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Tormenta en el Támesis

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Vista de una tormenta en Londres, Reino Unido, el 26 de mayo de 2018. Foto: Tom Jacobs / Reuters

En vísperas de la cumbre de la OTAN el 11-12 de julio y previo a una visita de Donald Trump a Londres, mientras los primeros efectos de la guerra comercial desatada por el presidente norteamericano y sus exigencias financieras a los europeos en materia bélica tienen bastante trastornada la perspectiva internacional, se agudizan los problemas en el Reino Unido a escala de crisis.

De entrada y aunque se abstengan de proclamarlo, muchos funcionarios del mundo diplomático sienten alivio ante la renuncia de Boris Johnson como canciller. La dimisión trae en brazos la probabilidad de un naufragio en grande del gobierno dirigido por Theresa May.

En este momento tan particular, el gabinete y la gestión administrativa se sostienen con reiterados remiendos de ocasión, cuando apenas faltan ocho meses para materializar la salida de la Unión Europea. El brexit ha sido y es la médula de las discordias y reproches contra quien fuera ministra del Interior antes de asumir el cargo dejado por David Cameron en estas mismas fechas de 2016.

La dimisión de Johnson es la tercera  en las últimas 24 horas. Todas, sin disimulo, en desacuerdo con la premier y su empeño de darle curso a un divorcio civilizado de la UE. Eso implica mantener vínculos con el mercado europeo en lo que respecta al intercambio de bienes, buscando no dañar el comercio y buena parte de los múltiples enlaces de suministros entre Londres y el resto de los 27.

Junto con una zona de libre comercio entre el Reino Unido y Bruselas, la administración May propuso quedarse con reglas propias en el sector de los servicios y -tema clave- permitiría a “los ciudadanos británicos y de la UE continuar viajando a los territorios de uno y otro para estudiar o trabajar”, previa estricta autorización, naturalmente. La libre circulación de personas fue el espectro con categoría de máxima peligrosidad, esgrimido para impulsar la separación del Pacto Comunitario.

Y si bien algunos afirman que hubo algo de fraude en el referéndum de hace dos años, punto de partida para un terremoto político cuyas réplicas se siguen viviendo en los recientes sucesos, no es nada pequeño el número de detractores que siempre tuvo el ingreso y permanencia en la UE, ni pocos los beneficios recibidos de ese nexo, para el cual el Reino Unido siempre puso condicionantes y logró se las atendieran en su provecho.

David Davis, el ministro a cargo de las negociaciones, afirma en la carta de renuncia que deja su misión porque el proyecto llevará a mayores concesiones del lado británico. Como él es uno entre quienes no creen en un brexit suave, según se designa a una ruptura sin grandes traumas, es de presumir que abandona el bote buscando acelerar un naufragio.

Esa hipótesis se reafirma con la salida de Boris Johnson, quien fue capaz de decir que su país terminará siendo “una colonia de la Unión Europea”. Nada demasiado insólito procediendo de quien fuera protagonista de varias acciones rufianescas contra la May. Sus ríspidos, a veces vergonzosos actos en relaciones exteriores, y la actual salida del gabinete, parecen destinados a precipitar la caída de la premier.

Se trasunta un golpe bajo trascendental de los conservadores contra ella para forzarla a la vía dura, inducir un cese de las negociaciones o abandonar la Unión Europea sin acuerdo. Por la índole de ese último recurso y las circunstancias prevalecientes, es un riesgo elevadísimo.

Si son ciertas las presunciones publicadas meses atrás por The Sunday Times, ese tipo de ruptura provocaría una falta notable de recursos básicos, entre ellos medicinas y alimentos. La alarma surgida cuando se dio a conocer la apocalíptica probabilidad, con puertos colapsados y grietas financieras, fue aplacada por desmentidos del gobierno, pero quedaron sospechas sobre el incierto devenir alentado con las acciones arteras de estos personajes.

Parece que fue el propio David Davis quien encargó un estudio sobre los escenarios de una separación de la UE sin los necesarios acomodos. Y no es inverosímil que fuera parte de alguna mala estratagema para mantener sobre ascuas a la líder conservadora y a los sectores que deseaban influir.

May cuenta con mayoría en el Parlamento solo gracias a los diez diputados del Partido Unionista Democrático de Irlanda del Norte. Las actuales bajas afectan su empeño por convencer a los euroescépticos de su partido o a quienes tienden a irse por brechas como la abierta.

Tiene fuertes retos y poco tiempo. En apenas tres meses debe cerrar el acuerdo con Bruselas, convenio sujeto a la aprobación de los diputados británicos y del Parlamento Europeo. El cronograma establece a octubre como el mes para ese convenio, y marzo del 2019 sería el inicio de la salida de la UE.

Poco probable, pero como tantos hechos contemporáneos verosímil, algunos suponen que David Cameron, con la experiencia acumulada en sus seis años de mandato, previó las dificultades, intrigas y deserciones que traería consigo el proceso y por eso renunció. Cierto o falso, debe estar pensando en los malos ratos que se ahorró al salir de Downing Street 10.

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Elsa Claro

Elsa Claro

Periodista cubana especializada en temas internacionales.

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