Cubadebate

En este podcast llueve sobre mojado. Pero no importa cuánto se haya dicho y reiterado lo de un joven vestido de nazi en la celebración del Halloween el pasado fin de semana ¡en Cuba!, algo demasiado repudiable para ignorarlo aquí.

Victor Fowler, filósofo, ensayista y batallador incansable contra la colonización cultural abre el podcast con un audio personal que nos compartió horas antes, recordando que hace menos de un año, jóvenes vestidos con trajes de Ku Kux Klan celebraron el Halloween en Holguín, pero ya antes, sin ningún vínculo con tal celebración, un día apareció, en una pared en La Habana, un cartel de odio a los negros. Entonces, como ahora, hubo reacciones y sanciones, debates y advertencias. La reiteración obliga.

Como en un primer momento se dijo que había ocurrido en el local de una mipyme - porque nadie podía creer que en una institución estatal pudiera pasar- recomendamos escuchar atentamente el comentario de Víctor.

El destacado intelectual habla de colonización cultural, por supuesto, pero en una dimensión más amplia y profunda que la llevada y traída fiesta de Halloween. Y apunta a otro detalle interesante: alguien le comentó que en una casa privada de cuido de niños, un padre llevó a su hijo disfrazado de Hitler a una fiesta de disfraces y la dueña del local le negó la entrada. Cuando el padre amenazó con retirarse, la dueña no sólo estuvo de acuerdo, sino que le devolvió lo pagado. Aplausos para quien puso valores humanos por encima de los otros.

Bárbara Betancourt, que concuerda con Víctor en que se trata de un asunto muy vinculado con la colonización cultural, llamó la atención en el sentido de que no debe rechazarse el Halloween porque sea una tradición importada o porque tiene muy poco que ver con las esencias del país, sino por la asimilación acrítica de esa tradición. Como nación hecha de mezcla, de aportes de los más diversos emigrantes, estamos llenos de influencias y de tradiciones de otras geografías y culturas. El problema es cómo los asimilamos.

Afortunadamente, dijo, muy temprano, la Revolución puso un pare a todo lo que resultara humillante, degradante y ofensivo a la condición humana. Por poner el más simple de los ejemplos: el Circo cubano abrió escuelas. Y jamás concedió que se estimulara la burla a los seres humanos deformes. Igualmente, las prácticas religiosas que exalten cualquier tipo de violencia están prohibidas por ley.

Quienes se forman en esos valores pueden trabajar en el estado o en un negocio privado y reaccionarán igual que esa dueña de una casa de cuidado de niños que le devolvió el dinero al padre que pretendió, a golpe de dinero, imponer a otros una regla nociva, ofensiva.

Reinier Duardo, por su parte, apuntó al deber y responsabilidad de quienes gestionan la cultura. Todo lo que tiene que ver con la cultura y en especial con su misión descolonizadora, deben saber que el espíritu crítico no se crea por generación espontánea. Hay que crearlo, promoverlo, inducirlo. Y cuando esa política se hace ley, el estado y sus instituciones están obligados a velar por su cumplimiento. Pero también hay que educar, comunicar y debatir abiertamente estos temas para que se naturalice la reacción crítica.

Como dice Víctor, estamos viendo reiterarse un problema que parecía suficientemente debatido y entendido a partir de un ejemplo anterior tan ofensivo e insultante como el del Maxim's Rocks. Hasta que se esclarezca qué antídotos tenemos contra esas manifestaciones al nivel de toda la sociedad, no podemos considerar que está resuelto el problema.

Aún así, habrá que estar alertas, como decía Julius Fucick en su último mensaje a la Humanidad. Creo que también nos merecemos un análisis sobre la manera en que hemos ido perdiendo tradiciones como el carnaval, por falta de recursos, es cierto, pero por otras carencias que no dependen de tantos recursos: iniciativas locales, movilización de la ciudadanía y hasta donaciones, para no seguir cediendo espacios.

Los disfraces eran, en nuestra niñez, lo más atractivo que tenía el carnaval. Para ir al carnaval era casi obligado buscarse un disfraz. Lo lúdico, hay que recuperar lo lúdico. Nuestra gente lo necesita. Y la juventud más. Pero todo eso demanda auténticos promotores culturales, que estudien, movilicen y promuevan lo que realmente gusta a la gente. Porque también hemos impuesto cosas que no prenden.

Nos volvemos muy solemnes, apuntó Baby, y este país es, además de luchador y resistente, un país de celebración, choteo, broma, jodedera, para hablar en buen cubano. A las autoridades culturales, educativas, les toca velar porque no sean denigrantes ni ofensivas, pero es cierto que tenemos déficit de alegría.

También tenemos que generar discusiones y debates educativos sobre el problema, insistió finalmente Reinier. Ahora mismo el mundo asiste a un crimen comparable con el holocausto judío. Y es en nombre de ese sufrido pueblo judío que Israel practica, desde hace 75 años, un genocidio lento pero igual de terrible contra el pueblo palestino.

Increíblemente, para algunos condenar a Israel es antisemitismo. Y es falso. Cuando tantos reaccionamos al traje nazi como celebración, es porque en Cuba condenaremos siempre al nazismo alemán que exterminó a millones de judíos, en nombre de una falsa raza superior. Pero el sionismo israelí que bombardea indiscriminadamente a un pequeño territorio que ha ocupado y encerrado no es un acto del pueblo judío. El conflicto israelo-palestino tiene su origen en una política de racismo y xenofobia casi idéntica a la que practicó el nazismo contra el pueblo judío.

Sólo la ignorancia puede explicar que algunos no entiendan a plenitud el problema y el peso que tienen los símbolos en la generación de actitudes.
Lo simbólico tiene un peso tremendo en la historia humana. No se puede jugar con ellos. Como decía Fowler, el problema es más profundo y tiene muchas aristas. Seguiremos Chapeando.

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