Morir por el dominó (+Podcast)
- Especial de Aula Todoterreno
Aunque morir en un juego de dominó pueda parecer extravagante o curioso, fue un infarto en una partida el que marcó el último momento de Juana Martín de Martín, cuya tumba en el Cementerio de Colón está esculpida con la forma de la ficha del doble tres.
Luis Martín, historiador del cementerio, precisó que nuestra necrópolis es el único lugar del mundo donde el dominó está unido al culto funerario. Destacó que según cuenta la leyenda, en honor a Juana Martín, sus hijos Luisa y Antonio, le mandaron a esculpir en mármol blanco y negro, la ficha y el momento de la partida que le provocó los tres infartos que la dejarían sin vida el 12 de marzo de 1925.
“Para Juana ese mes había sido de muy mala racha, pues llevaba varios partidos perdidos, tal es así que fue a ver una mujer dedicada a la santería, quien le aseguró que la suerte la esperaba en el próximo juego”, recoge el folleto La voz de la ciudad de abajo, de María Antonia Ruiz.
El texto también aclara que en la calle Galiano, donde vivía, colocaba las fichas unas tras otras, en una partida que a decir de su hija Luisa, ella estaba confiada en que podía ganar. Cuando solo le quedaba el doble tres, su cuñado Pedro extendió la mano y se pegó, dejando a Juana tan indignada y furiosa que apretando fuertemente la ficha en la mano, sufrió tres infartos, uno detrás de otro.
No obstante, en el Libro de entierros No. 112, del Archivo de la necrópolis, se afirma: “El 13 de marzo de 1925 se dio sepultura al cadáver de Juana Martín de Martín, natural de Canarias, de setenta y siete años de edad, fallecida a consecuencia de cáncer de hígado”.
A pesar de lo registrado en el archivo, aquellos que la conocieron y la vieron morir, continuaron afirmando que la causa de la muerte no era el cáncer, como lo confirmó la autopsia, sino la cólera que le produjo perder una partida de su más grande pasión, agregó la historiadora de la necrópolis, Teresita Aloy.
Sobre Juana Martín de Martín también se guardan otras historias, entre ellas, que era la propietaria del famoso jardín de La Habana, “El Fénix”, donde Juan Pedro Baró encargó para su amada el injerto de la rosa Catalina Lasa.
Además, la historiadora Aloy hace referencia a la poco conocida relación con Hubert de Blanck, compositor y músico cubano enterrado en el mismo panteón de Juana y cuyos epitafios parecen estar dedicados por la misma persona, una mujer llamada Pilar, que ha despertado el interés de los historiadores por descubrir cuál es la historia oculta del compositor y la empedernida del dominó.
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Una pasión sin límites por el dominó y un amor de sus hijos que quedó esculpido con originalidad en mármoles negro y blanco que guardan sus restos en la histórica necrópolis de Colón.
Hola!!
Muy interesante el artículo, me encantan las curiosidades y mucho más si son de nuestro país.