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Las botas de Serrat

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Corría 1973. El cantautor catalán Joan Manuel Serrat se presentó en Cuba por primera vez. Durante tres noches consecutivas, en un colmado teatro Amadeo Roldán, nos regaló sus magníficas canciones. A la sazón, Joan Manuel gozaba de unos soberbios 29 años, y ofrecía un espectáculo elegante, intenso, con músicos acompañantes vestidos de esmoquin, mientras estrenaba en cada función camisas de seda rosa pálido, pantalones de terciopelo rojo vino, cintos de plata y charol, y relucientes botines de cabritilla negra. Llevaba el cabello por los hombros y sus fanáticos, que éramos muchos, nos volvimos locos con su concierto de luces precisas, sonido perfecto y poéticos diálogos porque nos venía a demostrar, o al menos a mí, que para componer y entonar aquellas increíbles e inteligentes tonadas no era necesario convocar el desaliño y la solemnidad.

Por esa época yo transitaba los diecinueve, y conseguí las entradas para los conciertos a través de mis padres. Con el paso de las horas y de camino al teatro, lo recuerdo claramente, la ansiedad por escucharlo en directo se hacia destino.

Algunos cantautores cubanos organizaron, un par de días antes de su debut habanero, un pequeño encuentro con él en la Escuela Nacional de Arte al que no fui convidado. En cierto modo me alegré porque no resultó muy ameno como más tarde me comentaron bajito. No lo conocí personalmente entonces.

En 1974 regresó. El cantautor Carlos Puebla me llevó a su camerino en las horas previas a su primer concierto de la temporada para presentármelo. Juro que no se lo pedí, pero acepté gustosísimo la invitación. Por aquellos abriles yo apenas había grabado un par de temas y me sentía entre ambos como una hormiga daltónica en un circo de tornasolados elefantes. Recuerdo a Serrat sonriente lustrando sus botas con un artefacto que no había visto en la vida; un pomo plástico con una esponja en la punta que al apretarse soltaba un chorro de tinta oscura que lavaba y secaba la piel casi al unísono. ¿Y dónde estará la lata de betún?, me pregunté desconcertado hurgando el entorno de soslayo.

Con el primer intercambio de miradas hicimos química. Fue amable conmigo y se comportó curioso y solícito. Permanecí allí turbado, tímido, y economicé las palabras, tartamudo, con la mente confusa. Joan Manuel, inesperadamente, me soltó: “¿Qué que vas a hacer después del concierto?, porque si no tienes nada mejor que te ocupe, te invito a cenar al hotel y conversamos un rato”. ¡Por poco me desmayo! Las canciones de Serrat, y su talante de galán mediterráneo, formaban parte de mi selecto equipaje sonoro y sentimental desde hacía mucho, la perspectiva de una plática con él, de tú a tú, me acercó al colapso nervioso. “Espérame en el escenario al final y nos vamos juntos”, agregó.

Nos fuimos al hotel Habana Libre, lugar donde se hospedaba, en un Chevrolet 59 de imponente tamaño. El Habana Libre está en El Vedado, L entre 23 y 25 para ser preciso. Yo, por entonces vivía con mi madre y mis hermanos en 25 y B, por lo tanto mi casa estaba a siete cuadras de distancia del mismo. Pidió de cenar en la habitación. ¡Una bacanal de sabores desconocidos u olvidados! Jamás había entrado al Habana Libre, así que fue una experiencia triplemente impactante y satisfactoria: Serrat, el hotel y la comelata con whiskey incluido. Para un joven que solo conocía el aguardiente Coronilla, el etílico detalle fue significativo.

Tuvimos una larga, amena y distendida charla que selló nuestra amistad hasta el día de hoy. Antes de partir, ya bien entrada la madrugada, me quiso hacer un regalo que en principio rechacé: ¡Uno de sus pares de botas! No quería aceptarlas pues me moría de vergüenza. “¡Pruébatelas, y si te sirven son tuyas!”, insistió y me las alcanzó.

Deseé ponérmelas. Me senté avergonzado, de espaldas a él, en el sofá de su suite porque pretendí ocultar ante sus ojos, como si no los hubiera visto antes, mis sucios y raídos tenis de campaña. Fue un momento perfecto, dramático, de incalculable intensidad, pero ¡Yo calzo el 11 y Serrat el 7 ymedio! Así y todo pensé en las hermanastras de Cenicienta, siempre sentí por ellas cierto cariño, y no me explico como metí, como se dice popularmente, ¡La Habana en Guanabacoa!. A Juanito le dije que me quedaban “pintadas”, mientras mis pies se suicidaban perdiendo la forma con los segundos. Antes de que notara mi agonía, lo despedí con un abrazo, y partí, con el mejor talante posible dadas las circunstancias, amoldando al suelo las botas de cabritilla negra de Joan Manuel.

Una vez en la calle, intentando burlar el pavimento, sentí en los juanetes y el dedo gordo un ardor naciente, primigenio, un insoportable dolor después, y en instantes, ya caminaba renqueando a paso de tortuga intentando ajustar la marcha con extremo cuidado. Al fin llegué a nuestro apartamento y llamé a la puerta; me abrió mi madre que, al advertir mi rostro desencajado, me preguntó alarmada: “¿Amaurito, qué te pasa, mi hijo?”. Por toda respuesta le señalé las botas. “¡Por Dios!: ¿A quién se las robaste?”, fue su lacónica pregunta. “Tus pies parecen los de una concubina japonesa, vamos a quitártelas” —replicó conmovida—, “ya me dirás después de donde salieron”.

