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Las Naciones Unidas traicionarán su razón de ser si no toman conciencia de nuestras realidades y actúan ahora

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Bruno Rodríguez Parrilla, ministro de Relaciones Exteriores de Cuba, interviene en la Cumbre de Desarrollo del Milenio, que se celebra en la sede de las Naciones Unidas, en la ciudad de Nueva York, Estados Unidos, el 21 de septiembre de 2010. AIN FOTO/DO

Bruno Rodríguez Parrilla, ministro de Relaciones Exteriores de Cuba, interviene en la Cumbre de Desarrollo del Milenio, que se celebra en la sede de las Naciones Unidas, en la ciudad de Nueva York, Estados Unidos, el 21 de septiembre de 2010. AIN FOTO/DO

Discurso de Bruno Rodríguez Parrilla, Ministro de Relaciones Exteriores de la República de Cuba, en la Reunión Plenaria de Alto Nivel de la AGNU sobre los Objetivos de Desarrollo del Milenio. Nueva York, 21 de septiembre del 2010.

Señor Presidente:

En Cuba, las metas previstas en la Declaración del Milenio han sido cumplidas prácticamente en su totalidad, y en algunos casos superadas con creces. Nuestro compromiso rebasa las fronteras del país y ha permitido contribuir al desarrollo social de otras naciones del Tercer Mundo.

Ello es resultado directo de una Revolución que ha puesto como prioridad el bienestar de la población, en un clima de equidad y justicia social. Es fruto de la sociedad que construimos, basada en la solidaridad. Es, además, un éxito logrado a pesar del bloqueo económico, comercial y financiero impuesto al pueblo cubano, durante medio siglo, por el Gobierno de los Estados Unidos.

Señor Presidente:

Nos alientan y alegran los altos índices alcanzados por la Revolución Bolivariana en Venezuela, gracias a profundas políticas sociales desarrolladas por el Presidente Chávez, pese a los intentos por desestabilizar a esa hermana nación que lucha y avanza. Sentimos honda satisfacción también por los significativos resultados presentados por Bolivia, Nicaragua y Ecuador a partir del compromiso y acción de sus gobiernos.

Los Estados miembros de CARICOM han alcanzado también avances. Los niveles de cooperación e integración solidarios en el ALBA han sido un factor positivo en este sentido. El gobierno del presidente Lula, en Brasil, ha cosechado asimismo resultados tangibles en materia social que merecen reconocimiento.

Sin embargo, estos progresos no han dependido de la ayuda internacional de los países desarrollados, la cual es casi inexistente, ni de cambios positivos en el orden económico global, que continúa siendo sumamente injusto y expoliador, a favor de los países ricos.

Los hechos hablan por sí solos: el intercambio desigual se ha profundizado; la asistencia oficial al desarrollo se ha contraído en términos reales; la transferencia de tecnología sigue siendo muy limitada y altamente condicionada; los mercados de las economías más avanzadas permanecen restringidos para las exportaciones de los países pobres; la deuda externa se ha pagado varias veces pero se multiplica, y la desregulación y corrupción financiera en los países desarrollados ha provocado una crisis global con consecuencias especialmente negativas para las economías subdesarrolladas.

Como consecuencia, avergüenza reconocer que la cantidad de personas que viven en la pobreza extrema aumentó en unos 36 millones entre 1990 y el 2005.  El número de personas que padecen hambre a nivel mundial se incrementó de 842 millones en el período entre 1990 y 1992, a la cifra record de 1.020 millones en el año 2009, mientras 2 mil millones de personas padecen carencias nutricionales. En África Subsahariana y en partes de Asia, la pobreza y el hambre permanecen  a niveles tales que hacen muy difícil su reducción.

Cabe preguntarse, entonces, ¿a qué cooperación internacional nos estamos refiriendo cuando ni remotamente se alcanza el compromiso del 0,7 del Producto Interno Bruto de los países desarrollados como Asistencia Oficial al Desarrollo, mientras esos mismos países son los principales responsables de un gasto militar mundial que asciende a la cifra espeluznante de 1,4 billones de dólares, lo que representa el 2,4 % del PIB mundial?

