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No somos nada

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En ese tiempo, “por cumplir”, la gente se pasaba la noche entera en la funeraria, aunque tuviera que escucharle una y otra vez a los dolientes el relato. Foto: Jorge Luis Sánchez Rivera/Cubadebate.

Cuando yo era niño ---hace, ponga el lector, sesenta años--- un velorio era todavía un velorio. Un acto revestido de solemnidad aunque no faltase en ninguno de ellos el chistoso de guardia a quien los reunidos escuchaban sus pujos a falta de algo más interesante que hacer. Entonces, tan pronto se conocía la muerte de un conocido, amigos y vecinos se aprestaban a “cumplir” con el difunto. Las mujeres vestían de negro y aquel que andaba siempre enmangas de camisa, casi agradecía la oportunidad para volver a lucir el traje, un trajecito de entretiempo, de apéame uno, pero que, a fuerza de usarse de vez en vez,  todavía daba el plante. O la guayabera de hilo, con la infaltable corbata de mariposa, muy cómoda porque venía de fábrica con el lazo hecho.

En ese tiempo, “por cumplir”, la gente se pasaba la noche entera en la funeraria, aunque tuviera que escucharle una y otra vez a los dolientes el relato pormenorizado de los días pasados en el hospital, la lenta agonía y los esfuerzos vanos del médico por prolongarle la vida. Menudeaban frases como “no somos nada” y otras que recordaban lo efímero de la existencia y no era raro que alguien aludiera una y otra vez a lo vivito y coleando que andaba el muerto antes de morirse.

Los familiares no reprimían los ayes ni las lágrimas ante cada expresión de pésame que se acompañaban con besos, abrazos y sonoros manotazos en las espaldas. El silencio y la tranquilidad del lugar se rompían de cuando en cuando con manifestaciones de dolor mal contenidas. Desmayos. Subidas de presión. Tazas de tilo. Calmantes. Buchitos de café y juguitos. Cuando los funerarios se disponían a llevarse el ataúd, uno o más familiares se abrazaban a la caja como si se abrazaran al muerto mismo.  “No, no se lo lleven”, decían a voz en cuello. Pero era la hora y había que llevárselo.

No era lo mismo un velorio en la funeraria Caballero que en la funeraria Maulini o en Fiallo. Pobres y ricos seguían divididos al borde de la tumba. Y en la tumba misma. La muerte tenía también rango y clase y el servicio fúnebre se pagaba en consecuencia. Existía el término medio, que era el que brindaba la funeraria Nacional. Los funerarios de medio pelo o sus agentes recorrían clínicas y hospitales para enterarse de quien en ellos estaba a punto de fallecer e ir  enamorando a los familiares a fin de que no se les escapara el negocio.

Un negocio que se disputaban en ocasiones ante un cuerpo todavía caliente. Pese  a las diferencias y aunque el muerto no protestara, lo mismo daba un velorio en la funeraria Rivero que en Luyanó o en Oliva: el entierro no salía hasta que no se pagara el tendido. No valían súplicas ni promesas. Y había zonas en el cementerio. Según la ubicación de la bóveda, así era la posición económica del muerto. Una necrópolis que reproducía en sus cuadros y el lujo de los panteones la cuidad de los vivos, con su Country Club, su Miramar, su Vedado, su Lawton, su Llega y Pon…

Si en los velorios de hoy se ve pasar a veces una botella de ron, , y más de una también, comer era práctica habitual en los velorios de antaño. Nunca vi comer en un velorio, pero sí asistí, de niño, a algunos que tuvieron lugar en la propia vivienda del difunto. Se contrataban los servicios de una casa fúnebre, que ponía el ataúd, las velas, el crucifijo y el carro, y los dolientes pedían sillas prestadas entre los vecinos. Y vi también como ya tarde en la noche uno de los familiares cercanos al muerto medía con cordeles la estatura de los más jóvenes de la casa para echar después los cordeles en el ataúd.