Cuando por fin me liberó de aquella tortura peletera, mis extremidades estaban entumecidas, rotas, ampolladas, sangrantes. Evité argumentarle los pormenores de la insólita adquisición, y tardé semanas en volver a caminar con normalidad.

Nunca más quise, ni pude, ponerme las botas, pero aún las conservo, cuarteadas y ebrias de moho, como tangible recuerdo de aquella noche memorable donde el gran Joan Manuel Serrat y yo compartimos afecto, generosidad… ¡Y calzado!

joan manuel serrat 1973 foto
En Video, Joan Manuel Serrat en Cuba (1973)

Se han publicado 79 comentarios



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  • Irene Makuc Sierralta dijo:

    Que linda crónica .Una vez mas la dulzura y la inteligencia de lo mejor de los cubanos se desliza en estos relatos.Espero que Cuba y su gente la que siempre conmueve con su manera tan especial de vivir y contar su cotidianidad sean capaces de siempre tener su sello distintivo que tan bien nos hace a los otros terricolas.Felicidades para Amaury y para Cuba .Desde santiago de Chile.

  • Iris dijo:

    Espectacular artículo y cuantos recuerdos.....me hiciste recordar la primera vez que ví a Serrat de cerca, fue en 1975 en los Camilitos de La Habana cuando estaban en Baracoa, él fue y dio tremendo concierto para nosostros. Hasta hoy sigo sus canciones y me emociona, es uno de mis cantantes extranjeros favoritos y me han dicho que excelente persona, no me extraña que sea hasta hoy tu amigo. Te adoro desde jovencita aunque tu canción que más me sigue gustando es Acuérdate de abril.....

  • Juan Carlos dijo:

    Excelente crónica, como las anteriores. Para los cubanos que defendemos la patria desde otros frentes en el exterior nos resulta muy gratificante leer tus escritos, sigue y no dejes de hacerlo. Ah, y excelente programa televisivo, deberías (ya sé que no solo depende de ti) hacer más cosas en televisión, eres un excelente comunicador con lso pies en la tierra. Gracias.

  • belkis dijo:

    dios mío me he reido como una monga jajajjajajjaja

  • carmen dijo:

    Amaury, Me has hecho reir y llorar al mismo tiempo. Serrat forma parte de mis mejores recuerdos de adolescente. Yo estudiaba en la Lenin cuando 'el vino en el '73, y actu'o alli. Fue algo m'agico, inolvidable. Por supuesto, TODAS las chicas nos enamoramos perdidamente de su mirada brillante, de su sonrisa p'icara, de su pelo largo, de sus canciones hermosas...Gracias, eres genial

  • lizz dijo:

    muyyyyyyyyyyyyyyyyyyyy biennnnnnnnnnnnnn me encanto y todas asi , eres el continuadorrrr de tantos enrique y demass , felicidadessss , eres el actual con cubania y autenticidad

  • Estrella Benitez dijo:

    Amaury, excelente persona, muy spiritual y amigos de sus amigos, siempre con una gran positividad en la vida y una fe inmensa en el hombre, gracias por tus canciones, tu talento, cultura y honestidad. Estrella.

  • Alexis M dijo:

    Exactamente un año despues de la publicación de este articulo leo esto y digo. Por que a veces la tecnología nos niega a los cubanos tantas cosas BELLAS!?

  • Ana Rosa dijo:

    Amaury, me encantó tu crónica, aunque lamento haberla leído un poco tarde. Desconocía este portal. Serrat es mi gran amor de siempre. Me hiciste recordar también los tiempos cuando ibas al Instituto Pablo Lafargue a descargar con tu guitarra y un pitusa gastado, entonces tenías el pelo negro como azabache.
    Recuerdas por casualidad cuándo fue que Serrat dio su concierto en el anfiteatro del Parque Lenin? me interesaría saber eso, porque estuve presente, pero no recuerdo bien la fecha. Creo que fue también en su primera visita a Cuba.
    Aprovecho para proponerte una idea que hace tiempo me ronda la cabeza. Consuelito cantaba canciones infantiles preciosas, yo se las cantaba a mi hija para dormirla. Sería posible recopilarlas y editar un disco? Sería una joyita.
    Saludos y gracias por los recuerdos.

  • ariama dijo:

    Amaury, eres encantador... siempre quise leer tus cronicas, pues un dia me regalaste un disco y a un amigo tu libro.... ( para que intercambiaramos, pero nunca me presto el libro porque no quise prestarle el disco... jejej). Ahora con unpoquito de tiempo me las leo y son lo maximo.... eres un cronista perfecto. Anisia de Princesa del Mar

  • Mervin Rodriguez dijo:

    Hermosos y sentidos textos, sobre todo el referente al Nano. Aunque han pasado muchos años y Serrar ha tenido posiciones un tanto incomprensibles para muchos quienes fuimos y seguimos siendo sus admiradores desde los años setenta.Un abrazo hermano.

Se han publicado 79 comentarios



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Amaury Pérez Vidal

Amaury Pérez Vidal

Cantautor cubano. Fundador de la Nueva Trova. Ha conducido varios espacios exitosos en la televisión nacional. Ha escrito varias novelas y poemas.

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