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Disidencia: negocio y doble juego del Camaján

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Palacio Legislativo de San Lázaro,
México, D.F., 15 de octubre de 2003.
 
Antes del triunfo de la revolución, en los aciagos días de la dictadura batistiana, la imaginación popular acuñó un término para designar el proceder de los políticos oportunistas y corruptos: camaján, adjetivo que en su sentido peyorativo aparece definido en el diccionario de cubanismos del escritor Argelio Santiesteban como vividor. Es decir, una persona taimada, sin escrúpulos, falta de ética, amoral, que trata de sacarle el mayor placer a la vida con un mínimo de trabajo y sacrificio.
 
Con la victoria armada de los barbudos de la Sierra Maestra y el inicio de la fase de construcción del socialismo en Cuba, el camaján político se convirtió pronto en una especie en extinción. Sin embargo, a comienzos de los años 80, la administración Reagan, necesitada de fabricar una oposición interna en la isla similar a los contras en la guerra de desestabilización contra el gobierno sandinista de Nicaragua, comenzó a reclutar individuos oportunistas, frustrados, resentidos y descontentos con el objetivo de utilizarlos en sus planes subversivos, desestabilizadores y contrarrevolucionarios.
 
En 1983, la Directiva de Seguridad Nacional No. 77 del gobierno de Ronald Reagan, más conocida como Proyecto Democracia, definió como una de sus prioridades "desarrollar presiones públicas contra Cuba". Esa directriz incluyó la creación de una quinta columna al interior de la isla, como complemento de las acciones clandestinas de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), las políticas de bloqueo y estrangulamiento económico, las agresiones armadas y las acciones terroristas desde el exterior, y las emisiones propagandísticas ilegales de miles de horas semanales de radio y televisión Martí (emisoras oficiales del gobierno de Estados Unidos), en las que se instruía a la población cubana sobre las más variadas formas de sabotaje económico, se incitaba a actos de desobediencia civil, al abstencionismo político y se exhortaba al robo, al delito y a la subversión.
 
Uno de los elementos clave de esa estrategia de desgaste de la Revolución pasó a ser la llamada "asistencia humanitaria", manera eufemística de designar la canalización de fondos federales de distintas dependencias de Estados Unidos para financiar la fabricación de una "disidencia interna". O de otra forma, la organización, orientación y capacitación de grupos mercenarios por los agentes de la Sección de Intereses de Estados Unidos en La Habana (SINA).
 
El Proyecto Democracia dispuso además el suministro de una infraestructura operativa para uso de su clientela cubana de "disidentes", que incluyó radios de onda corta, equipos electrónicos (computadoras, fax), grabadoras, cámaras fotográficas, material impreso (libros, revistas, folletos) con propaganda contrarrevolucionaria, y dinero para financiar "sindicatos" favorables a Estados Unidos.
 
Los criterios para recibir pagos y subvenciones de Estados Unidos pasaba por un claro compromiso a favor de un "cambio de régimen" en la isla. Los candidatos debían manifestarse a favor de la "transición" de Cuba hacia el "libre mercado" y una "democracia" bajo la tutela estadounidense. A cambio, Washington garantizaba promoción a los interesados y gratificaciones mediante giras, conferencias pagadas y "premios" internacionales. Y por supuesto, dinero. Remuneraciones con fondos económicos salido del bolsillo de los contribuyentes norteamericanos, suministrados por los servicios especiales, los sucesivos jefes de la SINA en la isla o a través de una serie de fundaciones con membretes "humanitarios", con sede en Estados Unidos, utilizadas como "tapadera" o "pantalla" por el Fondo Nacional para la Democracia (NED, por sus siglas en inglés) y la Agencia Internacional para el Desarrollo (USAID), como parte de su Programa sobre Cuba.
 
En la jerga de la "comunidad de inteligencia" y del Departamento de Estado norteamericano, actividades como las desarrolladas con nativos cubanos por el jefe de la Sección de Intereses de EU en La Habana, James Cason y sus antecesores, son designadas "de alcance". Esa política encubierta destinada a la promoción de un mercenarismo asalariado para la desestabilización interna, hizo que en poco tiempo floreciera en la isla una lucrativa industria de la contrarrevolución.
 