En los años 20 y 30 del siglo pasado hubo en La Habana un funerario célebre y buscado en lo que se refería a velorios caseros. Ya desde mucho antes existían funerarias en esta capital. Caballero, la funeraria más lujosa de la ciudad, por ejemplo,  se fundó en 1857, con el nombre de El Casa de la Calle Concordia, en Centro Habana, y allí estuvo hasta que en la década de 1940, o quizás antes, se trasladó para la esquina de 23 y M. Y ya que sobre esto hablamos, recuerdo la ocasión en  que en Santiago de Cuba, sin tener donde dormir, pasé toda una noche, con mis bártulos de reportero errante y casi vagabundo, en la funeraria Bartolomé.

No digo que el dolor por la pérdida de un ser querido sea hoy menor, pero la muerte, “algo que diariamente pasa”,  se ve de otra manera. Hoy los velorios se han simplificado. A veces no duran las 24 horas que antes se hacían de rigor. Palabra esa exacta para una mala noche. Son pocos los que pasan la noche completa junto al muerto pues con el pretexto del transporte, “que está pésimo”, o de compromisos ineludibles a la mañana siguiente, a las once, a más tardar, empieza la desbandada. De los que “cumplieron” porque muchos se hacen el chivo loco y ni por la funeraria se portan por estrecha que fuera su amistad con el muerto.

Vea además:

Apuntes del cartulario: El cementerio de Colón

Se han publicado 28 comentarios



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  • F dijo:

    HABLEMOS MUCHO
    Hablemos del presente
    Porque los muertos no tienen futuro,
    Así que es de hoy de lo que quiero hablarte,
    Decirte lo que casi nunca digo,
    De ti quiero decirte
    Todo lo buena (o) que tú eres,
    De cómo crezco yo hablando contigo,
    De cómo me siento cuando digo
    Que te tengo a mi lado como amigo (a)
    Y sentir que me estremezco el alma
    Por los pocos amigos(a) que me quedan
    Y cuantos se fueron sin decirle
    Lo bueno que has sido,
    Y no solo conmigo.
    Después de la muerte no hay futuro,
    Por mucho que intentemos no creerlo,
    El futuro es el hoy que estás viviendo,
    Porque fue ayer y hoy aún estas vivo,
    Qué bueno, aún poder decirnos,
    Todo lo que mañana no podremos,
    Así me di cuenta de que siempre;
    Hablamos de aquel, que ya se ha ido
    Con su madre, su padre, si están vivos;
    Los hermanos, la esposa, los hijos o un amigo(a)
    Pero muy pocas veces, decimos a la cara a los amigos,
    Lo mucho que aprendimos a su lado,
    Hipocresía a que la vida nos obliga,
    Por no saber decir lo que sentimos,
    O por miedo a estar equivocados.
    Y luego queremos en la tumba,
    Saldar esa deuda del pasado.
    Diciéndole al amigo(a) que se ha ido
    Lo bueno que dé si nos ha quedado,
    Es hablándole mucho a todo el mundo,
    A todo el que sentimos es amigo(a)
    A muchos, no tantos, o muy pocos,
    Por las miles razones de la vida,
    Antes de irnos, o se vayan
    Lo bueno que ha sido su presencia,
    Para sentir lo mucho que vivimos,
    Para poder después estar tranquilos,
    Y tratar de que el otro esté tranquilo,
    Diciéndome lo bueno que recuerda
    De todo lo que junto hemos andado,
    Por qué esperar a hablar mañana?
    Cuando, ya no estemos a su lado,
    O casi no podamos hablar mucho.

  • Orlando dijo:

    Así es, respetado Ciro. No somos nada. Nunca mejor dicho que por estos días.

