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Fidel: Una nueva etapa surge en la Revolución, después del Primer Congreso del PCC

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Realiza intervención durante la inauguración del Primer Congreso del Partido Comunista de Cuba (PCC) en el teatro Karl Marx. Foto: Archivo

Discurso pronunciado por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz en la Clausura del Primer Congreso del Partido Comunista De Cuba, celebrado en el Teatro "Karl Marx", el 22 de diciembre de 1975.

Queridos compañeros:

Ha llegado el momento de clausurar nuestro histórico Congreso. No es mucho lo que puede añadirse a todo lo que aquí se ha hecho, se ha acordado y se ha dicho.

Desde luego, en un momento como este hay que controlar las emociones.

El día que hicimos el Informe al Congreso, decíamos que el Informe podía tener algunas omisiones. Y efectivamente, tuvo algunas omisiones. Por ejemplo, cuando hablamos de los visitantes que habían estado en nuestro país, faltaba el nombre de un visitante muy importante, que es el dirigente de la Organización de Liberación de Palestina, el compañero Arafat, a quien queremos y admiramos extraordinariamente en nuestro país, y con el cual siempre nos hemos solidarizado, y cuya visita a nuestra patria fue para nuestro pueblo un altísimo honor. Aprovecho la ocasión para rectificar esa involuntaria omisión.

A la vez, aunque en este caso no se trata de una omisión —en realidad mientras elaborábamos el informe estábamos bajo la presión de su enorme extensión, y tratábamos de establecer los aspectos generales de nuestra política sin entrar en detalles—, aprovecho la ocasión para expresar la opinión de nuestro Partido y la adhesión de nuestro Partido al reclamo universal por la libertad de Luis Corvalán en Chile, ya que Luis Corvalán es para nosotros un símbolo de los presos revolucionarios de América Latina. El representa a todos los luchadores comunistas, socialistas y progresistas de todo el continente, por cuya liberación debemos luchar incansablemente.

Deseamos hacer algunas consideraciones sobre el Comité Central de nuestro Partido.

No resulta fácil en un país donde existen tantos hombres y mujeres con méritos, con capacidad, con espíritu comunista, hacer una lista de aquellos que deben pertenecer al Comité Central. En primer lugar, era necesario hacer ciertas renovaciones, sustituir algunos compañeros. Y eso, desde luego, no era fácil, porque entre los compañeros sustituidos alguno que otro han cometido errores, pero no era ese el elemento fundamental ni el elemento general que determinaba las sustituciones de un grupo de compañeros, sino la necesidad de cumplir con el método, con los principios de hacer renovación, y de sustituir una parte del Comité Central.

Y cuando ese instante llega, uno se encuentra con compañeros de extraordinarios méritos históricos y méritos personales, a los cuales, sin embargo, hay que sustituir para cumplir un principio que es sano.

En esos instantes se tiene que hacer un análisis profundo, cuando se propone una candidatura, acerca de qué compañeros, en virtud del trabajo que han hecho, en virtud de las funciones que desempeñan, deben permanecer en el Comité Central, y qué compañeros son aquellos cuya sustitución afecta menos al Comité Central.

Y por eso queremos expresar nuestro reconocimiento, nuestro respeto, nuestro cariño y nuestras consideraciones hacia aquellos compañeros que hemos sustituido del Comité Central.

A la vez, desde ahora, todos los que pertenecemos al Comité Central debemos estar conscientes de que cuando se efectúe el próximo Congreso, de nuevo tendremos que pasar por ese amargo deber de sustituir una parte de los miembros del Comité Central. Desde el punto de vista del funcionamiento del Partido es conveniente y es saludable, porque surgen nuevos valores, surgen nuevos cuadros, a los cuales la Revolución debe promover. Es una ley vital la renovación de nuestros cuadros dirigentes. Es útil al Partido, es bueno para el Partido. Y aunque todos hicieran el máximo y todos hicieran un trabajo perfecto, inevitablemente en el próximo congreso tendremos que renovar una parte del Comité Central.

Por otro lado tampoco era una tarea fácil qué nuevos compañeros llevábamos al Comité Central. Como indiscutiblemente ninguna obra humana es perfecta, ninguna selección es perfecta, nosotros pensamos que lo importante en este caso es el esfuerzo que se hizo por hacer la mejor selección posible entre tantos compañeros que podían haber sido seleccionados en esa candidatura.

