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El mal abogado

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Miradas al Museo Casa Natal de Carlos Manuel de Céspedes. Foto: Abel Padrón Padilla/Cubadebate

En el Museo Casa Natal de Carlos Manuel de Céspedes se puede leer una rima satírica que le dedicara alguno de sus muchos enemigos luego del alzamiento de La Demajagua: “Presidente estrafalario, / en quitando a Cuba un ente/ se verá que el presi-dente/ se convirtió en presi-diario. / Tus esperanzas fallidas/ hoy ven tu asunto fallado/ que siempre el mal abogado/ defiende causas perdidas”.

El director del museo, el historiador Javier Andrés Vega, nos habla de cómo solemos obviar la vida profesional de Céspedes como jurista antes de convertirse en prócer. Nos cuenta de su oficina, de su bufete, nos dice que estudió en La Habana y se graduó de Derecho. “Como usted”, me señala, y yo le respondo: “Pero mi facultad se llama Ignacio Agramonte, así que…” Él sonríe y dice que no hay problema con eso. Sí, Céspedes y Agramonte tuvieron desavenencias, encontronazos, pero supieron poner la Revolución por encima de todo eso. “Y luego hasta se pusieron de acuerdo”, agrego yo.

El profesor Vega habla entonces de que Agramonte era la continuidad natural de Céspedes, el hombre joven que, en caso de fallecer el Padre de la Patria, fungiría como líder principal de la Revolución. Pero Agramonte murió primero y a Céspedes, que también tenía enemigos dentro del Ejército Libertador y la Cámara de Representantes, fue destituido.

A la sombra de frondosos árboles, en el patio trasero de la casa, pienso en el exilio forzoso de Céspedes en San Lorenzo. Defenestrado, sin escolta, seis balas en su revólver: cinco para los españoles y una final para él mismo. Sabía que en aquel tiempo se dedicó a alfabetizar a niños de la zona pero no conocía el cómo.

“Ese copey lo trajimos de San Lorenzo y lo sembramos aquí”, me dice Javier Andrés. “Y a la sombra de un copey era que Céspedes enseñaba a leer y a escribir a los niños”, pensé y respondí yo. El director negó con la cabeza, dejando ver una media sonrisa. Me sentí ignorante. “Céspedes no tenía papel ni pluma: usaba las hojas del copey como cuartilla y una rama como lápiz”.

Me emocioné pero logré manejarme con éxito. Di una vuelta por el patio, me hice el que estaba mirando una tarja. Ni una lágrima, éxito total. Ana Mola, especialista y fundadora del Museo, nos contó que cuando Fidel visitó el lugar también se emocionó. Unos niños de la escuela de música local tocaron algo de Tchaikovsky y él pidió luego algo relacionado con Bayamo. La profesora, temblorosa, con un instrumento de uno de sus alumnos, tocó La Bayamesa. Y el hombre no lloró, así que yo tampoco podía caer en eso.

Casi pierdo la partida cuando me asomé al mismo balcón desde el cual Fidel habló al pueblo por más de una hora. El director Vega, sádico, se me paró al lado y trató de pulsar mis cuerdas: “¡Una vista privilegiada al parque, la estatua de Céspedes, las palmas, las dos banderas, las montañas al fondo…” Pero aguanté. Me sentí orgulloso de mi inteligencia emocional.

Museo Casa Natal de Carlos Manuel de Céspedes. Foto: Abel Padrón Padilla/Cubadebate

Sin embargo, ni Javier Andrés ni Ana se dieron por vencidos y nos llevaron a una sala donde se exhibían banderas cubanas, tanto la de Narciso López como la de Céspedes. Y allí nos hicieron ver que, aunque no sabían aún con precisión la historia detrás de esas banderas, sí conocían que habían estado en nuestras guerras independistas. Estaban manchadas de sangre y lodo, desgastadas, rotas. Dos jirones de la bandera que acompañó al Padre de la Patria hasta San Lorenzo estaban preservadas en una urna. “Si Fidel no lloró, yo tampoco”, pensé. Y seguí aguantando.

Al final del recorrido, me obligaron a firmar el libro de visitas. Yo quería escribir algo sobre el oficio de mal abogado, sobre las esperanzas justas; escribir que yo también abrazaba la causa de la Revolución, como Céspedes, como Fidel, aunque fuese una causa perdida. Mas de solo pensar en eso se me nublaba la vista, así que decidí agradecerle a la gente buena y decente, a las personas patriotas y comprometidas de aquel museo por el privilegio de aquella tarde.

El director del museo, Javier Andrés Vega, un hombre cruel, me pidió entonces que leyera lo que había escrito. Y rompí a llorar.

Se han publicado 9 comentarios



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  • Elvira dijo:

    Me encantó este artículo de Michel Torres dice mucho de las cualidades del Padre de la Patria y de sus sentimientos también. Felicito al personal de ese maravilloso museo tan importante para la historia,de nuestro país y ya de paso al colectivo del programa Con Filo, jóvenes encantadores, revolucionarios y talentosos.

  • Yasel dijo:

    Buena crónica de las emociones de Michel.

  • Yanoski dijo:

    Excelente! Soy de y vivo en Bayamo y hace mucho tiempo no visito la casa de Céspedes, creo que ya va siendo hora de pasar por allí. Este artículo tuyo motiva más.

  • Jose R Oro dijo:

    Excelente e interesante escrito!

  • Roberto dijo:

    Esa es la historia que debería volverse viral, no tanta tontería embaucadora que nos bombardean, la historia de Céspedes realmente es poco conocida más allá del 10 de octubre poco se sabe de este hombre tan hombre, no por gusto al morir Martí llevaba consigo algunas pertenencias del Padre de la Patria. Tuvo una vida intensa en todos los sentidos que emociona. Gracias a Michel por hacernos tan potable la invitación de conocer la vida de este inmenso patriota

  • Eva dijo:

    Emocionante tu crónica Michel. Pienso que a quien no le broten las lágrimas con la rica historia de nuestra Patria Amada, no es buen cubano. A Cuba se le quiere así con el Alma.
    Ayer lloré con""Las Cinco Puntas de la Estrella"" dedicada a la campana de alfabetización y a todos los procesos que tuvieron lugar en Cuba ese mismo año. Fue una Revolución en la Revolución. Yo era una nina de siete años, en mi casa donde eramos 15 nietos solo quedamos 6 en casa junto a los abuelos (los más pequeños), el resto fue a alfabetizar, los hombres estaban en las milicias, en Girón y la LCB, las mujeres que eran maestras apoyando la campana de alfabetización. Después todos nos fuimos becando y literalmente todos estudiamos carreras técnicas y universitarias. Procediamos de una familia muy humilde, esas son las oportunidades que dio la Revolución.

  • Gemma dijo:

    Bonita crónica! Es que un verdadero patriota cubano no puede dejar de emocionarse ante la grandeza de nuestros próceres. Por esa historia y por esta Patria debemos seguir firmes.

  • Aleida dijo:

    Muy emocionante, me gustaria visitar ese lugar, Cespedes fue un patriota tremendo, orgullo de buen cubano

  • Ariel dijo:

    Muy bueno el escrito.

Se han publicado 9 comentarios



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Michel E Torres Corona

Michel E Torres Corona

Graduado de la Facultad de Derecho de la Universidad de La Habana en el año 2017.

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