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La Jornada: Datos de la desesperación oficial

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En su incapacidad para dar respuesta adecuada a los crecientes indicios de su vinculación en los videoescándalos que tienen por pivote al empresario corruptor Carlos Ahumada Kurtz, el gobierno de Vicente Fox da muestras de perder el control de sí mismo y de los asuntos públicos.

Anteayer los secretarios de Gobernación y de Relaciones Exteriores, Santiago Creel Miranda y Luis Ernesto Derbez,  provocaron una nueva confrontación -la más grave en lo que va del sexenio- con el gobierno de Cuba, al anunciar la expulsión del embajador de ese país y del consejero político de su embajada, y ordenar el retiro de la representante de México en La Habana. Los funcionarios esgrimieron supuestos actos intervencionistas que, con excepción del altisonante discurso de Fidel Castro del primero de mayo, en el que atacó acremente la conducción de la política exterior mexicana, resultan inciertos, nebulosos y generadores de nuevas sospechas sobre las verdaderas razones del foxismo para intentar la inducción de una ruptura total de las relaciones bilaterales. Creel se limitó a aducir, como motivo de la drástica reducción unilateral de los vínculos, las actividades "contrarias no sólo a la amistad que existe entre nuestros pueblos, sino al respeto que están obligados a darse los gobiernos en sus relaciones internacionales" de dos dirigentes del Partido Comunista Cubano que estuvieron en dos ocasiones, en el mes pasado, en territorio nacional, provistos de pasaportes diplomáticos.

Ayer, Creel aumentó la confusión y la turbiedad en una conferencia de prensa en la que defendió nada menos que el supuesto derecho gubernamental a no dar a conocer a la sociedad los motivos de la cuasi ruptura, salvo por las nebulosas referencias a una pretendida intromisión en asuntos internos de México. Para ilustrar la actitud de Creel vale la pena transcribir, textualmente, un pasaje de la versión oficial de sus palabras, difundidas por la propia Secretaría de Gobernación:

"Tenemos todo el derecho como gobierno mexicano a reservarnos la información, a reservarnos la carta, las cartas, sobre todo cuando estamos hablando de nuestra relación con un gobierno extranjero. No es una cuestión de informar a la opinión pública, es una cuestión que tiene que ver con una reserva que está, además, dispuesta en ley. En la Ley de Transparencia y Acceso a la Información oficial, que hemos reservado precisamente para poder brindar los espacios que sean necesarios en la evolución de la relación que debemos de tener con Cuba. Por lo tanto es una decisión de carácter estratégico del gobierno mexicano y que tiene que ver con nuestra relación con Cuba, y por tanto estamos reservando esa información. Además nos asiste el derecho. Un gobierno democrático lo hace porque tiene el derecho de hacerlo. Nos asiste el derecho en la reserva que hemos formulado, y por lo pronto la reserva se afirma      y se ratifica."

La norma invocada por Creel dice, en el capítulo III y en el artículo 13, que podrá clasificarse como "información reservada y confidencial" aquella cuya difusión "pueda: I. Comprometer la seguridad nacional, la seguridad pública o la defensa nacional; II. Menoscabar la conducción de las negociaciones o bien de las relaciones internacionales, incluida aquella información que otros estados u organismos internacionales entreguen con carácter de confidencial al Estado mexicano; III.   Dañar la estabilidad financiera, económica o monetaria del país; IV. Poner en riesgo la vida, la seguridad o la salud de cualquier persona, o V. Causar un serio perjuicio a las actividades de verificación del cumplimiento de las leyes, prevención o persecución de los delitos, la impartición de la justicia, la recaudación de las contribuciones, las operaciones de control migratorio, las estrategias procesales en procesos judiciales o administrativos mientras las resoluciones no causen estado".

 ¿A cuál de esas circunstancias se refirió el secretario de Gobernación? Si fue, como cabe suponer, al riesgo de menoscabo en la conducción de las relaciones internacionales, habría que admitir que nada ha causado más daño a las relaciones exteriores del país que la impericia, la improvisación y la visceralidad del equipo foxista; si la referencia es a "aquella información que otros estados u organismos internacionales entreguen con carácter de confidencial", cabe preguntarse si fueron servicios extranjeros de inteligencia los que espiaron, en territorio nacional, a los funcionarios cubanos motivo de la molestia, y luego pasaron el reporte a la dependencia mexicana.

¿O fue esa misma dependencia la que espió a los isleños y a sus interlocutores mexicanos? Porque la sociedad encontró, en cuestión de horas, la información que Creel se empeñaba en ocultarle, es decir, que en sus estancias en México los representantes cubanos se reunieron con dirigentes perredistas, particularmente con el presidente del partido del sol azteca, Leonel Godoy Rangel, quien informó a los medios que los encuentros tuvieron el propósito de tratar asuntos partidarios diversos. El dirigente perredista externó, además, su comprensible disgusto por el sesgo de "traición a la patria" que el grupo gobernante pretende imprimirle a tales encuentros, lo que representa una ominosa llamada de atención sobre tendencias autoritarias e intolerantes que operan en el grupo en el poder. "Nuestro interés es en contra del gobierno cubano" y "no hemos señalado a ningún actor político o social del país", asentó Creel ayer, pero si no es por las reuniones entre los cubanos y los perredistas, no se entiende la extrema irritación del Ejecutivo federal en la circunstancia actual.

No debe perderse de vista, por otra parte, que en el centro de la crisis se encuentra Carlos Ahumada y la cada vez más evidente conspiración contra el GDF y su titular, Andrés Manuel López Obrador. Empeñado en controlar los daños de la participación de funcionarios del foxismo en esa conspiración, el equipo gobernante se abrió un nuevo frente externo,   Cuba, y al hacerlo suscitó la desaprobación interna de partidos, organizaciones sociales y personalidades políticas que -ya fuera en la manifestación realizada ayer para protestar contra el daño a las relaciones con Cuba o bien mediante declaraciones y tomas de posición- se deslindaron de la furia oficial contra Cuba y demandaron explicaciones a los misterios oficiales: el propio PRD, el PRI y Convergencia, además de sindicatos, comités y movimientos varios. Una inquietud particularmente fundada, de entre las muchas expresadas ayer, versa sobre la torpeza -una entre muchas- de reducir al mínimo los vínculos entre Cuba y México sin contar con el respaldo de las principales fuerzas políticas.

El grupo gobernante debería serenarse, rectificar y ventilar ante la opinión pública lo que parece ser el motivo real de sus desvelos: el involucramiento de funcionarios federales y de panistas prominentes en la conjura que tiene por rostro visible a Ahumada. Los hechos saldrán a la luz y el gobierno federal saldría menos dañado si se adelantara desde ahora a decir lo que sabe.

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