Hemos tenido la preocupación de que, por ejemplo, la mujer estuviese representada en el Comité Central, y si no en el Comité Central, por lo menos entre los suplentes del Comité Central. Hemos tenido la preocupación de que estén representadas todas las actividades, todos los frentes fundamentales de trabajo, de modo que realmente nuestro Comité Central fuera una representación de lo que es nuestro Partido en sus innumerables actividades: las provincias, la defensa del país, el trabajo, las organizaciones de masas. Y nos parece que los acuerdos tomados y la candidatura aprobada y los compañeros electos, introducen principios que son realmente muy hermosos en nuestra sociedad y en nuestro proceso. Porque los cargos del Comité Central no se aspiran, ese es el principio número uno. Debe ser el Partido quien determine. En nuestra sociedad pura, realmente pura, nadie se propone a sí mismo, y nadie debe proponerse jamás a sí mismo. En nuestra sociedad y en nuestro Partido debe imperar un principio: el mérito, la capacidad, la modestia. ¡Y jamás un cargo puede entrañar privilegios de ninguna índole!, y el aprecio de nuestra sociedad a sus militantes revolucionarios no tiene preferencia.

Los compañeros del Comité Central ejercen una función en virtud de su capacidad y de sus méritos, pero nuestro Partido y nuestra sociedad elevan a miles, a decenas de miles, a cientos de miles, a millones de hombres humildes del pueblo, aunque no estén en el Comité Central. Y así hay incontables héroes de la zafra, decenas de héroes del trabajo, miles y miles de héroes anónimos. ¡Digamos que nuestra Revolución aprecia, más que a nadie, al héroe anónimo! ¡Al hombre humilde, al combatiente modesto que cumple con su deber por un problema de conciencia, sin importarle jamás ni siquiera si le reconocen sus méritos! ¡Ese es el modelo del comunista! Y lo que importa es que el Partido y el pueblo se sientan representados en su Comité Central.

Es muy hermoso que la elección al Comité Central se gane como se gana en nuestro país. Que haya compañeros, como el compañero Pedro Rodríguez Peralta, que se ganó ese honor combatiendo en el Movimiento de Liberación junto a los patriotas de Guinea Bissau y que, gravemente herido y prisionero del enemigo, soporta años de cárcel en las prisiones fascistas de Portugal, y se mantiene inconmovible y firme, como un verdadero comunista, frente al maltrato, frente a las presiones de todo tipo, cuando era un hombre solitario en una celda a miles de kilómetros de la patria. ¡Qué lejos estaría él de pensar en ese instante que un día su pueblo tendría la oportunidad de testimoniar la admiración hacia tan cabales virtudes de comunista!

Queremos algo más

Junto a Raúl Castro, Juan Almeida Bosque y otros miembros durante la clausura del I Congreso del Partido Comunista de Cuba (PCC) en el Teatro Karl Marx. La Habana. Foto: Estudios Revolución

Nos hemos esforzado al elaborar las proposiciones al Congreso, repito, para que el Partido se sienta dignamente representado.

Y la opinión del Partido se manifiesta en las elecciones, prácticamente en esa unanimidad con que han elegido a los dirigentes del Comité Central. Y cuando hablamos de unanimidad, en ningún sentido censuramos a los compañeros que emitieron su opinión libremente, porque lo que queríamos y lo que queremos y lo que debe existir en nuestro Partido es esa honestidad y esa libertad y ese espíritu con que cada cual emite su opinión.

Y por eso se estableció el principio de crear las condiciones y las facilidades. Pero en el próximo Congreso debemos tener más facilidades todavía; nos parece que esas casillas electorales —o como se llamen—, cabinas, deben estar todavía mejor construidas, y con más facilidades, con una mesita y todo, para que cada cual emita libremente su opinión, porque eso precisamente es lo que queremos.

Pero queremos algo más: queremos que cada dirigente del Partido en el cumplimiento de su deber jamás piense en las elecciones; que actúe con justicia, con firmeza y a la vez con espíritu humano —porque por encima de todo debe haber en nuestro Partido el espíritu humano—, y a la vez con firmeza, con intransigencia en el cumplimiento del deber, sin pensar jamás en las elecciones, aunque el precio de cumplir el deber signifique no sacar un solo voto a favor en unas elecciones.

Y en un Partido tan puro como nuestro Partido esos son los criterios que deben regir. Y se ha demostrado. Se ha demostrado la pureza de nuestro Partido en estas actitudes, en su comportamiento. Y nosotros queremos conciliar estas cosas: ¡pureza, honestidad, espíritu crítico, y libertad de criterios!

Creemos, compañeros, que se ha elegido un buen Comité Central. Y ese Comité Central tendrá funciones muy importantes después de este Congreso en la dirección del Partido.

A la vez que el Comité Central, se ha ampliado el Buró Político. Nosotros observábamos con mucha atención el Congreso, y vemos la enorme confianza que ustedes expresan en los miembros del Buró Político del Partido.

Ese Buró se amplía. Y se amplía con compañeros como BIas Roca, cuya vida es un monumento a la sencillez, a la modestia, al trabajo, a la identificación con la causa de los trabajadores; y, además, es un monumento a la capacidad y a la eficiencia. Compañero que en estos años ha desplegado una extraordinaria actividad en todas las tareas que el Partido le ha encargado.

