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Ángel Escobar

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Por y para la culpa de Cinthya.

El poeta guantanamero Ángel Escobar (1947-1997)

El poeta guantanamero Ángel Escobar (1957-1997)

Esto podría ser algo casi fatal: creer que el vacío tiene valor alguno, al menos en arrogancia. Ningún vacío tiene valor en irreverencia, o puede que sí, en tanto el vacío sea capaz de convertirse en reconocimiento, o que exista a priori, como necesidad ideológica de buscar maneras para identificarse con los otros: “tuve hermanos que padecían su soledad/como si fuera de otros…”.[1]

Alguien se siente cómodo en el vacío, mientras lo usa como noción de coartada dentro de lo furtivo. Su vida suele ser sintomática, como los cuchillos cuando los llaman “armas blancas”. Ese alguien enciende un tabaco y sale en contraportadas donde una luz llega desde el este. Una  luz que, a suerte de interpretación, podría ser una pared pintada a medias sobre un este que no existe.

Abuelo alza su simple arquitectura. ¿Quién dijo que habrá sombra debajo del retrato?[2],escribe Ángel Escobar en Viejas palabras de uso (1978). Asume (que es uno de los pocos fenómenos formales con antecedentes conocidos) que no hay materialidad para el reflejo de lo cotidiano, solo un índice, un quién que probablemente solo exista para amortiguar, atenuar. Años después: “fatiga ser dos sombras”, ser dos quiénes en uno, al margen de lo externo, uno más sombra que otro.

Escribía Maurice Merleau-Ponty: “soy yo quien hago ser para mí”. Escobar repatría: “yo era dos muchachos corriendo[3] como anatomía del escape, o de la única sospecha infalible para escapar de manera inmóvil: la identificación con los otros. De nada valía diseccionar la realidad para recomponer las rutas de la huida si, como escribió Lezama alguna vez, “cada cuerpo reproduce al que está enfrente”. Cuerpos que solo coincidían en el espacio de la sospecha.

Lo terrible de la poesía de Escobar era el cansancio: la sensación aferrada de una lírica hacia lo tenue. Una poesía que se trababa entre generaciones, guturalmente, justo por su intolerancia hacia lo ecuménico. Algo similar le ocurría a Hernández Novás, el poeta-síntesis, como lo llamara Jorge Luis Arcos. Me detuve un instante. Ojo de agua/ por el que pasa, interminable hilo, / tu rauda eternidad de semifusas. / Un instante que aún no ha terminado fueron casi los últimos versos recogidos en un texto de Novás. Meses antes de suicidarse se había detenido ante ese propio ruido, luego posó silábicamente, de manera trémula, dispuesto a renunciar.

La oscuridad de los gestos líricos avasalla su pesar de voluntad (un gesto lírico toda vez mediado por lo volitivo nunca será agradecido por la palmada en el hombro que da un profesor a su alumno). Escobar no será reconocible en un entorno proclive a retomar, a demostrar ¿evoluciones? en medio de un período donde la poesía que se está produciendo en Cuba es una palmada de profesor que reconoce lo realizado hasta cierta instancia. Comienzan a entregarse, incluso, los Premios Nacionales de Literatura y se publica, por ejemplo, en un volumen, gran parte de los poemas de Eliseo Diego (año 1983).

Escribía Eliseo Diego en 1958, Allí como una letra tosca y pura/ nos querías, justísimo elefante[4]. Un Eliseo Diego frontalmente distinto al de años antes: En la Calzada más bien enorme de Jesús del/ Monte/ donde la demasiada luz forma otras paredes con/ el polvo/ cansa mi principal costumbre de recordar un/ nombre[5]. En una época devota de una nostalgia necesaria ante la falta de “costumbre” de lo poético, (nostalgia que es un tinglado, un lugar donde almacenar lo que luego se pasará por alto) Escobar cierra filas, su “habla”amenaza mientras transita de la voz a la palabra rasgada.

Su poesía se torna en desaire para algunos,quizás impura. El martiniqués Aimé Césaire había sustantivado todas las probabilidades muchos años antes: Los arrozales de colillas de escupitajos sobre el extraño requerimiento de mi simplicidad se tatúan de colinas[6]. "Yo vine al mundo de visita para crear dificultades", responde Escobar y nuevamente, asume cierta culpabilidad. Una culpabilidad peligrosa.