¿De qué metas de desarrollo estamos discutiendo cuando, debido a la ausencia de voluntad política de los países desarrollados, no es posible siquiera llegar a compromisos sustanciales para la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero, que ponen en peligro el equilibrio climático del planeta y constituyen la amenaza más trascendental a la supervivencia misma de nuestra especie?

¿Acaso podría ignorarse el agravamiento de la crisis alimentaria y del agua en condiciones de explosión demográfica mundial?

¿Cómo hablar de desarrollo y examinar si las modestas metas del año 2000 se han cumplido, sin recordar que en la Cumbre del Milenio también asumimos un compromiso a favor de la paz? ¿Qué esperanza podemos albergar de cumplir esas metas para el año 2015, si como ha estado advirtiendo Fidel Castro, se incrementan las referencias a la posibilidad de una agresión militar contra Irán, que, de producirse, provocará millones de muertes, afectará la vida de miles de millones de personas y agudizará el hambre y la pobreza en el planeta?

¿Qué ha ocurrido con los compromisos sobre el desarme nuclear y completo, más allá de la manipulación destinada a reducirlos a la dimensión de la no proliferación? ¿Cuál es la lógica que dicta la conservación y permanente desarrollo de 25 mil ojivas nucleares con capacidad para multiplicar la destrucción de Hiroshima y Nagasaki en 440 mil veces? ¿Cuáles serían las consecuencias de un conflicto nuclear, incluso local o regional, para la vida en el planeta?

La ausencia de solución a los problemas más graves del desarrollo y a los padecimientos de los miles de millones de personas que viven en condiciones de pobreza y subdesarrollo, afectará también, como ya está afectando, a las sociedades industrializadas, donde los desempleados crecen y se expanden políticas migratorias salvajes. Tocará a las puertas de todos, sea por la vía de los flujos migratorios descontrolados e inmanejables, por medio de las enfermedades y las epidemias como consecuencia de los conflictos generados por la pobreza y el hambre, o como resultado de hechos hoy impredecibles.

Las Naciones Unidas traicionarán su razón de ser si no toman conciencia de estas realidades y actúan ahora.  Tenemos la honda convicción de que, para que la especie humana sobreviva habrá que construir un nuevo orden económico y político internacional, basado en los principios de solidaridad, justicia social, equidad y respeto a los derechos de los pueblos y de cada ser humano. Aún es posible hacerlo aunando voluntades.

Para ello, Cuba hará hasta lo imposible.

Muchas gracias.

Se han publicado 4 comentarios



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  • Iosvany Vazquez dijo:

    Exitoso discurso el del compañero BRUNO RODRIGUEZ en la ONU,espero que las naciones en tiendan de una ves que hay que cambiar la estrategia economica mundial sino el planeta tierra sera esterminado por nosotros mismo.Solo unidos lograremos eliminar el hambre,la miseria,que tanto acoge este mundo en donde la especie humana juega un papel desicivo.No podemos darnos el lugo de perder todo lo que con esfuerzo y mucho trabajo hemos adquiridos para ir desarrollando este gran emiferio.Me pregunto ¿Que pensaran nuestros antepasados los cuales dieron su vida por que tuvieramos esto que tenemos hoy?.Simplemente es una verguenza lo que estamos haciendo con la humanidad.

    saludos,
    iosvany

  • Guillermo Moran Loyola dijo:

    Palabras geniales de nuestro gran canciller.

  • Adrián Peláez Davis dijo:

    Es un éxito rotundo las palabras pronunciadas por BRUNO RODRIGUEZ en la ONU, esperemos que se haga algo a tiempo, y que la verdad y la razón lleguen a quienes le tienen que llegar...

  • juan dijo:

    Muy certero el discurso, ya que solo se habla con la verdad.

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Bruno Rodríguez Parrilla

Bruno Rodríguez Parrilla

Es diplomático cubano, actual Canciller. Representó a Cuba en la sede de la Naciones Unidas, en Nueva York. Ex director del diario Juventud Rebelde.

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