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Llega el ALBA a América Latina

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El espíritu del ALBA (la Alternativa Bolivariana para las Américas y el Caribe) vino a La Habana en diciembre de 1994. En aquel primer encuentro de Chávez y Fidel, ninguno de los dos líderes podía prefigurar entonces el nombre que llevaría aquel nudo de coincidencias que los unía, pero sí compartieron la absoluta certeza de que para América Latina no había otra alternativa de sobrevivencia, que asumir su identidad y su destino y transitar hacia su definitiva soberanía. Eso implicaba una forma de organización política y metas de futuro que abarcarían a todos los pueblos del adolorido continente.

Quien revise los discursos de ambos en diciembre de ese año, verá que, en lo expresado por ellos en el Aula Magna de la Universidad de La Habana, la posición común que se destaca por encima de otras múltiples coincidencias tiene que ver con la integración latinoamericana. Frente a la crisis del socialismo en Europa, los alaridos del "fin de la Historia" y la expansión militar norteamericana, había llegado la hora no solo de que surgieran nuevas naciones independientes en la región, sino de la creación entre ellas de un nuevo sistema de relaciones que frenara la embestida EE.UU..

"El mundo bipolar no resultó: en el unipolar Estados Unidos quiere imponer su hegemonía. Propongo el pluripolarismo", dijo Chávez en una entrevista de prensa en Argentina, antes de viajar a Cuba en 1994, y repitió, con palabras muy parecidas, diez años después, cuando ya había firmado la declaración conjunta y el acuerdo entre Cuba y Venezuela para la aplicación del ALBA.

Ni entonces, ni ahora, Chávez proponía a los líderes latinoamericanos la creación de un supremo Estado, sino de un acuerdo flexible de cooperación práctica y útil que puede cambiar la historia de América del Sur. Para él -tanto como para Fidel y de ahí esa simpatía inmediata al conocerse en La Habana- es una necesidad histórica que ha llegado y que está llamando a tener mayores consecuencias en el concierto planetario. Tal y  como advertía Bolívar -y como reclamó y sigue reclamando Chávez-, el proyecto de independencia americana es necesario "porque el equilibrio del mundo así lo exige".

Una de las virtudes del ALBA es que no sustituye, no reemplaza ni disminuye ninguno de los esfuerzos legítimos en marcha, sino que los suma, integrándose a una corriente única, fortalecida por el fracaso de los instrumentos diseñados por EE.UU. para anexar al conteniente e impedir la extremaunción del neoliberalismo.

El nuevo contexto hace posible que se cumpla lo que el 14 de diciembre de 1994  predijo el líder bolivariano: con el siglo que estaba por comenzar llegaría "la resurrección del sueño bolivariano, del sueño de Martí, del sueño latinoamericano". Y eso es exactamente lo que se prefigura con el nacimiento del ALBA, "una integración basada en la colaboración y no en la competencia, que además tomará en cuenta a los sectores sociales más desprotegidos y que se moverá sobre las bases del desarrollo endógeno ya impulsado por nuestra Constitución bolivariana. Todos estos son sueños posibles. Todo es atreverse" -ha dicho el mandatario venezolano.

La celebración en La Habana de los diez años de la primera visita a Cuba de Hugo Chavez, no puede verse como un ciclo que se cierra en sí mismo, como tampoco podría tomarse la historia por la definitiva independencia como un hecho aislado y local, sino como un gran acontecimiento que inicia nuevas situaciones y nuevas articulaciones a escala mundial. Los puntos de confluencias entre ambos eran profundos desde antes de conocerse, pero ese hecho puso sobre sólidos cimientos el camino de la integración latinoamericana, fortalecido con la consolidación de la Revolución bolivariana y la indudable madurez de la Revolución cubana.

Pocas veces en la historia continental se ha dado en una sola persona -muchísimo menos en dos que coinciden en una misma temporada histórica- semejante combinación de dones y atributos de hombre de acción y de hombre de pensamiento, de conductor de pueblos y de visionario del porvenir, de político hábil y coherente, y de creador de un proyecto de superación de las circunstancias de su tiempo. Es dentro de esas dimensiones excepcionales que ambos actúan y piensan, y esto, precisamente, es también lo que le da significación al encuentro hace diez años entre Chávez y Fidel.

Difícilmente podrá dejarse de advertir que, cuando se produjo aquel primer abrazo al pie de la escalerilla del avión que llegaba de Caracas, América Latina comenzó a vislumbrar otra posibilidad de futuro.

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Rosa Miriam Elizalde

Rosa Miriam Elizalde

Periodista cubana. Vicepresidenta Primera de la UPEC y Vicepresidenta de la FELAP. Es Doctora en Ciencias de la Comunicación y autora o coautora de los libros "Antes de que se me olvide", "Jineteros en La Habana" y "Chávez Nuestro", entre otros. Ha recibido en varias ocasiones el Premio Nacional de Periodismo "Juan Gualberto Gómez" y el Premio Nacional "José Martí", por la obra de la vida. Fundadora de Cubadebate y su Editora jefa hasta enero 2017. Es columnista de La Jornada, de México.