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¿Cómo anda el Brexit?

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Brexit es la palabra utilizada para aludir al referéndum en el cual los británicos votaron a favor de la salida de su país de la Unión Europea. Foto: Archivo.

Como en todo matrimonio que acumuló bienes comunes por mucho tiempo, a la hora del divorcio se traban los entendimientos. No se destejen vínculos de 45 años sin dejar alguna herida. La Unión Europea tampoco ha sido un paisaje soleado y amable. Entre interacciones beneficiosas con programas y fondos comunes, ventajas de un espacio de librecambio, conviven reglas impugnadas, rencillas y hasta traiciones.

Por eso y por cuanto se queda en el tintero, se llega a un momento crítico en el Reino Unido con una cascada de incidencias. Tras el tour de forcé  de su problemático canciller, Boris Johnson, quien renunciara cuando la premier Teresa May  formula ante Bruselas el conocido como brexit blando, la premier no se arredró por esos obstáculos adicionales y tras recomponer el gabinete, anuncia su decisión de asumir, de modo directo, lo que resta del proceso de divorcio.

¿Es realmente suave  el plan de la May? Bruselas continúa teniendo objeciones fuertes a lo ofrecido por la premier. No es tan laxa la iniciativa como aseguran sus oponentes. Un apretado nudo se refiere a la frontera entre Irlanda del Norte (provincia del Reino Unido pese al deseo de su población católico-republicana) y la Irlanda independizada en 1947 pero perdiendo el Ulster, hace 70 años bajo mandato de Londres). Son antecedentes recogidos en una historia inconclusa o mal sellada, que comenzó cuando el rey Enrique II de Inglaterra emprende  la conquista anglonormanda de esa isla, proceso rematado por sus sucesores. Lejanos y más recientes avatares  generan una particular sensibilidad a todo cuanto atañe a esa área, objeto de disputa otra vez, pero ahora movidas por una extraña combinación de intereses y conveniencias domésticas y externas.

Sin embargo, lo puesto en discrepancia son asuntos mundanos. El proyecto de la May plantea que la UE se abstenga de ejercer control de mercancías entre las dos Irlandas. La contraparte considera que de hacerlo, Gran Bretaña mantendría acceso ilimitado al mercado único sin las correspondientes obligaciones de regirse por las normativas de la UE.

De todos modos, la hoja de ruta formulada por la May, recibida con tanta ojeriza entre los euroescépticos-  admite la necesidad de mantener las reglas de la UE durante una etapa.  “La legislación europea seguirá teniendo efecto en Reino Unido de la misma manera que hasta ahora durante este periodo de 21 meses”, (hasta concluir el 2010). Así plantea el texto entregado por la May a Bruselas a finales de julio, donde, también se sugiere crear  una zona de libre comercio de bienes entre Londres y la UE.

De acuerdo con distintos trascendidos,  la estrategia de May, tiene dos grandes ejes. Ante todo, procurar una separación menos dolorosa y dos, mantener ciertas ventajas  propiciadas por el acuerdo integracionista. Esos amortiguadores, si se aceptan, aliviarán los efectos por la salida del Reino Unido, aunque, de cualquier modo, y suponiendo se llegue a ventajosos arreglos, las relaciones comerciales y financieras de ambos se reducirán.

Ahora el 44 % de las exportaciones británicas se destina a los países miembros de la UE. En sentido inverso, recibe el 53 % de cuanto compra. En medio existe una red de vínculos inter-empresariales y de naturaleza diversa que obligan a que este divorcio requiera entre 2 y 7 años.

El engranaje esbozado no es virgen por completo. Dos países, Suiza y Noruega, tienen articulaciones con la UE sin pertenecer al pacto. Lo que debe suceder con el R.U. no es igual, pero  esas experiencias deben servir ante un asunto con tantas interrogantes e inconvenientes.

Permanecer o no en el mercado único es uno de los aspectos que mayor gresca provocan, en pro o en contra, dentro de los estamentos del poder británico. May aboga por suscribir un tratado de libre comercio con sus antiguos socios, pese a las amenazas de Donald Trump, quien quiere comerse solo este pastel también.

