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Fidel hace 60 años: “Así comenzó la Revolución que llevó a cabo la obra de Martí”

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En el acto de inauguración de la Ciudad Escolar Abel Santamaría, donde antes estaba el Cuartel Militar Leoncio Vidal en Santa Clara. Foto: Revista Bohemia

Desde las primeras horas de la mañana del sábado 28 de enero de 1961, arribaron de­cenas de miles de villaclareños a Santa Clara pa­ra asistir al acto de inauguración de la Ciu­dad Escolar Abel Santamaría, en el lu­gar que ocupara el Regimiento Leoncio Vi­dal. Trans­for­mar cuarteles en escuelas fue una de las ma­neras más hermosas de materia­lizar la prédica martiana y de mostrar la humanidad y fuerza latentes en la Revo­lu­ción Cubana.

Más de 300 000 personas reunidas en la pla­­za del antiguo regimiento acompañaron las palabras del Comandante en Jefe.

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Hace un año exactamente, nos reuníamos en la ciudad de Santiago de Cuba para inaugurar la ciudad escolar 26 de Julio en lo que fuera el antiguo cuartel Moncada de Santiago de Cuba.  Hoy, otro 28 de enero, es decir, por segunda vez consecutiva, venimos a conmemorar esta fecha con un acto como este de venir a abrir las puertas de una ciudad escolar donde antes se albergaban los soldados de la tiranía.

Es posible, es posible que ni ustedes ni nosotros volvamos a tener esta oportunidad; es posible que ya el año que viene no podamos inaugurar, el 28 de enero, algún cuartel militar convertido en escuela. ¿Saben por qué?  Porque ya se nos están acabando los cuarteles.

Podremos abrir nuevos centros, construir otras ciudades escolares, pero ya no tendrán ese sabor, ese sabor tan grato para ustedes y para nosotros, de ver convertido en magnífico centro, de ver llenos de maquinarias esos pabellones que ayer estaban llenos de fusiles, de máquinas de muerte. Y pensar que 2 000 jóvenes, pensar que 2 000 jóvenes, jóvenes humildes del pueblo, van a recibir aquí enseñanza tecnológica y que serán los futuros obreros técnicos que manejarán nuestras fábricas...

Son todavía los trenes de campesinos y de obreros que vienen de los distintos sitios de la provincia, porque, a pesar de lo lleno que está este amplio sitio, todavía las carreteras están repletas de camiones, y las vías repletas de trenes del pueblo villareño que viene del interior a esta conmemoración...  La idea de que 2 000 jóvenes van a estudiar aquí, van a aprender a producir, van a prepararse para aumentar extraordinariamente la riqueza y el bienestar de nuestro pueblo, donde antes se enseñaba a matar, donde antes se enseñaba a vivir de parásito, donde antes moraban los que iban a consumir y no a producir riquezas; donde antes moraban los que iban a quitarle al pueblo en vez de darle; donde antes moraban los que humillaban al pueblo, los que golpeaban a los obreros y a los campesinos, y paseaban como amos su insolencia por los suelos de la patria.

Por eso, no es lo mismo construir, edificar un centro escolar, como convertir una fortaleza militar en escuela. Y nosotros tenemos el propósito de seguir convirtiendo hasta los cuartelitos chiquitos en escuelas, porque antes había algo que no faltaba nunca en ningún pueblecito de Cuba:  a la entrada del pueblo, el cuartel.  Y ya ustedes habrán visto cómo muchos de esos cuartelitos pequeños, y medianos y grandecitos, que estaban a las entradas de los pueblos, se están convirtiendo todos en escuelas.

Para nosotros este de la ciudad de Santa Clara tiene, además, un motivo que cala profundamente en nuestro sentimiento y en nuestro recuerdo. Discutíamos qué nombre le íbamos a dar a esta ciudad escolar; resultaba que ya la ciudad universitaria llevaba el nombre de un villaclareño que fue fundador del Movimiento 26 de Julio, y que dio heroicamente su vida el día que se puso la primera piedra de la Revolución libertadora.

La ciudad escolar, o mejor dicho, la ciudad universitaria, llevaría el nombre inolvidable y querido de “Abel Santamaría”. Y es una gran honra y es una gloria para cualquier compatriota, que un alto centro de cultura lleve su nombre como recuerdo eterno hacia los servicios que prestara a su patria.

Pero, sin embargo, nosotros estimábamos que el centro que realmente debía llevar el nombre de Abel Santamaría era este. Abel Santamaría no era un profesional; Abel Santamaría era un obrero; y Abel Santamaría murió atacando una fortaleza militar el 26 de julio de 1953. Y si esta es hoy una fortaleza militar convertida en magnífica ciudad escolar, y se trata de la fortaleza militar de la provincia donde él naciera, estimamos que se ajusta más a lo que fue y a lo que hizo Abel Santamaría ponerle su nombre para que quede grabado eternamente en este pilar de la Revolución, y así convertir en palpable realidad lo que fuera un sueño para él y para otros muchos que cayeron en la lucha.

Esta provincia ha dado magníficos revolucionarios; esta provincia es, evidentemente —y lo demuestra este acto de hoy—, una provincia revolucionaria.  Pero el imperialismo ha hecho esfuerzos indecibles por establecer una cabeza de playa contrarrevolucionaria precisamente en esta provincia revolucionaria de Las Villas.  Por eso, la Revolución necesita de los revolucionarios villareños, la Revolución necesita del pueblo villareño un esfuerzo mayor que en las demás provincias.

Es decir que puesto que en Las Villas el imperialismo y los enemigos de la patria han querido levantar cabeza, en esta provincia los hombres y las mujeres, los obreros y los campesinos, los jóvenes y el pueblo, deben ser más revolucionarios.

La Revolución necesita combatir, el combate es lo que hace fuerte a las revoluciones; las amenazas de invasión extranjera y las agresiones que ha sufrido nuestro país, y que pusieron en pie de lucha al pueblo cubano, ha hecho más fuerte a la Revolución.

Una revolución que no fuese atacada, en primer lugar no sería, posiblemente, una verdadera revolución.  Además, una revolución que no tuviera delante un enemigo, correría el riesgo de adormecerse, correría el riesgo de debilitarse.  ¡Las revoluciones necesitan luchar, las revoluciones necesitan combatir, las revoluciones, como los ejércitos para hacerse aguerridos, necesitan tener delante un enemigo!