  • Ariolvis dijo:

    Así mismo profe, como han cambiado las tradiciones. Aun cuando soy joven puedo ver estos cambios y también las diferencias entre un velorio en Oriente y uno en la Habana para citar un ejemplo,,, la Habana usted lo describe perfecto en su articulo,,, en oriente un velorio era diferente, grandes multitudes y lo visitaban desde amigos hasta desconocidos del muerto, en medio del dolor de la familia esta se ocupaba de que no faltase la comida para todos, y se dejaba de ver por los alrededores los compañeros conversando con su traguito, luego a la hora del entierro las marchas multitudinarias, y lo que no faltaba era la despedida de duelo, ese ultimo adiós.... muchas gracias excelente articulo...

    • KO54 dijo:

      Porque tienen que ser iguales los velorios si Santiago y La Habana tienen costumbres diferentes desde los carnavales, que son en fecha distinta hasta las comidas.

  • Mulata dijo:

    Gracias, Ciro por darnos a conocer estás historias, con esa forma tan amena que usted tiene de hacer sus relatos, a pesar de ser un tema tan serio como el de los velorios, es muy agradable su lectura. Gracias.

  • ramon dijo:

    "...dolientes el relato pormenorizado de los días pasados en el hospital, ..."
    Ahí cabría perfectamente una aclaración, por ejemplo: los que tuvieron la posibilidad de ser atendidos, que no fue la mayoría.

  • r dijo:

    En mi criterio el velorio es una total perdida de tiempo, sobre todo porque su necesidad estaba justificada por la falta de conocimientos medicos en otra epoca, ahora es un total sinsentido.

  • José Antonio Pomares dijo:

    Me agrada mucho leer los trabajos del periodista Ciro Bianchi. Logra reflejar las costumbres y tradiciones del pueblo cubano de antaño en forma muy original, verdadero y claro, despojado de un discurso académico y poco comprensible que en oportunidades utilizan otros colegas. Me complacería mucho leer sus trabajos mas a menudo por cubadebate.

  • Ileana dijo:

    Entre al artículo cómo hago siempre que abro Cubadebate y voy leyendo los titulares, pero cuando comencé a leer sentí la conexión, que me sucede pocas veces con el escritor, cuando llegue al final y vi que era Ciro Bianchi ahí supe porque me sentía así, lo admiro tanto, muchas gracias maestro

  • suly dijo:

    Hola,he leído su escrito No somos nada,y en realidad me ha gustado mucho pues tiene razón en lo dicho.Hoy en día las personas han perdido sencibilidad ante estas cuestiones y se quieren salir rápido del difunto pues como ya no aporta nada pierde interés, parece. Siempre hay justificaciones para no estar un rato más en la funeraria o acompañar a la familia.La sociedad está muy preocupada en las cuestiones económicas sin darse cuenta que la muerte nos llega a todos porque es parte de la vida y que para allí no nos llevamos nada,nos vamos como

  • suly dijo:

    Hola,he leído su escrito No somos nada,y en realidad me ha gustado mucho pues tiene razón en lo dicho.Hoy en día las personas han perdido sencibilidad ante estas cuestiones y se quieren salir rápido del difunto pues como ya no aporta nada pierde interés, parece. Siempre hay justificaciones para no estar un unrato más en la funeraria o acompañar a la familia.La sociedad está muy preocupada en las cuestiones económicas sin darse cuenta que la muerte nos llega a todos porque es parte de la vida y que para allí no nos llevamos nada,nos vamos como nacimos,como llegamos en realidad a este mundo.

  • Rafael dijo:

    Interesante y a pesar del tema, jocosa la publicación, y es que tantas cosas se han perdido, que muchas veces cuando veo las noticias en la televisión cubana, sobre reuniones, encuentros, acuerdos y decisiones, tal parece que nos reinventamos cada día la manera de conducir al País, como si toooodo el tiempo pasado no constara. Se viven tiempos muy difíciles, pero a diferencia de los funerales y ahí mi pregunta, será que en algún momento fueron buenos(los tiempos)?????