Se amplía con el compañero Machadito —como le llamamos casi todos—, cuyos méritos, cuyo carácter, cuyo prestigio y cuya autoridad son de todos conocido.

Se sabe que en nuestro Partido y en nuestra Revolución no puede existir, ni existirá jamás, el familiarismo; ¡se sabe eso! A veces dos cuadros se juntan: el caso de Raúl y de Vilma, y son familia. Y así otros casos de otros compañeros. Pero en nuestro Partido, donde el mérito tiene que prevalecer siempre, ni la amistad ni la familia son, ni serán jamás, factores a considerar.

Ahí tenemos el caso del Gallego Fernández y de la compañera Asela, han caído los dos en el Comité Central. ¡Pero qué culpa tenemos de eso! Son los méritos, exclusivamente los méritos de cada uno de ellos lo que cuenta.

En el caso del compañero Raúl, en realidad es para mí un privilegio que, además de un extraordinario cuadro revolucionario, sea un hermano. Esos méritos los ganó en la lucha y desde los primeros tiempos. La relación familiar sirvió para que lo enrolara en el proceso revolucionario, lo invitara al Moncada. ¡Ah!, pero cuando allí, en la Audiencia de Santiago de Cuba llega una patrulla y los hace prisioneros, si Raúl no hace lo que hizo en ese instante, hace mucho tiempo que no existiría Raúl, que fue quitarle la pistola al jefe de la patrulla y hacer prisionera a la patrulla que los había hecho prisioneros a ellos. Si no hace eso, a todos ellos los habrían asesinado algunas horas después en el Moncada. Y ese fue el comienzo. Y la prisión, y el exilio, y la expedición del "Granma", y los momentos difíciles, y el Segundo Frente, y el trabajo desplegado durante estos años.

Lo digo y lo recalco, porque es necesario expresar hasta qué punto en nuestra Revolución el criterio que se impone y se impondrá siempre es el mérito, y jamás ninguna consideración de tipo de amistad o de familia. Los cubanos comprendemos bien todo esto, pero también es necesario que se comprenda fuera de nuestro país.

Nos parece que el Congreso, en lo que se refiere a la elección de su dirección, ha realizado un buen trabajo. No voy a decir un excelente trabajo, porque no nos podemos olvidar de que el que habla también ha sido uno de los electos. En realidad... Bueno, ya que mencioné el tema, debo decir algunas cosas sobre esto. Primero, cuando el compañero Fabio Grobart hablaba y señalaba las razones por las cuales se tomaba la decisión de proponernos para Secretario del Comité Central, yo creo sinceramente que las cosas que él exponía son más que las que yo merezco.

Aparece ahora como si sobre la conducta de algunos de nosotros recayeran méritos especiales; pero no podemos olvidar ni por un instante que, más que hombres con grandes méritos, somos hombres a los que el azar y la historia nos han concedido excesivos privilegios. ¡Cuántos lucharon durante tanto tiempo, desde Carlos Manuel de Céspedes, Agramonte, Maceo, Martí, Mella! Tantos hombres que lucharon por ver un día al país libre, por ver cumplidos sus sueños, y factores históricos, terribles fuerzas adversas, hicieron imposible el que vieran un día coronados los esfuerzos, que vieran un día convertidos en realidades los sueños. Esos hombres no pudieron ver muchos de ellos la patria libre, esos hombres no pudieron ver un día unido todo el país, independiente, soberano, revolucionario, democrático, justo, victorioso. ¡No lo pudieron ver, a pesar de sus extraordinarios méritos personales! Y nosotros somos un puñado de hombres con unos pocos méritos y unos extraordinarios privilegios como herederos de los que hicieron la mayor parte de esta tarea. Somos, más que hombres de méritos, privilegiados herederos de lo que otros hicieron.

Las fuerzas históricas nos ayudaron a nosotros, la correlación internacional de fuerzas nos ayudó a nosotros. Y por eso nosotros hemos podido ver, hemos podido recoger el esfuerzo de tantos hombres que tanto lucharon y que nunca llegaron a ver sus sueños. Y esa es la realidad, es como lo vemos y como debemos verlo.

Sé, compañeros, que algunos de ustedes se dolían cuando nosotros hacíamos un análisis de nuestros errores; sé que particularmente algunos compañeros se sentían realmente dolidos cuando nosotros decíamos y hablábamos de los gérmenes del espíritu pequeño burgués y de chovinismo que solíamos padecer los que por vías puramente intelectuales habíamos llegado a los caminos de la Revolución. Pero si nosotros no éramos proletarios, muchos de nosotros, si nosotros no éramos campesinos explotados, si nuestra condición de clase no nos hacía objetivamente revolucionarios, ¿por qué caminos podíamos llegar a la Revolución, sino por los caminos del pensamiento, de la vocación, de la sensibilidad humana? Quizás porque tuviéramos hasta algún gene revolucionario.