La Revolución tiene enemigos en esta provincia, la Revolución tiene luchas en esta provincia.  Así, pues, la provincia de Las Villas ¡se ha convertido en una trinchera combatiente en defensa de la Revolución y de la patria! Y la provincia acepta recibir el reto de los enemigos de la patria y de la Revolución, y los villareños se sienten orgullosos de combatir en primera fila en defensa de la patria y de la Revolución.

¡Bienvenidas sean las bandas contrarrevolucionarias, porque ellas servirán para hacer todavía más revolucionaria y más fuerte a esta provincia! ; ¡bienvenidas sean las bandas contrarrevolucionarias, porque ellas servirán para hacer más aguerrida, y más firme, y más heroica a esta provincia!

Y aquí debemos analizar hoy por qué el imperialismo y la contrarrevolución escogieron esta provincia para organizar sus bandas contrarrevolucionarias.  Los villareños deben analizar por qué la contrarrevolución escogió precisamente esta provincia; dónde están las raíces de esos grupos contrarrevolucionarios; dónde están las causas de esos grupos contrarrevolucionarios en esta provincia, que fue una provincia que luchó, que fue una provincia cuyo pueblo actuó patrióticamente y revolucionariamente en la contienda contra la tiranía; debemos explicar hoy las razones.

¡Revolución encendida, de libertad y de justicia!

La Revolución se propuso erradicar el analfabetismo en un año y para ello contó con el esfuerzo de miles de personas en todo el país e incluso de la solidaridad de otras naciones. Foto: Mario Ferrer / Granma

No siempre nosotros hablamos con crudeza; muchas veces hemos sido tolerantes y hemos sido generosos con aquellos que han errado; muchas veces hemos tenido, incluso, que tolerar hechos que duele tolerarlos pero que la Revolución ha tenido que tolerar porque esta ha sido una Revolución generosa y magnánima.  Entiendo que hemos actuado bien, porque este apoyo inmenso y creciente de la nación cubana a la Revolución demuestra que la Revolución ha actuado bien y demuestra que la Revolución no tiene por qué arrepentirse de haber sido magnánima, porque mientras más magnánima ha sido la Revolución más se ha convencido el pueblo de lo inmorales que son las fuerzas que la combaten; mientras más magnánima ha sido la Revolución, más ha podido comprobar el pueblo lo miserables que son las fuerzas que combaten a la Revolución.

Pero eso no significa que la Revolución tenga que ser siempre magnánima, y tenga que ser siempre generosa, y tenga que ser siempre tolerante. Cuando el pueblo ha comprendido, cuando el pueblo se ha convencido, cuando el pueblo ha tenido sobradas pruebas de quiénes son sus enemigos, entonces es necesario que en la Revolución cese toda tolerancia y toda generosidad con sus enemigos.

La historia, la conocen ustedes: la guerra revolucionaria comenzó por la provincia de Oriente, la guerra revolucionaria comenzó con el desembarco de los expedicionarios del “Granma”.

Era una época en que nadie creía en las posibilidades de victoria de la Revolución; era una época en que nadie creía que se podía luchar contra el ejército de la tiranía; era una época en que, no solo en nuestro país sino en toda América y en todo el mundo, se creía que los pueblos eran impotentes para enfrentarse a los ejércitos, y hasta se había convertido en un falso principio la afirmación de origen fascista de que “una Revolución se podía hacer con el ejército o sin el ejército, pero nunca contra el ejército”.

En aquellos tiempos de crímenes espantosos y de explotación despiadada de nuestro pueblo, en aquellos tiempos de vida miserable, en aquellos tiempos de corrupción, a ningún lumpen se le ocurrió jugar a la guerra, a ningún cuatrero y aventurero se le ocurrió jugar a la guerra.  Aquella verdad, aquella nueva táctica para nuestro pueblo y para América, era obra del idealismo, estaba inspirada en el sano propósito de hacer una nación nueva y de llevar a nuestro país al sitial que hoy ocupa entre los pueblos del mundo.  Era una verdad creída por muy pocos y llevada adelante por esos pocos, por aquellos pocos que desembarcaron, y por aquellos —más pocos todavía— que quedaron después del desembarco.

Y contra aquellos pocos se dirigió toda la fuerza de la tiranía; contra aquellos pocos se volvió todo el poder del régimen; aquellos pocos no recibían armas en paracaídas; aquellos pocos no recibían oro mercenario; aquellos pocos eran unos pocos que sabían que tenían que jugarse su suerte con la sola fuerza de su razón y de sus ideales y que, lejos de recibir armas del imperialismo, que lejos de recibir cargamentos de armas en paracaídas, quienes iban a recibir las armas eran los enemigos, quienes iban a recibir ayuda militar eran los enemigos.

Es decir que aquellos 12 hombres, que lograron reunir 12 fusiles y que comenzaron a librar los primeros encuentros, muchas veces tenían que luchar con las balas que las fuerzas enemigas iban dejando caer descuidadamente por los caminos.

Aquellos 12 hombres no solo tenían que enfrentarse contra un ejército bien armado, sino que, mientras no recibían una bala ni recibían un fusil, tenían que luchar contra un ejército que estaba recibiendo del imperialismo desde aviones hasta camiones, pasando por todos los tipos de armas:  desde equipo militar  hasta cuerpos de técnicos que venían a enseñarlos a matar.

Así empezó la lucha revolucionaria, así nos sostuvimos durante un año entero, y así se empezó a prender la chispa, que más tarde sería llama, que más tarde sería ¡Revolución encendida, de libertad y de justicia! Así empezó la Revolución que trajo la libertad a la patria, frente a la opresión extranjera y a la explotación colonial; ¡así empezó la Revolución que liberó a la patria de la pandilla de criminales que asesinaban a los hijos de nuestro pueblo!; así comenzó la Revolución que puso fin al foco que desde hacía 50 años venía sufriendo nuestro país; así comenzó la Revolución que rescató las minas, y las tierras, y las industrias, de manos de los monopolios extranjeros; así comenzó la Revolución que convirtió a los 100 000 aparceros, arrendatarios y precaristas, en dueños de sus tierras, y dejaron de pagar para siempre renta a los explotadores; así comenzó la Revolución que convirtió en magníficas cooperativas y granjas del pueblo, los grandes latifundios y las compañías extranjeras; así comenzó la Revolución que, más tarde, convertiría las fortalezas militares en centros escolares; así comenzó la Revolución que enviaría a los campos 11 000 maestros, de manera que no quedara un solo niño sin escuela; así comenzó la Revolución que se acordó del pobre, y que luchó por el pobre, por el negro, por la mujer, por el campesino, por el obrero, por el anciano y por el niño; así comenzó la Revolución que puso fin a la inicua explotación; así comenzó la Revolución que fue asentando las bases para un porvenir brillante y venturoso al pueblo cubano; así comenzó la Revolución que remató la obra que comenzaron nuestros antepasados en el año 1878; así comenzó la Revolución que hizo al fin realidad los sueños de nuestros mambises; así comenzó la Revolución que llevó a cabo la obra de Martí, de Maceo y de todos aquellos paladines ilustres, que cayeron en el camino sin ver libre un solo pedazo de tierra, que cayeron en el camino sin ver ondearse la bandera de la estrella solitaria en los lugares más altos de la patria, que cayeron en el camino sin ver borradas todavía las huellas terribles de la esclavización del hombre por otros hombres.