  • Pan con Timba dijo:

    Bárrrrbaro maestro

  • Melvis dijo:

    Siempre que se toca el tema vuelvo a la "Canción del sainete póstumo" de Villena. El dolor ante la muerte sigue siendo el mismo, pero los procedimientos y rituales van cambiando con el tiempo. Aún persisten prácticas de antaño por tradición, a pesar de haber perdido su verdadero sentido. El velorio o velatorio se realizaba precisamente para confirmar el estado de defunción, pues en tiempos en que se manifestaban padecimientos como la catalepsia y otros similares; más de un "difunto" se despertó para susto de los presentes y alegría de los allegados. Gracias Ciro, una vez más, por sus artículos.

  • Jolubaro dijo:

    Ciro, conoce usted alguna historia de muertos q hayan resucitado en el velorio? Es cierto q se dieron casos así? Gracias

  • Realista y con sentimientos. dijo:

    Por las personas se hace mientras estén vivas después de muertas no hay que hacer: sólo recordarles y para ello no es necesario ir al cementerio.

  • Cangrejero dijo:

    Gracias maestro por sus crónicas de antaño como siempre todo un lujo leerlas.
    Solo decirle maestro que en mi caibarien natal , existió un señor funerario el , de apellido Zuloaga y al que todos conocían por huevito, todo un personaje en la villa cangrejera , muy atento y siempre vestido de negro y cuyo lema en su funeraria era...” yo no quiero que nadie se muera pero que prospere mi negocio”.

  • Amador Maurín dijo:

    Gracias por la crónica. En estos tiempos, que más que corren parece que vuelan, los velorios funcionan además como espacios de reunión de familiares alejados. Abundan los reencuentros y las historias de la "juventud" y, como ya dijo el escritor muy acertadamente, el ron adereza las narraciones en las esquinas de la funeraria.

  • Hector dijo:

    Gracias Ciro por tan excelente trabajo. Nunca había oído lo de poner hoteles con la estatura de los familiares en el ataúd. Cuál sería su propósito?

    • Regla dijo:

      Hoteles no, pero cordeles con la medida de los niños de la casa se ponían en el ataúd para que el difunto "no se los llevara al más allá"...

  • Ana dijo:

    Mi difunta madre,que nació en Unión de Reyes,Matanzas,contaba graciosas anedoctas de los velorios en su pueblo,y que muchas personas pobres aprovechaban la oportunidad de asistir para tomar leche con chocolate y galleta

  • William Martínez dijo:

    En las Tunas existió un personaje muy afable que era el cepulturero del cementerio Vicente García, que casi todos lo conocían por su gentileza y afan en el trabajo además vivia cerca del campo funebre en el Reparto México , le decían Juanito, creo que su hijo trabaja allí.

  • Jose dijo:

    Me ha hecho usted recordar los velorios familiares en “el campo”. Un apartado lugar llamado Guachinango, municipio Los Arabos de Matanzas. Para nosotros que vivíamos en la capital, era un viaje de alegría, porque entre llantos y penas por la perdida, también estaba encontrar nuestros primos y famulares, trepar matas de guayaba y corre tras los pollones para hacer la sopa que se ofrecía los que hacían noche. Gracias.

  • escipión dijo:

    Por allá por Santiago conozco cierto personaje que, si no quiere hechar una carcajada en medio del velorio, mejor no se le acerque. El hombre se sabe las mil y una anécdotas y, lo mejor del caso, no se ríe. Parece Buster Keaton...

