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Los ataúdes cuentan

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Prensa Latina

"La prensa cuenta los cadáveres". Así reza el titular de del sitio de noticias Drudge Report, uno de los principales de Estados Unidos. Encima, una foto desplegada de la barriga de un avión carguero con los ataúdes de al menos 18 soldados estadounidenses.

En la propia jornada The New York Times publica en su primera página el dolor de las familias norteamericanas que pierden sus hijos todos los días en Iraq. Las imágenes de funerales, antes censuradas, comienzan a impactar en esa sociedad.

Algo está pasando en los grandes medios de comunicación de la Unión, un reflejo del creciente sentimiento social y de que también hay sectores de poder disconformes con el actual liderazgo en la Casa Blanca.

La ola de descontento comenzó a surgir desde barrios o pequeños pueblos esparcidos por todo el país, adonde fueron llegando los ataúdes revestidos de la bandera de las barras y las estrellas.

Una noche de febrero pasado Richard Dvorin, en East Brunswick, Nueva Jersey, supo que su hijo Seth, de 24 años, había muerto producto de un ataque con explosivos en Iraq. Richard, un veterano de la Fuerza Aérea, hasta ese día "creía realmente que Saddam Hussein era el malo y que estaba en posesiòn de armas de destrucción masiva".

Cuando a Seth lo enviaron al frente de guerra su padre tuvo dudas, pero ese sentimiento ahora es de ira. La suya no es la única familia de militares que ha cambiado de opinión.

El reverendo Tandy Sloan quedó frustrado con la intervención del presidente George W. Bush ante el programa de televisión Meet the Press, en marzo pasado. Su hijo Brandon Sloan murió durante una emboscada de la resistencia iraquí.

"Se pueden cometer errores, pero si usted engaña intencionalmente a la gente, esa es otra cuestión", dijo al diario The Washington Post respecto a una guerra que considera basada en la mentira.

Por su parte The New York Times se fue a un pequeño poblado cerca de Dallas, donde sus pobladores marcharon por las calles en el funeral del sargento Gerardo Moreno. También reportó, desde Florida, la ceremonia fúnebre de Christopher R. Coob, del cuerpo de Marines.

En un inusual despliegue, el Times refiere asimismo el sentimiento de dolor e indignación de la familia y amigos del capitán Brent Morel, uno de los más de 680 estadounidenses que han perdido la vida en la ocupada nación árabe.

Asimismo el diario suscribe la indignación en un suburbio de Milwaukee, donde los pobladores no esconden su ira por lo que consideran el prolongado sacrificio al que se somete al destacamento de la Guardia Nacional en el cual sirvió Michelle M. Witmer.

"Sólo quisiera ir yo misma y traer a mi hija", apunta Marie Galonsky. La hija sirve en la misma unidad y su retorno ha sido demorado ante el incremento de los ataques contra los ocupantes. "La muerte de Michelle nunca debió haber ocurrido", lamentó.

El sentimiento antibélico crece entre los familiares de los que cayeron, sirven en Iraq o están sujetos a ser enviados al frente de guerra. Sobre todo en estos días en que Bush dijo en conferencia de prensa que podría enviar más tropas.

Al propio tiempo, desde las zonas de operaciones el correo trae consigo el malestar de los efectivos estadounidenses que cumplen un año de misión y ahora reciben la orden de permanecer otros tres meses a expensas de los ataques de la resistencia.

El Pentágono dispuso congelar la repatriación de unos 20 mil soldados y ello implica que algunos de ellos quizás ya no puedan regresar con vida a casa.

En apenas una semana el Departamento de Defensa identificó a 64 militares que murieron en accciones combativas. Pero en 15 días el listado superó los 80 y el total de bajas, desde marzo del pasado año, se acerca a marchas forzadas a la barrera de los 700.

La muerte llega a las ciudades, los pequeños pueblos, pero también a Puerto Rico y las islas Marianas. Proceden de todas las armas: la Fuerza Aérea, la Armada, el cuerpo de Marines, el Ejército, la Guardia Nacional y la Reserva. Son tan jóvenes como de 18 años, pero también mayores de 45. Al menos dos son mujeres.

Sus familiares y amigos pasan del dolor privado a la acción. Muchas veces son expresiones espontáneas, pero hay un incipiente movimiento de organización, que resulta inédito incluso respecto a lo sucedido cuando la guerra de Vietnam.

Military Speak Out (MFSO) es la agrupación que en el 20 de marzo pasado, en el primer aniversario de la agresión, organizó manifestaciones frente a la Casa Blanca, la base de Dover, donde llegan los cadáveres, y el hospital del ejército Walter Reed.

Por estos días están en la palestra, con una conferencia de prensa en Washington en la que instaron al retiro de las tropas de Iraq y el fin de una guerra que consideraron injustificada y absurda. Luego se fueron a la Casa Blanca, para entregar cartas de rechazo a la política oficial en Iraq.

Si Bush gusta en llamarse el presidente de la guerra, comienza a recibir el rechazo de los familiares de quienes la tienen que hacer en su nombre.

El silencio se rompe en la prensa, mientras la situación en Iraq se va colocando al centro de la preocupación ciudadana en Estados Unidos, que bien podría resultar decisiva al ejercer el voto en los comicios de noviembre próximo.

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Orlando Oramas León

Orlando Oramas León

Periodista cubano, subdirector del diario Granma.