Alicia en el país de la Pachamama
Me duermo tarde, despierto bien temprano, sueño con ella... Alicia Alonso es Cuba, está en todas partes, hasta semeja una nube en el cielo, danza feliz un cisne en el mar... Su Televisión Cubana, #CubavisiónInternacional, la transmiten una vez más en vivo y en directo. Duerme y baila. Le hablan sus amigos, sus colaboradores cercanos, sus alumnos, el pueblo, su pueblo, el de los agradecidos. El mundo le rinde homenaje, el mundo todo, desde los grandes amigos: Nicaragua, Daniel y Rosario; Evo y la Bolivia del Che; Venezuela y Chávez desde su misa bolivariana, con Maduro más presidente que nunca, Rusia, con su embajador frente al féretro de velos y flores, Fidel de traje azul y espíritu verde olivo... hasta el “otro” mundo, incluso el de quienes reniegan de su Cuba (la de Alicia) en Revolución. Ante el arte verdadero y su heroína, que hoy baila en los corazones, y en la tierra, y en el cielo sin diamantes... se abre el telón sólo al amor.
Como suelo soñar despierto, y lo confundo todo: sueños y realidades bellas, me aventuro a reconstruir en líneas lo que me imagino es mi más lindo encuentro con Alicia, y que me perdonen historiadores, estudiosos del ballet, amigos y colegas periodistas: esto, si no fue exactamente así, pues entonces es sólo un sueño, y los sueños... ya sabemos. Pero si alguien lo vivió, y recuerda este momento que pretendo narrar muchos años después, ruego información.
Debo haber sido un niño aún, o muy adolescente, porque recuerdo haber ido con mis padres a aquel no sé cuál teatro, acaso el Lorca de entonces... Era algo especial por Alicia, o Giselle, que a fin de cuentas son la misma. Al escenario, para presentar frente al telón cerrado, aquel señor con erres francesas, un tal Alejo Carpentier, quien decidió cautivarnos, y lo hizo, con una anécdota. Contó que cierta vez, en alguna capital europea (acaso París), llevaron a unos indígenas del mundo olvidado, por primera vez al ballet: Giselle. Recordaba Carpentier que esa madrugada, en el hotel donde se hospedaban, escucharon un gran escándalo en las habitaciones de los indígenas. Fueron a averiguar qué pasaba, y, al abrir la puerta, allí estaban aquellos seres superiores con los brazos en alto, intentando puntillas, en éxtasis total. Esa noche habían visto bailar a Alicia Alonso. Esa noche la vi bailar yo por primera vez. No, no lo soñé.
Ahora lo sé bien. En este mismo instante, lejos de su teatro donde parece descansar al fin, entre las llamas de la Amazonía, las calles aún ensangrentadas de Quito, junto a la Pachamama de Evo, en las “reservas” del Norte revuelto y brutal... con ímpetu y rebeldía, libre y esperanzada, está danzando, más viva que nunca, el alma trémula de Alicia-Giselle.
(Tomado de Facebook)
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Bellísimo artículo, amigo César.Nunca alcanzarán las palabras para describir el vuelo de Alicia al bailar. Yo la vi envuelta en tules saltando con tanta elegancia, que aún sin conocer absolutamente nada de danza, quede prendada de su baile.