Cayeron en el camino, sin que en el orden moral se hubiesen destruido las cadenas que todavía aherrojaban a los hombres y mujeres negros de nuestra patria; que cayeron por el camino, sin ver una Cuba cubana; que cayeron en el camino para servir de semilla, para servir de abono, para servir de guías y para servir de banderas.

Así comenzó la Revolución que llevó a cabo la obra de Martí

Diseño: José Alberto Rodríguez Ávila / Cubadebate

Así comenzó la Revolución que, por primera vez en la historia de nuestro país, ha avanzado extraordinariamente en la erradicación del mal crónico del desempleo, y así hoy como admiramos, los cubanos que hace apenas tres años veíamos a los pueblos repletos de hombres y mujeres sin trabajo, los cubanos que veíamos colas interminables de hombres sedientos de ocupación, nos asombramos hoy cuando nos dicen que los centrales no pueden moler la caña asignada para cada día, puesto que no hay brazos suficientes para cortar cañas.

Aquella Revolución comenzó, como decíamos antes, con el esfuerzo de unos pocos. Y cuando unos pocos llevaban un año luchando, cuando unos pocos probaron la verdad de que la lucha era posible, cuando aquellos pocos que durante meses habían permanecido solos, durante un año, habían logrado ir encendiendo la llama, otros jóvenes honestos, otros jóvenes universitarios, se dieron a la tarea de secundar nuestra lucha. Pero ya no era lo mismo.

Los idealistas aprendieron la lección de la Sierra Maestra, pero los aventureros aprendieron también la lección de la Sierra Maestra, y al lado de un puñado de idealistas, al lado de un puñado de idealistas, compañeros de José Antonio Echeverría, escalaron la Sierra del Escambray un grupo de oportunistas y de aventureros; detrás del puñado de aventureros y de oportunistas, subieron la Sierra del Escambray un buen número de ambiciosos y de elementos corrompidos, que no fueron allí a pelear, sino a robar; que no fueron allí a combatir contra los soldados de la tiranía, sino a  comer vacas en la Sierra del Escambray; que no fueron allí a enseñar a los campesinos, sino a maltratar, y a abusar, y a confundir y a corromper a los campesinos; que no fueron allí a ayudar al campesino del Escambray que estuviera necesita.

Y allí mismo promovieron la división, allí mismo los compañeros verdaderos y buenos de José Antonio Echeverría tuvieron que separarse del grupo de gángsteres comevacas y aventureros del Escambray.  Ellos no peleaban, pero cuando el Che y Camilo, los gloriosos combatientes de la Sierra, cuando dos de aquellos doce, cuando dos de aquellos que habían enseñado el camino de la lucha, cuando dos de aquellos doce que habían infligido tremendas derrotas a las fuerzas de la tiranía que concentraban contra la Sierra Maestra los más preparados soldados y lo mejor de su equipo militar, y las mayores bombas, y las patrullas completas de aviones de bombardeo y de ametrallamiento; cuando dos de aquellos hombres, comandando columnas de soldados que llevaban sobre sus hombros el prestigio de muchos combates victoriosos, llegaron a la provincia de Las Villas, encontraron en los compañeros de José Antonio Echeverría el abrazo fraternal y los brazos abiertos; encontraron, en las guerrillas que luchaban en Yaguajay al mando de Félix Torres, los brazos abiertos.  Y lo que nos decía Camilo, cuando ellos llegaron exhaustos, cuando ellos llegaron después de haber comido solamente once veces en casi 40 días, había un grupo allí que les vendó las piernas, que les curó las heridas, que los atendió solícitamente, y se convirtieron muchos en soldados.

¡Qué distinto había ocurrido en las montañas del Escambray!  ¿Saben lo que encontró el glorioso comandante de la columna invasora “Ciro Redondo” al llegar al territorio del Escambray?:  un letrero que decía:  Ninguna tropa podrá penetrar en este territorio sin autorización de los que allí estaban.  Es decir que al Comandante Ernesto Guevara y a la columna invasora no les esperaron allí brazos abiertos, sino fusiles amenazadores, prohibiciones conminatorias; los comevacas, que habían vivido plácidamente en las lomas del Escambray, no querían allí verdaderos combatientes, no querían allí tropas aguerridas que los pusiera en evidencia ante sus propios hombres, no querían allí combatientes del temple de los que llegaban, porque hombres del temple de los que llegaban iban a convertir ese frente en un verdadero frente de batalla, donde los grupos guerreristas, separados forzosamente, viéndose en la necesidad de separarse de los que dirigían aquel frente, carecían de armas para luchar, ¡porque las armas estaban allá dedicadas a matar puercos, a matar ratas y a matar, también, campesinos! ; porque uno de esos jefes llegó, incluso, a asesinar más de 30 campesinos; uno de esos jefes se dice de él que con la sangre más fría del mundo y muerto de risa, se complacía en dispararles personalmente el balazo criminal a los que ellos consideraban presuntos enemigos.

Pero, ¿qué presuntos enemigos podía tener una tropa que no peleaba?  ¿Qué presuntos enemigos podía tener una tropa que no combatía?  Y si tenían enemigos era porque allí se trataba mal al campesino, era porque allí se trataba con desprecio al campesino, era porque allí se le cobraba una gabela al campesino, y era porque allí constituían una carga para la población, ¡y ni siquiera combatían!

