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Los secretos de Elda

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Elda Fexas Martínez. Foto: Alejandro Rodríguez Leiva.

Elda Fexas Martínez nunca sintió miedo. Desde jovencita fue una mujer decidida a enfrentar las adversidades allá en Senado, otrora pueblito azucarero, localizado a pocos kilómetros de Minas, cabecera municipal y punto intermedio entre la ciudad de Camagüey y Nuevitas.

Con los años esas dos cualidades conformaron en ella una personalidad rebelde, opuesta a las desigualdades de la época y la llevaron a integrarse al Movimiento 26 de Julio como combatiente clandestina.

La infancia transcurrió viendo llegar los camiones y carretas, cargados de cañas al ingenio, o sintiendo  el pitazo del central anunciando el cierre de la jornada del día o el cumplimiento del plan de las últimas veinticuatro horas.

No con la intensidad de otras niñas comprobó las diferencias sociales y recuerda la escuela de madera en que desplegó sus estudios primarios y los conocimientos impartidos por María Bucarano hasta terminar el sexto grado, en que pasó a Camagüey a dar continuidad en la enseñanza media y obtener el séptimo y octavo grados en la Academia Fernández, situada en Ignacio Agramonte y San Fernando.

Elda comentó, que después conoció que Cuco Fernández fue un activo militante del 26 de Julio y que durante un registro a su casa destruyeron figuras de porcelana y todo cuanto encontraron a su paso los esbirros de Batista.

Un hermano que vivía en Camagüey la acogía de lunes a viernes, mientras el fin de semana estaba con el resto de los suyos en Senado, hasta que en 1951 o 1952 la familia decidió asentarse definitivamente aquí.

El protagonismo de la mujer

Raquel Perón, prima de Elda, le habló que en Senado había un grupo de jóvenes que querían participar en la lucha revolucionaria, pero que estaban solos, sin ninguna orientación.

Para Elda fue la oportunidad para hablar con Tony Ginestá, jefe de acción y sabotaje en Camagüey- “Sí, como no, que ellos seleccionen un jefe de grupo y vengan a verme”, fue la respuesta  del hombre que –bajo sus órdenes-- comandó el 9 de abril de 1958 el asalto a la planta eléctrica de Camagüey.

La testimoniante refiere que en la librería Lavernia, situada en Ignacio Agramonte (antes Estrada Palma) entre Lope Recio y República trabajaban tres mujeres: Mercedes Rodríguez, La China y otra que no recuerda el nombre, y que su contacto con Ginestá fue a través de las dos primeras. Elda pertenecía a la Resistencia Cívica  del 26 de Julio, dirigida por Otto Lavernia.

Lavernia, además de la librería, poseía a un costado del inmueble una cafetería, y en la calle Capdevila, en un lateral del Museo Ignacio Agramonte, una imprenta en la cual confeccionaban  todo tipo de material gráfico, incluida propaganda revolucionaria.

En otro momento, Elda habló con toda franqueza a Ginestá, de que quería incorporarse a labores  de mayor riesgo y así fue que se integró al grupo de acción y sabotaje, vendió bonos para recaudar dinero para el movimiento, confeccionó banderas y brazaletes, así como acopió alimentos enviados a los rebeldes en la Sierra Maestra.

Ese quehacer revolucionario transcurrió en todo secreto trabajando como oficinista en la fábrica de bombas de agua Hermanos Steere.

“Mi primera actividad revolucionaria la hice el 10 de marzo de 1952, el día del golpe de estado de Batista. Salimos un grupo de muchachos de la Escuela de Comercio , donde estudiaba, en manifestación hasta el gobierno provincial, en Cisneros y Hermanos Agüero. Estuvimos como hasta las tres de la tarde”.

Una sonrisa pícara acompaña sus palabras: “A esa hora me aparecí  en la casa y mamá preocupada porque no regresaba. Yo estaba en estos trajines. Desde jovencita era simpatizante  de la ortodoxia y de Chibás”.

Una buena memoria para recordar

La noche del 8 de abril de 1958, víspera de la huelga del día siguiente, convocada para todo el país, Elda salía de su casa en la calle Horca 82, junto a un joven santiaguero que no conocía, viajó con Ginesta en un auto por la ciudad, donde éste concretaría los preparativos para la acción que buscaba que las raíces del régimen temblaran.

Todo estuvo listo hasta un botiquín de urgencia con medicamentos. Elda fue entrenada como sanitaria por Ana Hilda Trincado, enfermera profesional y esposa del jefe del comando.

Otro momento azaroso ocurrió el domingo 18 de noviembre de 1958. Vivían  en Horca 14. Fue el último registro en grande que practicaron en su casa. Agentes del Brac (Buró de Represión Anticomunista) irrumpieron en el hogar y fuerzas militares ocuparon los alrededores. Buscaban a Norberto Llano, combatiente clandestino, apodado con el nombre de Remache.

Encontraron no a la persona, pero si un estandarte rojinegro, representativo del 26, que en el centro tenía la inscripción de remache. Arrestaron a la madre de Elda, la condujeron para las oficinas del Brac y después estuvo en el vivac, un centro penitenciario, radicado en la calle Lugareño. No hubo delación.

Ella salió a zapatear al hermano que se suponía estuviera en casa de la novia, no se hallaba, hasta localizarlo y recomendarle que no fuera para la casa, narrándole lo sucedido y la detención de la mamá.

En la fábrica Steere se mantuvo hasta 1963 como jefa de contabilidad. El nacimiento de su hija Niurka provocó buscar un lugar más cercano para trabajar y en ese mismo año ingresó a laborar en artes gráficas hasta julio de 1975, en que a petición de la FMC pasó a la dirección provincial de la organización femenina.

¿Te sentiste útil en el trabajo de la FMC?

Claro que sí. Fíjate que no me querían  dar el traslado cuando solicité la liberación por enfermedad. Decían, que yo tenía un buen trabajo como miembro del secretariado provincial en la esfera de economía y servicios.

“A veces estábamos trabajando y se presentaba un problema en los municipios y  había que salir a cualquier hora. El trabajo era muy agitado y abarcábamos  Jatibonico hasta que en 1976 se produjo la división político administrativa”.

¿Consideras que las mujeres siempre han cumplido un rol importante?

Como no, ahora mismo tienes el ejemplo de las mujeres científicas que dan el fuerte contra la pandemia de la Covid-19, y en todos los frentes, en la agricultura, en los trabajos de ingeniería, en fin...

¿Qué mensaje para la nueva generación de mujeres?

Que sigan trabajando con el mismo espíritu de nosotras de estos sesenta años por el bienestar que necesita el pueblo.

Un final arriba

En enero de 1990 al cumplir los 55 años presentó en la delegación del Comité Estatal de Normalización (CEN) los trámites para la jubilación y en poco tiempo recibió la chequera. Estuvo 38 años de vida laboral activa, pero en su mente, con 86 años, no se le aparta la idea de cómo ayudar a la Revolución.

Hace unas semanas un trastorno de salud le hizo pasar tremendo susto, pero allí en su hogar de Popular y Lope Recio, Elda está atenta a todo lo que la rodea, incluso, cuando iniciamos la entrevista acababa de actualizarse con la información ofrecida por el Dr.Francisco Durán García sobre el enfrentamiento a la COVID-19.

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Enrique Atiénzar Rivero

Enrique Atiénzar Rivero

Es periodista del semanario Adelante, de Camagüey, provincia del centro de la Isla, y colaborador de Cubadebate.

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