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De espaldas a la mayoría iraquí

Por: Tom Hayden
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En estos días en Washington se corre un rumor relacionado con la división de Irak en enclaves étnicos, pero se ignora por entero el hecho de que la mayoría de los iraquíes y quizás la mayoría del parlamento iraquí, desea que los Estados Unidos fije el plazo para la retirada del ejército. El 60 por ciento de los iraquíes está a favor de que se establezca un plazo de un año para dicha retirada. El 61 por ciento, aprueba los ataques a las fuerzas estadounidenses, en contraste con el 47 por ciento registrado en enero.

El pueblo estadounidense se merece conocer las opciones, pero las ignora. Los resultados de las encuestas están disponibles pero permanecen ocultos al público. Uno de los hallazgos más fascinantes es que la mayoría está en contra del presidente iraní y los jihadis extranjeros y el 72 por ciento coinciden en que dentro de cinco años Irak todavía será un solo país. [Véase informe de AP del 28 de septiembre de 2006, sobre una encuesta realizada por la Universidad de Maryland.]

¿Qué clase de superpotencia emplea la fuerza letal año tras año para que los oprimidos los odien cada vez más? La arrogancia ha cegado a nuestros dirigentes con supuestos privilegios.

Por ejemplo, el senador Joseph Biden y el ex embajador Peter Galbraith están atrayendo atención sobre su propuesta para fraccionar Irak. Aducen que la guerra civil entre las sectas es ya una realidad y que los Estados Unidos deben trasladar sus fuerzas y desplegarlas en las regiones pro-estadounidenses de Kurdistán y apoyar la autonomía de facto de las regiones chiítas propuestas en el sur y a los sunitas de las provincias occidentales.

La fragmentación entraña enormes problemas prácticos. En primer lugar, se espera que el bloque chiíta, respaldado, financiado y armado por los Estados Unidos comparta los ingresos petroleros y el poder político con sus enemigos, los árabes sunitas. En segundo lugar, será necesaria una limpieza étnica forzosa [con otra denominación]. Hay un millón de sunitas en la ciudad chiíta de Basora que tendrán que trasladarse a otra parte. Bagdad, otrora una ciudad multiétnica de seis millones de habitantes, tendrá que ser fragmentada en zonas independientes. Lo más significativo de todo es que el ejército estadounidense y sus aliados iraquíes primero tendrán que ganar la guerra contra la insurgencia actual que se resiste violentamente a la división.

No hay dudas de que los iraquíes están divididos en grupos étnicos, consecuencia directa de la invasión estadounidense del 2003. Pero eso es casi lo mismo que emplear confesiones obtenidas por la fuerza en los juicios. ¿Qué quieren en realidad los iraquíes?

Sondeos confiables demuestran que el porcentaje de iraquíes a favor de que se fije un plazo a la retirada se ha elevado de un 30 por ciento en febrero de 2004 a 76 por ciento en febrero de 2005, a un 87 por ciento a principios del año en curso. [NYT, 19 de marzo de 2006] de 70 a 82 por ciento,   [Knight Ridder, 30 de enero de 2006, publicado en www.worldpublicopinon.org] Sólo la minoría kurda pro-occidental, al menos la mayoría de ellos, desea que las tropas estadounidenses se queden.

En respuesta a ese abrumador sentir popular, varios parlamentarios electos iraquíes han tratado de forzar la retirada de los Estados Unidos a través de la legislación.

El 12 de septiembre, hace apenas dos semanas, 104 parlamentarios iraquíes firmaron una petición en la que exigían un cronograma para la retirada. El parlamento iraquí tiene 275 miembros y a menudo ocho de ellos están ausentes. La constitución establece que una medida puede convertirse en ley si recibe el respaldo de la mayoría de los parlamentarios presentes que ejercen el voto. Así que la propuesta de retirada debió convertirse de inmediato en ley si no hubiese sido enviada de forma arbitraria a una comisión para su "revisión".

En julio de 2005 se produjo una situación similar cuando al menos 82 parlamentarios firmaron una solicitud para "la pronta retirada de la ocupación" y denunciaron al ejecutivo iraquí por no consultar al parlamento como dispone la ley.

Desde las elecciones parlamentarias del presente año, ocasión en que un número elevado de sunitas decidió votar en vez de abstenerse, la cifra de parlamentarios opuestos a la ocupación aumentó inevitablemente. Según el analista iraquí que entrevisté, entre 140 y 160 miembros votarían a favor de un cronograma si fuese propuesto. Ello invalidaría la autorización de las Naciones Unidas para la ocupación y supuestamente obligaría la retirada de los soldados estadounidenses. Puede que esa sea la señal que la comunidad internacional está esperando antes de enfrascarse en un proceso de estabilización.

Al parecer Associated Press fue la única que reportó la forma en que fue sofocada la protesta pacífica de los parlamentarios. En contraste, los medios estadounidenses rebosan con discusiones sobre lo "disfuncional" que es el régimen iraquí y que tal vez la fragmentación sea la única respuesta a una guerra civil interminable.

¿Por qué los funcionarios estadounidenses evitan referirse a esta rebelión de 104 miembros de su gobierno "títere"? ¿Por qué los periodistas estadounidenses no difunden esos acontecimientos? ¿Por qué tantos iraquíes quieren que nos vayamos pese a que la propaganda de la Casa Blanca insiste en que estamos allí por su propio bien?

La causa es una ceguera provocada por la condescendencia de una superpotencia, como si tuviésemos derecho a fraccionar otros países sin tener en cuenta lo que sus pueblos piensan. A menos que se corrija esa situación, nuestro gobierno desperdiciará vidas, dinero de los contribuyentes y honor a un ritmo vertiginoso sólo con el fin de sustentar un capricho petulante. En vez de reconocer la realidad y admitir que los propios iraquíes desean que nos retiremos, el gobierno seguirá empeñado en destruir más personas y lugares para salvarlos.

TOM HAYDEN, ex senador estatal, fue dirigente del movimiento contra la guerra de Viet Nam. Desde 2003 escribe artículos relacionados con Irak

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Tom Hayden

Tom Hayden

Ex senador estatal en EEUU. Activista social y político norteamericano, muy conocido por su participación en los movimientos anti-guerra y de los derechos civiles de los 1960s. Murió en Nueva York el 23 de octubre de 2016.