Londres es la capital financiera de la UE y si no se encuentran soluciones atinadas la city, como se le conoce, pudiera perder 100.000 empleos, pues decidió andar a su aire. Puestos en lo numérico,  debe decirse que el PIB británico bajará entre un 1,5 % y un 9,5 % cuando abandone la UE. Al propio tiempo, no contar con las contribuciones británicas al fondo común, obliga a que otros países asuman esa carga. Las tres principales economías, Alemania, Francia e Italia, deben hacer los mayores aportes anuales.

Ángulo algo oculto, pero de especial importancia, se encuentra en cómo quedará la estructura interna del Reino una vez separado del Pacto.  El andamiaje que sustenta al país y cohesiona a sus componentes, también sufrirá cambios y tal provoca recelos y prevenciones.

Escocia, Gales (la propia Irlanda del Norte) se beneficiaron con las ventajas de pertenecer  a la UE. Por eso deseaban quedarse. En este momento sienten miedo a perder competencias cuya gestión  compartían con la Unión Europea, (estímulos a la agricultura o la pesca, por ej.). La administración May propone que el gobierno central asuma un centenar de facultades ahora en manos de Bruselas. Como ello resta prerrogativas y provechos a los gobiernos regionales, estos no desean someterse al peligro de una disminución en su autonomía. El problema tiene implicaciones jurídicas, geográficas y administrativas de efectos inmediatos y ulteriores.

Es un dilema catapultado por la separación y no el único de orden territorial. Están las bases británicas en Chipre, un remanente colonial que debió desparecer cuando  ese enclave logra su independencia en 1960, pero es mantenido como centro de espionaje británico-norteamericano (según revelaciones de Eduard Snowden) y punto de partida para agresiones a terceros, como fue el bombardeo a Siria en abril pasado. Los dos grandes asientos en suelo chipriota,  son considerados pertenencias de ultramar, y como propiedad del Reino Unido sujeto a sus decisiones, por encima de las autoridades nacionales del sitio.

Gibraltar es otro espacio allende el tiempo y la geografía. España reclama definiciones en cuanto al Peñón, desde que se anunciara la ruptura. Como no son situaciones idénticas cada una de ellas precisa soluciones determinadas, pero ambas tienen volumen suficiente para entorpecer la marcha de algo tan lejos aún de encontrar remedio.

El próximo octubre es una fecha determinante. Deben estar listos los acuerdos esenciales para hacer posible una salida ordenada el 29 de marzo del 2019. Pero quizás no se llegue con bien  ni a una ni a la otra. La Comisión Europea ya advirtió “a gobiernos, empresas e individuos”  sobre la posibilidad de que Reino Unido salga de la UE sin haber alcanzado un acuerdo. Los distintos contextos de la ruptura tienen mal semblante, pero esta sería la peor de todas las opciones.

Reino Unido debe entregar unos  45 mil millones de euros a Bruselas por el brexit. Que Londres no pague, añadiría dificultades, muy particularmente, aumentando el veneno que circula dentro del partido conservador británico y está alimentando el auge de los segmentos ultras en todos los países del Viejo Continente donde anidan agazapados o a cara descubierta.

La UE tiene varias piedras en los zapatos. El brexit, es una de las grandes.

Se han publicado 2 comentarios



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  • ELSA CLARO dijo:

    una encuesta de la cadena Sky News, que acaba de diculgarse, asegura que la mayor aprte de los ciudadanos desea un segundo referendum sobre el brfexito y en esta oprotundiad con 3 opciones: abandonar la UE bajo los términos que eventualmente logre firmar May con Bruselas, marcharse del bloque sin acuerdo alguno, o continuar siendo miembro del club.
    al interrogarles sobre cuál de las tres opciones apoyarían, el 48% dijo preferir mantenerse en la UE, el 27% por salir sin acuerdo y el 13% por el plan de May.

    • Jose R Oro dijo:

      Muchas gracias por la actualizacion despues de la nueva encuesta, muy profesional de su parte!

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Elsa Claro

Elsa Claro

Periodista cubana especializada en temas internacionales.

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