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Gladys Marín, combatiente de lo grande y de lo pequeño

En este artículo: Chile, Cuba, Silvio Rodríguez
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PRÓLOGO

Recuerdo con particular emoción el acto
de clausura del 7mo Congreso
Nacional de las Juventudes, realizado
el 9 de septiembre de 1972 en el
que llegaron jóvenes de diferentes partes
de Chile, los campesinos del sur, los
mineros del norte . Entre los invitados
jóvenes de todo el mundo estaba
Silvio Rodríguez, todavía
desconocido en Chile, con su guitarra y
su canto....

Gladys Marín en La vida es hoy.
Capítulo VI

Estas Palabras de Gladys me remontan a las circunstancias que hicieron posible aquel primer viaje a un país latinoamericano, lo que marcó mi vida para siempre.

En 1971 llegó a La Habana un grupo de cantores chilenos, en visita muy aplaudida y destacada por la prensa. Enraizada en la cultura latinoamericana, en Chile estaba germinando la Nueva Canción. Isabel y Ángel Parra la traían en su sangre de cantores, legado de la Violeta. Otros, como Víctor Jara, la absorbían de las fuentes primigenias y la hacían sustancia de su escuela. Por todo Chile venia floreciendo un movimiento artístico que, además de en la canción, se reconocía en la plástica como una corriente de diseño basada en figuraciones populares. Esta especie de estilo se notaba en la prensa, sobre todo juvenil, en los carteles propagandísticos, en las portadas de los discos y en murales callejeros de todas las magnitudes. Aquel conglomerado significaba una forma de identidad que trascendía lo estético y se convertía en convicción, en un proyecto, y por lo tanto en rostro de una ética. Los participantes estaban comprometidos con el proceso chileno que encabezaba la reciente presidencia de Salvador Allende. Muchos militaban en las Juventudes Comunistas, cuya jefatura ocupaba una joven llamada Gladys Marín, ya desde entonces defensora de las artes y, por su puesto de los artistas.

Por aquellos mismos años, algunos trovadores de mi generación no éramos bien vistos por cierta zona de la oficialidad cubana. El desacuerdo venia por el contenido - nosotros decíamos que auto- critico - de algunas de nuestras canciones con respecto a nuestra sociedad. Esto daba lugar a malos entendidos, a rumores de diversa índole y en ocasiones a fobia por nosotros. Por eso cuando Gladys propuso invitarnos a los festejos por el aniversario de "La Jota", cuentan que la primera respuesta que tuvo fue silencio. Nunca supe demasiado detalles de lo que sucedió en aquella reunión. Pero recuerdo que para Pablo Milanés, para Noel Nicola y para mí, resulto especial vernos en la Patria de Neruda formando parte de una embajada de la Unión de Jóvenes Comunistas, organización con la que trabajábamos, pero a la que no pertenecíamos.

A Gladys debo no solo aquella visita aleccionadora que nos regalo vivencias y canciones. Hace poco, en los días en que rendíamos tributo a Allende, en el 30 aniversario de su caída, gracias a ella viví otra jornada inolvidable, esta vez en la Asociación de Detenidos- Desaparecidos de Santiago. Allí escuché los testimonios de los familiares, entre los que Gladys es uno más y me pareció que ese encuentro había sido el más impresionante que jamás me había ocurrido en Chile. Tanto como las infamias que denuncian, estremece la convicción de los que no pueden resignarse al olvido.

Con la vida de Gladys sucede la de Chile. No hay acontecimientos en las décadas que no implique una huella mutua. De Curepto a Sarmiento, de Lonquimay a Ránquil, la de Gladys es una historia de pueblo y de elegidos, donde la inteligencia y las convicciones son astros de un especial sistema. La militancia humilde, irse al exilio, perder a su compañero, la clandestinidad de tener a los hijos cerca y no poderlos ver, el espejismo para otros del regreso a la democracia, o sea, los fragores constantes de su existencia alimentan su extensa cultura de la sensibilidad. Disimuladas por su habitual modestia, en este libro hay miles de historias particulares entretejidas con la epopeya de su existencia. Gladys Marín ha sido y es una combatiente de lo grande y de lo pequeño, una abridora de ventanas y puertas, un valioso ejemplar de condición humana que nos muestra su historia, de la que todos formamos parte.

Silvio Rodríguez,
La Habana, enero de 2004.

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Silvio Rodríguez

Silvio Rodríguez

Músico y poeta cubano. Es fundador de la Nueva Trova y autor de canciones antológicas como "Unicornio", "Ojalá", "La era está pariendo un corazón", y muchas otras.

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