Es posible que a mí me venga de mis bisabuelos, campesinos explotados de Galicia. Es posible. Eso es lo que hemos querido decir, y es verdad. No podríamos decir que el mundo está lleno de revolucionarios y, en cambio, sí podríamos decir que el mundo está lleno de pequeños burgueses. Y podemos decir de verdad que el mundo está plagado de mucha gente que por vías puramente intelectuales llegan a posiciones revolucionarias, pero que traen el lastre de su clase y traen esos gérmenes, hay mucha gente en América Latina, en Europa, en todas partes, y esa es una verdad. Y con ese espíritu nos encontramos constantemente. ¿Qué menos podemos hacer, que reconocer esa verdad? ¿Y qué mejor prueba, incluso, puede darse de que se empieza a dejar o a vencer o a derrotar esos gérmenes, que cuando comprendemos que los tenemos?

No es un afán de autocrítica. Hemos hecho análisis justos de nuestros errores, pero no hemos exagerado. Si fuéramos a ser más exhaustivos, encontraríamos muchos más errores. Hemos planteado sencillamente los esenciales. Y además, como principio revolucionario, compañeros, siempre será mil veces preferible la autocrítica a la autocomplacencia. ¡Y siempre será preferible la autohumillación al autoelogio!

Y creemos realmente que los dirigentes revolucionarios tenemos que estarnos constantemente analizando y autocriticándonos, si no en público, en privado. Siempre debemos estar ajustando cuenta con nuestras conciencias. Y nunca, jamás, podemos estar conformes con nosotros mismos, porque el hombre que esté conforme consigo mismo no es revolucionario.

¿Y qué necesitamos nosotros acaso? ¿Elogios? No. Los hombres que tienen la confianza de la colectividad y de su pueblo, los hombres, incluso, que reciben un poder grande por el sitio en que los colocan sus compatriotas, lo que necesitan no son elogios.

¿Qué demuestra la historia? Que los hombres han tenido poder y han abusado del poder. Incluso en los procesos revolucionarios, determinados hombres adquieren un poder extraordinario, sobre todo en esta fase, sobre todo en los primeros años. Cuando ya se institucionalizan los procesos, cuando ya existe un Partido, cuando ya existen las normas establecidas, cuando esas normas se convierten prácticamente en una cultura de la comunidad, entonces no hay peligros.

Pero en esta fase que hemos vivido todos nosotros de un proceso revolucionario, los peligros eran grandes, el peligro del envanecimiento, el peligro del engreimiento, el peligro del endiosamiento, el hábito de tener autoridad, el hábito de tener poder, el ejercicio del poder. ¡Cuántos riesgos entraña eso! ¡Y cuántos errores no se han cometido a lo largo de la historia de la humanidad por eso!

Junto a otros miembros, durante la ronda de votación para aprobar el Informe Central al Primer Congreso del Partido Comunista de Cuba (PCC). Foto: Estudios Revolución

De modo que era muy importante en todo este período —y lo será siempre— en que los hombres que tienen autoridad, los hombres que tienen grandes responsabilidades concedidas por sus compatriotas, estuvieran en el deber de ser duros y en el deber de ser rigurosos con ellos mismos. Y creemos que este es un principio que debe tener siempre nuestro Partido, aunque en nuestro Partido, y en nuestro futuro los hombres individualmente importen cada vez menos, los líderes individualmente importen cada vez menos.

En el pasado, un médico de pueblo obtenía todo lo que quería. Era el delegado del Partido que allí existiera. Si había que elegir un concejal, lo elegían a él. Un alcalde, a él. Un representante, a él. Un senador, a él. El único que sabía en el pueblo era el médico. ¿Pero qué habría pasado en ese pueblo, si todo el mundo fuera médico? Y así también ocurre en la Revolución.

Algunos hombres en un momento determinado juegan un rol, juegan un papel destacadísimo. Todos creen en él. Las masas son ignorantes, el analfabetismo predomina en todas partes; entonces algunos pocos, porque tuvieron el privilegio de ir a una universidad, saben un poco más que los demás.

Por eso, en casi todos los procesos revolucionarios que ha habido hasta ahora, los que elaboraron el pensamiento muchas veces no eran de las capas más humildes; pero como tuvieron acceso a las universidades, adonde no tuvo acceso el obrero, el campesino, el hombre humilde del pueblo, ellos jugaron un gran rol. Incluso, Marx y Engels no eran proletarios. Ellos pudieron estudiar en las universidades. Los obreros que trabajaban 16 y 17 horas en una fábrica no podían elaborar la teoría marxista-leninista.

