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Bush emula a Truman: salvémonos

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"La violencia es el miedo a los ideales de los demás". M. Gandhi

La sombra de una dictadura civil-militar se cierne sobre los Estados Unidos sin que su pueblo, entusiasmado por la llegada del verano, quiera enterarse de la trágica situación. Está en marcha la formación de un triunvirato, compuesto por el sector presidencial-ejecutivo, el Pentágono con el complejo militar industrial y el Servicio de Inteligencia Nacional, concentrándose el poder en manos de George Bush, Dick Cheney, Donald Rumsfeld y John Negroponte, pero nadie protesta.

El Congreso, atrapado en escándalos de corrupción con el cabildero primero, anticomunista y ahora cristiano republicano Jack Abramoff quien sobornó más de 10 senadores y representantes a cambio de contratos suculentos para sus clientes, está cediendo su poder sumisamente. A la vez, el sector judicial, después de su reestructuración por John Ashcroft quien logró institucionalizar la tortura como método contra el "terrorismo internacional", redujo el concepto de democracia a dos simples categorías: "lo bueno y lo malo para la seguridad nacional", siguiendo la premisa de George Bush: "o estás con nosotros o estás contra nosotros".

Por primera vez en la historia del país, el presidente Bush cedió a John Negroponte, jefe de Inteligencia nacional, la autoridad exclusivamente presidencial de determinar que corporaciones quedan excluidas por motivos de la seguridad nacional de todo el control tributario y de la obligación de tener récords de todas las transacciones, igual como tener sus libros de contabilidad al día. Lo hizo el mismo 5 de mayo, cuando Porter Goss renunció como director de la CIA, y dos días después de que las compañías de teléfono AT&T, Verizon y Pacific Bell fueran acusadas de entregar voluntariamente los récords de llamadas telefónicas desde Norteamérica al extranjero, a la Agencia de la Seguridad Nacional (NSA). Este acto de Bush significa que las corporaciones como Halliburton por una simple indicación de Negroponte podrán hacer lo que les de la gana y sin que nadie les cuestione o fiscalice.

Y esto es nada. La oficina del vicepresidente Dick Cheney ya no reporta desde 2005 - como estipula la ley-, las estadísticas de documentos clasificados y desclasificados. Nadie sabe que pasa allí, ni tampoco se sabrá sobre acciones del vicepresidente, considerado el "poder detrás del poder". La misma oficina elaboró argumentos para que el presidente tenga pretextos de violar o ignorar más de 750 leyes federales. El fiscal de la nación, Alberto Gonzales, también dio su toque novedoso. No permitió por motivos de seguridad nacional, la investigación del "Programa de NSA de Intercepción Telefónica" y autorizó escuchar las llamadas de los periodistas. También por primera vez en más de dos siglos de existencia del país, ordenó el allanamiento de la oficina de un congresista. Fue al demócrata afroamericano por Louisiana, William Jefferson, acusado de corrupción.

Sin embargo, todo esto es nada en comparación de lo que augura Bush al mundo. Dijo hace unos días, en la Academia Militar de West Point que está siguiendo el legado del presidente Harry S. Truman (1945-1953).

Para entender los peligros que se avecinan, recordemos algunas hazañas de Truman: creador de la CIA, Departamento de Defensa y Consejo de Seguridad Nacional. Fue quien ordenó el bombardeo nuclear de Hiroshima y Nagasaki en 1945. La Guerra Fría fue también producto de su imaginación. Alguna vez confesó: "mentí al Congreso sobre el peligro del comunismo para infundir un miedo del infierno a los congresistas".

El 23 de junio de 1941, dos años después de iniciarse la Segunda Guerra Mundial, declaró: "si vemos ganar a Alemania apoyaremos a Rusia, y si vemos que Rusia está ganando apoyaremos a Alemania para que se maten entre ellos". Después de la guerra aprobó un plan de ataque nuclear preventivo, elaborado por el general Curtis LeMay, en caso de tener información del servicio de inteligencia sobre la preparación de la Unión Soviética para agredir a los Estados Unidos. Según el plan, aviones norteamericanos tirarían simultáneamente bombas nucleares sobre cada ciudad de las URSS, de los países socialistas miembros del Pacto de Varsovia y de China, calculando unos 400 millones de muertos en el primer día del bombardeo. Para que los militares puedan hacerlo, el presidente Truman abolió todo el control civil sobre el Departamento de Defensa. Así facilitó desde los años 1940 el involucramiento de los militares en los conflictos en Corea y después en Vietnam, enviando asesores militares y dinero a los franceses envueltos en la guerra.

En su propio país, Truman auspició el macartismo desatando una caza de brujas y haciendo sumergir un país en una paranoia de miedo, desconfianza y soplonaje. Ordenó la persecución implacable no solamente de intelectuales, científicos, artistas que creían en el liberalismo sino más de 20,000 funcionarios del Departamento de Estado, incluyendo a un subsecretario del Tesoro, Harry Dexter, acusados de ser espías comunistas.

Si este es el legado que está acogiendo el presidente Bush para su "iluminación". ¡Que Dios nos proteja!

vpelaez@eldiariolaprensa.com

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Vicky Peláez

Vicky Peláez

Escritora y periodista peruana. Publica sus artículos en Ria Novosti y en otros medios.

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