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Prohibido olvidar las señales de los tiempos

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 …Ustedes pues, conocen e interpretan los aspectos del cielo,
¿y no tienen capacidad para las señales de los tiempos? (Mateo 16:3b).

Introducción:

Este pasado 29 de agosto se conmemoró el cuarto aniversario de la tragedia del huracán Katrina y quedó demostrada una vez más la pérdida de memoria, selectivamente, por parte de los medios de comunicación corporativos en específico, del pueblo estadounidense  en general y la llamada Iglesia en particular.

Es curioso, en las Torres Gemelas muy conveniente se dijo que jamás olvidaremos, mientras que para Katrina fue contraria la actitud porque siempre se dejó entender que es necesario olvidar los errores que cometemos y recordar los que cometen otras peronas. De aquí la lentitud para la reconstrucción, el impedir el retorno de sus habitantes y el olvido voluntario por parte del Congreso de Estados Unidos.

Katrina: una acción deliberada por terroristas  estadounidenses  cristianos/as:

En su mensaje semanal radial el presidente Barack Obama  dejó claro por un lado que tiene planes futuros de visitar a New Orleans y por otro lado nos dijo que se hace necesario el que aprendamos de las lecciones de Katrina. Mientras él demagógicamente especulaba sobre los “valores cristianos” y “administración democrática” yo meditaba cuando el compañero y hermano Jesús confrontó a los fariseos y saduceos diciéndoles: … Ustedes pues, conocen e interpretan los aspectos del cielo, ¿y no tienen capacidad para las señales de los tiempos? (Mateo 16:3b).

Por desgracia lo único diferente que la administración de Obama ha realizado hasta este momento es solo de reconocer el que no se haya comenzado el trabajo de reconstrucción y sanación.  De aquí entonces su demagogia ante la realidad de las señales de los tiempos que tiene en la cara y que trata de ignorar. Lo peor es que ante las señales que Katrina sigue dejando ver, Obama ha caído en la misma vivencia estúpida de Bush:   incompetencia, insensibilidad, simpleza y fanatismo cristiano.  

De aquí el penoso escenario que en ningún momento es su evaluación acusó a la administración Bush de haber utilizado el dinero asignado para New Orleans para sus guerras en Irak y Afganistán y haber enviado a la Guardia Nacional a pelear las mismas.  A esta miopía política se le reconoce como encubrimiento o impunidad. Yo cada día estoy con mayor convencimiento que esta acción criminal y su encubrimiento, es una acción deliberada por terroristas  estadounidenses  cristianos/as.

Esta realidad humana, de no tener la capacidad o de no querer entender las señales que se están presentando puede ser deliberada o involuntaria.  Ahora bien, de la misma manera tengo claro  que ambas producen una especie de  analfabetismo socio-político que no permite ver o leer lo que en contexto está sucediendo.  Aunque tengo claro que tanto la administración de Bush como la de Obama, lo que estuvieron haciendo y siguen haciendo con las señales de los tiempos de Katrina  es deliberado, por lo tanto esto debe de ser calificado asimismo como crimen de estado.

Curiosamente en este asunto de interpretar y/o entender las señales, mientras algunas comunidades de fe hacían un llamado a la oración sin acción por New Orleans para otras este asunto tan serio les pasó desapercibido. Lo mismo sucedió dentro del gobierno local, estatal y federal.  ¡Debería de haber una ley que nos diga diariamente que en asuntos de la búsqueda de la justicia, está prohibido olvidar!

Entonces, ¿qué fue lo que no se dijo en este cuarto aniversario, sobre este crimen de odio racial y de clase y en el contexto de tener por primera vez a un presidente negro? Primeramente no se reconoció de una vez y por todas que esto no fue un accidente de la madre naturaleza. Esto fue un genocidio, una acción  premeditada, la cual solo puede ser explicada, jamás justificada, por el pecado capital de la indiferencia. De aquí la necesidad de comenzar por traer a juicio a toda la administración del ex-presidente Bush, incluyéndole a él,  por crímenes de genocidio o contra la humanidad. 

Por otro lado, todavía no aparecen los $100 billones de dólares del presupuesto federal asignado para la reconstrucción y que para aquel entonces la  administración del Presidente Bush desapareció para poder usar en sus guerras colonialistas. Ahora la administración del Presidente Obama está encubriendo y este es otro pecado capital.  