La "disidencia" se convirtió no en una cualidad política, sino en un oficio y un modo de vida fácil para un puñado de vividores. Y reapareció la fauna de los camajanes políticos. Gente sin valores patrióticos, sin ideales sociales y humanos. De vida parasitaria. De mentalidad anexionista, colaboracionista con el enemigo.
 
Intrigantes de palabrería barata y hueca, que repiten consignas y mentiras que le suministran sus responsables desde usinas ideológicas ubicadas en el exterior y que por su oficio de difamar y provocar reciben un cheque de una potencia extranjera y son elevados por los medios masivos bajo control monopólico a la categoría de "luchadores por la libertad", "líderes opositores" o "disidentes".
 
El libro El Camaján aborda el caso de uno de esos especímenes redivivos: el de Elizardo Sánchez Santa Cruz- Pacheco, por algún tiempo número uno de la "disidencia" fabricada por el imperio como "alternativa flexible" a la intolerancia terrorista de la mafia cubano- estadounidense de Miami agrupada en torno de la Fundación Nacional Cubano- Americana del extinto Jorge Mas Canosa.
 
Con fotos y documentos proporcionados por la Seguridad del Estado -con la que colaboró Elizardo Sánchez desde 1997 hasta los sucesos de marzo de este año- , los autores exhiben los entretelones de una "disidencia" asumida como oficio y gran negocio.
 
Un negocio del que participan también, como "socios capitalistas", el Ministerio de Asuntos Exteriores de España, a través de la Agencia Española de Cooperación y el Reino de Noruega.
 
La portada del libro exhibe a un camaleón posado sobre varios billetes de 100 dólares, en implícita alusión al poder mimético y la capacidad de cambiar de colores y posiciones de este singular camaján, que con la ayuda de sus patrocinadores en Washington y una buena dosis de audacia calculada logró forjarse una imagen de "líder humanitario". Y que después, en base a un análisis de costo- beneficio no exento de riesgos, llegó a convertirse incluso en el "agente Juana" al servicio de la Dirección Nacional de la Contrainteligencia cubana.
 
Según cuentan Rodríguez y Barredo en su obra, cuando en 1997 Elizardo Sánchez pidió establecer un canal de comunicación con la Contrainteligencia cubana provocó algunas conjeturas y no pocas aprehensiones. Los expertos del contraespionaje evaluaron que la insólita postura del "líder disidente" podía responder a indicaciones de los servicios especiales del enemigo, utilizando un modus operandi similar al empleado por su amigo Vaclav Havel ante los antiguos servicios de inteligencia checoslovacos.
 
No obstante esos peligrosos antecedentes, decidieron" darle cordel". Es decir, aceptaron su "colaboración", el "doble juego" propuesto por Sánchez. Y como parte de ese "juego operativo" se llegó incluso a otorgarle la medalla por Servicios Distinguidos del Ministerio del Interior de Cuba.
 
Cuando el 18 de agosto pasado Arleen Rodríguez y Lázaro Barredo "destaparon" al camaján Sánchez ante la opinión pública cubana, su trabajo de periodismo urgente y de combate fue puesto bajo la lupa "objetiva" del periodismo llamado "moderno" con su delirio de la neutralidad. En particular, el periodismo de orientación monocorde ejercido por las agencias transnacionales de noticias, que operan como un vasto sistema de apoyo a las políticas de penetración y desestabilización de Estados Unidos y sus aliados y refuerza la ideología dominante.
 
Aquí en México, un diario tituló la noticia: "Líder disidente cubano sería agente de Castro". Y en el sumario de la información, decía: "En el libro El Camaján, dos periodistas próximos al gobierno identifican a Elizardo Sánchez, uno de los más importantes líderes disidentes de Cuba, como un agente secreto de Fidel Castro que ha proporcionado 'valiosa' información. El acusado negó las imputaciones".
 
Por su parte, La Jornada presentó la noticia con un titular que señalaba: "Acusan al disidente Elizardo Sánchez de 'colaborar' con el Estado cubano". Y en el primer párrafo de la nota informativa elaborada con despachos de las agencias AFP, Reuters y PL, señalaba: "El veterano disidente cubano Elizardo Sánchez Santacruz mantuvo durante seis años un doble juego político entre la oposición y la Seguridad del Estado en provecho personal, según denuncia contenida en un libro presentado este lunes por dos periodistas del oficialismo".
 