Pero con la Revolución misma las universidades se abren a todos, la cultura se abre a todos, y llega un instante en que los conocimientos son patrimonio no de unos pocos individuos sino de las masas.

Y nuestra Revolución, igual que todas las revoluciones socialistas, marcha por ese camino en que el conocimiento se convierte poco a poco en patrimonio de las masas. Entonces no existirán esas colosales diferencias entre el conocimiento de unos pocos y el conocimiento de las masas. Y llegará el momento en que esas diferencias sean mínimas, entre el conocimiento de los que dirigen y el conocimiento de los dirigidos.

Y en la humanidad propiamente no existen genios. Existen hombres brillantes. Ustedes habrán leído que a uno le dan el premio tal y más cual; pero el genio no está en los individuos: el genio está en las masas. Cuando alguien se destacó en las matemáticas es porque cientos de miles no pudieron estudiar matemática. Y alguien se destacó en economía o en historia o en cualquier rama del saber humano, porque los demás no pudieron tener la oportunidad de estudiar. Pero cuando las masas tienen acceso a la cultura, tienen acceso al estudio, tienen acceso al conocimiento, entonces las diferencias desaparecen, porque en vez de un genio hay 1 000, hay 10 000 genios. Y donde hay 10 000 genios no hay ningún genio, hay un genio colectivo.

Nosotros estamos entrando en una fase ya de institucionalización del proceso revolucionario, en una fase de seguridad, en una fase de garantía muy grande, porque ya la garantía no la dan los hombres, la dan las instituciones. Y los hombres somos muy frágiles: desaparecemos y nos esfumamos de cualquier cosa, desde una mala digestión hasta un accidente automovilístico, para no hablar ya de los tenebrosos y truculentos planes de asesinatos de la CIA.

Había un período tremendo —y nosotros lo explicábamos hoy en el Comité Central— en que había que cuidar a los líderes extraordinariamente, porque estaban jugando un rol decisivo. Fueron aquellos tiempos críticos. Y yo hube de plantear; bueno, si me matan a mí, queda Raúl, y no van a liquidar la Revolución. Todo esto ha ido cambiando. Ya puedo faltar yo, puede faltar Raúl y sigue la Revolución; falta el Buró Político, y sigue la Revolución. ¡Qué extraordinaria cosa! Falta el Comité Central y sigue la Revolución. Si esa pared cayera, y desapareciera todo ese Comité Central, estamos seguros de que ustedes se reunirían y elegirían otro buen Comité Central. Pero voy mas lejos: falta este Congreso, es decir, este conjunto de delegados, y sigue la Revolución.

Una cultura de todo el pueblo

Pero nuestra idea esencial es que en la medida en que el Partido se desarrolla, las ideas se convierten ya prácticamente en una cultura de todo el pueblo. A medida que se institucionaliza la Revolución, los hombres van teniendo un papel menos importante, los individuos, los cuadros individualmente van teniendo un papel menos importante. Y eso a todos nosotros nos hace muy felices, porque es la obra revolucionaria garantizada. Podemos estar tranquilos todos nosotros. ¡Todos! Hasta el último ciudadano, el más modesto ciudadano de este país, hasta el último que acabe de nacer hoy cuando se clausure este Congreso. La Revolución está ya garantizada frente a todas las contingencias posibles.

El espíritu crítico y el espíritu autocrítico debe ser un principio. Y lo que debe preocuparnos a todos es, cuando tengamos que hacer el próximo Congreso, cuál será el saldo de éxitos, y cuál será el saldo de errores.

Pero nosotros decíamos que se han ido creando las condiciones para que no exista error que no pueda evitarse si puede preverse y que no sea rápidamente rectificado si llega a cometerse. Esas son las condiciones que se han creado y son las condiciones que se han consolidado en este Congreso.

Por lo demás, compañeros, nosotros estamos, todos nosotros —hablo en nombre de todos los compañeros del Buró Político y del Comité Central con los cuales ustedes han sido tan efusivos, tan cariñosos, tan calurosos— nos sentimos profundamente conmovidos y jamás nos sentiremos envanecidos por eso, tenemos muy presente una de las más grandes verdades que dijo Martí en su rica filosofía, y es que: "toda la gloria del mundo cabe en un grano de maíz".

La confianza depositada por ustedes en nosotros, los honores conferidos a todos nosotros, servirán solo para que nos sintamos todavía más comprometidos y todavía más obligados con nuestro Partido y con nuestro pueblo. Servirá para que nos esforcemos más en luchar por mantener esta honestidad, esta pureza, este espíritu fraternal y humano de nuestro Partido y de nuestra Revolución. Porque alguien dijo una vez que la Revolución era como Saturno, que devoraba a sus propios hijos. Pero esta Revolución no devora a sus propios hijos, aquí estamos los hombres que iniciamos esta Revolución.