Y eso dejó su saldo.  ¿Aprendieron los campesinos del Escambray lo que aprendieron los campesinos de la Sierra Maestra?  No. Porque allí en el Escambray lo que dieron fue el mal ejemplo, allí en el Escambray lo que dieron fue el abuso, y a ese campesinado del Escambray no le despertaron la conciencia revolucionaria, no le abrieron los ojos sobre lo que era y lo que significaba la Revolución para ellos.  ¡Aquellos campesinos del Escambray les tenían más miedo a los supuestos revolucionarios que a los casquitos, porque en realidad los casquitos apenas molestaron en el Escambray, y los que de verdad molestaron, los que de verdad, bajo el pretexto de ajusticiamiento, mataron innumerables campesinos, fue el grupo de seudorrevolucionarios aventureros y gángster que se había apoderado de las montañas del Escambray.

No diré, no negaré que había hombres del pueblo que creyendo que allí se estaba luchando por la patria se sumaran a aquellos grupos; no negaré que en sus filas había buenos muchachos, pero los que dirigían y mandaban aquel frente y aquellas tropas eran una pandilla de politiqueros descarados y aventureros ambiciosos de dinero y de poder.

Quizás habría sido mejor que al llegar el Che allí, hubiese constituido un consejo de guerra y hubiese fusilado a todos aquellos cabecillas seudorrevolucionarios.  Pero, sin embargo, estábamos en la lucha contra la tiranía, estábamos enfrentados en una dura guerra, y entendíamos que no convenía a la Revolución tomar medida semejante, y cuando el pueblo todavía no sabía quiénes eran verdaderamente los que allí estaban, era improcedente adoptar una medida drástica.  Y como las instrucciones que traían los comandantes invasores era la de la más amplia unión, como la consigna que traían los comandantes de la Sierra Maestra era unir, se dedicaron a la tarea de unir, pasando por encima del “alto” que incluso daban algunos de aquellos sujetos.

Cuando la guerra concluyó, los que no habían sido rápidos en acudir al combate, los que no habían sido los más apurados en acudir a lo sitios de riesgo, los que no se preocuparon por pelear, en cambio no alcanzaban las estrellas que había en la república para ponérselas sobre sus hombros.  Y hemos tenido que soportar, hemos tenido que soportar, en aras de la unión más amplia, en aras de la lucha por la unidad, hemos tenido que soportar amarguras tales como ver compañeros de las columnas invasoras, que tenían más de 20 combates, con el grado de sargentos, y que todavía son sargentos, porque en la Sierra Maestra no se regalaban las estrellas; y hemos tenido que pasar por la amargura de ver que mientras había hombres que llevaban más de un año luchando, que habían realizado numerosos actos de valor y de heroísmo, de ahí del Segundo Frente del Escambray bajaban con las estrellas de comandante individuos que no habían disparado un solo tiro en toda la guerra.

Sin embargo, la Revolución fue tan magnánima, la Revolución fue tan generosa, los dirigentes de la Revolución fuimos tan tolerantes en aras de nuestro espíritu amplio de unidad, en aras del espíritu que deben tener los hombres que luchan por verdaderos ideales, en aras realmente de la bondad, para que no pareciera que un grupo mayoritario, que un movimiento victorioso se valía de su poder para maltratar a otros sectores, pasando por encima de todas las heridas y de todas las amarguras, el Gobierno Revolucionario les aceptó los grados de comandante a aquellos señores a quienes no les había dado esos grados, ni mucho menos sus méritos, a aquellos señores que ellos mismos se pusieron los grados de comandante, y no se pusieron los grados de general ni de mariscal porque en la Sierra Maestra no se estableció un grado más alto que el de Comandante.

Es decir que al grupo de revolucionarios idealistas, al grupo de Chaumont y de Cubelas, al grupo de Félix Torres, Camilo y el Che les reconocieron, por sus méritos y por sus sinceros propósitos revolucionarios, los grados que tenían.  Los otros, los otros se designaron ellos mismos los grados; los otros se autodesignaron comandantes.  Y la Revolución, generosa y tolerante, les aceptó aquellos grados.

¿Quién no sabe que la Revolución tenía poder suficiente para haber reducido a aquellos señores comandantes a soldados rasos, y hasta haberles quitado el uniforme de seudorrevolucionarios que llevaban puesto?  ¿Quién no sabe que la masa del pueblo apoyaba, como apoya hoy, desde el primer momento a los dirigentes de la Revolución?  Esa es la historia.

Mas, no solo fue malo el Segundo Frente del Escambray, sino que fue pobre y deficiente y negativa una parte importante de la dirigencia del Movimiento Revolucionario 26 de Julio.  Es decir que en las filas de la dirigencia del Movimiento en esta provincia se filtraron también elementos ambiciosos, elementos seudorrevolucionarios, y elementos que lo primero que nos plantearon, cuando nosotros cruzábamos por esta provincia hacia La Habana, fueron cuestiones de orden burocrática sin el menor escrúpulo revolucionario, y enseñando las orejas de la politiquería, porque al parecer creían que aquí íbamos a continuar como antes.

Y las semillas del divisionismo se sembraron, y el divisionismo echó raíces en esta provincia; y el movimiento obrero cayó en manos de mujalistas; y numerosos cargos en los municipios y en la administración pública cayeron en manos de seudorrevolucionarios y oportunistas.  Y en algunas ciudades como Trinidad, ¿qué pasó?  Pues, sencillamente, aquellos señores que no habían combatido, el día 2, cuando había que preservar la riqueza de la nación, el día 2, cuando había que cuidar las máquinas, los vehículos y había que cuidarlo todo, porque eran bienes del pueblo, el día 2, cuando ya no había un casquito por todo aquello, se fueron al motel que estaban construyendo en Trinidad, lo saquearon y lo quemaron.  ¡El día dos, el día dos de enero!  y entonces, convirtieron los cargos de la zona de Trinidad y de Topes de Collantes en un botín, donde allí se encargaron de colocar al grupo de amiguitos y de seguidores.

El Escambray

Y, claro, comenzaron a aparecer algunos desertores, algunos señores que, además, querían más grados que los que tenían, cuando no se merecían ni los que tenían; comenzaron a aparecer los politiqueros; y el aventurerismo y la politiquería comenzó a dar sus frutos. Y comenzaron a juntarse con esbirros que andaban huyendo, por las lomas del Escambray, y continuaron por ese camino; ¿y cómo terminaron?:  terminaron unidos los comevacas y los esbirros en las lomas del Escambray.  Abusando de los cargos que tenían, y de la tolerancia de la Revolución, se dedicaron algunos comandantes a llevar armas para el Escambray, a hacer contactos con la embajada americana, y a hacer campañas de proselitismo allí, para tratar de constituir una cabeza de playa contrarrevolucionaria.