Un día después, en una nota informativa que daba seguimiento al caso, La Jornada recogió las declaraciones del portavoz del Departamento de Estado estadounidense, Richard Boucher, quien calificó la revelación de Rodríguez y Barredo como "una maniobra del gobierno cubano". En declaraciones formuladas en Washington y divulgadas por las agencias de noticias, el funcionario estadounidense afirmó: "Es un folleto escrito por periodistas del gobierno". En su cuarto párrafo la nota consignaba: "El libro escrito por periodistas que trabajan en una radio del gobierno tiene 67 páginas, de las cuales la mitad son fotografías..."
 
Ante las revelaciones que lo exhibían en su "doble juego", Elizardo Sánchez aceptó haber "dialogado con funcionarios cubanos", pero negó haber sido condecorado por sus servicios de espía, como sugiere el pie de foto de una imagen reproducida en el libro. Al respecto, declaró que el funcionario cubano le estaba colocando "una pluma en el bolsillo de la camisa". El Nuevo Herald de Miami publicó una foto de Sánchez negando la versión y también la secuencia de la supuesta condecoración, "que el líder disidente sostiene que no es una medalla sino que le retiraban un bolígrafo".
 
El 11 de septiembre siguiente, los autores de El Camaján defendieron la veracidad de los contenidos del libro ante la prensa acreditada en Cuba. Para ello exhibieron una videocinta en la que aparece Elizardo Sánchez en el momento en que es condecorado por un oficial de la Seguridad cubana.
 
"En la grabación de unos diez minutos, realizada el 28 de octubre de 1998 (y presentada ayer por los autores del libro) ? consigna el corresponsal César González- Calero en un diario mexicano? , Sánchez se muestra tranquilo, charlando con un agente al que le comenta su deseo de aumentar su influencia 'en esos círculos de opositores, de disidentes' (...)En otra secuencia, el coronel (...) destaca su apoyo para detectar a tres agentes de la CIA, y al final le impone una medalla 'en reconocimiento a los valiosos servicios prestados en el enfrentamiento a nuestro mayor enemigo, el imperialismo yanqui'. Sánchez contesta: 'Gracias, compañeros, estoy consciente...' Acto seguido, un abrazo".
 
En un despacho desde La Habana sobre el mismo hecho, la agencia británica Reuters consigna que en la videocinta "se ve claramente a un ufano Elizardo Sánchez cantando el himno cubano, junto con las agentes de seguridad, y escuchando atentamente el texto de la distinción otorgada en reconocimiento a su 'servicio distinguido' por la División de Enfrentamiento a la Contrarrevolución del Ministerio del Interior (...) también se ve con claridad cómo el coronel le impone una medalla".
 
Ante las nuevas y contundentes evidencias sobre su "doble juego" Sánchez terminó reconociendo que en los últimos seis años sostuvo "una veintena" de reuniones con la contrainteligencia cubana. Asimismo, y "después de negar durante un mes que hubiera sido condecorado", admitió haber recibido una medalla, desistiéndose de la versión del bolígrafo; se justificó con un "(ellos) le ponen medallas a todo el mundo". Reveló, de paso, que "seis cancillerías (cuatro europeas y dos americanas) estaban al tanto de sus contactos con el gobierno".
 
He querido consignar estos datos porque fueron agencias noticiosas occidentales y algunos periódicos insospechados de pro- cubanos los que pusieron en evidencia el "doble juego" de Elizardo Sánchez, "número uno" de la llamada disidencia cubana hasta que irrumpió el plan de recambio de Washington, el Proyecto Varela, que impulsa como nuevo capo de la "disidencia" a Oswaldo Payá.
 
Porque vale la pena dejarlo consignado: Elizardo Sánchez es sólo uno de esta fauna de vividores prohijados por el imperio. A través de documentos reproducidos en el libro aparecen otras figuritas conocidas de la llamada "disidencia" interna y sus manejadores del exterior. Por ejemplo, Gustavo Arcos, Oswaldo Payá, Vladimiro Roca, así como el agente de la CIA radicado en Madrid, Carlos Alberto Montaner y su mentor, el estadounidense Frank Calzón.
 
