Antonio Ñico López, la palabra y la acción
Al nombre de Antonio López Fernández está asociado indisolublemente el apelativo de Ñico que damos a los Antonio, al extremo que para muchos su figura es solo identificable cuando se le menciona como Ñico López.
Él representó lo más puro de la masa combatiente surgida de las filas del Partido Ortodoxo. Ñico era de extracción muy humilde. Tenía unas condiciones naturales de líder y sobresalía por sus dotes de orador, con un gran poder de convencimiento y de aglutinar a la gente para fines políticos.
Siempre fue de figura muy esbelta, porque era extremadamente alto y delgado, de ojos claros, sonrisa abierta, mano extendida y de un fuego interior que lo convertía en un formidable agitador político y social.
Nació en La Habana el 2 de octubre de 1932 y sus padres, Juan y Concepción, realizaron disímiles trabajos para mantener a la familia, que estaba integraba también por Hortensia, su otra hija.
Ñico apenas pudo realizar sus estudios primarios, porque muy tempranamente se vio obligado a aportar con su trabajo a la siempre precaria economía familiar. Se desempeñó como dependiente, ayudante de albañil a domicilio y vendedor en una tarima de frutas en el Mercado de La Habana, como ayudante de su padre.
Poseía una clara inteligencia y un finísimo instinto popular. Con su vocación e interés por los problemas políticos, los que analizaba y discutía con pasión, llegó a alcanzar, de manera autodidacta, una formación cultural que sobrepasaba su nivel de instrucción educacional.
Vinculado desde la Ortodoxia con Fidel, formó parte del grupo que a partir de posiciones más radicales se organizó para el asalto a los cuarteles Moncada, en Santiago de Cuba, y Carlos Manuel de Céspedes, en Bayamo. Él fue uno de los protagonistas de las acciones en Bayamo y con posterioridad logró escapar de la represión y asilarse en la embajada de Guatemala. Partió a ese país en octubre de 1953, y allí conoció y estableció amistad con el Che. Poco después viajó a México, para regresar a Cuba en 1955.
A su regreso a la patria, volvió con convicciones más profundas acerca de la necesidad no solo de acabar con la tiranía de Batista, sino de hacer la revolución social. Recodemos que en mayo de ese año se había producido la amnistía, que permitió la salida de la cárcel de los moncadistas y Fidel decidió fundar el Movimiento 26 de Julio. Ñico como integrante de la Dirección del Movimiento, participó en las tareas organizativas, en el reclutamiento de compañeros y en la recaudación de fondos en todo el país. Es precisamente de esa época que lo recuerdo como a un personaje del jacobinismo en la Revolución Francesa, de los comuneros de París de 1871, de los bolcheviques rusos.
Tengo en mi memoria muy nítidamente, aquellos meses de 1955, porque él me enseñó mucho más que algunos académicos. Fue precisamente a través de Ñico López que conocí de la existencia del Che; porque fue él, quien me mencionó por primera vez el nombre de Ernesto Guevara, un médico argentino de ideas comunistas y que estaba muy interesado en que Fidel lo conociera. Aquella inteligencia clarísima de Ñico, de profunda cubanía, y en la que se habían enraizado ya convicciones socialistas, veía en el encuentro entre Fidel y el Che un elemento esencial para el éxito de nuestros proyectos revolucionarios. Por eso el recuerdo de Ñico se asocia en mi memoria con el de Ernesto Guevara.
Llevo en mi memoria con orgullo el hecho de que aquel joven del Mercado de La Habana infuyó poderosamente en mí y me ayudó a comprender el verdadero alcance de una revolución popular. Él fue un hombre de partido, de los que saben ganarse, con su modestia y espíritu de sacrifcio, el cariño de los demás y el apoyo de las masas.
Poco antes de partir hacia México para sumarse a los compañeros que ya se preparaban para la expedición del yate Granma nos encontramos en un pequeño apartamento de El Vedado y nos despedimos sin presumir que ese justamente sería nuestro último encuentro.
Siempre lo recordaré con su guayabera blanca, sus largas piernas y su extraordinaria capacidad de influir y de convencer a sus interlocutores.
Después de la preparación en México, llegó a Cuba como uno de los expedicionarios del yate Granma. Los testimonios de los que estuvieron más cerca de él confirmaron su asesinato el 8 de diciembre de 1956, en un lugar llamado Boca del Toro, tres días después del combate de Alegría de Pío. Al morir solo tenía 24 años de edad.
Si de Camilo dijo el Che que era la imagen del pueblo, de Ñico podría decirse exactamente lo mismo. Por eso en cada acto o concentración pública, viene a mi mente aquel magnífco joven, hijo del pueblo, su fe en Fidel y su increíble capacidad para la agitación política.
Gracias Ñico por tu ejemplo en la defensa de la Patria y por haber vivido en martiana virtud.
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Ñico y Hart: dos de los imprescindibles.
La historia es la base o cimiento que permite a partir de el poder mirar hacia delante visualizando futuro. Gracias a la historia nos elevamos lo mas alto posible en la misma medida que la reconocemos como la solida estructura que es para mirar sobre el horizonte. Cuando Hart destaca esas habilidades de Ñico López, nos muestra la tesis de lo determinante que es la actitud en el ser humano, lo primero y mas importante en la formación de un individuo, mucho mas que los conocimientos, la inteligencia, por el contrario ellos son mas que todo consecuencia de una actitud. Ñico López es ese modelo que debemos llevar a nuestro sistema educacional, una revolución dentro del sistema educacional que científicamente lo transforme, construyendo actitudes, construyendo un modelo de hombre nuevo al centrar el sistema de enseñanza en esta era internet en mas del 70% en solo construir actitudes, porque el resto de lo que necesita un ser humano en su formación es precisamente consecuencia de la actitud. Ñico López es esa tesis.
Hermosos recuerdos. Nos dicen mucho de la figura de Ñico López. Acá en Bayamo le tenemos como un personaje de la historia icónico.
Gracias al autor, una estrella como sempre.