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El conde de Villanueva

Publicado en: Apuntes del cartulario
En este artículo: Colonia, Cuba, Ferrocarril, Tesoro
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Claudio Martínez de Pinillos y Cevallos, conde de Villanueva.

Pocos cubanos recibieron durante el siglo XIX tantos honores de la corona española como el habanero Claudio Martínez de Pinillos y Cevallos, conde de Villanueva. En reconocimiento a sus servicios –fue, a no dudarlo, uno de sus servidores más brillantes-, mereció incluso la rara y codiciada Grandeza de España.

Nació en 1780. En España, adonde fue llevado por el intendente José Pablo Valiente; participó en la guerra contra el invasor napoleónico y, finalizada la contienda, auspició en 1810 el decreto por la libertad de comercio para América.

En 1814 se le nombró tesorero del Ejército y Hacienda de Cuba, y a partir de ahí ocupó en dos ocasiones de manera interina la Intendencia General de Hacienda de la Isla, hasta que en 1826 se calzó durante 25 años consecutivos el cargo en propiedad. Al asumirlo las rentas públicas apenas rebasaban los dos millones de pesos. Poco después, gracias a su gestión, superaban los 37 millones, en tanto que hacía ascender las exportaciones de tabaco de 70 000 arrobas en 1829 a 616 000 arrobas en 1835.

Con el conde de Villanueva como intendente, floreció la economía de la colonia. Hizo construir hospitales y edificios públicos y también puentes y caminos vecinales que aumentaron la riqueza nacional. En la enseñanza, procuró la ampliación y modernización de los currículos de Medicina y Náutica, y dio nueva vida y utilidad al Jardín Botánico. El acueducto de Fernando VII, que auspició, mejoró el abasto de agua en la ciudad.

Tuvo un grande y poderoso enemigo al que supo enfrentar y, a la larga, vencer. Miguel Tacón asumió el mando de la Isla en mayo de 1834 y asentó su régimen en virtud de las llamadas facultades omnímodas.

Ya en 1835 surgieron las contradicciones entre ambos personajes, diferencias que hicieron crisis en los dos años subsiguientes.

Hubo de parte y parte. Al acueducto construido por Villanueva propuso Tacón la sugerencia de habilitar fosas en los inmuebles. A la estatua de Neptuno regalada por el gobernador al comercio de La Habana, opuso el intendente la Fuente de la India, y antes la de los Leones.

Tacón no entendía que la colonia tuviese ferrocarril antes que la metrópoli, lo consideraba sencillamente escandaloso, y sus presiones causaron el atraso de más de un año en la construcción del ferrocarril.

La antigua Estación de Villanueva, según un grabado de Federico Mialhe.

El enfrentamiento subió de tono. El capitán general acusó a Villanueva de favorecer el contrabando con Estados Unidos, en detrimento del comercio español. Le echó en cara proteger las inversiones inglesas y crear monopolios en el correo y la sal.

El intendente se defendió y acusó a Tacón de beneficiarse en lo personal con el contrabando de negros y el despotismo y ejecutar obras tan costosas como innecesarias.

La afirmación es relativa. De la iniciativa de Tacón surgieron, entre otras, obras de la significación del Gran Teatro, la Nueva Cárcel, el mercado de la Plaza del Vapor y el paseo después llamado de Carlos III, bautizados todos con su apellido.

Los grandes proyectos y realizaciones de Villanueva no solo beneficiaron a la colonia, sino que redundaron en su propio enriquecimiento.

La cosa se puso fea de verdad cuando Tacón suspendió el privilegio de las compañas de vapores de Regla, de las que Villanueva era uno de los principales accionistas. Entonces, el intendente presentó su renuncia y el gesto causó conmoción en Madrid, donde se decía que los ministros españoles cobraban puntualmente gracias a Villanueva, que permitía que se girase contra las cajas de Hacienda de la Isla.

Paralelamente, se acusó a Tacón de favorecer a los partidarios de la reacción absolutista que luchaban por reconquistar el poder en España. Tuvo Tacón que abandonar el mando el 5 de enero de 1838. Caía víctima de la conjura del capital terrateniente, en la que el conde de Villanueva había puesto su mano.

Villanueva se movía en el sector más retrogrado de los terratenientes esclavistas y lo aterraba la idea de que las Cortes suprimieran la trata negrera. Fue un defensor acérrimo de los intereses de la oligarquía criolla.

En 1851, cesó Villanueva como intendente. Llamado a Madrid, se le nombró consejero de Ultramar. Falleció en 1853, de manera fulminante en el propio salón del Consejo de Ministros, víctima de un derrame cerebral que sufrió en medio de la discusión en la que defendía los intereses de la Isla.

Este es el habanero que trajo el ferrocarril a Cuba. Así lo veremos en otra nota.

Se han publicado 4 comentarios



Este sitio se reserva el derecho de la publicación de los comentarios. No se harán visibles aquellos que sean denigrantes, ofensivos, difamatorios, que estén fuera de contexto o atenten contra la dignidad de una persona o grupo social. Recomendamos brevedad en sus planteamientos.

  • libra dijo:

    Desde el punto de vista económico y comercial, necesitamos muchos condes de Villanueva.

  • Richard dijo:

    Mucha verdad. Tacones son los que sobran

  • nory dijo:

    Interesante artículo

  • Jose R Oro dijo:

    Vilanueva fue un gran hombre de su época, con luces y sombras, estas ultimas que nos indignan de forma vehemente cuando las miramos y medimos con los paradigmas de hoy. Pero jugo un papel extraordinario en el desarrollo de Cuba y por consiguiente, de forma indirecta en su lucha por la independencia de la metrópoli muchas décadas más tarde

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Ciro Bianchi Ross

Ciro Bianchi Ross

Destacado intelectual cubano. Consagrado periodista, su ejecutoria profesional por más de cuarenta años le permite aparecer entre principales artífices del periodismo literario en el país. Cronista y sagaz entrevistador, ha investigado y escrito como pocos sobre la historia de Cuba republicana (1902-1958). Ha publicado, entre otros medios, en la revista Cuba Internacional y el diario Juventud Rebelde, de los cuales es columnista habitual.

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