Aquí estamos los hombres que la continuaron después, aquí se juntan los que tienen más años de revolución, los que empezaron antes que nosotros como Fabio Grobart y Carvajal como Blas y Carlos Rafael, los que estuvimos cuando el Moncada, los que nos unimos en el exilio, los que nos unimos en la Sierra, los que nos unimos en el triunfo, los hombres viejos y los hombres maduros, y los hombres jóvenes, desde Fabio hasta Domínguez, estamos todos. Y esta Revolución no ha devorado, ni devorará jamás a sus propios hijos. Sin que ello implique la tolerancia, sin que ello implique la falta de severidad necesaria en una Revolución.

Pero este carácter humano de nuestra Revolución, fraternal, generoso, a la vez que firme, nos satisface y nos enorgullece a todos. Y ese camino, ese porvenir, lo garantiza nuestro Partido, lo garantiza este Congreso, he ahí su significado más profundo. Una nueva etapa surge en la Revolución, después del Primer Congreso.

Nosotros sabemos quiénes se encuentran aquí reunidos y lo que representan los aquí reunidos en cuanto a méritos y capacidad. Cuántos héroes del trabajo, cuántos hombres y mujeres premiados por la Revolución, cuántas medallas del XX Aniversario hay aquí presentes en este Congreso; cómo ha sido todo el proceso de selección, la extraordinaria calidad que hay aquí presente. Y estamos seguros de que algún día, como hoy se habla de lo que ocurrió hace 50 años cuando un puñado de hombres organizó el primer Partido Comunista, también dentro de 50 años, dentro de 100 años los nietos y biznietos y tataranietos de ustedes hablarán también del Primer Congreso.

Hemos tomado magníficos acuerdos, se han elaborado brillantes documentos que trazan la pauta y nos indican lo que debemos hacer en los años futuros. Es la experiencia de 17 años acumulada.

Algunos se preguntan por qué no hicimos antes el Congreso. ¡Qué suerte que lo hicimos ahora! ¡Qué suerte! Porque su calidad está determinada por 17 años de experiencia, ¡17 años de experiencia!, cuando muchos errores los hemos superado, cuando hay verdadera madurez en el proceso revolucionario. Y hemos podido hacer un Congreso sereno, maduro realmente. ¡Hemos podido hacer un gran Congreso ahora! Y, desde luego, sistemáticamente desde ahora en adelante, tendrán lugar los sucesivos congresos del Partido cada cinco años.

No voy a abundar más en estos temas, los materiales los hemos visto, la unanimidad no es el resultado de una disciplina mecánica, sino que los documentos fueron muy discutidos con las masas. Cada uno de esos documentos fundamentales se discutió con el pueblo, se discutió con el Partido, todo el mundo aportó sus ideas, todo el mundo aportó sus criterios, todo el mundo aportó sus modificaciones. Y por último se discutieron en las comisiones. Y eso explica por qué prácticamente todos los acuerdos eran por unanimidad, excepto que una palabra estaba mal y con toda razón un compañero planteó que estaba mal la palabra. Es el proceso democrático con que se han discutido todas estas tesis y todos estas resoluciones.

No quiero extenderme mucho. Tenemos después un acto de masas. Hemos tenido el Congreso del partido, y después vamos a tener el Congreso del pueblo. Pero quiero abordar un tema de política exterior antes de finalizar el Congreso. Y analizarlo serenamente, sin apasionamiento.

Estando celebrándose este Congreso, el Presidente de Estados Unidos declaró que con motivo de nuestra ayuda al hermano pueblo de Angola se cancelaban —más o menos— las perspectivas, o las esperanzas, o las posibilidades de un mejoramiento de relaciones entre Estados Unidos y Cuba.

Es curioso que el presidente de Estados Unidos, el señor Ford, nos amenace con eso. Antes, cuando existían relaciones, las suprimieron, cuando existía cuota azucarera, la suprimieron, cuando existía comercio entre Estados Unidos y Cuba, lo suprimieron, pero ya no les queda nada por suprimir, y ahora suprimen las esperanzas. Esto se pudiera llamar "el embargo de las esperanzas", por parte del Presidente de Estados Unidos. Ha embargado realmente lo que no existe.

Ya, con motivo de la Conferencia de Solidaridad con Puerto Rico, se indignaron, y declararon que eso afectaba seriamente las posibilidades de una mejoría de las relaciones. Señores, si para tener relaciones con Estados Unidos y para mejorar las relaciones con Estados Unidos hay que renunciar a la dignidad de este país, hay que renunciar a los principios de este país, ¿cómo se pueden tener relaciones con Estados Unidos?

Por lo visto, en la mentalidad de los dirigentes de Estados Unidos, el precio de una mejoría de las relaciones, o de relaciones comerciales o económicas, es renunciar a los principios de la Revolución. ¡Y nosotros no renunciaremos jamás a nuestra solidaridad con Puerto Rico!

