Vilma Espín, la ternura de la Revolución
Fue un 8 de marzo de 1995, en pleno período especial. Ella nos esperaba con una rosa en la mano.
Al entrar una a una nos fue saludando. La ví alta, esbelta y bella. Pero sobre todo humana y tan cercana.
Recuerdo que cuando pasamos a su lado tendió sus manos y nos preguntó de donde éramos.
Las mujeres de distintos países que asistimos a la sencilla ceremonia en conmemoración al Día Internacional de la Mujer no podíamos creer que tuviéramos ente nosotras a quien por tantos años había sido emblema de la emancipación de la mujer.
En aquel momento pensé en su batallar desde la Sierra Maestra siendo solo una jovencita, en su valentía al integrar las filas del Ejército Rebelde en plena dictadura de Batista, en su inquebrantable decisión de acompañar cada uno de los pasos de la Revolución Cubana desde sus mismas simientes hasta alcanzar los logros más importantes de la mujer en América Latina.
Pensé en las mujeres y los niños de Chile, Argentina, Guatemala, El Salvador, Nicaragua, Uruguay, Vietnam o Angola, a las que ella, en nombre de la dirección del país, había tendido esas manos suaves, cálidas y siempre solidarias de la Revolución Cubana.
Si este pueblo pudo resistir el bloqueo genocida más grande de la historia fue gracias a la heroica resistencia de las mujeres. En ella ocupará siempre un lugar cimero Vilma Espín, quien hizo de la Federación de Mujeres Cubanas valladar y trinchera de combate.
No alcanzarán las rosas para rendirle tributo a tanto amor desplegado durante una vida entera.
Solo la lucha por los derechos de los más desposeídos, por la igualdad plena de la mujer en todo el mundo, por el bien de la humanidad y el Socialismo, por Fidel y por Raúl hará que sus sueños se sigan construyendo.
Vilma Espín vivirá por siempre en la ternura y el corazón rebelde de las mujeres y los hombres de nuestros pueblos.
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