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Cuba y la formación de su soberanía

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Este 26 de julio se conmemoran cincuenta y tres años del ataque de un grupo de jóvenes revolucionarios, encabezados por Fidel Castro, a los cuarteles de la dictadura de Fulgencio Batista en el Oriente cubano. Este aniversario marca el inicio de un proceso de descolonización e instauración de una auténtica soberanía en un país que padecía casi un siglo de dependencia norteamericana.
La vinculación con España ya estaba desarticulada a mediados del siglo diecinueve. Cuba mantenía un comercio más activo y dependía económicamente más de Estados Unidos que de España. Entre la isla y su metrópolis los vínculos eran más culturales y políticos que financieros. La isla no se independizó a inicios del siglo diecinueve, como el resto de las naciones americanas, porque la burguesía cubana no estimó que la soberanía era un buen negocio en ese momento. Se desarrolló, sin embargo, una fuerte corriente anexionista que pretendía que la solución de todos los males residía en convertirse en un estado más de la unión americana.
Los dueños de las plantaciones azucareras creyeron, oportunistamente, que las múltiples ofertas de absorción de la isla realizada reiteradamente por presidentes estadounidenses, de Jefferson a Buchanan, sería una corriente provechosa a seguir. Frente a ellos se alzó el primero que tuvo una idea de una república independiente, Carlos Manuel de Céspedes, que inició un proceso revolucionario en 1868, situándose a la cabeza de los amos de Cuba y anulando sus designios anexionistas y reformistas. Desde entonces la historia de Cuba se ha caracterizado por estas dos tendencias: una conformista, lucrativa, ansiosa de las ventajas que proporcionaría aliarse a una nación poderosa. Otra rebelde, nacionalista y popular.
El segundo visionario que vio en la independencia el camino a seguir fue José Martí, quien organizó un nuevo episodio insurgente, la revolución de 1895, que sí logró desembarazarse de la tutela española pero no pudo evitar que los Estados Unidos se apoderase de las riquezas cubanas. Se accedió a una emancipación ficticia que presumía de algunos símbolos republicanos en lo político, pero de una total dependencia en lo financiero.
Según afirma Lionel Soto, en su obra canónica La revolución precursora de 1933, en 1895 la inversión de capital norteamericano en Cuba ascendía a cincuenta millones de dólares. En 1927, en el breve lapso de treinta y dos años, esas inversiones ascendieron a 1,500 millones de dólares, convirtiendo a Cuba en un país monoproductor y monoexportador, cuya principal fuerza trabajadora consistía en un cuarto de millón de macheteros, cortadores de caña, y un 96% de sus exportaciones dirigidas a Estados Unidos y dedicadas al azúcar y el tabaco.
El nuevo libertador, tras Céspedes y Martí, que echó a andar un proceso emancipador fue Fidel Castro. El 26 de julio de 1953 se convierte así en el tercer intento de alcanzar la soberanía cubana tras el 10 de octubre de 1868 y el 24 de febrero de 1895. Sólo que la alta y ambiciosa meta de la autarquía halló un imperio decidido a no dejarse arrebatar su jugosa presa. Medio siglo de luchas políticas y combates armados han sido necesarios para no dejarse arrebatar, en esta ocasión, la emancipación tan trabajosamente alcanzada.
Este aniversario del 26 de julio encuentra a Cuba en medio de una ola expansiva del hegemonismo de Estados Unidos, que recurre a una agresividad mayor que la empleada anteriormente, para consolidar sus intereses energéticos y su apetito de dominación mundial. El sector conformista, lucrativo y anexionista cubano, los oligarcas que desde siempre antepusieron sus intereses económicos a un nacionalismo popular y el alcance de la justicia social, han emigrado y no cesan en sus operaciones propagandísticas, bélicas y entreguistas.
Si Cuba fuese avasallada por el imperialismo, lo cual no es probable que ocurra, las consecuencias serían desastrosas, a nivel mundial, para todas las fuerzas partidarias del progreso social, de los cambios políticos y de la distribución más equitativa de la riqueza natural. Por eso este aniversario del 26 de julio debe ser una fecha propicia a la reflexión sobre la difícil coyuntura histórica que estamos viviendo, porque con Cuba caerían todos los pueblos del mundo. En una fecha así cabría recordar la exhortación de José Martí, como proyecto político para todos aquellos que piensan con autonomía: "Quien se alza hoy con Cuba, se alza para todos los tiempos".  

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Lisandro Otero

Lisandro Otero

Novelista, diplomático y periodista. Ha publicado novelas y ensayos, traducidos a catorce idiomas. Falleció en La Habana en 2008.