Una vez a la intemperie, Escobar redime o termina. Debe refugiarse antes de que llegue el ‘97. Esto no lo sabe, no obstante,construye poemarios que son refugios viscerales, o prólogos de una de las dos opciones de la intemperie. Decía Heidegger: “Los poetas son aquellos mortales que, cantando con gravedad al dios del vino, sienten el rastro de los dioses huidos, siguen tal rastro y de esta manera señalan a sus hermanos mortales el camino…”. Escobar toma par de provisiones (par, por referirse a un número canónico), deja algo escrito en algún lugar de la sala. Se apura. Ha visto pasar un dios por delante de su balcón. Lo sigue y termina. O viceversa.

INSTANTE AJENO
Aparecen las lilas, y más allá, despacio,
una mujer levanta un monumento: inmóvil,
una niña, arropada mira si ese girar
--círculo, torbellino, sombra, espacio, agujero--
que no cesan los cuervos de ensayar en las
ramas
será la vida,
o si es la nieve abajo, especular,
inmóvil como ella, contemplando el afán
de aquellos cuervos que en mitad del día
trastean
en las más altas ramas de las lilas.
Abre los brazos, inclina la cabeza, insiste,
echa a volar.
Debajo --ay--, debajo qué espejo frío
conmemora las huellas de unos pies
que no volvieron.
(Moscú, 1984)
NOTAS

[1] Ver “Poblador”, en El examen no ha terminado.

[2] Ver “I” en Viejas palabras de uso

[3] Ver “Abuso de confianza”, en Abuso de confianza

[4] Ver “El circo”, de Eliseo Diego en Por los extraños pueblos

[5] Ver “El primer discurso”, de Eliseo Diego en En la calzada de Jesús del Monte

[6] Ver “Batuc”, de Aimé Césaire, traducido por Helena de Lam para Orígenes No.6, 1945

Se han publicado 9 comentarios



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  • XLRG dijo:

    Este artículo está publicado hace dos días y no tiene aunque sea un solitario y triste comentario, supongo que sea porque todo el mundo se estará preguntando como en el conocido muñe de Elpidio Valdés !Oye.... y que ha tocado ese????

  • Malik dijo:

    Angel Escobar fue uno de los mejores poetas cubanos. Su muerte por suicidio, solo da evidencia superficial de los fantasmas que le asediaban.
    Pero su poesía es lo de mejor de la época 80 y 90.
    Lo que pasa es que su poesía se conoce ahora muy poco..
    Entre tanto reguetón, paquete y banalidad, no estaría mal que se hablará más de la literatura cubana de la buena, desde Carpentier hasta Wichy Nogueras, pasando por Escobar, Augier y un batallón de gente.

  • Tinta Feroz dijo:

    Cuanta falta hacen los que como el ¨vienen al mundo de visita para crear dificultades¨
    crear dificultades a los que viven de dificultarnos los días, de mentirnos, de menospreciarnos, cuanta falta hacen sus palabras en estos tiempos de descomunicaciones del alma, gracias periodista por recordarnoslo.

  • Yadira dijo:

    Siga escribiendo artículos como este, Aynel. No repare en opiniones como la de XLRG. Siempre se debe recordar a la Loynaz que decía preferir “la indolente aristocracia de la cigarra que muere cantando arriba a la egoísta previsión de la hormiga cuidando de su vida vulgar”... Slds.

    • Aynel Martínez Hernández dijo:

      Gracias, Yadira, por su comentario. Saludos para usted

  • la culpable dijo:

    Me encanta como todo lo que escribes. Me siento orgullosa de ser la culpable de algo tan profundo como eso. Creo que ya me estoy acostumbran2 a ti!!!

  • la culpable dijo:

    Me encanta ser la culpable de que escribieras algo tan profun2

  • AND dijo:

    Aunque no conocia a angel escobar antes de leer el articulo ,me parece interesante los comentarios sobre el porque es tan desconocido

  • la culapable dijo:

    no veo mi comentario de ants no importa m nknta!!!!

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Aynel Martínez Hernández

Aynel Martínez Hernández

La Habana, 1992. Periodista cubano. Graduado en 2016 en la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana. En twitter: @Aynel92

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