¿Qué pueblo creen que es este? ¿A qué país creen que van a tratar? ¿A la vieja Cuba? ¡No, esta es la nueva Cuba, y este es un país diferente! Y en tanto no se les introduzca esta verdad en la cabeza, no sé dónde están las posibilidades de mejoramiento de relaciones, porque a nuestros hermanos puertorriqueños no los abandonaremos aunque haya 100 años sin relaciones con Estados Unidos.

Realiza intervención durante el Primer Congreso del Partido Comunista de Cuba (PCC) en el teatro Karl Marx. Foto: Radio Rebelde

Ahora ya no es Puerto Rico solo, ahora es también Angola. Siempre, en todo el proceso revolucionario, nosotros hemos llevado a cabo una política de solidaridad con el movimiento revolucionario africano. Una de las primeras cosas que hizo la Revolución fue enviarles armas a los combatientes argelinos que estaban luchando por su independencia. Eso costó un deterioro de las relaciones con el Gobierno de Francia, que estaba indignado porque nosotros a los combatientes argelinos les enviábamos armas y los apoyábamos en las Naciones Unidas y en todas las tribunas internacionales. Pero mantuvimos esa política, y los ayudamos.

Y cuando después del triunfo de la Revolución, el nuevo Estado argelino tuvo cierto riesgo y ciertos peligros, no vacilamos en mandarle nuestra ayuda, y la enviamos.

A los que lucharon en Guinea-Bissau. Ahí está el caso de Pedrito Rodríguez Peralta, miembro del Comité Central, que estaba luchando con los patriotas de Guinea-Bissau.

A los gobiernos progresistas y a los movimientos revolucionarios de África los hemos apoyado desde el triunfo mismo de la Revolución. ¡Y los seguiremos apoyando!

Esa ayuda se ha manifestado de distintas formas, a veces hemos enviado armas, otras veces hemos enviado hombres, otras veces hemos enviado instructores militares, otras veces hemos enviado médicos, otras veces hemos enviado constructores, y otras veces hemos enviado constructores, médicos y además instructores, las tres cosas. Lo que viene haciendo la Revolución desde el principio, fiel a su política internacionalista es ayudar allí donde puede ayudar, allí donde puede ser útil y allí donde se le solicita su ayuda además.

Del mismo modo, estamos ayudando al MPLA y al pueblo de Angola, con el cual hemos tenido relaciones y hemos colaborado desde que iniciaron la lucha por su independencia contra el colonialismo portugués. Hay muchos de los cuadros angolanos que estudiaron en Cuba.

¿Pero qué ocurre? No hay duda de que esas declaraciones de Ford responden al hecho de que los imperialistas están irritados con nosotros. ¿Y por qué están irritados? Porque lo tenían todo planeado para apoderarse de Angola antes del 11 de noviembre.

Angola es un territorio rico en recursos naturales, Cabinda tiene grandes recursos petroleros, una de las provincias de Angola. El país es rico en minerales —diamantes, cobre, hierro—; esa es una de las razones por la que los imperialistas quieren apoderarse de Angola.

¡Estamos cumpliendo un elemental deber internacionalista cuando ayudamos al pueblo de Angola! No buscamos petróleo, ni buscamos cobre, ni buscamos hierro, ni buscamos nada en absoluto. Simplemente aplicamos una política de principios. No nos cruzamos de brazos cuando vemos a un pueblo africano, hermano nuestro, que de repente quiere ser devorado por los imperialistas y es brutalmente atacado por Africa del Sur. ¡No nos cruzamos de brazos y no nos cruzaremos de brazos!

De modo que cuando los imperialistas se preguntan qué interés tenemos, les tendremos que decir: miren, léanse un manual de internacionalismo proletario para que puedan entender por qué nosotros estamos ayudando en Angola.

Esa es la causa de las irritaciones y de las amenazas.

¿Conciben ustedes el futuro de este país en que el precio de las relaciones con Estados Unidos y el comercio con Estados Unidos sea que nosotros volvamos a ser lo que éramos en el pasado?

¿Qué este país deje de expresar su solidaridad a sus hermanos revolucionarios en el resto del mundo?

¿Qué dejemos de expresar nuestra solidaridad a los vietnamitas, a los laosianos, a los camboyanos, a los africanos, a los yemenitas, a los árabes, a Siria, a Argelia, a Guinea y a todos esos países?

No es ningún secreto nuestra política de solidaridad. Y uno de los hechos, de los elementos más hermosos de este Congreso fue la presencia internacional en nuestro país.

