Imprimir
Inicio »Opinión  »

Editorial del New York Times: Vinieron por el granjero

| +

Publicado el 8 de marzo de 2006, en The New York Times
Traducción: Cubadebate

Esto ha sido nuestra pesadilla desde que la administración de Bush comenzó a esconder prisioneros en Guantánamo sobre los que no quería dar cuentas: el operativo policial arrastra a un hombre común con un nombre cualquiera, parecido al de un pez gordo talibán, y lo encarcelan sin esperanzas de probar su inocencia.
Un caso de identidad equivocada que convierte a una persona inocente en prisionera de por vida se creía imposible. El presidente Bush pidió a los estadounidenses que confiaran en su criterio después de arrogarse el derecho de arrestar a cualquiera en cualquier lugar del mundo, y lanzar a las personas a una detención indefinida. El secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, declaró con infamia que los hombres en Guantánamo eran "lo peor de lo peor."
Sin embargo, se hizo evidente desde hace tiempo que esto es un disparate; y un pleito entablado por la agencia de noticias Associated Press ahora ha mostrado la verdad con detalles vergonzosos. El pleito obligó a que se hicieran públicos documentos relacionados con las audiencias de algunos de los cerca de 760 hombres encarcelados en Guantánamo. (Alrededor de 490 permanecen allí todavía.) Muchos no mostraron ningún indicio de ser una amenaza para la seguridad nacional de los Estados Unidos. Algunos, según parece, no hicieron nada en absoluto; y no tienen ninguna vía para obtener una audiencia justa porque Guantánamo se creó fuera de la ley.
Mira el caso de Abdur Sayed Rahman, como se narra en el Times del lunes. Las transcripciones citan al señor Rahman cuando dijo que lo arrestaron en su aldea paquistaní en enero del 2002, lo llevaron en avión a Afganistán, lo acusaron de ser el Vice-ministro talibán de Relaciones Exteriores; y, luego, lo arrojaron a una celda en la base naval de Guantánamo. Expresó: "Soy sólo un granjero que cría pollos",  y agregó que el funcionario talibán se llamaba Abdur Zahid Rahman. 
Otros casos incluyeron a prisioneros dueños de un tipo particular de reloj barato que Al Qaeda supuestamente les había regalado. Acusaron a un afgano de ser el ex- gobernador talibán de una provincia, y estuvo sujeto a una lógica enrevesada que haría encogerse de hombros a Joseph Heller. El acusado dijo que era un hombre diferente en todo sentido, y pidió al tribunal que contactara al gobernador actual y verificara su historia. El funcionario que presidía el juicio se rehusó diciendo que correspondía al prisionero presentar la evidencia. Entonces, el afgano encarcelado señaló que lo mantenían prácticamente incomunicado en una prisión estadounidense en un rincón remoto de Cuba, y que no le era permitido hacer llamadas telefónicas. El funcionario aseguró al prisionero que tendría tiempo suficiente para escribir una carta -durante el año de ininterrumpida detención que tendrá lugar antes de que su caso pueda revisarse otra vez.
Algunos de los prisioneros proclamaron con orgullo su lealtad a los talibanes o a AlQaeda. Sin embargo, demasiados prisioneros parecían ser inocentes o humildes soldados de infantería capturados simplemente en el torbellino que se creó después del 9/11.
Debido a que el señor Bush no reconoce que la ley estadounidense o los tratados internacionales se aplican a sus decisiones como Comandante en Jefe, no se ofrecieron audiencias desde un principio a los prisioneros. Las transcripciones provienen de procedimientos llevados a cabo por orden del tribunal. Los mismos comenzaron años después de la captura de los prisioneros -una violación clara de la Convención de Ginebra; y, se llevaron a cabo bajo reglas que se burlan de cualquier noción de justicia democrática.
Los prisioneros no ven la evidencia en contra de ellos y raras veces tienen acceso a asesoramiento legal. Ahora, gracias a una horrible ley patrocinada por los senadores Lindsey Graham, republicano, y Carl Levin, demócrata, no tienen casi ningún derecho a apelar. La ley permite incluso que se use evidencia obtenida mediante la tortura.

Si las historias del granjero y de los hombres con los relojes equivocados son nuevas, los rasgos generales de este desastre han estado visibles por mucho tiempo. Es espeluznante en sí, y en el hecho de que los ciudadanos comunes no se han levantado para exigir que terminen estos abusos. Los padres fundadores sabían que cuando uno prescindía del imperio de la ley, el resultado inevitable era la injusticia. En estos momentos, Estados Unidos se está convirtiendo en aquello que  intentaron eliminar.          

Haga un comentario



Este sitio se reserva el derecho de la publicación de los comentarios. No se harán visibles aquellos que sean denigrantes, ofensivos, difamatorios, que estén fuera de contexto o atenten contra la dignidad de una persona o grupo social. Recomendamos brevedad en sus planteamientos.

Rosa Miriam Elizalde

Rosa Miriam Elizalde

Periodista cubana. Vicepresidenta Primera de la UPEC y Vicepresidenta de la FELAP. Es Doctora en Ciencias de la Comunicación y autora o coautora de los libros "Antes de que se me olvide", "Jineteros en La Habana" y "Chávez Nuestro", entre otros. Ha recibido en varias ocasiones el Premio Nacional de Periodismo "Juan Gualberto Gómez" y el Premio Nacional "José Martí", por la obra de la vida. Fundadora de Cubadebate y su Editora jefa hasta enero 2017. Es columnista de La Jornada, de México.