inglés; porque este Lobo se fija más en los atuendos exteriores que en las interioridades del pensamiento y las ideas, es menos astuto que el Lobo de la Caperucita. Lo menos que podía haber hecho era informarse bien de qué personas iba a entrevistar. Saber algo sobre la obra de Rosa Miriam y Jorge, porque ya sabemos que de Cuba no sabe ni sabrá nada más que de la fiebre anticomunista que le roe las viseras. Espero que además de las respuestas que han escrito Rosa Miriam y Jorge, tengan material para escribir algún cuento de ciencia ficción, y que por favor no me dejen de mencionar la sepia de goma que mastico Rosa.
    Agustín Dimas López Guevara

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Jorge Ángel Hernández

Jorge Ángel Hernández

Poeta, narrador y ensayista cubano. Dirigió la revista de cultura "Umbral", de Villa Clara. Ha publicado decenas de libros de poesía, novela, cuento y ensayo.

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