Opinión, Cultura  »

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Por los 100 años del natalicio de Enrique Núñez Rodríguez he desempolvado una vieja crónica que le quiero dedicar. Nos unimos mucho en la última década de su vida gracias a Abel Prieto, de quien fue mentor, amigo, y de alguna manera, padre sustituto. Cada fin de semana nos visitaban en casa iluminando con humor contagioso (el de los dos) cada rincón, desde los suelos hasta las lámparas; Enrique era sabio e ingenioso. Sirva esta breve estampa para volverlo a homenajear que en nada trata de emular, por razones obvias, su inagotable, personalísimo e incomparable talento.

Opinión, Historia  »

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Periodista absoluto,  ¡Intelectual sin ego!

Jamás entregó tarde, jamás escribió líneas de más, jamás las mandó mediante un tercero, jamás rehuyó el análisis de sus textos, ni discutió un arreglo conveniente. Traía los hábitos y la disciplina de la vieja escuela. Y con todas sus obras, sus guiones, sus libros, sus poemas, sus premios y reconocimientos, iba por el mundo como un sencillo hombre de pueblo. Cubanísimo periodista de múltiples talentos que se comportaba siempre como un aprendiz cuando ya era el Maestro.

Apuntes del cartulario  »

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Pregunté un día a Enrique Núñez Rodríguez si era difícil hacer humor en Cuba, y me dijo que era difícil hacerlo en cualquier parte. El humor es una filosofía ante la vida, una forma de ver el mundo, precisó. Se tiene esa veta —o no se tiene— que hace que aun en los peores momentos uno encuentre la arista que por lo menos le permita sonreír.

Crónicas de Amaury  »

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Al microbus en que viajamos se le ponchaban los neumáticos cada diez kilómetros de lo viejos y gastados que estaban y se fueron acabando los repuestos. Para aliviar la tensión empecé a mortificar a Enrique de todas las formas posibles. Mientras yo repetía disparate tras disparate, él se fumaba cigarrillos compulsivamente con cara de fastidio por el sinfín de demoras, y el desinterés total por mis idioteces.