Inmediatamente, como es natural, comenzaron a llover paracaídas con armas sobre el Escambray.  Las milicias agarraban una gran parte, pero otra parte —pequeña pero, al fin y al cabo, armas— llegaba a manos de las pandillas contrarrevolucionarias; y la población campesina de allí, era una población que no era la de la Sierra Maestra, porque la de la Sierra había vivido dos años de Revolución y allí no sabían ni a qué atenerse muchos campesinos, en el Escambray, porque, en definitiva, allí no se había sembrado la semilla revolucionaria y, en definitiva, de esos señores que llamaban revolucionarios no habían visto más que malos ejemplos, y estaban completamente al margen del proceso revolucionario.

Esas eran las condiciones sociales y políticas del Escambray.  De inmediato, comenzaron a sembrar el terror entre los campesinos y, claro está, a fin de neutralizar al campesinado, asesinan campesinos, ahorcan campesinos, y utilizan el terror; terror, naturalmente, que no usa ni usará jamás la fuerza revolucionaria.

Así surgieron los primeros grupos.  La Revolución movilizó a 1 000 campesinos del Escambray.  ¿Por qué?  Para que ustedes vean la calidad humana y revolucionaria del campesinado, baste decir que allí en el Escambray, donde no se dieron buenos ejemplos, sin embargo, cuando se convocaron a las milicias, ¡mil campesinos del Escambray se sumaron inmediatamente y se constituyeron en milicias revolucionarias! 

Y comenzó la persecución de los elementos contrarrevolucionarios y de los esbirros con 1 000 campesinos del Escambray y 700 campesinos de la Sierra Maestra.  Así fue como se iniciaron aquellas operaciones, que liquidaron a los principales cabecillas de aquellos grupos, capturaron a más de 100 y les ocuparon la mayor parte de las armas.  Quedaban algunos grupos, más pequeños, y cabecillas de menor importancia.

Fue por aquellos días en que comenzaron las amenazas de invasión, desde Guatemala; en que los grupos se disponían a partir, desde Guatemala, para atacar, posiblemente, algún sector del occidente de Cuba y quizás, nosotros considerábamos, entre los objetivos posibles estaría el de la Isla de Pinos.  Y en aquellos instantes, cuando todavía la organización de los batallones de milicia no se había adelantado, fue necesario sacar a los campesinos de la Sierra Maestra que estaban en el Escambray, y enviarlos a tomar posiciones en Isla de Pinos, a fin de evitar que los contrarrevolucionarios, desde Guatemala, apoyados por el imperialismo, se apoderaran de aquella isla.

Después vino la necesidad de la gran movilización nacional, y en los días esos, desde el extranjero continuaron enviando armas y más armas en paracaídas, armas americanas.  Para que ustedes tengan la idea de los esfuerzos que ha hecho el imperialismo para armar a los contrarrevolucionarios, baste decir que nosotros, en la Sierra Maestra, vinimos a ocupar la primera bazuca al cabo de 18 meses de guerra, cuando copamos un batallón del ejército y le ocupamos la primera bazuca, al cabo de 18 meses de guerra.  La segunda bazuca la ocupamos dos semanas después; es decir que, cuando la gran ofensiva, en que se le hizo al ejército enemigo más de 1 000 bajas y se le ocuparon 504 armas, entre esas armas había dos bazucas.

De aquellas dos bazucas —una bazuca, en el combate de Las Mercedes, fue destruida por un cañonazo de tanque Shermann, que al mismo tiempo mató al teniente Cordoví, compañero valeroso que murió enfrentándose al tanque— nos quedaba una bazuca, y esa bazuca se la dimos a la columna del comandante Ernesto Guevara, que la trajo a Las Villas y la utilizó en tomar los primeros cuarteles.  Es decir que, cuando el Che llegó a Las Villas, el Ejército Rebelde, al cabo de 20 meses, o 21, tenía una sola bazuca.

Claro que atacar cuarteles con bazucas habría sido muy fácil para nosotros.  Las otras bazucas las comenzamos a ocupar principalmente en el mes de noviembre; cuando la batalla de Guisa, ocupamos nosotros la tercera bazuca; y después, en sucesivos combates, pudimos obtener ese tipo de arma, ya al final de la guerra.  Sin embargo, con las bazucas que han enviado en paracaídas y hemos ocupado nosotros, ya tenemos para armar ¡una compañía de bazuqueros!, porque las armas, en aviones procedentes de Estados Unidos, se las habían estado lanzando en racimos durante los últimos dos meses.

Y cuando se movilizó el país, cuando se llamó a la milicia a tomar posiciones, ante el peligro de una agresión directa del imperialismo, ¿qué ustedes creen que hizo cuanto aventurero había por ahí, cuanto lumpen había por ahí, y cuanto esbirro había por ahí?  Pues, pensaron que ya había llegado el momento en que el imperialismo iba a atacar, que había llegado el momento suyo, y comenzaron a subir las montañas del Escambray en fila india.

Así fue como, en esos días, el número de elementos  contrarrevolucionarios y esbirros, en los días en que el pueblo estaba en las trincheras, ascendió a cerca de 500 en la zona del Escambray y de Sancti Spíritus.  Claro está que ellos estaban esperando a los americanos, y los que han llegado allí son los milicianos; y las bandas contrarrevolucionarias han quedado abandonadas a su suerte, como quedan abandonados todos los aventureros; las bandas contrarrevolucionarias del imperialismo, han quedado abandonadas a su suerte.  No han venido a socorrerlos, no han mandado la expedición allí a apoyarlas...  ¡y en verdad que sería una lástima que no aprovecharan la oportunidad para mandarla aquí al Escambray!

¿Cuál fue una de las fechorías que se les ocurrieron hacer a estos señores, nada menos que en el Año de la Educación?, ¿qué se les ocurrió hacer a estos asesinos, por congraciarse con sus amos?, ¿qué se les ocurrió hacer un día 5 de enero, cuando, por supuesto, estaban esperando a la infantería de marina?, ¿qué se les ocurrió?  No atacaron ningún cuartel, no se enfrentaron a ninguna tropa:  fueron a una escuelita, cerca de Güinía, y la quemaron; después fueron a otra escuelita, donde un joven maestro, de 18 años... , un joven honrado, un joven humilde del pueblo, un hijo del pueblo, que estaba allí enseñando a 44 niños y a un buen número también de adultos, que no tenía armas de ninguna clase, y que estaba sencillamente haciendo una cosa tan hermosa como es enseñar, ¡una cosa tan digna de respeto como es enseñar al que no sabe!; lo secuestran, en compañía de un joven obrero, miliciano, y de un miliciano campesino que había ido a ver a su familia; y, cobardemente, brutalmente, desafiando hasta las fibras más íntimas de la sensibilidad humana, ahorcan al maestro, al campesino y al obrero.