Además, ¿dónde están los $100 millones de dólares que el gobierno federal asignó bajo la administración del Instituto de Salud Pública de Louisiana para la construcción de una serie de clínicas de salud comunitarias? O tal vez, ¿dónde están las clínicas?   

Igualmente, la región sigue siendo un área vulnerable para futuras inundaciones porque los planes de prevención no se han realizado apropiadamente. Súmele a todo esto el que todavía tenemos más de 30,000 familias desplazadas por todo el país sin esperanza de retorno y la escases de viviendas es un problema primordial. El trauma del desplazamiento y estigma hacia las personas sobrevivientes ha sido peor que el mismo huracán. ¿Qué tiene en común estas personas? Son negras en su mayoría, inmigrantes invisibles  y pobres en su totalidad. 

Y por desgracia parece ser que jamás sabremos con exactitud cuántas personas murieron y esto incluye a las/os inmigrantes Latina/os que residían en esta zona, quienes para el censo, los medios de comunicación y organizaciones progresistas eran y siguen siendo invisibles, porque muchas/os eran indocumentadas/os. O sea, Katrina también desenmascaró la xenofobia estadounidense. Lo único que se dice extraoficialmente es que las muertas sobrepasan el número de 1,800 personas. Eso yo lo creo piadosamente: que son mucho más. Por desgracia el racismo, el clasismo y el xenofobisno como conductas de exclusión y opresión no solo promueven comportamientos de negligencia por parte de quienes están en el poder, sino que asimismo justifican la construcción social de la criminalización.   

Definitivamente, Katrina no debe de pasar al olvido ni mucho menos sus víctimas. Son nuestras/s hermanas/os que claman por justicia. Que jamás el dolor ajeno me sea indiferente. Es más, que no lo vea como dolor ajeno porque esta es una manera de privatizar las emociones; este dolor es parte de mí.

¿Dónde está la llamada Iglesia en todo este enjambre de las señales?

Entre todas estas atrocidades en este momento lo que más me perturba es el silencio incriminatorio de la Iglesia (aquí me refiero a las comunidades de fe de cualquier práctica religiosa)  de querer desconocer las señales de los tiempos.   

Como medida antídota a esta irresponsabilidad e irreverencia de la Iglesia cada vez me  convenzo más y mas de la necesidad de tener un Cristianismo Revolucionario (de nuevo, puede ser lo mismo dentro del Islam, Judaísmo, Yoruba, Budismo, etc.) aquí en Estados Unidos con la capacidad producir una Iglesia (o Iglesias) como un proyecto de liberación aquí en la tierra con la capacidad de aprender directamente del pueblo de cómo crear las condiciones para la justicia. O sea, una Iglesia que sienta y actúe con el pueblo. Por lo tanto hay la necesidad de hablar con acciones –y de ser necesario confrontar y retar- a quienes están en el poder porque nuestra meta es poder lograr un cambio. Comencemos por reconocer que este aniversario de Katrina no lo manejamos adecuadamente, vamos a corregirlo.

No podemos acomodarnos a la opresión, exclusión y explotación que existe porque contradice todos los principios básicos del proyecto de liberación de nuestra Diosa. Es necesario realizar una especie de exorcismo comunitario contra los demonios de la apatía porque este ha  dejado como resultado la práctica del pecado capital de la indiferencia. Tampoco podemos seguir con la retórica de la segunda venida de Cristo fuera de un contexto socio-político. Para las víctimas de Katrina la segunda venida de Cristo ya pasó. ¿Cómo fue? Vergonzosa, desesperanzadora y humillante. Ha sido lo mismo para quienes quedaron con vida. 

Recordemos que dentro del paradigma de liberación del hermano y compañero Jesús es sumamente importante reconocer primeramente que la Iglesia tiene una responsabilidad pública de examinar críticamente las señales del diario vivir. Las señales antes y después de Katrina fueron y siguen siendo ignoradas por la Iglesia. Ahora bien, esta responsabilidad no está limitada a la reflexión pasiva de descubrir lo que está mal en esta sociedad.  Esto sería el tratar de atontar místicamente la conciencia del pueblo. Lo que se quiere es despertar, organizar y movilizar al pueblo hacia su liberación, y en este proceso revolucionario las comunidades de fe también tienen una responsabilidad trascendental.  