Por un lado, los representantes de los países que nos ayudaron, y entre ellos la delegación soviética, que nos ha dado a nosotros grandes pruebas y grandes lecciones de internacionalismo. Porque a pesar de la distancia no permitió que el imperialismo nos asfixiara, nos tragara y nos destruyera, porque nos mandó el petróleo cuando nos dejaron sin petróleo, porque nos mandó las armas cuando nos amenazaba la agresión, porque mandó sus hombres aquí también cuando fue necesario.

Y aquí han estado presentes numerosos representantes de prestigiosos países, que han hablado y se han dirigido a nuestro pueblo con un gran cariño, con un gran respeto, y nos han hecho sentir la sensación de que pertenecemos a una gran familia revolucionaria, y que esa familia es poderosa.

Compañeros delegados: Dentro de algunos minutos nos reuniremos con nuestro pueblo, que de modo entusiasta y ejemplar ha calorizado este Congreso, lo ha apoyado con su trabajo y con su aliento, y lo ha seguido de cerca con la mayor atención. No tenemos la menor duda de que nuestro pueblo hará suyos, con ardor y con pasión revolucionarios, los acuerdos del Congreso.

Nosotros deseamos expresar nuestro más profundo agradecimiento a las 87 delegaciones amigas que nos han visitado, y que han contribuido con su presencia a darle relieve y a darle prestigio a este Congreso. Realmente nos sentimos con ello muy estimulados.

Nos estimula también saber que ellos tienen una buena impresión de la calidad de nuestro Congreso.

Todos nosotros, compañeros, hemos vivido días inolvidables. Todos nosotros hemos experimentado extraordinarias emociones. Todos nosotros nos hemos sentido felices. Y todos nosotros nos hemos sentido orgullosos de la obra de la Revolución y de nuestro Partido. Todos nosotros hemos experimentado la confianza hacia el porvenir que nos da este Congreso. Todos nosotros, los tres mil y tantos delegados, hemos experimentado la conciencia de que en estos días se ha trabajado para el futuro de nuestra patria, de que en estos días se ha trabajado para la historia.

Jamás se borrarán de nuestras mentes las impresiones de este Congreso. Jamás olvidaremos tanto espíritu fraternal, tanto calor humano, tanta pureza y tanta unidad como la que hemos visto en este Congreso.

Tenemos un Partido unido estrechamente en la ideología, en la comunidad de propósitos. Tenemos una Dirección unida estrechamente. Por eso podemos decir que nunca la Revolución fue más fuerte, nunca el Partido y el pueblo estuvieron más unidos, nunca nuestra conciencia revolucionaria fue más alta.

Por eso, repito, nos hemos sentido orgullosos del Partido y orgullosos del Congreso.

Les agradecemos a todos, compañeros, el esfuerzo que han hecho en estos días; la conducta que han mantenido, la organización perfecta, la disciplina ejemplar y, sobre todo, la conciencia que ustedes han exhibido ante los visitantes en estos días.

Y en nombre del Comité Central y del Buró Político los abrazamos a todos.

¡Patria o Muerte!

¡Venceremos!

Vea además:

Primer Congreso del Partido: Y sigue la Revolución (+ Video)

Se han publicado 2 comentarios



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  • Vntura Carballido Pupo dijo:

    El contenido de esta medular obra discuriva, --adaptado al contexto historico en que vivimos hoy, es una fabulosa guía para la acción, para enfrentar los males que nos han deparado los años 2020 y el actual 2021. La ejemplaridad, que ha llamdo nuestro hitorico lider, desde el Comite Central hasta el último militanmte, debe ser máxima a tomar en cuenta en el 8vo. Congreso convocado para abril del preente 2021.

  • Lidice Lopez Diaz dijo:

    Me parece que debemos preparar más al pueblo sobre las tácticas y planesde los servicios d inteligencia de los enemigos de la revolución, sobre todo eb universidades, centros de trabajo, y demas organizaciones revolucionarias, ya que existe un grupo de personas, que por el motivo que sea, m a información que reciben son los comentarios contrarevolucionarios. Nunca se leen un periodico ni oyen nuestra tv y radio en relacion con este tema. No es obligar, kqsino tratar de que los confundidos, los que dudan, o se acobardan cuenten con arcumentos que le callen la bocas que le hacen juego a la contrarrevolución. A los incondicionales a Fidel,
    Raúl, Diaz Canel, y demás dirigentes de la revolución y que estamos dentro del mismo pueblo
    nos ayudaria tambien en la lucha de las ideas.
    Utilizo dirección del correo de mi hija, me llamo Elvis . López Rodríguez

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Fidel Castro Ruz

Fidel Castro Ruz

Líder histórico de la Revolución Cubana. Nació en Birán el 13 de agosto de 1926 y murió en La Habana, el 25 de noviembre de 2016. Ha escrito numerosos artículos, reflexiones y libros sobre la situación mundial, la historia de Cuba y su actualidad.

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