Ese hecho los retrata de cuerpo entero, y define, de una manera inequívoca, lo que es la Revolución y lo que son las bandas de contrarrevolucionarios, que asesinan a un joven por ser maestro, que asesinan a otro joven por ser obrero, que asesinan a otro joven por ser miliciano.  He ahí la entraña de las bandas contrarrevolucionarias.

¿En qué error han caído esas bandas, esos instrumentos del imperialismo; en qué ilusión han caído?  En creer que se puede aplicar para la contrarrevolución los mismos métodos que empleó la Revolución.  Es decir que la Revolución ideó su táctica y, efectivamente, descubrió una gran táctica revolucionaria, táctica revolucionaria que no dudamos que otros pueblos la utilicen también algún día para liberarse del yugo imperialista y de la explotación.

Pero, ¿a dónde ha ido a parar el imperialismo?  Pues el imperialismo ha acudido, para hacer contrarrevolución, a las tácticas que ideó y preparó la Revolución, sin darse cuenta que esas tácticas son útiles para hacer revoluciones, pero que están inexorablemente condenadas al fracaso cuando se utilizan para hacer contrarrevoluciones, porque ese tipo de lucha es un instrumento de lucha revolucionaria, y no puede ser utilizado para luchas contrarrevolucionarias, porque las luchas contrarrevolucionarias se han valido, principalmente, de los ejércitos mercenarios, de los golpes de Estado, pero de ninguna manera pueden acudir a un método condenado por completo al fracaso.

Y he ahí la situación en que se encuentran las bandas contrarrevolucionarias.  En este momento las bandas contrarrevolucionarias están cercadas en amplio cerco, es decir que se ha tendido alrededor de ellos el cordón donde tendrán que chocar si intentan escapar.  Pero no solo eso, una vez establecidos los cordones, batallones de milicianos, especialmente entrenados, avanzan sobre ellos en el interior de los cercos.

Ahora bien, el pueblo debe cooperar; las patrullas de milicianos obreros que están tomando posiciones y moviéndose dentro de los cercos, llevan, cada uno de ellos, una pequeña biblioteca y una cartilla de alfabetización. Es decir que no solo van a combatir y liquidar a los elementos contrarrarrevolucionarios, sino que van a desarrollar, al mismo tiempo, la campaña de alfabetización en el Escambray.

Es posible que ninguna fuerza militar en la historia del mundo hubiese llevado, juntos, estos dos instrumentos:  su fusil y su cartilla de alfabetización.

Ahora los campesinos de aquella zona y, sobre todo, de los alrededores, deben brindar la mayor colaboración para que no escape ninguno; es decir que ellos cuando se vean acosados van a tratar de escapar, algunos cabecillas.  Por eso, en todos los pueblos alrededor del Escambray, en todas las ciudades de esta provincia, el pueblo debe estar vigilante, las milicias deben estar vigilantes, los jóvenes rebeldes deben estar vigilantes, los sindicatos deben estar vigilantes, las federaciones de mujeres deben estar vigilantes, los estudiantes deben estar vigilantes, los obreros que trabajan en los camiones y en las fábricas de ómnibus deben estar vigilantes, y deben de regarse fotografías de los principales cabecillas para evitar que ninguno escape; porque las milicias se encargarán de ellos allí en los cerros, pero si se diera el caso de que alguno tratara y lograra filtrarse, el problema es que no saliera de la provincia.

Esa es la tarea que el pueblo debe realizar, porque yo les aseguro que esos señores se van a encontrar allí con lo que ni siquiera les pasó por la imaginación, por lo que ni siquiera les pasó nunca por la imaginación, y que tienen sus días contados y muy bien contados.  ¡Y que van a saber lo que es tropezarse con los fusiles revolucionarios de la clase obrera cubana!

¿Saben lo que se ha propuesto la Revolución?

¿Saben lo que se ha propuesto la Revolución?  La Revolución se ha propuesto ganar una de las más grandes batallas por la cultura que haya librado ningún pueblo:  se propone erradicar el analfabetismo en un año.  Calculen qué lección para los pueblos, calculen qué aliento y calculen qué descrédito para los gobernantes títeres de América Latina, que la Revolución Cubana en un solo año erradique el analfabetismo.

Así que esa sí va a ser una batalla verdaderamente épica, en que debe participar todo el pueblo.  La Revolución no se ha propuesto hasta hoy nada que no haya sido capaz de lograr, y ahora tenemos por delante esa meta.  Hay quienes nos dicen que en los sectores muy apartados, donde viven muy aislados los campesinos, va a ser muy difícil la campaña.  Y nosotros hemos dicho que si es necesario pondremos un alfabetizador en cada casa de las montañas.  Para eso los necesitamos a ustedes, sobre todo a los estudiantes; con ustedes vamos a librar esa batalla, vamos a reclutar un ejército de 100 000 alfabetizadores entre los estudiantes desde 13 años en adelante.  Y así, las clases en todas las secundarias básicas y preuniversitarias, van a terminar este año el 15 de abril.  E inmediatamente vamos a organizar a todos los jóvenes, hembras y varones, que deseen, y las familias suyas estén de acuerdo en que vayan a alfabetizar; las jovencitas en las ciudades, los varones en las montañas.  Y si los familiares de algunas jovencitas quieren, pueden integrarse también brigadas de jovencitas que vayan al campo.  Pero, es decir, tienen que ir a vivir en la casa de la familia donde van a alfabetizar.  Empiezan el día…  tendrán unos 15 días de vacaciones nada más; algunos, menos.

Los reunimos, les damos algunos días de vacaciones, los organizamos y los enviamos hasta el 15 de diciembre.  Es decir que las clases, hay que hacer un esfuerzo, vamos a terminar antes este curso y vamos a empezar un poquito después el otro curso, y vamos a empezarlo después de diciembre para disponer de esa gran masa de alumnos de las escuelas secundarias y de las escuelas preuniversitarias, para crear un ejército de alfabetizadores, organizados en brigadas y organizados en batallones de la enseñanza.