  • RARJ dijo:

    TRES CUENTOS FÜNEBRES
    -1-
    Un “curda” a un velorio entró
    Y al dolido habló con clase:
    _No somos nada_ y la frase
    Diez veces le repitió.
    Como no lo conoció,
    El hijo de la finada
    Lo increpó, y con voz calmada
    El curda le dijo: _ Amigo
    Pero si es lo que yo digo,
    Nosotros no somos nada _.
    -2-
    Un “curda”, con su barullo,
    Entra a un velorio y se va
    A la caja y empieza a
    Cantar “A bi beibi tuyo”.
    Y uno, al ver que ya hay murmullo,
    Gritó: ¡Que pasa contigo!
    ¡Esto no es fiesta, le digo!
    Y el “curda” dijo con ley
    _ Yo si ví extraño que el “key”
    Fuera tan grande, mi amigo_.
    -3-
    Un hombre un día perdió
    A su suegra y con dolor
    Se acercó al enterrador
    Y de esta forma le habló:
    _ Un favor le pido yo,
    Cuando usted haga el trabajo,
    Entierrela boca bajo
    Pa´por si quiere salir
    Ella no pueda subir
    Y se vaya más pa´abajo_.

  • Juan Carlos Subiaut Suárez dijo:

    Otra buena remembranza, Maestro; aunque esta vez circule en los predios de la pelona. Le adjunto algo: En estos tiempos, lastimosamente ,y aún antes del distanciamiento por la covid, los velorios y entierros eran los momentos de reencuentro de familiares cercanos que apenas se veían entre uno y otro. El antiguo hábito de mantener las relaciones entre los miembros de una familia se ha ido perdiendo, como muchas otras cosas, razones esgrimidas como la escasez de tiempo libre, los problemas de transporte y otros tienen validez, pero no son absolutas. Para refrescar, una anécdota: Uno de los deudos de la fallecida, nieto por más señas, había repetido varias veces la frase clásica "llévame contigo...". Sucedió que, a la hora del entierro y al estar el joven cerca del ataúd, un pliegue de su pantalón se enganchó en un saliente de este y el joven resultó arrastrado. Al sentirse llevado, el joven gritó a plena voz para jolgorio de los presentes: "Abue, no me lleves, era jugando..."

  • RARJ dijo:

    UN PASAJE REAL
    -1-
    Estaba, en la vía, Ambrosio
    Cuando cerca de él pasó
    El carro fúnebre y vió
    Que el chofer era su socio.
    Tenía un viaje de negocio
    Y le pidió la botella,
    Pero al ser muy larga aquella
    Carrera y sueño tenía
    Viendo la caja vacía
    Fue y se acostó dentro de ella.
    -2-
    El chofer que hacía el reparto
    Le dijo muy desenvuelto:
    _Duerme, que yo te despierto
    Sobre las diez menos cuarto_.
    Ambrosio, sin sobresalto,
    Quedó dormido al instante
    Y el chofer que era galante,
    Muy complaciente a los ruegos
    Recogió a una vieja, luego,
    Un tramo más adelante.
    -3-
    El chofer era un experto
    En eso de conversar
    Pero se olvidó explicar
    Lo que Ambrosio había resuelto.
    La vieja miraba al muerto
    Con un respeto absoluto
    Y aquel chofer medio bruto
    Continuaba conversando
    Y así se fueron pasando
    Las horas y los minutos.
    -4-
    Por fin el viaje llegó
    A término de carrera
    Y de buenas a primera
    Ambrosio se despertó.
    Tocó a la vieja y gritó:
    _ ¡¿Ya son las diez menos cuarto?¡_
    Y ahí la vieja metió un salto,
    Se golpeó, vió las estrellas,
    Y si no corren con ella
    Se muere por un infarto.

  • Guillermo Raga Loyola dijo:

    Muy amenos e interezantes todos sus materiales y crónicas. Me gustaria leer algo sobre Guillermo Someillan. Quisiera poder contactarllo. Saludos

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Ciro Bianchi Ross

Ciro Bianchi Ross

Destacado intelectual cubano. Consagrado periodista, su ejecutoria profesional por más de cuarenta años le permite aparecer entre principales artífices del periodismo literario en el país. Cronista y sagaz entrevistador, ha investigado y escrito como pocos sobre la historia de Cuba republicana (1902-1958). Ha publicado, entre otros medios, en la revista Cuba Internacional y el diario Juventud Rebelde, de los cuales es columnista habitual.

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