Fue precisamente el "liberal" Montaner, quien en una carta fechada en la capital española del 29 de julio de 1991 giró las instrucciones para montar una estructura para la subversión interna, la llamada Plataforma Democrática, que habría de adoptar un discurso político moderado, incluso "nacionalista", como vehículo hacia un "tránsito pacífico" al capitalismo. En esa misiva, Montaner señala a Elizardo Sánchez y su competencia la necesidad de que cada uno asuma una determinada "identidad" (como fachada) ? ya sea de "liberales", "democristianos" o "socialdemócratas"? , por conveniencia de "razones financieras", vinculada con el potencial suministro de fondos de esas internacionales ideológicas y fundaciones ubicadas en algunos "centros de poder" que tienen relación directa con Cuba: Washington, Moscú, Madrid, Caracas, México.
 
Asimismo, y en relación con la "conexión europea", sobresale el papel jugado en la trama subversiva en la isla por la España de José María Aznar, cuya canciller, Ana Palacios, ve en individuos como Elizardo Sánchez y Oswaldo Payá a "los hombres del futuro" de Cuba. Distintos documentos del Ministerio de Asuntos Exteriores de España, reproducidos en el libro, exhiben los nexos de Aznar con sus "ahijados" en la isla, los montos de su financiamiento "humanitario" a través de la Agencia Española de Cooperación Internacional, así como el celo del perrito faldero de Bush en Irak en ayudar a Estados Unidos a fabricar una oposición interna en Cuba.
 
En un documento confidencial, Elizardo Sánchez se refiere a España como el "referente europeo" del proyecto de "transición" monitoreado por Estados Unidos.
 
Es bueno dejar constancia, aquí en San Lázaro, sede de uno de los brazos del Poder Legislativo de México, la prolífica relación establecida por el "agente Juana" con algunos políticos mexicanos. El primer contacto público de Elizardo Sánchez fue con el entonces senador independiente Adolfo Aguilar Zinser, actual representante de México ante el Consejo de Seguridad de la ONU y verdadero camaján a la mexicana. Ocurrió el 1º. de noviembre de 1999. Sánchez y Aguilar se encontraron en el Hotel Nacional de La Habana, cuando el segundo participaba en la Tercera Reunión Interparlamentaria México- Cuba. A uno de esos encuentros Aguilar Zinser logró arrastrar a los legisladores del Partido Acción Nacional, Luis H. Alvarez y José Antonio Herrán Cabrera.
 
Luego vendría la publicitada reunión de Sánchez con la entonces canciller de México, Rosario Green, el 14 de noviembre de ese año, en el marco de la IX Cumbre Iberoamericana celebrada en La Habana.
 
En 4 febrero de 2002, la foto donde aparecen el presidente Vicente Fox, con Elizardo Sánchez sentado a su derecha y Oswaldo Payá a la izquierda, daría la vuelta al mundo. El mercenarismo asalariado al servicio de Washington vivía sus días de gloria. Ese encuentro, promovido por el ex canciller Jorge Castañeda, marcaría el inicio de las conflictivas relaciones México- Cuba que perduran hasta nuestros días, que incluiría como parte de la diplomacia bilateral el "comes y te vas" de Fox a Fidel Castro en la Cumbre de Monterrey, seguido del voto de México en Ginebra sobre Derechos Humanos, condenatorio de Cuba, calificado por las autoridades de La Habana como un voto "hipócrita", producto de una "doble moral". Resulta lógico suponer que en su condición de agente doble, Elizardo Sánchez debe haber suministrado "información valiosa" a la Seguridad cubana y a la CIA sobre sus interlocutores mexicanos.
 
Sobre topos y destapes
 
Me quiero detener ahora en otro punto que guarda relación directa con el supuesto "equilibrio objetivo" de los medios masivos en el momento de advertir implícitamente a sus lectores que Arleen Rodríguez y Lázaro Barredo son "dos periodistas del régimen" u "oficialistas".
 