Es decir, esta es una buena prueba, hay que comenzar a organizar ese ejército, y vamos a organizar cien mil, ¡cien mil!, jóvenes alfabetizadores que por lo menos tengan, como requisito, de sexto grado en adelante, y por lo menos 13 años de edad.  Saben que van a tener una tarea importante, que van a vivir en casa de las familias, que tienen que tener una conducta ejemplar como representativos de la Revolución, que tienen que mantener una conducta irreprochable para prestigio de la Revolución, para bien de los campesinos, para bien de los familiares de ustedes, aquellos jóvenes y jovencitas a quienes las familias concedan el honor de la confianza de permitirles, ya actuando como verdaderos hombres y verdaderas mujeres, rectas de carácter y útiles desde muy jóvenes a su patria, que vayan allá como misioneras y misioneros de la cultura, en abanderados de la enseñanza, como antorchas encendidas que irán allí a llevar luz, a cumplir la más hermosa de las tareas.  Y nosotros les aseguramos que cada joven, hombre o mujer, que hoy participe de esa batalla, tendrá toda su vida una satisfacción, de la cual siempre se sentirá orgulloso.

Y además, van a darles una lección a todos los pueblos de América Latina, que verán cómo una Revolución puede realizar proeza semejante; y, además, se van a hacer un gran bien, porque es bueno que de vez en cuando nos apartemos de las comodidades de las ciudades, de la vida muelle y cómoda de las ciudades, para ir allí donde en vez de un colchón tenemos una hamaca para dormir; donde en vez de un bombillo tenemos un candil o una vela; donde no hay cine, ni hay parques, ni hay confiterías, ni hay helados, ni hay los mimos de la casa, y para lo cual hay que tener voluntad.  Y nosotros lo advertimos, porque si bien será muy honroso para todo joven que vaya y pase por esa prueba, va a ser muy penoso para todo joven que vaya y no pase la prueba.

Por lo tanto, es necesario que se piense bien, pero que aproveche esta gran oportunidad nuestra juventud hoy, porque eso les va a enseñar mucho, eso les será de gran utilidad en la vida, y los familiares de todos ustedes se sentirán siempre satisfechos de esa prueba y de esa experiencia que van a adquirir.

Campesinos de la Ciénaga de Zapata alfabetizados a la luz de un farol chino. Foto: ACN.

¿Creen ustedes que podamos movilizar ese ejército de 100 000 jóvenes para educar, ese ejército que nos permita llevar un maestro a cada casa de las montañas? Los campesinos les dan alimentación, y ustedes les dan la enseñanza.  Y no será para ellos, de ninguna manera, una carga, porque los gastos menores pueden ser sufragados por los fondos de la alfabetización, y los campesinos les podrán dar la vianda y algún alimento de lo que ellos comen, y siempre tendrán...

Esos jóvenes van a recibir un uniforme, van a recibir los gastos del pasaje, y para sus gastos allí, para que todos los alimentos no los tengan que pagar los campesinos, van a recibir 10 pesos todos los meses para sus gastos.

Es decir, como contribución también, porque si un campesino muy humilde tiene entonces esa boca más en su casa, es un pequeño sacrificio de todas maneras.  Ellos siempre compartirán el plato modesto de sus alimentos con ustedes; ellos siempre serán generosos; los campesinos siempre han sido hospitalarios y generosos.

Y después, después del 15 de diciembre o el 20 de diciembre... 

Así que en todos los centros escolares debe constituirse inmediatamente una pequeña comisión de todos los jóvenes que deseen incorporarse a ese ejército de la educación, para que desde el 15 de diciembre ya estén disponibles y nosotros sepamos en todos los centros de secundaria básica, centros de enseñanza superior, excepto la universidad, por una razón:  por la urgencia de preparar ingenieros, arquitectos y técnicos en general.  Por eso, todos, absolutamente todos, los de secundaria básica y preuniversitarios, que en cada centro se inscriban y envíen al Ministerio de Educación las listas con la edad, con la dirección y con el centro donde estudian, y el grado que tienen, y su disposición de incorporarse para dar clases.

Los varones todos ya saben que al campo, las jovencitas por opción, aquellas que sus familiares se lo permitan o aquellas que sus familiares deseen que sea en la ciudad, darán clase en la ciudad, porque en muchos pueblos del interior, sobre todo, hay gran cantidad de analfabetos, y en muchas casas del interior habrá que poner un maestro para que vaya a dar clases los sábados, los domingos, o por las noches, y ahí pueden trabajar las compañeras que se inscriban en ese ejército de alfabetización.

El hecho es que debemos librar esa batalla, y hemos querido exponer aquí en Las Villas el plan para que ustedes, los jóvenes de Las Villas, sean los primeros en inscribirse.  El hecho es que ese propósito de la Revolución debe lograrse, y estamos seguros de que lo vamos a lograr.

Mientras tanto, de aquí a abril vamos a dedicarnos a organizar, a formar la organización, los planes, los medios de transporte, porque ya ustedes saben lo que significa movilizar tantas decenas de miles de jóvenes; tendremos que transportarlos en tren, camiones, por los medios que sean necesarios:  vamos a ir preparando los cuadros que van a dirigir esos planes, y al final de este año, entre el 15 y el 20 de diciembre, una vez librada esa batalla, nos reuniremos todos los que hayamos participado en este trabajo, y el ejército completo de los jóvenes maestros se reunirá para declarar ante el mundo que Cuba ha logrado la proeza de erradicar totalmente en un año, hasta las raíces, el analfabetismo.

Saluda a jóvenes alfabetizadores en la concentración en la Plaza de la Revolución "José Martí", para proclamar a Cuba Territorio Libre de Analfabetismo, el 22 de diciembre de 1961. Foto: Periódico Granma /Sitio Fidel Soldado de las Ideas

Así pues, tenemos trabajo por delante, tenemos trabajo por delante.  No nos quedarán muchas fortalezas, solo nos falta por inaugurar la de Pinar del Río, y algún día, más adelante, también la escuela de milicias de Matanzas.  Se nos acabarán las fortalezas militares, pero todavía nos quedan por destruir muchos castillos de ignorancia, de superstición, de espíritu conservador y reaccionario; nos quedan por destruir todavía unas cuantas fortalezas donde se albergan los reaccionarios, donde se albergan los enemigos del progreso; nos quedan todavía por librar batallas.

