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Días inolvidables con cine y esculturas

En este artículo: Cine, Cultura, Venecia
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Foto: Tomada de victorhugomorales.com.ar.

Foto: Tomada de victorhugomorales.com.ar.

Por Victor Hugo Morales.

Venecia es un lugar cautivante por donde se lo mire. Su historia, su belleza y creatividad le dan un marco único a un festival de cine y a cualquier otra actividad. El mar y la arquitectura se dan la mano y potencian millones de historias. Es una ciudad que respira arte. ¿Cómo no vivir una experiencia maravillosa en el 72º Festival de Cine de Venecia?

La edición 2015 resultó particularmente gratificante para el cine latinoamericano. Vivimos un doble triunfo, para muchos inimaginable. Desde allá, del director venezolano Lorenzo Vigas, ganó el León de Oro a la mejor película y El Clan, de nuestro Pablo Trapero, se llevó el León de Plata al mejor director.

El lucimiento de un país puede ocurrir y ha sucedido en más de una oportunidad. Pero este doble premio de dos países de nuestra América –y en categorías tan determinantes– expresa un triunfo muy importante y auspicioso.

Es una expresión de una lucha tenaz y consecuente por fortalecer contenidos e industrias locales, cuidando que no sean avasallados por una lógica de mercado que siempre favorece a las grandes industrias culturales. En la Argentina lo sabemos bien. El INCAA lanzó una lucha a brazo partido por potenciar la producción cinematográfica en nuestro país, para que se filme más y para que también se exhiba más. Esto tonificó la producción general y se sabe que las conquistas cualitativas se hacen más factibles cuando la base de la pirámide es ancha.

Considero que hay mayor receptividad al cine de la región y tiene que ver con la potencia de su discurso. Vi El Clan primero en la Argentina y luego en el festival. Trapero encabeza un trabajo excelente. Aún los que conocemos bien la historia de esa familia terrible no podemos dejar de vernos atrapados y sorprendidos por la inteligencia del guión y la película toda. El texto es muy profundo y permite percibir una violencia que siempre está latente y por momentos muy manifiesta. Retrata a una familia desquiciada en la que sea hace inimaginable que ni un solo miembro de ella permaneciera realmente ajeno a lo que sucedía. Las actuaciones son magnificas, desde los papeles centrales a los más pequeños. Por todo eso la respuesta de la gente fue enorme y muy conmovedora.

Desgraciadamente, por una cuestión de horarios, no pude ver la película venezolana. Me quedé con las ganas. Espero poder resolver ese pendiente en breve. Pero me gustaría destacar algunas películas que me movilizaron particularmente: Behemoth, un alegato ambientalista conmovedor proveniente de China; 11 minutos, un thriller sin respiros y muy inteligente que empalidece tanta chatarra de Hollywood; y La chica danesa, la quijotesca historia de un transexual que en 1931 se somete a cinco operaciones. Me llamó la atención también que otras películas tuvieran un nivel pobre, poco afín a la historia del festival.

Estos días tan maravillosos se potenciaron con la Bienal de Venecia, donde el escultor argentino Juan Carlos Distéfano conmovió a propios y ajenos con la presentación “La rebeldía de las formas”, integrado por 16 de sus obras. Sus esculturas alcanzaron una gran repercusión por su singular articulación de política y humanismo.

El triunfo de Trapero y todo lo que simboliza, el enorme eco que generaron las obras de Distefano y el eterno esplendor de Venecia marcaron unos días inolvidables.

“El INCAA lanzó una lucha a brazo partido por potenciar la producción cinematográfica

en nuestro país. Para que se filme másy se exhiba más”.

( *El periodista fue un testigo de privilegio en la reciente edición de La Mostra, donde triunfó el cine de Venezuela y Argentina. La respuesta al film de Pablo Trapero fue muy conmovedora. Igual de buena fue la recepción de Juan Carlos Distéfano en la Bienal.)

(Tomado de la página del autor)

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