Es evidente que se trata de dos periodistas de larga trayectoria en Cuba, conocidos por toda la población y muy visibles dado que ambos participan de manera asidua como panelistas en la Mesa Redonda de la Televisión Cubana. Ambos han trabajado en Juventud Rebelde y otros medios cubanos; los dos han sido o son diputados. Son, pues, figuras públicas.
 
Tampoco hay duda que ambos están participando de manera activa en la defensa patriótica de Cuba frente a la agresión de una nación extranjera ? erigida hoy de manera agresiva y expansionista en la única superpotencia militar mundial? que libra una guerra abierta y encubierta que dura ya 44 años. Eso es lo que a menudo se soslaya.
 
Debemos recalcarlo. Estamos ante la intervención de un país, Estados Unidos, que utiliza y paga a los nativos de otro (Cuba) para derrocar a sus gobernantes porque el sistema político que han elegido es distinto, a pesar de que cuenta con un Estado de derecho, una Constitución, leyes y reglas propias y tiene reconocimiento de la comunidad internacional como nación soberana.
 
Asistimos a una guerra abierta y encubierta de un país, Estados Unidos, que no se considera obligado a actuar de acuerdo con las normas internacionales; que se considera exento de las obligaciones estipuladas en la Carta de la ONU o en el Tribunal Penal Internacional y que con frecuencia hace uso unilateral del poder militar para "defender" sus intereses vitales, que incluyen "asegurar el acceso sin obstáculos a mercados clave, aprovisionamiento de energía y recursos estratégicos" y, desde luego, todo lo que Washington pueda decidir que está dentro de su "jurisdicción interna".
 
Un "autoproclamado Estado violento y fuera de la ley", según Noam Chosmky. Es decir, un verdadero "Estado canalla".
 
Es frente a ese Estado canalla que opera al margen de la ley que el gobierno de Cuba se defiende en su propio territorio y juzga a mercenarios y terroristas asalariados de Washington de acuerdo con sus leyes o "destapa" a un agente disfrazado de doble espía. Eso lo haría cualquier gobierno de un país agredido por otro.
 
Cuba no violó ningún principio jurídico, ninguna norma internacional, no hizo nada que afectase la paz del mundo ni que dañase el interés legitimo de nadie. Sólo ejerció la obligación irrenunciable a defenderse y lo hizo sin recurrir a la guerra y a la violencia. Cuba se defiende de quien la agrede y socava su soberanía organizando, dirigiendo y financiando a grupos de traidores mientras intensifica contra ella una guerra económica implacable y amenaza con destruirla.
 
Pero además, a menudo se olvida que desde el siglo XVIII los ojos de los "padres fundadores" de Estados Unidos tienen los ojos puestos en Cuba como parte de un proyecto de dominación para el Caribe y Centroamérica; proyecto revitalizado el siglo XIX con "la política de la fruta madura" y la Doctrina Monroe (1823). De Jefferson a Adams, pasando después por la Enmienda Platt y el corolario Roosevelt a la doctrina Monroe de 1904, la necesidad de poseer Cuba es el tema más antiguo de la política exterior estadounidense.
 
A comienzos del siglo XX, Washington le arrebató a Cuba su independencia de España y la convirtió en un "satélite" de Estados Unidos. Una virtual colonia que derivó luego, hasta el triunfo de la revolución en 1959, en un paraíso de gánsteres, mafiosos y narcotraficantes y prostíbulo de turistas estadounidenses.
 
Desde el gobierno de Eisenhower a Bush hijo, pasando por una decena de sucesivas administraciones en la Casa Blanca, el problema con Cuba no tiene nada que ver con la democracia y los derechos humanos. El problema es que desde 1959 Cuba se salió de la esfera de control de Washington; rompió con la dependencia estructural, desafió la hegemonía estadounidense y se convirtió en un mal ejemplo para la región y el mundo.
 
Como dijo Arthur Schlesinger en un informe recientemente desclasificado, el problema de Cuba es "la difusión de la idea de Castro de hacer las cosas por uno mismo". "Esa es la amenaza que plantea Castro", dice a su vez Chomsky: un "virus" que podría infectar a otros. Washington necesita en Cuba un gobierno subordinado, dócil; una "democracia" de arriba hacia abajo, bajo control imperial.
 