Siguen provocando a la Revolución sus enemigos; siguen inculcando a los niños criminales desviaciones de los intereses de la patria; siguen desviando el pensamiento de los niños del amor a la patria, del amor a su pueblo, del amor al gran ideal y a la gran causa de la colectividad cubana; y hay quienes criminalmente continúan inculcándoles a los niños el sentimiento de hostilidad hacia la Revolución; siguen escribiendo pastorales, de esas pastorales que arman la entraña asesina de los que privan de la vida a maestros de 18 años, a maestros humildes del pueblo, porque de ahí sus campañas divisionistas, sus campañas mercenarias, que entre esas bandas de contrarrevolucionarios hay incluso un cura contrarrevolucionario.

Es decir que los asesinos del maestro Conrado Benítez tienen allí al esbirro con sotana que santifica las balas de los asesinos.  Y los asesinos, armados por la prédica reaccionaria, encuentran a un maestro.  Las pastorales llaman al Gobierno Revolucionario con los términos que conviene a la prédica del imperialismo; constantemente alientan las campañas contra la Revolución a base del anticomunismo.  Desde luego, las bandas de contrarrevolucionarios dicen:  “A todo comunista, hay que asesinarlo”; las bandas de contrarrevolucionarios se creen en el derecho de privar de la vida a cualquier hombre por sus ideas revolucionarias.  Y, eso en primer lugar:  las prédicas y las campañas anticomunistas.

Entonces, ¿qué hacen las bandas contrarrevolucionarias?  Se encuentran a un maestro que tiene un carné de maestro; un muchacho humilde del pueblo que cuando llamamos, igual que hemos llamado hoy, a alfabetizar, se presentó, pasó por un curso de capacitación que duró tres meses.  Cuando terminó el curso, el INRA, el INRA, que no es un partido sino que es una organización económica y una organización del Estado, el INRA le dio un carné, el departamento de enseñanza técnica, cultural y material del campesinado, le dio un carné de maestro capacitado para dar clases en las montañas.  Ese curso lo había recibido en una escuela organizada por el Ministerio de Educación, con profesores equipados por el Ministerio de Educación, y era una escuela de capacitación de maestros en las Minas del Frío.

¿Qué hacen las bandas contrarrevolucionarias?  Ven un carné de maestro voluntario, y dicen:  “Portaba un carné de maestro comunista”; ven un carné de la escuela de capacitación, y dicen:  “Portaba un carné de la escuela de capacitación comunista de las Minas del Frío; y, en consecuencia, como las pastorales dicen que hay que combatir al comunismo, como el imperialismo dice que hay que combatir al comunista, ese carné es un carné comunista, y esa escuela es una escuela comunista; por lo tanto, ¡hay que asesinar al maestro Conrado Benítez!”

¡Así opera el cerebro de esos criminales, que hacen esa filosofía reaccionaria y criminal!:  todo hombre que tenga ideas revolucionarias debe ser asesinado, todo comunista debe ser asesinado.  “Este no tiene un carné de comunista, tiene un carné de maestro...  no importa, vamos a poner aquí que es un carné de maestro comunista; estudió, no en una escuela del Partido Comunista, estudió en un centro de instrucción del Ministerio de Educación...  no importa, si es en una escuela del Ministerio de Educación, es una escuela de capacitación comunista y, por lo tanto, ¡hay que asesinar al maestro!”

Es decir que así operan;  y las pastorales y las campañas del imperialismo los arman de la justificación, del pretexto, les dan una razón, les aplauden el crimen, y entonces ellos incluyen a todos dentro de esa medida, dentro de ese patrón, y asesinan, en virtud de eso, a cualquier inocente.

¿Quién habría creído aquí que a un maestro se le llegara a asesinar?, ¿quién habría creído que algún día a un maestro, a un maestro voluntario, a un maestro jovencito, lo iban a colgar de un árbol?; ¿quién iba a pensar que esa vida joven dedicada a enseñar niños la iban a tronchar tan cobardemente?; ¿quién iba a pensar que algún día aquellas manos que llevaban a las manos de los niños para escribir sus primeras palabras iban a crisparse ante la crueldad de una muerte semejante?  ¿Quién hubiera creído semejante cosa en Cuba, que se volvieran a cometer crímenes semejantes en Cuba, después que la tiranía fue derrocada?

Esa lucha contra la patria, esa lucha contra la educación, esa lucha contra el progreso, tendrán que pagarla bien caro los agentes del enemigo.  Y ese reto lanzado a la cultura y a la patria, la patria lo acepta, el pueblo lo acepta, ¡y caerá con todo el peso de su fuerza, y de su razón, sobre sus enemigos! , ¡y los aplastará, como ayer supo aplastar a todo un ejército, al servicio del imperialismo y armado, como los contrarrevolucionarios, por el imperialismo!  Ni los técnicos imperialistas, ni los barcos imperialistas cargados de armas, ni los crímenes, ni los millones, de nada le valieron:  dos años bastaron para aplastarlo; ¡incomparablemente menos tiempo nos va a llevar aplastar el nido de gusanos que pretende traer la gangrena al país, que pretende ensangrentar al país y que pretende perturbar el esfuerzo noble, el esfuerzo entusiasta y el esfuerzo justo de nuestro pueblo!

¡Adelante, hombres y mujeres de Las Villas!, ¡campesinos y obreros, jóvenes y mujeres!; ¡adelante, estudiantes!; ¡adelante, villareños!

¡Viva Las Villas!

¡Viva la patria!

¡Viva el maestro mártir, Conrado Benítez!

¡Viva la alfabetización!

¡Viva la cultura!

¡Viva el trabajo!

¡Viva el progreso!

¡Viva Cuba!

¡Patria o Muerte!

¡Venceremos!

Saluda a los alfabetizadores en la concentración en la Plaza de la Revolución "José Martí", para proclamar a Cuba Territorio Libre de Analfabetismo, lo acompaña una joven alfabetizadora, el 22 de diciembre de 1961. Foto: Sitio web Radio Rebelde /Sitio Fidel Soldado de las Ideas

Campaña de alfabetización. Foto: Periódico Trabajadores.

Fidel Castro Ruz

Fidel Castro Ruz

Líder histórico de la Revolución Cubana. Nació en Birán el 13 de agosto de 1926 y murió en La Habana, el 25 de noviembre de 2016. Ha escrito numerosos artículos, reflexiones y libros sobre la situación mundial, la historia de Cuba y su actualidad.

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