Es del mismo modo una responsabilidad pública de la Iglesia la de echar abajo la teología de la exclusión creada por la clase dominante y gobernante para mantenerse en el poder con explicaciones que le atribuyen erróneamente a Dios la necesidad de que existan personas (grupos o países) subordinadas, colonizadas, explotadas, marginadas, etc.  De aquí el que se haga real lo que nos sigue diciendo nuestro San Romero de Las Americas: la Iglesia tiene que convertirse en la voz de quienes no tienen voz. Las víctimas de Katrina siguen estando sin voz. Asimismo, hubo y siguen habiendo personas ignorantes que mercadean el mensaje erróneo que Katrina fue un castigo de Dios. Estos discursos fatalistas de proyectar a nuestra Diosa como una divinidad que se caracteriza por un sadismo escolástico y un pueblo que se caracteriza por un masoquismo místico, tiene que ser rechazado y combatido.  Esto es un disparate escolástico inventado por la clase dominante para poder seguir evadiendo responsabilidad ante este genocidio.

Es por todo esto que mientras más leo y aprendo sobre la vida del compañero y hermano Jesús mucho más me convenzo de la relación recíproca y complementaria que debe de existir entre la fe y la política radical. Es por esto que creo firmemente en una religión (o religiones) revolucionaria.

Pescando en aguas revueltas:

Ahora bien, estos disparates cometidos por el terrorismo cristiano y asimismo por la llamada Iglesia de Dios por un lado ha sido generalizado y por otro lado utilizado como excusa para promover el ateísmo como la alternativa. Primeramente, esto no es un problema de creer o no creer en Dios. Esto es un problema de gente maléfica, monstruosa y explotadora que no tienen respeto para la humanidad. Los hay de todas clases, incluyendo quienes creen y quienes no creen en nuestra Diosas. Es por esto que de la misma manera que estoy en contra de cualquier militancia teísta que dirige sus vanos esfuerzos proselitistas hacia las personas ateas, asimismo estoy en contra de la militancia ateísta que con sus ideas absurdas de secularización tratan de justificar la propaganda antirreligiosa. La militancia progresista y/o de izquierda debería de una vez y por todas de tener la capacidad no solo de respetar sino también de apoyar a movimientos religiosos progresistas y/o de izquierda. Hay la necesidad de trabajar en unidad diversa.

Nuestra labor como personas creyentes y practicantes de la divinidad en el contexto de la justicia terrenal es la de producir, evaluar y continuamente reconstruir una teología (o teologías) social pastoral de acción que desenmascare y desmantele las maneras en que se construye, se manipula y se mercadea en nuestra sociedad capitalista el control no solo de los medios de producción, sino asimismo el del conocimiento. Ahí tenemos el caso de decir que Dios sabe por qué envió a Katrina; tremendo desbarro. Y mucho más importante, cómo dentro del contexto de las relaciones de poder –como lo es el clasismo, racismo, sexismo, etnocentrismo, cristocentrismo, heterosexismo, adultocentrismo, xenofobismo, etc.- este conocimiento produce una reinterpretación, equívoca por supuesto, de la divinidad presentándole por un lado como una fuente de experiencia pasiva, neutral y despreocupada y por otro lado como alguien que tiene la necesidad necia de poner a prueba a sus seguidores/as, pretendiendo ignorar las luchas del diario vivir del pueblo como lo son el poder comer, tener un trabajo con un salario decente, tener un hogar decente, poder tener acceso a servicios médicos y educativos, que no se le discrimine, etc.

Conclusión:

No podemos seguir siendo cómplices de todos estos crímenes, por lo tanto comencemos por reconocer que está prohibido olvidar las señales de los tiempos si es que creemos en la paz con justicia. Muy en particular, está prohibido olvidar a los terroristas políticos y a las víctimas de Katrina. Sigamos construyendo revoluciones dentro de las trincheras que representamos-sociales, políticas, culturales, religiosas, etc. Lo que queremos en un mundo diferente, pero mejor. ¡Vamos a construirlo con el amor solidario, la verdadera religión y el sacramento más importante!

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Luis Barrios

Luis Barrios

Sacerdote episcopal, periodista, sicólogo, activista comunitario. Presidente y Profesor del Departamento de Estudios de América Latina del Joh Jay College of Criminal Justice, de la Ciudad Universitaria de Nueva York.

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