También son públicos los intentos para asesinar a Fidel Castro así como el uso de armamento químico y biológico contra la isla por parte de Estados Unidos. Desde la Operación Mangosta, en 1961- 62, cuando la CIA esparció químicos en los cañaverales de azúcar, pasando por la introducción de la fiebre porcina en 1971 y la operación encubierta que generó una epidemia de dengue hemorrágico de los años ochenta.
 
Moral y jurídicamente Cuba es una nación liberada que tiene la potestad y la obligación de recurrir a la legítima defensa contra la acción intervencionista de gobiernos enemigos y la actividad de nativos anexionistas y apátridas que buscan desestabilizarla y subvertir el orden interno.
 
Las legislaciones de casi todos los países del mundo contienen disposiciones que tipifican esas actividades como "traición a la patria". Aquellos nacionales que participan en acciones de ese tipo como funcionarios a sueldo de una potencia extranjera son acreedores de sanciones penales. A modo de ejemplo, el apartado 18 de la sección 951 del Código de Estados Unidos establece respecto a actividades "de alcance" como las que realiza James Cason entre su clientela de disidentes en Cuba, que "cualquiera que dentro de Estados Unidos acepte trabajar bajo la dirección o el control de un gobierno o funcionario extranjero podrá ser sometido a procedimiento penal y una condena de diez años de cárcel".
 
Por otra parte, nadie puede dudar sobre la intencionalidad de este libro. Fue publicado por la Editora Política del Partido Comunista de Cuba y contiene fotos, documentos e información suministrada por la Seguridad del Estado. El camaján está destinado a desenmascarar y "quemar" a un agente imperial que bajo cobertura "humanitaria" cobra en la nómina de la SINA estadounidense y cuya tarea es poner en práctica los objetivos de la intervencionista y extraterritorial ley Helms- Burton según los criterios de la USAID y bajo la dirección de los sucesivos jefes de la SINA en La Habana.
 
Existe una larga tradición de "destapes" de ese tipo por la contrainteligencia cubana. A manera de ejemplo puedo citar el libro Pasaporte 11333. Ocho años con la CIA, de Manuel Hevia Cosculluela, editado en 1978; la serie de videos La guerra de la CIA contra Cuba, de los años 80 y más recientemente el libro de Rosa Miriam Elizalde y Luis Báez, "Los disidentes", otra expresión del periodismo de urgencia realizado en base a entrevistas con 12 agentes de la Seguridad del Estado que estuvieron infiltrados durante años en los grupos mercenarios desbaratados en los sucesos de marzo de 2003, que involucran de manera directa al diplomático estadounidense James Cason en actividades subversivas en la isla.
 
Al respecto, en Las guerras secretas de la CIA, el periodista estadounidense Bob Woodward define el término contrainteligencia como la"actividad destinada a neutralizar, desbaratar u obtener provecho de las actividades de los servicios de inteligencia de un país extranjero, incluida la penetración en un servicio extranjero a través de un 'topo' o agente que informa sobre tal servicio o sobre los agentes hostiles que éste emplea".
 
Eso es lo que ha venido haciendo la contrainteligencia cubana como parte de sus actividades de legítima defensa en la guerra abierta y encubierta impulsada por Estados Unidos: infiltrar con topos los servicios especiales del enemigo y sus círculos aúlicos, y "destapar" sus actividades subversivas cuando lo cree conveniente.
 
Cuba ha podido anotarse esos éxitos debido a un proceso y un liderazgo revolucionarios que destruyeron el viejo aparato estatal y edificaron una sofisticada organización de seguridad de la patria para neutralizar a los terroristas y saboteadores utilizados por Washington. Cuenta además con unas fuerzas armadas profesionales y estrechamente vinculadas con las masas populares capaces de defender a Cuba de una invasión frontal de Estados Unidos.
 
Las luchas populares victoriosas y los procesos revolucionarios no son perfectos. Como dijo Fernando Martínez Heredia a propósito de los sucesos de marzo en la isla, "las revoluciones son angustiosas batallas por el futuro de la humanidad que se libran en un punto del mundo y que tienen el deber de defenderse; no son asépticos laboratorios ni vitrinas que inciten al que las mira a consumir socialismo".
 
