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¿Los Reyes Magos sospechosos?

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A un policía de Washington le resulta sospechoso un paquete abandonado. De inmediato la calle queda cortada y aparecen unos hombres vestidos a lo extraterrestre que investigan lo que a la postre resultó una falsa alarma de bomba biológica.

Ocurrió por estos días en que Estados Unidos se encuentra bajo la fase naranja de alerta, la penúltima de una escala que grafica el clima de temor decretado desde la Casa Blanca para, según el mensaje oficial, evitar y estar preparados ante eventuales actos terroristas.
Agentes de seguridad fuertemente armados recorren las salas de espera de los aeropuertos, unidades caninas adicionales se unen al patrullaje, también las terminales portuarias, los edificios federales, las centrales atómicas y termoeléctricas, caminos, puentes, fronteras se encuentran bajo fuerte custodia.

Hasta en la gélida Alaska se resguardan los campos de petróleo, en previsión de que la larga mano del terrorismo incursione en ese lejano territorio.

El secretario de Defensa, Ronald Rumsfeld, tan dado a las comparecencias con la prensa, afirma que las fuerzas de seguridad lograron desactivar varios atentados terroristas. Pero, como es usual, no brinda detalles al respecto, ni siquiera para complacer a aquellos incrédulos de todo lo que se dice y repite por estos días.

Solo falta el cintillo de CNN: "Estados Unidos bajo ataque", y por supuesto, las inolvidables y dantescas escenas de las torres del World Trade Center en llamas, antes de desplomarse con su carga humana.

En la Casa Blanca el presidente George W. Bush insta a sus compatriotas a seguir con los planes navideños, pero al propio tiempo los conmina a acatar las disposiciones de seguridad vigentes.

Se encuentra en pleno apogeo el Acta Patriótica y otras disposiciones que coartan las libertades ciudadanas. Nadie escapa, ni las misiones diplomáticas extranjeras en Naciones Unidas al espionaje y los "pinchazos" telefónicos y del correo electrónico.

El Buró Federal de Investigaciones utiliza las nuevas prerrogativas para detener, interrogar y allanar. Se va creando, al calor de la llamada guerra al terrorismo, una impunidad que más tiene que ver con un esquema de poder planificado por la ultraderecha, el cual paulatinamente se va imponiendo.

Son malos tiempos para quienes se oponen a la guerra, ya sean artistas, académicos, luchadores sociales o intelectuales. Pueden ser llamados antipatriotas, que hoy día casi es sinónimo de terrorista.

La alerta naranja, que siguió a la amarilla, y es la antesala de la roja, fue decretada atendiendo a informes de inteligencia que hablan de pilotos de aerolíneas extranjeras ligados a Al Qaida.

Según tales informaciones, ellos estarían esperando el mejor momento para lanzar nuevos ataques suicidas utilizando los aviones comerciales como bombas volantes.

Los ojos del pánico están entonces puestos en el cielo, pero en las fronteras con Canadá y México la vigilancia fue reforzada, mientras se aplican al máximo las restricciones a quienes tratan de ingresar a territorio norteamericano.

Largas filas de vehículos y personas se concentran en la frontera de Estados Unidos con México, donde el tránsito se ha visto entorpecido por las extremas medidas de seguridad.
Miles de compradores, turistas y mexicanos de las ciudades cercanas a la línea divisoria quedaron atascados en los puentes internacionales que unen a Nuevo Laredo (México) y Laredo (Estados Unidos).

Debido a las revisiones se requiere al menos dos horas y media para alcanzar las casetas de peaje antes de cruzar la línea divisoria.

Las actuales disposiciones deben regir hasta bien entrado el próximo mes, aunque para el 5 de enero ya se anuncian exámenes biométricos en 115 aeropuertos estadounidenses, donde a los viajeros se les tomarán las huellas dactilares y una foto, lo cual ingresará a un banco de datos.

Tales trámites se incluyen en el aumento de los controles sobre los ciudadanos norteamericanos y del extranjero y se espera afecten a 26 millones de personas.
No es de extrañar, como ha ocurrido otras veces a favor de coyunturas para la administración Bush, que se difunda algún nuevo y extraño video atribuido a Osama bin Laden, a lo cual siga otro apriete de tuercas en las medidas de seguridad y control.
Andar con bultos puede hacer parecer sospechoso a cualquiera, incluso cuando están en su clímax las compras navideñas, a pesar de la huelga de los trabajadores de varias cadenas de supermercados en California.

Santa Claus no está exento de ser registrado y va a tener que pensarlo más de una vez para aventurarse por los hogares estadounidenses, donde la paranoia del terror es alentada desde las más altas instancias gubernamentales.

Son también, por supuesto, malos días para los ciudadanos de países árabes o musulmanes. Más de uno podría ser discriminado a la hora de abordar alguna línea aérea estadounidense o detenido, bajo simple sospecha, cuando arribe a territorio estadounidense.

Como van las cosas, hasta la magia navideña sucumbirá a las prohibiciones y sospechas, dado el porte y aspecto de los Tres Reyes Magos, que bien podrían ser incluidos en la lista de sospechosos, bajo cargos de nexos con el terrorismo.

 

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Orlando Oramas León

Orlando Oramas León

Periodista cubano, subdirector del diario Granma.