El sociólogo estadounidense James Petras ha dicho que "el papel de los intelectuales consiste en clarificar las cuestiones más importantes y definir las amenazas a la paz, a la justicia social, a la independencia nacional y a la libertad en cada periodo histórico, así como en identificar y apoyar a los defensores de los mismos principios".
 
En ese sentido, los intelectuales y también los dirigentes políticos tienen la responsabilidad de distinguir entre las medidas defensivas tomadas por países y pueblos sometidos al ataque imperial y los métodos ofensivos del imperialismo yanqui con su actual campaña de "guerras preventivas", expansionistas y neocoloniales. Como dice Petras, "el establecimiento de equivalencias morales entre la violencia y la represión de los países imperiales conquistadores y los países del Tercer Mundo sometidos a los ataques militares y terroristas, es el colmo de la doblez y de la hipocresía".
 
No hay duda que la guerra de Washington contra Cuba continúa. Y que en la desordenada etapa postIrak, con la muerte por goteo de soldados estadounidenses provocada por la guerra de guerrillas de la resistencia iraquí y la caída en la popularidad del presidente de Estados Unidos en un año preelectoral, la isla podría ser el próximo objetivo de los militaristas totalitarios que rodean a Bush.
 
El matarife Bush necesita reelegirse y una vez más puede buscar generar una crisis externa; invadir Cuba puede resultar una salida de emergencia en el juego político interno de Estados Unidos. Bush necesita el voto de la extrema derecha cubano- estadounidense de la Florida. Por eso se ha echado a andar, de nuevo, la maquinaria de mentiras del Pentágono y la CIA.
 
El paralelismo entre Irak y Cuba establecido por el secretario adjunto para el Control de Armas y Seguridad Internacional, John Bolton, en mayo de 2002, sigue el mismo guión propagandístico del bio- terrorismo. A saber: identificación del país- diana con armas de destrucción masiva y la supuesta amenaza del terror biológico; petición de cambio de régimen; creación de una fuerza contra interna y selección de exiliados para formar gobiernos provisionales; control estadounidense de esos gobiernos durante el período de "transición"; arrogación del poder de determinar cuándo un gobierno es democrático, y rectificación de las estructuras económicas en el país- diana para conformarlo según las directivas del "libre mercado".
 
Al igual que ocurrió en Irak, el argumento de las armas biológicas es falso; es una burda campaña de "desinformación" típica de la guerra fría. No obstante, los expertos en trucos sucios de Washington siguen insistiendo en el esquema. Las patrañas de Bolton, repetidas luego por Dan Fisk y Otto Reich, fueron retomadas a comienzos de este mes por el subsecretario de Estado para el Hemisferio Occidental, Roger Noriega, durante su comparecencia ante el Comité de Relaciones Exteriores del Senado de Estados Unidos.
 
El viernes pasado, fue el propio Bush en persona quien desde los jardines de la Casa Blanca reiteró de manera arrogante y agresiva su intención de derrocar a Fidel Castro. Fiel a la histeria y el fanatismo de sus antecesores en la Oficina Oval, el misionero Bush nombró a los secretarios de Estado, Colin Powell y de Vivienda, Mel Martínez, como co- presidentes de una Comisión de Ayuda a una Cuba Libre, para que "planifiquen la transición" en la isla.
 
Sin duda, de prosperar, tomará la forma de una nueva "intervención humanitaria". Aunque, en realidad, como dice Arleen Rodríguez, "Bush quiere devolver a la isla al mundo de los camajanes; esa es la 'Cuba libre' que promete Bush".
 
La decisión de las autoridades cubanas de destruir a las organizaciones disidentes instrumentalizadas por Estados Unidos coloca a la isla como el primer país que de manera abierta se rebela a las doctrinas post 11 de septiembre de Bush. El libro El Camaján se inscribe en esa lucha asimétrica de un pequeño país que se defiende de una superpotencia agresiva y expansionista. La obra de Arleen Rodríguez y Lázaro Barredo es otra pequeña escaramuza en esa guerra desigual para que Cuba siga siendo libre.

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Carlos Fazio

Carlos Fazio

Periodista uruguayo radicado en México. Pertenece a la redacción del diario La Jornada y colabora con el semanario Brecha, de Uruguay.